Mirar lo visto: dos fotoautores
ENVIADO POR EL EDITOR EL Jueves, 31/10/2024 - 17:40:00 PMRebeca Monroy Nasr*
La importancia de la fotografía en la pandemia de covid-19, desde el momento en que la enfermedad se dio a conocer al mundo, se ha hecho sentir en diversos medios impresos y digitales; por supuesto, ocurrió así también en las redes sociales a lo largo de estos dos años de encierro intermitente y continuo, sugerido así por las autoridades según las oleadas y mutaciones del virus.
En esta ocasión queremos presentar dos miradas diversas que convergen en el deseo de documentar y mostrar, desde otros ángulos, la vida trastocada en lo cotidiano, en el ambiente, en el mundo hecho solitario por esta pandemia, que padecimos de manera asilada con los nuestros o sin ellos. Dejamos de ver a los amigos, a los parientes, de asistir al trabajo, obligados muchas veces a recurrir a los medios digitales para comunicarnos con los alumnos, con los colegas, con la familia. Un inesperado viraje de vida que no dio tregua a pesar de los escépticos que aseguraban que todo era una falsa noticia, que el virus no existía y que era para dominar al mundo; muchos de ellos aún andan por ahí, a pesar de las muestras claras y científicas de la veracidad de la pandemia.
Es momento de voltear a ver las imágenes que se crearon y difundieron, que no llegaron directamente a los periódicos, pero fueron recolectadas bajo la presencia del virus, dando fe visual de su presencia en el país.
Son dos discursos, cada uno con su fuerza iconográfica particular; se ha decidido presentarlos bajo la idea de que muestran mundos diferentes, pero tan semejantes, porque la pandemia fue así: a pesar de tener elementos en común hubo particularidades y cada uno la resolvió o la sobrevivió como pudo y como quiso. Sirvan estos dos ejemplos para mostrar el mundo interno que cada uno ha forjado para enfrentarla. Ésta es la manera en que la conciencia y el arte dan rienda suelta al miedo al contagio, al enojo y depresión por el aislamiento, a la ausencia obligada de los amigos y familiares, a la necesidad de vivir por la lente de la cámara lo que significaba para millones de personas la pandemia.
Mirar desde el parte médico
Patricia Aridjis es una fotógrafa de largo aliento que ha desarrollado su trabajo desde hace varias décadas dentro del ámbito de la fotografía de prensa y documental. Ha colaborado, entre otros, con Milenio, de 2000 al 2004; El Independiente, en el 2005; La Revista de El Universal, entre 2005 y 2006; la revista Cambio, en 2005, y El Semanario, de 2007 a 2008. Uno de sus más destacados trabajos de fotodocumentalismo fue el llevado a cabo en la selva chiapaneca con el movimiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional en 1994, a cuyos militantes retrató, junto con el Subcomandante Marcos, para la revista Mira, del periodista Miguel Ángel Granados Chapa. Acompañada de otra hábil joven periodista, Susana Rodríguez Aguilar, vencieron todos los obstáculos necesarios para acercarse al Subcomandante Marcos y capturar testimonios de gran valor documental.
Patricia Aridjis también ha desarrollado una labor incansable a partir de series fotográficas como Nostalgia para otros, donde retrata la vida y la muerte en las funerarias. Con gran respeto y cuidado capturó sus imágenes sin caer en la “nota roja”, pero sí documentando el hecho de la muerte, el duelo, la nostalgia y sus consecuencias inevitables. También cabe mencionar La fiesta, serie en que presenta otra cara de la moneda, pues es la forma en que se divierten los sectores de la alta sociedad, en sus bodas y reuniones fastuosas, perdiendo forma y figura. O aquella otra en la que trabajó siete años intensos en las cárceles de mujeres de diversos estados del país, y recogió una serie de testimonios escritos de esas mujeres enclaustradas, que suelen extrañar a sus parejas, a sus hijos, a sus amantes, a la familia, porque dejan de visitarlas, al contrario de lo que ocurre con los hombres. Esos testimonios dejan ver cómo buscan reconstruirse buscando el amor, la atención, el cariño adentro de esos muros. En Horas negras acompañó a esas mujeres en diversos momentos de su vida cotidiana, a la hora del baño, de compartir sus abrazos y besos, o bien en la soledad, en los múltiples intentos suicidas, o en retratos de gabinete, dignificante, en algún lugar del penal.
Ha seguido trabajando con las mujeres en sus series Arrullo para otros, en donde las chicas que cuidan a los hijos de otros son el motivo de su fotoensayo. Así, visitó las casas de quienes las contratan para documentar sus cuidados, los desmanes de los niños y los padres; y fue incluso hasta sus lugares propios, a sus pueblos, con lo que pudo contrastar las carencias y las formas de vida con una conciencia y una postura clara ante esas realidades encontradas. Así también les dio presencia a las Mujeres de peso, en donde captó el retrato de mujeres de sobrepeso en la calle y luego logró que se animaran a posar desnudas ante la cámara. Así, gozosas, libres, disfrutando a todas luces de sus cuerpos. ¡Toda una lección de vida!
Ésa es la Patricia Aridjis que ha mantenido una carrera ascendente, que no ha cejado y disfruta de su labor, la que rompió el cerco del miedo y del dolor y se atrevió a ir a las entrañas de la pandemia, a uno de los hospitales que atendió a enfermos de covid-19, sufriendo la pandemia y enfrentando, con sus médicos y enfermeras, las caras a veces indescifrables que presentaba la enfermedad, buscando formas de atenderla, trasmutando sus propias vidas lejos de sus familias, y corriendo el peligro de contagio en cualquier momento.
Así, la fotógrafa Aridjis arriesgó el pellejo y decidió romper su propio miedo al contagio y a la muerte. Gracias al doctor Mario Ulibarri, quien ha sido anestesiólogo del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición por muchos años, logró entrar en esa caverna de dolor, enfermedad, recuperación y muerte. El doctor Ulibarri fue alumno de Patricia Aridjis en un taller sobre narrativa que impartió en la escuela de fotografía Página en Blando, hace unos cuatro años, y le dijo a la fotógrafa que, si algún día quería hacer fotos en el hospital, él podía facilitarle el acceso. Y llegó ese día, justo con la pandemia; y rompiendo el silencio visual y el miedo, Patricia se atrevió:
No dormí de pensar en la posibilidad. ¿Qué hacer? ¿Tomarle la palabra y arriesgarme a que me pudiera contagiar, o decir no? Ante un hecho inusitado, creo que lo que procedía era decir que sí, con todo y mi miedo. Estuve yendo, bajo el cuidado y orientación de Mario. Me protegía tanto como los médicos que trataban a los enfermos: doble blusa, una corta y otra de manga larga con puños, pantalón, zapatones, googles, cubrebocas KN95, gorro y guantes dobles.
Al final, Patricia logró realizar una serie de imágenes que nos dan cuenta de los trabajos en el interior del hospital, en las zonas terribles donde los enfermos tenían que ser entubados, donde se debatían entre la vida y la muerte. Con los enfermos mutilados, con los que recuperaban poco a poco, y con aquellos que no lograban salir adelante. Todo ello formó parte de la serie que ella llama Blue, por los tonos en el interior, porque el azul es el color de la tristeza y la desolación.
En esta galería para Con-temporánea, las fotografías de Aridjis son las primeras 16, agrupadas por la curadora, a su vez, en 4 temas: “Desde el retrato: primera fila” (fotografías 1-6); “En la entraña del covid hospitalario: dolor, desesperación, mutaciones y muerte” (fotografías 7-13), “Desde Patología y el análisis de las pruebas” (fotografía 14), y “Triste final: es de la morgue” (fotografía 15).
Una pandemia por los suelos
Desde otra perspectiva, Ernesto Peñaloza trabajó y fotografió la misma pandemia. Otra mirada, que viene a mostrar y completar el testimonio de la imagen. Es la mirada de la vida cotidiana y del diario andar.
Ernesto Peñaloza es uno de los fotógrafos que trabaja en el Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, en la Fototeca Manuel Toussaint, y ahí se desempeña como técnico académico, fotógrafo y curador desde 1990. Él estudió la Maestría en Historia del Arte (especialidad en estudios curatoriales); es historiador por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y estudió fotografía en el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos de la misma universidad. De ahí su capacidad para historiar con imágenes, pues es el punto de encuentro de dos de sus mayores intereses. En su alma mater es profesor de asignatura en el Colegio de Historia en el Sistema de Universidad Abierta.
Una de sus especialidades es la reproducción de obra de arte, una labor nada fácil en el ámbito de la fotografía para los museos y las galerías. Es notable ver que sus imágenes se han publicado principalmente en ediciones del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM en más de cuarenta libros. Es cuidadoso en la calidad de la reproducción y en conservar sustancialmente los colores, tonos y matices originales de las obras plásticas con las que trabaja.
Por otro lado, ha llevado a cabo investigaciones iconográficas para ilustrar libros de historia, un total de catorce hasta el momento, entre los que destacan cinco volúmenes de la serie de libros que conforman la Historia de la vida cotidiana en México, editada por el Fondo de Cultura Económica y El Colegio de México y coordinados por la doctora Pilar Gonzalbo.
Como curador, ha organizado dieciséis exposiciones a nacionales e internacionales; destacan aquellas que ha presentado sobre el fotógrafo Luis Márquez, en el Museo del Palacio-Espacio de la Diversidad, Oaxaca, de julio a septiembre de 2012. Del controvertido fotógrafo colombiano Leo Matiz, se encargó de la curaduría para el Museo Mural Diego Rivera de abril a junio de 2013, con estancias en el Museo Casa Diego Rivera, en Guanajuato, de octubre a diciembre de 2014, y en el Centro Cultural Villahermosa, en Tabasco, de febrero a abril en 2015; además de un homenaje al mismo artista en el Museo Nacional de Colombia, de abril a mayo de 2013. Su más reciente exposición fue Mecánica de luz. Fermín Revueltas y la fotografía, 1926-1935, en la Antigua Academia de San Carlos, de octubre 2019 a marzo de 2020. Justo al filo de la pandemia. Éstos son sólo algunos ejemplos de sus curadurías e investigaciones sobre fotógrafos.
Es, pues, un versátil trabajador de la lente, con dotes para la reprografía, para la curaduría, el montaje, que busca crear y difundir la presencia de la fotografía histórica y contemporánea en los museos. Desde hace años constituye una gran preocupación de los fotógrafos otorgarle un mejor lugar a su ocupación en el circuito del arte. Peñaloza consigue esos espacios que han querido ignorar la presencia de la fotografía, y la coloca en distintos foros con la fuerza infinita del discurso iconográfico.
Es por ello que, como productor, Ernesto Peñaloza ha encontrado en otra expresión material su fortaleza: se trata de los medios editoriales, pues es coautor de ocho libros, autor de dos libros-catálogo y de los fotolibros Cubrebocas y Orilla, parte de una trilogía sobre la pandemia acerca de los años 2021 y 2022.
Justo es ese material el que ahora presento, para que podamos apreciar cómo el fotoautor fue resolviendo en su diario andar el miedo, la tristeza y el encierro, al encontrarse con una serie de cubrebocas que las personas dejaban en el suelo, tirados por doquier, entre hojas, basura, zapatos, toda clase de materiales. Por ello, esta obra proviene de una pandemia y sus secuelas materiales, cuando el autor coloca su mirada en el object trouvé, el objeto artístico encontrado o confeccionado, ahora en el suelo.
Peñaloza ejerce la fuerza del disgusto al enfrentar la basura generada sin conciencia, distinguiendo series por colores, formas, tamaños de adulto o de niño y haciendo una colección de gran interés en un tema que otros no han resaltado. Con ayuda del editor de su libro, Marco Pacheco, encontraron el discurso adecuado por series, por secuencias y por contrastes, de tamaños, colores, desgastes, y han logrado mostrar la desidia inherente y la necesidad de educar a los ciudadanos en el tema tan delicado del cuidado de la basura y los desechos infecciosos, como cubrebocas, guantes, caretas y demás aditamentos usados en la pandemia de covid-19.
Un dato que me aporta el propio Ernesto Peñaloza es que los 1 560 000 000 de cubrebocas producidos en la pandemia acabaron en los mares; hemos generado más de 8 000 000 de toneladas extra de residuos de plástico, por lo que la preocupación por el medio ambiente también debe tomarse en cuenta. Aquí muestro una parte de ese libro que nos dota de conocimiento, preocupación y posibles caminos para andar, al salir poco a poco del encierro, con un poco de esperanza por el futuro, ahora cada vez más incierto.
El libro de Ernesto Peñaloza se titula Cubrebocas. Respirar apenas, y fue publicado por el Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM en el invierno de 2020.[1]
En esta galería para Con-temporánea, las fotografías de Peñaloza corresponden a las 13 imágenes finales, agrupadas por la curadora, a su vez, en 2 temas: “El mundo compartido: una mirada a los cubrebocas, mascarillas, barbijos, nasobucos, bozales, tapabocas...” (fotografías 16-19) y “Por los suelos. La pandemia de covid-19: individuos” (fotografías 20-28).
* Dirección de Estudios Históricos, INAH.
[1] El libro puede consultarse en: http://www.esteticas.unam.mx/sites/default/files/files/publicacion-fotolibro-cubrebocas.pdf