En la política nadie ofrece un ladrillo gratis. Clientelismo político y memoria en el proceso de urbanización del barrio Los Robles, Cali, Colombia, 1980-1997

ENVIADO POR EL EDITOR EL Jueves, 05/12/2024 - 11:28:00 AM

Guillermo A. Mafla Silva*

 

Resumen

Este texto tiene como objetivo comprender la forma en que el clientelismo político y las acciones sociales colectivas del barrio Los Robles impactaron la lucha por la vivienda y el acceso a los servicios públicos. Con ese propósito, se busca analizar la expansión urbana que Cali enfrentó en 1980 en el Distrito de Aguablanca y la forma en que la gente recuerda el poblamiento de un territorio carente de servicios públicos y aprobación del gubernamental; así, respuestas y soluciones vinieron con el establecimiento de redes políticas entre políticos, comunidad y líderes.

Palabras claves: clientelismo político, acción social colectiva, memoria, redes políticas e historia oral.

 

Abstract

This paper aims to comprehend the way political clientelism and the collective social actions of Los Robles neighborhood impacted the struggle for housing and access to public services. For this purpose, it analyzes the urban expansion that Cali faced in 1980 in the Aguablanca District and how the people remember the experience of settling in a territory that lacked public services and government approval; thus, responses and solutions came with the establishment of political networks between politicians, the community, and leaders.

Keywords: political clientelism, collective social action, memory, political networks and oral history.

 

El objetivo de este artículo es comprender cómo el clientelismo político y las acciones sociales colectivas de los habitantes del barrio Los Robles (Cali, Colombia) repercutieron en la lucha por la vivienda y el acceso a los servicios públicos, ello cuando el naciente distrito de Aguablanca[1] fue afectado por una fuerte fiebre urbanizadora con la que se impulsó la venta de “lotes” a través de instituciones avaladas por el gobierno local: urbanizadores piratas y líderes políticos aprovecharon las coyunturas electorales con promesas de mejoras sociales.

 

De ahí que estudios como el de Sáenz[2] y el de Urrea y Murillo[3] sean fundamentales para obtener una mirada histórica local que ayude a entender los cambios y continuidades sociales y políticos relacionados con la cuestión del poblamiento y la expansión urbana de Cali. Tales procesos estaban bajo la tutela de los partidos liberal y conservador, que actuaron en estrecha colaboración con las familias influyentes para incidir en la creación de políticas públicas desde el Concejo, el Instituto de Vivienda y la alcaldía, con el fin de trazar un modelo de ciudad y distribuir a los sectores dominantes y “populares”.

 

Las fracciones[4] partidistas como el lloredismo, el holmismo y el holguinismo se dirigieron a los nacientes barrios del oriente de Cali durante distintos periodos electorales con el fin de buscar el apoyo de las olas migratorias que desde 1970 llegaron a poblar y fundar asentamientos. Al principio, fueron estableciéndose con una limitada intervención del Estado, que poco se esforzó para evitar que todo tipo de intermediarios hicieran de la necesidad de vivienda un instrumento de ascenso político.

 

En ese sentido, la memoria de los habitantes, los registros fotográficos y lo vivido por quien escribe estas líneas son elementos que contribuyen a reconstruir esos primeros momentos de asentamiento. Al principio el panorama barrial carecía de infraestructura y en él coexistían lo urbano y lo rural; entonces fincas, ganado, cultivos “de pan coger” (la así llamada agricultura de subsistencia) y caminos de herradura formaban parte del paisaje urbano popular, uno en el que los propios colonos construían sus asentamientos de madera, teja de cartón, zinc y esterilla.

 

Mediante el estudio del clientelismo y la memoria de las acciones sociales colectivas de los habitantes del barrio Los Robles no sólo se pretende estudiar la lucha por la vivienda, su legalización y el acceso a los servicios públicos, sino también entender la forma en la que los pobladores hacían y resolvían las cosas, el impacto de los liderazgos, alianzas y comités comunitarios encargados de gestionar su bienestar.

 

Breve definición del clientelismo

Se entiende por clientelismo un consenso y negociación de intereses personales o grupales entre pobladores y políticos que, con aparente imagen filantrópica, usan el poder del Estado y sus influencias para prometer soluciones a cambio de apoyos electorales en masa, que garanticen la permanencia de los partidos y la defensa de los intereses tanto de las élites, como de la gente que acude al político para buscar soluciones a las necesidades inmediatas.

 

El clientelismo ocupa un lugar clave dentro del sistema político, ya que representa una herramienta sociopolítica de apoyo electoral que asegura el dominio futuro de los partidos que recurren a él. Martín Paladino[5] lo entiende como una relación informal en la que los compromisos de cada parte no están definidos de una manera explícita desde su inicio. Por el contrario, para su funcionamiento, esa trama depende de un conjunto de sobreentendidos que los actores aprenden y crean en la práctica misma. Así, James Scott[6] sostiene que se debe considerar el discurso lingüístico del clientelismo, sus mensajes de esperanza o certidumbres, sus códigos rituales y comportamientos, puesto que éstos inciden en la configuración de la red clientelista y su pervivencia.

 

Para estudiar el clientelismo y la lucha por la vivienda

A propósito de la metodología, acudí a la historia oral temática como enfoque de estudio para que las diversas fuentes y demás técnicas empleadas ayuden a develar aspectos del poblamiento del barrio Los Robles: los primeros momentos del lugar, la manera en que se luchó por la vivienda, así como las reuniones y estrategias organizadas durante el poblamiento del distrito de Aguablanca; todo el proceso denota un repertorio común de luchas, espacios de sociabilidad y configuración de tejidos de vecindad en un contexto de urbanización.

 

Por “acción social colectiva”[7] se entienden aquellos actos, interacciones, reuniones y dinámicas grupales (informales o formales) asociadas a intereses, necesidades y afectaciones comunes que son resueltas por identidades colectivas ligadas a procesos político-económicos, relaciones de solidaridad y afectividad social. A lo anterior agrego que el reconocimiento político, las alianzas, los mítines, las exigencias de legalización (personería jurídica catastral del lugar), las asignaciones de recursos y las demandas de reformas políticas al sistema imperante también constituyen referentes que forman parte del acervo semántico de la acción social. Y aquella “acción” tiene el apellido de “social” porque su actuar se ubica en la esfera pública, en la que se visibilizan las formas de hacer las cosas en un escenario de arraigos y significados individuales que van tejiendo un sentido común, compartido. Así, los movimientos pueden tener repertorios de acción y liderazgos marcados (organizaciones jerarquizadas) o pueden ser movimientos con agendas no formales.

 

También es de notar que dentro del conjunto de acciones sociales colectivas destacan las experiencias de vida aplicadas a escenarios compartidos donde la idea del “nosotros” se vuelve un elemento simbólico de unidad, capaz de desplegar el empoderamiento, la legitimación de actuar y trabajar por una comunidad, por la asignación de vivienda y servicios públicos, objetivos que al final reposan en la voluntad de movilización estratégica de sus líderes barriales, quienes, a su vez, están inmersos en las ideas de justicia social y construcción de sentimientos de empatía para armonizar con el lugar.

 

Breve síntesis del distrito de Aguablanca, comuna 13[8]

En el texto fotográfico En el Oriente nace el sol. Una mirada a la memoria fotográfica del Distrito de Aguablanca[9] se explica que el nombre del distrito deriva de unas aguas denominadas Lluras Yacu, que significa “blanca agua”. A partir de 1950, algunos círculos de la élite política de la ciudad propusieran adecuar un 20 % (técnicamente) de la gran llanura del oriente para fines residenciales y en el resto impulsar proyectos agrícolas que proveyeran a la ciudad de alimentos. Aunado a ello, los cambios generacionales de liderazgos políticos en Cali más la crisis estructural hicieron que miembros de los partidos liberal y conservador, en alianza con los institutos de vivienda y algunos “urbanizadores piratas”, tomaran como bandera y plataforma política la cuestión habitacional.

 

Comenzó un proceso de poblamiento y expansión descontrolada y poco planificada en el distrito; se configuraron baluartes políticos de mucha utilidad para los miembros de las fracciones políticas de los partidos mencionados, que adoptaron discursos y acciones “filantrópicas” en aras de asegurar el apoyo electoral para llegar a una alcaldía, un concejo, una gobernación o una presidencia. Con el tiempo, el distrito se tornó un lugar lejano en aparente estado de “abandono” donde existía una gran cantidad de personas con vivencias, recuerdos y prácticas que se entremezclarían con la violencia urbana; es decir, pandillas, asaltos y peleas con armas blancas.

 

“Este barrio nosotros lo luchamos”. Los primeros momentos del barrio Los Robles

Para la conformación del presente apartado recurrí inicialmente a los recuerdos de los antiguos habitantes para entender los primeros momentos del barrio Los Robles. Encontré que sus relatos dan pistas para reconstruir la historia de la expansión urbana en Cali: la colonización de las periferias, la formación de asentamientos y el nacimiento de barrios. Los testimonios detallan muy bien las causas, similitudes y cambios en el poblamiento y la vivienda en Santiago de Cali a finales de la década de 1970:

 

Las invasiones en Cali fueron terribles [...] se diseñó con lo que yo llamo con hambre, con egoísmo [...] Los roba tierra, los grandes terratenientes no dejaron diseñar una ciudad generosa en espacio público [...] y por eso esta ciudad [es] apretada, apretujada [...] Si la tierra se hubiera respetado como patrimonio, se habría podido planificar una ciudad más generosa.[10]

 

Como bien se ve en el relato, terratenientes y comerciantes de tierras estorbaron la planificación urbanística porque ellos, como los partidos y sus políticos, no deseaban un proyecto de ciudad que respondiera a las necesidades de todos sus habitantes, sino que, por el contrario, buscaban impulsar una expansión urbana de corte social fragmentada capaz de legitimar relaciones verticales de dependencia de todo tipo. Por ello, la formación de asentamientos sirvió para capitalizar fuerzas electorales elitistas, el acceso al poder político y la garantía del control del presupuesto de las instituciones estatales más importantes.

 

La lucha por la vivienda iba acompañada de quema de ranchos, refriegas y por la expulsión de “invasores” que habían ocupado terrenos. Por ello, muchos pobladores migrantes que vivían en casas de inquilinato de la ciudad y a quienes les habían adjudicado la mejora se volcaron al oriente de Cali para ocupar los predios; es decir, familias enteras llegaron a “lotear las mejoras”: “Nosotros demarcamos, hicimos huecos, clavamos la guadua, cercamos con la esterilla y entechamos las mejoritas [...] Esos momentos fueron de sol, zancudos y carencias que obligaron a todos a instalar redes eléctricas y mangueras de agua de forma pirata”.[11] Esas necesidades comunes hicieron que poco a poco surgiera una especie de “camaradería barrial” en la que cada quien ofreció su saberes empíricos y su fuerza física, es decir, colaboración y solidaridad comunitaria acompañada por trabajo compartido y capacidad de autogestión. Luego esta unión se formalizó con la aparición de comités y la entrada de cuadros políticos[12] que gestionaron ante la Secretaría de Obras Públicas la obtención de maquinaria, los contactos, los documentos y la “plata” para hacer obras en Los Robles. John Henry Arbeláez, habitante que de adolescente presenció parte de esa lucha, recuerda:

 

Quienes vinieron acá era desplazados, gente pobre que quería vivir en su casa, así fuera de madera, pero la realidad fue que si algún día colocaron el agua fue porque la gente se unió, la gente se puso a recoger ayuda económica y buscaron la forma de mejorar la parte de lo que es el agua, la energía [...] Las calles se pavimentaron aquí porque las personas se unieron y con el tiempo entre ellos juntaron el dinero para poder [pavimentar] estas calles; aunque unos políticos ayudaron, pero de pronto ayudaron con una volquetada de balastro y ellos colocaban el cemento y ellos se juntaban así, y se fueron pavimentando calles.[13]

 

Todas las acciones descritas a continuación pueden caracterizar la lucha por la vivienda como aquella unión de voluntades, nexos sociales y acciones comunitarias: integrar un comité, vigilar, hacer acompañamientos, abrir canales, asistir a reuniones, tender cables, ayudar en la construcción de los ranchos y servir de “mano de obra” en las primeras casas que, de madera, barro y zinc, pasaron a ser de ladrillo, farol, hierro y cemento. Por ello, lo comunitario y las acciones colectivas, junto con el clientelismo, serían las bases de esta lucha para lograr arraigar y sacar adelante a su barrio.

 

En estos relatos encontramos una especie de discurso fundacional de la colonización urbana, llena de sacrificios individuales y acciones populares sujetas a edificaciones de casas de forma tradicional y unipersonal, que fueron nutriendo los imaginarios colectivos y la legitimación sobre la titularidad del terruño urbano, considerado como una extensión de la construcción cultural, un modo de pensar y de apropiarse de su proceso histórico, pues, detrás de ello, el habitante proyectó un sentido de arraigo y derecho al progreso. Por esto, Ariel Gravano[14] caracteriza el barrio como un espacio reproductor de lo simbólico, ideológico y creador de identidades sociales urbanas. Por consiguiente, entiendo Los Robles como un lugar que forja sentidos, identidades y arraigos colectivos que hacen de éste un espacio de luchas y movilizaciones compartidas que expresan la forma como los pobladores recuerdan y representan el pasado.

 

La generación fundadora

En este apartado se hace una breve ilustración del cúmulo de experiencias comunitarias de trabajo y saberes empíricos, propios de las zonas rurales, que fueron extrapolados para resolver problemas de infraestructura, servicios públicos y vivienda en Los Robles. Las personas del lugar empezaron a ser reconocidas por su capacidad de convocatoria y movilización social para resolver los asuntos urbanos que atañen al ejercicio de la posesión del terruño barrial, el cual está cargado de imaginarios, símbolos y valores compartidos que nutren las expectativas de la lucha colectiva por la vivienda. Ello se ve reflejado en el significado del nombre Los Robles:

 

Los árboles robles son grandes y frondosos, entonces él [Francisco Murgueitio] dice que así vio Los Robles, de que él lo vio con casitas todas insignificantes, de esterilla, y de un momento a otro ¡uf! salió como de la nada casas. Cuando él vino la primer vez y vio todo este rancherío, un poco de casitas en pura esterilla con sus cocuyitos y él dice que de un momento a otro venir [...] dejar pasar tres años y venir y luego, ¡uf¡ Él dice que fue algo muy bonito de este barrio el surgir así [...] como que se dio frondoso.[15]

 

De ahí que se pretenda caracterizar aspectos de orden biográfico, lugares de procedencia, rutas migratorias interurbanas, las labores, dinámicas sociales y políticas realizadas en Cali en torno a esos primeros momentos en que la comunidad se organizó para conseguir las mejoras de Los Robles. Porque el mito fundacional está nutrido de imaginarios relacionados con el trabajo comunitario, la planeación popular urbana, la solidaridad y los contactos sociales que dieron fundamento a la lucha por la vivienda.

 

Rubiel Trochez nació en 1955 en Caldono, departamento del Cauca, en una familia campesina mestiza de corte tradicionalista. Ante el incumplimiento de pagos por parte de su padre, la Caja Agraria embargó sus propiedades y se vieron obligados a migrar a otros lugares, entre los que estuvo la Cali de 1968, donde decidieron establecerse en barrios como Siloé y Doce de Octubre. En 1978 Trochez decidió casarse con Rosalba Gonzales, con quien tuvo tres hijos bajo la fe católica; además, comenzó su militancia en el Partido Liberal Colombiano. Sus habilidades, saberes empíricos y experiencias de vida fueron fundamentales cuando llegó por primera vez a uno de los sectores que luego integró Los Robles, pues, una vez que se dio a conocer, desplegó su activismo político-social en espacios como la Secretaría Barrial, las reuniones entre políticos, vecinos y la Junta de Acción Comunal del barrio, donde tejió relaciones comunitarias, es decir, se hizo notar por sus decisiones y medidas para resolver problemáticas o agenciar favores a sus vecinos, con quienes formó lazos de solidaridad y reciprocidad vecinal.[16]

 

Omar Cuspoca nació el 1 de octubre de 1938 en San Isidro, una vereda que pertenece al municipio de Bolívar, al norte del departamento de Valle del Cauca. Su familia sufría de pobreza: el padre era labriego y la madre profesora de escuela. Aprendió la vaquería: a castrar toros, ordeñar vacas y la zapatería. En 1978 se estableció en Cali, se casó con la señora Araceli Marín, con quien tuvo siete hijos, e inició el proceso de acceso a la vivienda en Los Robles en 1981. Una vez allí, levantó su casa, siempre solidarizándose y estableciendo vínculos de colaboración con sus vecinos al ayudarles a edificar y tomando parte en las reuniones y juntas comunales para verificar los proyectos, buscar dinero, formar cuadros y traer al barrio a políticos que se comprometieran con los demás habitantes, quienes, a cambio, comprometían el voto.[17]

 

María Daysi Lozano, quizás la habitante y líder más influyente recordada por la generación fundadora, nació el 12 de diciembre de 1958 en Manizales. En 1962 llegó a Cali y a mediados de 1987 su familia decidió asentarse en el barrio, donde empezó a vender pan. Esta habitante tejió lazos comunitarios a través de favores, ayudas materiales, “perifoneo” (divulgación de mensajes mediante bocinas), regalos y asistencia a mítines políticos con el movimiento lloredista, dentro del que trabajó para algunos políticos[18] quienes, a cambio de promesas y “denuncias”, llevaron concreto, techos y servicios públicos.[19]

 

Ángel María Cruz nació el 4 de enero de 1933 en el barrio Villanueva, Cali, y estudió sus primeros años allí, en la escuela Eva Riascos. Después, sus padres se trasladaron a los barrios Benjamín Herrera y Obrero. A los quince años, en 1951, llegó a vivir a una finca, hoy Los Robles, donde labraba la tierra, criaba animales y cuidaba la propiedad que su tío le encargó. De confesión católica y casado con Inés Triviño, quien le dio dos hijos, se convirtió en uno de los primeros habitantes que pobló y urbanizó el sector: sacó veinticinco lotes, instaló tendidos de cables eléctricos, abrió huecos e instaló mangueras para traer agua potable. Fundó una pequeña escuela, impartió clases y enseñó música a los primeros cincuenta y cinco niños del barrio. Además, apoyó con sus saberes la edificación de reformas y la gestión de soluciones para mejorar los caminos de acceso al barrio. Allí destacó por sus saberes y capacidad discursiva para acercarse a los demás pobladores, que veían en él una persona culta y estudiada.[20]

 

Amelia Silva, habitante fundadora del barrio Los Robles, nació en Mercaderes, Cauca, en 1949, y migró a la ciudad de Cali en 1964. En su relato cuenta que decidió buscar trabajo y una mejor calidad de vida en la ciudad. De ahí que a los diecisiete años llegara al barrio Guayaquil e iniciara una ardua búsqueda de oportunidades. En 1982 llegó a un terreno que ella describe como fincas (extensiones de tierra) donde era común ver grupos de gente haciendo aljibes, trayendo agua en tarros, clavando guaduas, esterillas y techos para construir los ranchos. Para ella, la cooperación fundó las bases del barrio porque todos ayudaron con su inteligencia y experiencia, que supieron poner al servicio de los demás.

 

En estas historias de vida vemos que el saber hacer y resolver se convierte en el instrumento de enlace cooperativo que da paso al mito fundacional; el sentido comunitario creador de historias personales, la pertenencia vecinal y arraigo territorial que partieron de aquellas experiencias y saberes instrumentalizados en la construcción de Los Robles. Esto es, la creación de imaginarios barriales entrelazados con las historias de vida de migrantes, la gestión social, el ambiente popular y la expansión urbana de Cali durante los años ochenta, producto de olas migratorias de grupos poblacionales de todo el país que llegaban a la ciudad desplazados por el conflicto armado, en busca de mejoras y progreso.

 

Acciones colectivas y clientelismo: las mejoras de vivienda y los servicios públicos

Los relatos revelan las acciones colectivas, el clientelismo y estrategias empleadas en la lucha por la vivienda, pues se requería de soluciones materiales. Por ejemplo, Rubiel Trochez muestra que el papel y compromiso de los liderazgos sirvió para conquistar el respaldo y aprobación de los habitantes cuando se iniciaron conversaciones comunitarias para “meterle política” a la cuestión Los Robles:

 

Por eso trajimos la política, para gestionar la legalización, pavimentación, instalación de acueducto, pues si bien nosotros abrimos huecos e instalamos mangueras para traer agua, y ayudamos a tender cuerdas y construir un sistema de energía improvisado, nuestra lucha por mejoras cambió con la intervención de los padrinos políticos liberales o conservadores a quienes le vendimos nuestra conciencia para vivir mejor, porque el voto es libre, nos volvimos mercaderes.[21]

 

Este testimonio ayuda a entender que las concepciones del trabajo colectivo nacieron de experiencias individuales aprendidas en otros lugares. Una vez adjudicados los lotes o metros cuadrados de tierra donde se construyeron los ranchos, empezaron a producirse gestos de sociabilidad y solidaridad entre quienes comparten un mismo escenario de demandas por el acceso a la vivienda y de servicios públicos. De esta forma iniciaron las acciones colectivas vinculadas con las fracciones políticas partidistas que buscan ganar adeptos a través de compromisos y movilizaciones filantrópicas, que luego son utilizadas en momentos electorales. Los Robles se organizó, se manifestó y llevó a cabo reuniones hasta consolidar una pequeña forma de autogobierno capaz de desplegar cierto tipo de gestión pública que resolvió los daños causados por la “urbanización desorganizada”.

 

Fue así como se consolidaron nociones de trabajos, roles de gestión, liderazgos, formas de hacer las cosas y alianzas políticas para resolver los servicios públicos y la vivienda. Lo anterior hace que surjan elementos de cohesión barrial que, al mismo tiempo, fomentan maneras de lucha y movilizaciones comunitarias legitimadas en lazos de vecindad. Por consiguiente, los comités de sector y la Junta de Acción Comunal son los nuevos órganos de interlocución entre habitantes y políticos.[22]

 

Marlene Duque, del barrio Los Robles, narra parte del proceso de pavimentación así: “Siempre me ha gustado la comunidad, entonces yo me iba a parar al lado de la señora María Daysi y yo veía que ella hablaba y hacía pancartas y [daba] gritos de júbilo: ‘esto lo vamos a sacar adelante si le metemos política’ [...] Nosotros sacábamos hasta 150 votos de las personas que estaban apoyándonos”.[23]

 

Como bien lo describe Marlene Duque, traer soluciones al barrio implicó comprometer al político frente a los miembros de la comunidad, quienes recurrían a una serie de gestos como porras, algarabía y consignas de apoyo con pancartas en las que se hizo manifiesto el amplio respaldo electoral de los habitantes; ellos, a su vez, entendían la relación política dentro del sistema democrático como un acto de voto a cambio de soluciones materiales. John Arbeláez comenta:

 

los políticos venían a buscar la forma de que estas personas los ayudaran en su carrera política para ser alcalde o concejal, ellos [los políticos] simplemente devolvían este favor, venir y ofrecerle aquí a la gente dádivas a cambio de votos. La gente se reunía, hacían fritanga, se rebuscaba y se buscaba la forma de conseguir el cemento y así hacer pavimentar las calles.[24]

 

Con lo expuesto vemos que el clientelismo, junto con la acción colectiva, se presentan como actos legítimos de carácter filantrópico, de reciprocidad mutua que supera la capacidad operativa del aparato estatal tan sólo con comprometer el voto.

 

Luis Mario García es otra de las voces del proceso de poblamiento del barrio Los Robles; él participó en reuniones comunitarias y, junto con María Daisy Lozano, en una de las fracciones del Partido Conservador, el lloredismo, que se presentaba como un movimiento político comprometido con el bienestar social en el barrio. Junto a otros habitantes, Luis Mario se iba de sector en sector haciendo “perifoneo” del discurso relativo a que “el progreso no estaba por fuera del candidato conservador” y que el voto de cada habitante contaba para sacar a Los Robles del abandono. Por eso, cuenta que lo primero que hizo fue poner una guadua con un megáfono a través del cual se le solicitó al resto de las personas que contribuyeran con dinero a las necesidades individuales y colectivas de la comunidad.[25]

 

En términos de gestión gubernamental, la corrupción, el déficit de presupuesto del gobierno local y los intereses políticos particulares coadyuvaron para que estas nuevas realidades sociales fueran consideradas como asuntos prioritarios en las agendas de los candidatos a disputar el gobierno de la ciudad. El Caleño, periódico local, registró lo siguiente: “La demagogia, el oportunismo, la explotación de una gran necesidad como es la vivienda, crearon otra ciudad, el llamado ‘Segundo Municipio del Valle del Cauca’”.[26]

 

La cita permite comprender que la ocupación del distrito de Aguablanca y el barrio Los Robles no sólo obedeció a la iniciativa popular colectiva, sino que también fue concertada directa o indirectamente por las familias influyentes que, atomizadas en sus fracciones políticas, entendieron que el dominio de la tierra era un factor determinante en la constitución del prestigio social, la legitimación del poder y la asimilación de los valores dominantes. Por eso no es insignificante que Carlos Holmes Trujillo, líder del movimiento homónimo, afirmara con fiel convicción: “Soy millonario en términos de adhesión de las masas populares”.[27] Esto resalta lo importante —como afirma Philippe Joutard—[28] de entender los silencios y omisiones, pues la expansión urbana no fue ajena al clientelismo político y demás engaños, ya que operó con una aparente proyección filantrópica que legitimó nuevas “modalidades de asociación”.

 

Conclusiones

El poblamiento y conformación del barrio Los Robles, ligado desde el principio a las luchas populares comunitarias, a las acciones sociales colectivas y el clientelismo político, forma parte de dos procesos de mayor y menor escala en Colombia: el primero respondió a las rupturas generalizadas que ocurrieron arriba y abajo en la escala social, es decir, la fragmentación de los partidos, la crisis por la democracia limitada, el conflicto armado, el desarraigo y el éxodo de masas rurales (blancos, negros y mestizos) ávidas de mejoras como la titularidad de una vivienda, los servicios públicos y el empleo; el segundo proceso fue la expansión urbana que el oriente de Cali y el distrito de Aguablanca experimentaron en los años setenta e inicios de los ochenta.

 

A partir de lo anterior, se aprecia que las migraciones y las experiencias rurales posibilitaron la construcción de acciones compartidas background así como formas de hacer las cosas entre los habitantes del barrio Los Robles; a su vez, lo anterior les permitió solidarizarse y estar en movimiento en torno a la cuestión urbana. Las experiencias compartidas quedan asentadas, por ejemplo, cuando Rubiel Trochez relata que, en los inicios del asentamiento, se les pedía a distintas personas, sobre todo a los hombres adultos, que sirvieran de voluntarios y trajeran herramientas (palas, picas, mangueras, empaques, cables, postes de madera, escaleras) para solucionar la cuestión del agua, el alcantarillado y la electricidad. Tales eran las demandas transversales en el poblamiento que imponía una sociedad en movimiento, el activismo social en el barrio para lograr el acceso a la vivienda.

 

En suma, el clientelismo, el poblamiento y la expansión urbana alimentaron un sentido de lucha común por la vivienda expresado como un deseo de salir adelante, mejorar los ranchos y los servicios públicos a través de la lucha comunitaria bajo la premisa de que “todos ponen, todos ganan”. De lo anterior concluyo que el logro de sus casas rigió fuertemente las relaciones y la movilización política clientelista, así como las actividades comunales que los habitantes llevaron a cabo, similares a las de los movimientos sociales contemporáneos, que son aprovechados por los políticos y que se vinculan con el gobierno mediante las fracciones que todavía persisten.

Postulación  I  Marzo de 2019
       Aceptación  I  Diciembre de 2019

 

* Universidad del Valle, Cali, Colombia.
[1] Sector llano del oriente de Santiago de Cali compuesto por las comunas 13, 14, 15 y 21. En esas tierras que anegaban las aguas del río Cauca existió una abundante variedad de flora y fauna.
[2] José Darío Sáenz, Élites políticas y construcciones de ciudad: Cali 1958-1998, Cali, Universidad ICESI (Exploraciones, serie Humanidades, Derecho y Ciencias Sociales), 2010.
[3] Fernando Urrea y Fernando Murillo, “Dinámicas de poblamiento y algunas características de los asentamientos populares con población afrocolombiana en el oriente de Cali”, en Fernando Cubides y Camilo Domínguez (eds.), Desplazados, migraciones internas y reestructuraciones territoriales, Bogotá, Centro de Estudios Sociales-Universidad Nacional de Colombia, 1999, pp. 337-405.
[4] Por fracciones entiendo aquellas colectividades políticas semiautónomas dentro de los partidos que poseen un nivel organizativo, identidad, masa electoral, y se elevan a la categoría de movimiento político, y cuyo nombre, ideario y agenda política son establecidos por un reconocido líder regional.
[5] Martín Paladino, “Redes clientelares y organizaciones piqueteras: cultura y política, cambio y continuidad”, tesis de maestría en Ciencias Sociales, Flacso-México, México, 2006.
[6] James C. Scott, Domination and the Arts of Resistance: Hidden Transcripts, New Haven, Yale University Press, 1990.
[7] Con base en Archila y Zibechi, véase Mauricio Archila Neira, Idas y venidas. Vueltas y revueltas. Protesta social en Colombia 1958-1990, Bogotá, ICANH / CINEP, 2005; Raúl Zibechi, Dispersar el poder. Los movimientos sociales como poderes antiestatales, Bogotá, Ediciones Desde Abajo, 2007. Definimos las acciones sociales colectivas como aquellas de un grupo, una comunidad o una organización que persiguen un objetivo común que beneficie a todo el colectivo. Dichas acciones también pueden estar constituidas por demandas de reconocimiento político, servicios básicos, infraestructura o reformas políticas.
[8] Organización administrativa de los barrios que integran la ciudad. La comuna 13 está conformada por 21 barrios y se encuentra ubicada al oriente de la ciudad.
[9] En el Oriente nace el sol. Una mirada a la memoria fotográfica del Distrito de Aguablanca, Cali, Archivo Fotográfico del Distrito de Aguablanca / Fundación Carvajal / Red de Bibliotecas Públicas Comunitarias-Secretaría de Cultura y Turismo de la Alcaldía de Santiago de Cali, 2011.
[10] Entrevista a Claudio Borrero, realizada por el autor en casa del entrevistado el 10 de octubre del 2009. Universidad del Valle, Archivo de Historia Oral.
[11] Entrevista a Rubiel Trochez, realizada por el autor en casa del entrevistado el 27 de enero de 2014. Universidad del Valle, Archivo de Historia Oral.
[12] Francisco Murgueitio fue concejal y presidente del Concejo Municipal, desde donde aportó recursos y gestionó la aprobación y legalización del barrio Los Robles a través del acuerdo 13, del 13 de junio de 1989.
[13] Entrevista a John Henry Arbeláez, realizada por el autor en casa del entrevistado el 26 de enero de 2014. Universidad del Valle, Archivo de Historia Oral.
[14] Ariel Gravano, Antropología de lo barrial: estudios sobre la producción simbólica de la vida urbana, Buenos Aires, Espacio Editorial, 2004.
[15] Entrevista a Marlene Duque, realizada por el autor en casa de la entrevistada el 3 de enero de 2014. Universidad del Valle, Archivo de Historia Oral.
[16] Entrevista a Rubiel Trochez...
[17] Entrevista a Omar Cuspoca, realizada por el autor en casa del entrevistado el 10 de agosto de 2014. Universidad del Valle, Archivo de Historia Oral.
[18] Con Francisco Murgueitio, Germán Villegas, Rodrigo Lloreda y, en menor medida, con Ubeimar Delgado, exgobernador de Valle del Cauca y político conservador.
[19] Entrevista a María Daysi Lozano, realizada por el autor en casa de la entrevistada el 28 de diciembre de 2013. Universidad del Valle, Archivo de Historia Oral.
[20] Entrevista a Ángel María Cruz, realizada por el autor en casa del entrevistado el 26 de enero de 2014. Universidad del Valle, Archivo de Historia Oral.
[21] Entrevista a Rubiel Trochez...
[22] “Las juntas comunales, El Caleño, Santiago de Cali, 3 de febrero de 1982, p. 3. Estas organizaciones en la ciudad de Cali fueron disputadas por los partidos liberal, conservador y fuerzas políticas de izquierda como medio de conseguir votos durante periodos electorales.
[23] Entrevista a Marlene Duque...
[24] Entrevista a John Henry Arbeláez...
[25] Entrevista a Luis Mario García, realizada por el autor en casa del entrevistado el 26 de enero de 2014. Universidad del Valle, Archivo de Historia Oral.
[26] “Demagogia y clientelismo crean el segundo Cali”, El Caleño, Santiago de Cali, 7 de marzo de 1985, p. 5.
[27] “’Soy millonario en términos de adhesión de las masas populares’: Carlos Holmes Trujillo”, El Caleño, Santiago de Cali, 2 de febrero de 1982, p. 4.
[28] Philippe Joutard, Esas voces que nos llegan del pasado, trad. de Nora Pasternac, Buenos Aires, FCE (Historia), 1999.