Carlos San Juan (coord.), "El XX mexicano. Lecturas de un siglo", México, Itaca, 2012.
por Gabriela Pulido Llano*
Este libro recuerda la importancia de preguntarnos: ¿qué es lo contemporáneo en la historia? También recuerda que los historiadores no somos ajenos a nuestro tiempo y mientras más nos involucremos con los eventos que nos embisten día a día, mejores herramientas tenemos para acercarnos al pasado. Por otro lado, la obra deja ver que la pasión por historiar lo contemporáneo puede traducirse en formas de narrar diversas, sugerentes, hermosas, escalofriantes; que la diversidad de enfoques se nutre de la capacidad de debatir y discutir; que las formas de entender los procesos históricos pueden y deben salir de las cuatro paredes de los espacios académicos, ocupar foros heterogéneos y acercar el conocimiento histórico a públicos más amplios, interesados, preocupados.
Más que un conjunto de ideas, el presente libro es un coloquio de ideas. Distintos autores nos invitan a sumergirnos en temas de la historia del México contemporáneo que no se deben olvidar. Cada una de estas voces describe la complejidad del presente mexicano. Podemos, si seguimos el orden narrativo, dibujar una figura en la que caben sujetos, procesos y contextos históricos --parafraseando a mi maestro Mario Camarena-- que han sido perseguidos por el olvido, en los últimos treinta años. Reconstruirlos, traerlos a la discusión de lo contemporáneo, mostrarlos en su fragilidad de temas condenados a la marginalidad de una historia invadida por las visiones reduccionistas, arbitrarias, fáciles, arteras y mentirosas de la derecha en México, es un gran logro de este libro. En la introducción del libro Carlos San Juan advierte de manera concluyente:
Las lecturas hegemónicas de los ochenta y los noventa reconocieron la fuerza ciudadana y la riqueza regional pero redujeron el trayecto del siglo a sólo corrupción y autoritarismo a la vez que estimulaban una "normalización" mexicana acorde con los estándares de la democracia electoral y del mercado. Enrique Krauze, con su célebre "Democracia sin adjetivos", abrió la brecha por donde ahora transita un sentido común que repiten periódicos y comentaristas televisivos. Un corte tajante para reconstruirse mediante el universalismo anglosajón adelgazando al muy rico y diverso liberalismo mexicano, constructor de Estado y nación.
Abajo Krauze y sus fantasías color de rosa. La vigencia de la postura intelectual planteada por los autores de los ensayos reunidos en este libro, es enorme y apenas está cobrando sentido y será necesaria la labor de todos estos historiadores para confrontar esa historia a modo, por así decirlo, que está invadiendo las librerías de nuestro país.
La invitación a desentrañar las motivaciones del historiador de lo contemporáneo en México, a través de este coloquio letrado, inicia en este libro con las palabras de Carlos Monsiváis quien buscaba entender la idea de Nación y Patria, con mayúscula, diseminada en los argumentos líricos y poéticos de los mejores intelectuales mexicanos de la primera mitad del siglo XX. Revisa, con su característica pluma, mordaz y afilada, al nacionalismo entendido como ritual de la memoria, que transita del lado folclórico y adecentado al popular, obsceno y desencantado, a lo largo del siglo XX. Y sus desviaciones al arribar al abismo digital de la actualidad. José Joaquín Blanco discute, por su parte, las aristas de una cultura social a la que se le ha identificado con conceptos enormes como mestizaje y catolicismo. José Joaquín, también crítico demoledor, identifica el significado de lo contemporáneo mexicano, al explicar cómo, "no sólo la corrupción, la ideología y el vandalismo explican las crisis de ese estallido que no se quiso prever" (hacia la segunda mitad del siglo XX). Hay una paradoja en su mirada, un desencanto y a la vez una fascinación; sus temas: la transformación del paisaje urbano, la participación de la mujer en la política, la industrialización y las pautas pop, como las llama, de conducta y consumo, el disminuido amor a la patria, el "agringamiento" intensivo y el nacionalismo acomodado a los estándares de Televisa, el pesimismo, los parches como remedio a los daños profundos producidos por los modelos económicos, etcétera.
Por su parte, Tania Hernández muestra de manera brillante cómo el rompecabezas de la historiografía política mexicana, posrevolucionaria, estaba incompleto, al hablarnos de la reorganización y ascenso de la derecha al poder en México. Nos sacude conocer, a través de esta narración sin rodeos, cómo al no haber puesto atención en este importante proceso, los mexicanos no hemos podido estar en la disputa de asuntos políticos que han modificado y puesto en peligro asuntos de primera índole como la laicidad del Estado, las modificaciones constitucionales de las garantías individuales y lo relativo a la propiedad del subsuelo. Enseguida, Saúl Escobar describe el espinoso tema del sindicalismo mexicano, de 1970 a 2000. Con la agudeza, producto del conocimiento profundo de esta temática en sus transformaciones seculares, Escobar explica el impacto y éxito de las políticas neoliberales para apagar los triunfos de las organizaciones de trabajadores. Sin embargo, lejos de ver este último corte del tiempo como algo nefasto y desde el desaliento característico con que escuchamos hablar ahora del sindicalismo mexicano, desdibujando los logros del mismo, Saúl mira con optimismo la experiencia y avizora un futuro en que los trabajadores recuperarán su lugar como protagonistas de la historia contemporánea. Emma Yanes Rizo se aleja también de las lecturas abatidas y rescata la riqueza de la historia del trabajo obrero, en el caso específico de los trabajadores de Ferrocarriles Nacionales de México. La pluma prodigiosa de Emma Yanes muestra cómo los movimientos sociales obtuvieron conquistas que, en el caso de los ferrocarrileros, se extendieron durante la toda la primera mitad del siglo XX, llegando a enfrentarse de manera valiente y definitiva a las políticas gubernamentales. ¿Qué nos puede enseñar esta historia contada desde la entraña de la organización laboral? ¿Por qué no re-significar la valentía, el coraje, las agallas, como virtudes de los movimientos actuales?
María Eugenia del Valle Prieto, siguiendo esta cadena de ideas en torno a los sujetos sociales contemporáneos, pone en primer plano a los braceros y la experiencia tan escalofriante que vivieron durante los años del milagro mexicano, en el contexto de las relaciones mexicano-estadunidenses y la firma del Acuerdo de Trabajadores Migratorios. De igual manera que los sindicalistas de Saúl y los ferrocarrileros de Emma, los braceros de Maru son también el centro de la historia, los individuos edificando la historia. Maru consigue transmitirnos la desesperación de un conjunto de sujetos aplastados por "el reacomodo de las fuerzas políticas y económicas", entre ambas naciones. Sergio Hernández nos deja ver cómo en otros escenarios tanto o más complejos --la Segunda Guerra Mundial-- la peor cara del autoritarismo mexicano se tradujo en una xenofobia declarada, sádica y perversa hacia los japoneses; política que buscaba la legitimidad hacia el exterior. Un autoritarismo que persiguió a la oposición y cuyas estrategias de control, ahora recordadas con mayor énfasis, ante el retorno inminente, nos ponen la carne de gallina.
Sin embargo, detrás del escalofrío, Anna Fernández Poncela y Lilia Venegas Aguilera nos recuerdan que los atavíos de la identidad tienen muchos resquicios por dónde irrumpir y perdurar. Las reinas de las flores, en tanto sujetos inventados, como nos describen las autoras de este extraordinario texto, hacen posible que las historias de las minorías aparentemente abatidas proyecten la fuerza de la composición cultural que las hace vigentes. La potencia de este mestizaje contemporáneo, la expresión de una comunidad latina en Texas, coloca un espejo ante los sujetos retratados a lo largo de este coloquio, de esta obra colectiva. Porque ante la aparente debacle de la cultura popular propia, la del país dejado atrás, en palabras de Anna y Lilia, y "al que probablemente nunca se regresará", la subversión, "es una batalla más contra el racismo". Francisco Pérez Arce también navega en el terreno de la cultura, la del '68 y lo hace de manera muy elocuente. Paco nos platica de la rebeldía como signo de época, no como un simple atuendo. Entre los fundamentos de la Guerra Fría y las aspiraciones sociales trepadas en el vehículo de, american way of life, Paco revisa de manera rápida al movimiento estudiantil del ´68 y una derrota que lo convirtió en ícono. Con la vocación del novelista, el autor entreteje todos estos contextos en uno solo, el de la historia cultural de unas décadas determinantes en la forma de valorar lo contemporáneo en México. Casi para terminar, Carlos San Juan se detuvo a historiar el año de 1983; el año del Leviatán, lo denomina. Su texto plantea reflexiones de índole teórica, a partir de las cuales los componentes históricos dialogan entre lo global y lo nacional. Un año que resultó significativo en la sumisión del proyecto mexicano a los poderes financieros globales. Finalmente, Emma Yanes y Ethelia Ruiz Medrano invitan al lector a reflexionar acerca de las fuentes históricas. La primera en la locura del internet y la segunda a partir de su amplia experiencia en el estudio de las poblaciones indígenas mexicanas, en su larga duración, en archivos locales, nacionales y extranjeros. Ambas nos recuerdan que son las fuentes las que dibujan a los sujetos sociales en la perspectiva histórica y, como muy bien señala Ethelia, nos permiten armar el pasado, y pensar en el presente y el futuro que queremos construir.
* Dirección de Estudios Históricos, INAH.