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“Mitos prehispánicos”

ENVIADO POR EL EDITOR EL Miércoles, 12/02/2025 - 18:31:00 PM

En la historia vivimos ahora una reconsideración y enriquecimiento de las formas narrativas, tanto para la investigación como para la difusión histórica. “Mitos prehispánicos” —obra seleccionada en el año 2023 por Efimúsica—  es una aportación muy creativa no solo para conocer sino para recrear emociones y mentalidades de nuestro pasado profundo. Es una experimentación donde la voz que narra, cuatro instrumentos, la composición singular que los ensambla, llevan al espectador a esas emociones primordiales de las primeras civilizaciones americanas para sentir y explicarse el origen de la existencia de lo humano, lo celeste, los dioses y sus encarnaciones.

Presentamos a nuestros lectores el guion de esta poderosa evocación, donde Alberto Carral se encargó de compilar versiones de los mitos para generar una composición de los mismos. Y los invitamos a asistir a su presentación en el Centro Nacional de las Artes.

El editor
Carlos San Juan Victoria

 

Cuatro mitos prehispánicos

Alberto Carral*

 

 

MITO 1 (MAYA). Dziú y el maíz: un pájaro conocido por su valentía al adentrarse en el fuego para salvar la semilla del maíz.

Un día, en la tierra de los mayas, el dios de la lluvia observó que el suelo estaba    perdiendo su fertilidad. Si no hacía algo, el sustento de los humanos peligraba.

Yuum Chaac meditó un poco y decidió quemar las milpas para así fertilizar la tierra. La primera chispa para la quema la proporcionaría Kaak, el dios del fuego.

Esa tarde, Chaac convocó a todos los pájaros para rescatar las semillas de todos los cultivos antes de la quema y protegerlas hasta la próxima siembra.

Muy contentos, los pájaros aceptaron participar en tal proeza.

A la salida del sol, el primero en llegar a los campos fue Dziú. Era un pájaro sobrio y de bellas tonalidades, pero también era un pájaro humilde y sencillo.

Más tarde, apareció el colorido y vanidoso pájaro Toh.

Dziú quería salvar la semilla del maíz por la importancia que tenía para la humanidad. Toh sólo buscaba el reconocimiento de los demás, le interesaba que el resto admirara su decisión y para ello estaba dispuesto a hacer cualquier cosa.

Dziú se levantó y emprendió el vuelo.

El ansioso Toh voló muy veloz para llegar antes que el Dziú. Ya se veía el fuego y algunos pájaros estaban recogiendo otras semillas. Pero el maíz estaba lejos…

El Toh volaba tan rápido que muy pronto se sintió cansado y decidió detenerse por un momento antes de llegar; sin embargo, se quedó dormido.

El incendio avanzaba rápidamente hacia el sembradío de maíz, por lo que el Dziú se arrojó sobre el fuego que lo consumía todo y reunió más semillas que ningún otro pájaro.

El Dziú cayó al suelo exhausto, con los ojos inflamados, las plumas completamente quemadas y el cuerpo cubierto de ampollas. Los demás pájaros corrieron hacia él para curarlo.

Yuum Chaac, que había visto todo lo ocurrido, se acercó al Dziú y le dijo: "Tu sacrificio ha salvado la semilla del maíz. Por eso, te concederé un regalo."

Chaac tocó a Dziú y el pájaro se transformó. Sus plumas se volvieron grises y sus ojos se mantuvieron siempre enrojecidos. Además, los extremos de sus alas tuvieron el color de las cenizas.

Desde ese día, el pájaro Dziú se convirtió en un símbolo de valentía, sacrificio y esperanza. Su plumaje gris y sus ojos rojos recuerdan el fuego que consumió las milpas, pero también el heroísmo de Dziú, que salvó la semilla del maíz y, con ella, el sustento de los humanos.

Toh, por su parte, se sintió avergonzado y humillado. Se dio cuenta de que su egoísmo y su vanidad le habían hecho perder lo que más le importaba: la admiración de los demás.

Desde ese día, Toh dejó de ser vanidoso y se convirtió en un pájaro bondadoso. Ayudó a los demás pájaros a reconstruir las milpas y a replantar el maíz.

Gracias a la valentía de Dziú y al arrepentimiento de Toh, la humanidad pudo salvar el sustento y la esperanza.                               

 

MITO 2 (MAYA). El cocay: es el nombre que los mayas le dan a las luciérnagas, y el mito nos cuenta como logró tener su propia luz.

En el tiempo de los antiguos mayas, cuando la tierra aún comenzaba a florecer, existió un hombre que podía curar todo tipo de males y enfermedades.

Por supuesto, las noticias vuelan, y pronto llegaron a él muchas personas en busca de sanación. Entonces el hombre sacaba una pequeña piedra verde de su bolsillo, la tomaba entre sus manos y susurraba unas palabras. Esto era suficiente para sanar cualquier malestar.

Una mañana, el curandero salió a dar una caminata por la selva para recolectar plantas medicinales. Después de caminar durante horas, se sintió cansado y se recostó a la sombra de un árbol para descansar. De pronto, una tormenta comenzó a caer, y el curandero se levantó de golpe para refugiarse. En su prisa, sin que lo notara, cayó la piedra verde de su bolsillo.

Al llegar a su casa lo esperaba una mujer para pedirle que sanara a su hijo, así que el señor buscó su preciado amuleto… y se dio cuenta que no estaba. Lleno de angustia, quiso salir a buscarlo, pero pensó que encontrarlo en aquella inmensidad sería una labor imposible. Así que, recurriendo a su última esperanza, mandó llamar al cocay para que le ayudase.

Cocay era un insecto volador pequeño, pero muy ágil y rápido. ¡Además, conocía muy bien todos los rincones de la selva!

El animalito aceptó el reto. Daba vueltas por toda la selva sin detenerse a hablar con nadie, debido a lo concentrado que estaba en su labor. Se metía en los huecos más pequeños, revisaba todos los rincones y las hojas de las plantas, pero no hallaba la piedra verde.

Cuando sus esperanzas estaban a punto de extinguirse, el cocay sintió cómo una extraña luz brotaba de su cuerpo e iluminaba su camino. Así, incluso en la oscuridad, pudo hallar la piedra y rápido se la llevó a su dueño.

—Señor —le dijo— busqué en cada rincón de la selva y hoy por fin encontré tu apreciado talismán.

—Gracias cocay —contestó el hombre— veo que tú mismo has conseguido tu recompensa, otorgada por los dioses. Esa luz que sale de ti representa la nobleza de tus sentimientos y lo brillante de tu inteligencia. Desde hoy te acompañará siempre para guiar tu vida.

A partir de ese momento, la luciérnaga y todos semejantes adquirieron luz propia.         

 

MITO 3 (TEPEHUANO). Los tres venados celestes: Dyade es la señora Luna enamorada de los tres venados, a los [que] llevó al c[i]nturión de Orión, en el cielo, para protegerlos.

En la época de los antiguos tepehuanos, vivía una hermosa mujer llamada Dyade. Conocida como la señora Luna, su belleza era admirada por todos los hombres y los animales.

Un día, Dyade se enamoró de tres venados. Eran seres hermosos, con pelaje dorado y ojos de fuego. Los venados también se enamoraron de Dyade y los tres se convirtieron en sus amantes.

Sin embargo, su amor no estaba destinado a ser. El dios del trueno, Tláloc, también se había enamorado de Dyade. Estaba celoso de los tres venados y decidió vengarse.

Una noche, Tláloc envió una tormenta terrible. El cielo se oscureció, y el viento sopló con fuerza. La lluvia cayó a cántaros, y los rayos iluminaron la noche.

Los tres venados estaban asustados. Corrieron por la selva tratando de encontrar un lugar seguro, pero Tláloc los perseguía y no podían escapar.

De repente, Dyade apareció en el cielo. Se interpuso entre los tres venados y Tláloc y los protegió con su manto.

Tláloc estaba furioso. Lanzó un rayo a Dyade, pero ella lo bloqueó con su fina telilla. El rayo le hizo un agujero, pero Dyade no se rindió y levantó a los tres venados en sus brazos para llevarlos al cielo.

Los colocó en el cinturón de Orión, donde están seguros de las amenazas de Tláloc.

Desde entonces, los tres venados se pueden ver en el cielo. Son un recordatorio del amor de Dyade y de su sacrificio para protegerlos.

 

MITO 4 (ZAPOTECA). El Cocijo: un pequeño dios del panteón zapoteca del que nadie esperaba nada y acabó convirtiéndose en el dios del relámpago.

En la cultura zapoteca, Pitao Cocijo es el dios del relámpago, la lluvia y la fertilidad. Es un dios importante para el pueblo zapoteca, ya que gobierna el clima y las cosechas.

Según la leyenda, el Cocijo era un pequeño y deforme dios del panteón zapoteca del que nadie esperaba nada. Sin embargo, el Cocijo tenía un gran corazón y siempre estaba dispuesto a ayudar a los demás.

Un día, una terrible sequía azotó la tierra zapoteca. Los cultivos se secaban y la gente moría de hambre. Al ver el sufrimiento de su pueblo, el Cocijo, decidió actuar.

Subió al cielo y encaró a los dioses del agua. Les pidió que enviaran lluvia a la tierra zapoteca. Aquellos, impresionados por el coraje del Cocijo, accedieron a su petición.

La lluvia cayó sobre la tierra zapoteca y los cultivos reverdecieron. La gente estaba feliz y agradecida con él por su ayuda.

Se convirtió así en un héroe para el pueblo zapoteca, su valentía y su generosidad le hicieron ganar el respeto de todos. Desde entonces, el Cocijo es considerado el dios del relámpago, la lluvia y la fertilidad.

 

 

* Director ejecutivo de Sceneries and Strategy.
La recopilación me fue encargada por la maestra Pilar Gadea para el proyecto “Mitos prehispánicos”, un espectáculo que conjuga cuatro composiciones musicales originales para violonchelo, piano, flauta, percusión y voz (narradora).