Explorar bifurcaciones: los años cuarenta en México
ENVIADO POR EL EDITOR EL Martes, 11/02/2025 - 13:18:00 PMStephen R. Niblo, México en los cuarenta: modernidad y corrupción, México, Océano, 2008.
Carlos San Juan Victoria*
¿Cómo ocurrió el gran viraje del cardenismo reformista orientado a la justicia social hacia los gobiernos crecientemente a favor de los empresarios? Con el recurso de fuentes históricas nacionales, pero también de fuentes diplomáticas estadounidenses e inglesas, Stephen Niblo traza en su excelente libro una ruta exploratoria por los doce años posteriores al cardenismo, los sexenios de Manuel Ávila Camacho y de Miguel Alemán, para traer a cuento un tiempo donde se decidió otro curso de la historia distinto al esbozado por el general. Visitó al país a fines de los años cincuenta, y conoció a testigos y protagonistas de esos años. Tal vez sintió entonces uno de los atractivos fuertes del historiar el pasado reciente, atrapar recuerdos apenas vividos y tejerlos en urdimbres complejas. También tuvo el privilegio de la mirada del extranjero, vio con extrañeza muchas de nuestras familiaridades.
Describe así en su primer capítulo, “Mosaico de una época”, a esa sociedad dual con la que iniciaba la década de los cuarenta: regada en el ancho territorio rural con sus muchos modos campesinos de vivir, y concentrada en islas urbanas de una modernidad imitativa. En uno de esos mundos no se conocía el “día de pago” ni las vacaciones sin relojes, calendarios, cine, televisión, pocos radios, periódicos, libros y electricidad. En contraste se vivió en las ciudades una expansión de la producción fabril, avanzaba un estilo de vida con electrodomésticos en las casas, el buen gusto era dictado por las tiendas departamentales (PH y Liverpool, Sears), se hablaba con entusiasmo de la ciencia aplicada en el campo, en la salud e higiene, mientras avanzaba el consumo de hamburguesas, hot dogs, whisky, coñac y refrescos. Sociedad dual: un escenario escindido entre ciudades y campo, población rural y urbana, elites y pueblos. Aún más: un abismo entre las elites y los modos populares de vivir (pp. 36-40).
En dos capítulos (“La moderación de Ávila Camacho” y “La selección de 1946”) Niblo penetra en la compleja vida política nacional, ya enmarcada en una creciente relación con los Estados Unidos de Roosevelt, y que cargaba con la novedad de una fuerte presencia de organizaciones y personajes comprometidos con opciones populares, herencia del cardenismo, y las muy fuertes elites económicas como el Grupo Monterrey, burocracias financieras molestas por la apertura cardenista de los dineros públicos a promociones de la economía popular, elites regionales como las poblanas. Le interesa mostrar cómo se modificó el rumbo central sin provocar el conflicto generalizado.
Señala el año de 1937, a mitad del gobierno cardenista, como el inicio de un declive en el impulso reformador, obligado por fugas de capitales y las abiertas confrontaciones con poderes empresariales; que aprovecharon políticos moderados y de derecha para reubicarse. De ahí la candidatura de Ávila Camacho, como un elemento de moderación y compromiso. Según Niblo, hubo un acuerdo explícito entre los cuadros dirigentes cardenistas y Ávila Camacho para respetar las reformas recién hechas y cerrar el paso a los políticos más derechistas, como su propio hermano. Al consultar con el Departamento de Estado, éste estuvo de acuerdo sobre la base de que “el bando cardenista no se opondría al otorgamiento por México de bases militares a Estados Unidos y, en caso necesario, establecería un acuerdo militar y aceptaría un tratado comercial” (p. 90, n. 25).
Este acuerdo tripartita —entre Ávila Camacho, el ala cardenista del PRM y el Departamento de Estado de Estados Unidos—, el cual fue trasmitido a Londres por diplomáticos estadounidenses, despejó el camino para la cooperación durante la guerra entre Estados Unidos y México [...] El acuerdo despejó el camino para que el nuevo gobierno siguiera sus propias políticas atando a los cardenistas al esfuerzo bélico [...] Previendo un auge de contratos de construcción durante la guerra, el hermano del Presidente, el general Maximino Ávila Camacho, formó una compañía constructora en sociedad con el general Rodrigo M. Quevedo Moreno y el banquero Carlos Trouyet (p. 90).
En ese entramado, el presidente Ávila Camacho dio el viraje por el que presionaban las fuerzas de la derecha. El cierre de presupuestos y de políticas a la economía popular en sus diversas formas, las represiones a organizaciones y liderazgos comprometidos, la captura de la fuerza del Estado por familias y personajes oligárquicos; siempre en conflictos y equilibrios frágiles donde se va rehaciendo la coalición gobernante sin llegar a la fractura plena, aunque estallen rebeliones campesinas como la de Rubén Jaramillo.
Ya en sus tres capítulos finales (“La contrarrevolución de Alemán”, “La política de la corrupción”, y “La batalla por los medios de información mexicanos”) Niblo se adentra en otro gran misterio de los regímenes pos cardenistas, moldeados en mucho por la gestión presidencial de Miguel Alemán: su naturaleza híbrida abiertamente pro empresarial, pero que debe reconocer la interlocución y la negociación con muchas fuerzas populares incrustadas en el Estado, sin dejar de debilitarlas dentro de las políticas estatales y de demoler sus crestas más autónomas y radicales. Una orientación cada vez más fuerte hacia la integración con Estados Unidos, pero a la vez defendiendo con políticas proteccionistas a las viejas/nuevas oligarquías que se apoderan de áreas propicias de negocios con apoyos diversos gubernamentales, la progresiva fusión de elites políticas y empresariales mientras se mantuvo un discurso “revolucionario”. Niblo explora un rasgo central de estas elites: su noción patrimonial del Estado y de los recursos públicos que, como sabemos, es de larga data y proyección a futuro.
Alemán buscó en el Departamento de Agricultura de Estados Unidos asistencia técnica para el desarrollo de la industria piñera de Veracruz. El grupo de Alemán estaba encabezado por Manuel Nieto, el distribuidor de Ford en Veracruz, e incluía a Adolfo Ruiz Cortines. [...] Su plan era invertir tres millones de pesos para adquirir ochocientas noventa hectáreas en la región de Los Robles, entre Veracruz y Alvarado. [...] se localizaba cerca de una carretera proyectada, y ciento veinte millones de pesos se comprometieron en la pavimentación para permitir que una flotilla de hasta veinte semirremolques llevara las piñas a Alvarado donde Alemán también se proponía hacer grandes mejoras portuarias. El grupo planeaba establecer en definitiva su propia red de distribución en Estados Unidos. De igual importancia, el proyecto hidroeléctrico del Río Papaloapan también servía a las empresas de las piñas (p. 186).
Niblo esbozó ese territorio en crecimiento de fusiones entre élites políticas y empresariales emparentadas por los negocios, herencia del porfiriato, retomada con vigor por los norteños revolucionarios y de otras regiones, y que con Alemán se convirtió en una insólita moral íntima de la política, en otros referentes éticos nombrada como corrupción: “Político pobre, pobre político”. El temple patrimonial asoció políticas de gobierno con empresas personales, políticas nacionalistas con la construcción de grupos de poder oligárquicos, favores políticos y monopolios en los nacientes medios masivos. En su esbozo biográfico de Alemán, Niblo advierte los tejidos durables, antiguos y presentes, en la anatomía del poder posrevolucionario. Es un libro es de lectura obligada para comprender esa inflexión histórica vivida desde los años cuarenta y las grandes inercias que llegan hasta el presente.