Mujeres gestantes en fotografías: invisibles/visibles en los ar-chivos. Optar por una línea materna en el siglo XXI
ENVIADO POR EL EDITOR EL Martes, 30/11/-0001 - 00:00:00 AMPatricia Massé Zendejas*
Resumen
Massé ha explorado extensamente los archivos fotográficos resguardados en la Fototeca del INAH, ello le permite observar el tratamiento que se da a las mujeres gestantes en el momento de catalogación, una labor que idealmente se percata de las particularidades. Encuentra diferencias entre el modo de catalogar en el siglo XIX y el del siglo XX. Con respecto al primer periodo, encuentra la necesidad de trabajo especializado en criterios e investigación, mientras que del siglo XX a la actualidad, el embarazo parece ser más visible y socialmente aceptado en los medios, advirtiendo el uso del cuerpo femenino como objeto de mercado disponible para su consumo masivo, particularmente masculino. La reflexión queda abierta: construir desde la imagen percepciones vindicativas de la mujer, que den cuenta de las formas de reproducción que representa, no sólo biológica sino también económica, política y cultural.
Palabras clave: catalogación fotográfica, mujeres gestantes, reproducción.
Abstract
Massé has extensively explored the photographic archives preserved in the INAH Photo Library, which allows her to observe the treatment given to pregnant women at the time of cataloging, a task that ideally takes into account the particularities. She finds differences between the way of cataloguing in the nineteenth century and that of the twentieth century. With respect to the first period, she finds the need for specialized work in criteria and research, while from the twentieth century to the present, pregnancy seems to be more visible and socially accepted in the media, noting the use of the female body as a market object available for mass consumption and particularly male. The reflection remains open: to construct vindictive perceptions of women from the image, which account for the forms of reproduction they represent, not only biological but also economic, political and cultural.
Keywords: photographic cataloging, pregnant women, reproduction.
A Marta Acevedo “In memoriam”.
Desde una reflexión impactada por la perspectiva de género, podría yo notificar que, entre los criterios catalográficos de las fotografías en los espacios de concentración y consulta de estas fuentes, se siguen arrastrando inconsciente o irreflexivamente algunas prácticas de omisión de la situación de embarazo de ciertas mujeres representadas. En el modo de clasificar las fotografías, o de inscribir observaciones que ayudan al consultante en su búsqueda en el catálogo se puede caer en falta, al grado de que puedan resultar invisibles.
Catalogar puede significar, en muchos casos, un encuentro con la investigación. La necesidad de acreditar una imagen desprovista de información o metadatos impone un esfuerzo de inscripción bajo un título, o de una serie de descriptores y títulos de serie que la denoten con el objeto de clasificarlas. Esto ha sido considerado, en cualquier caso, un quehacer técnico que, sin embargo, involucra un trabajo arduo, y mucha pericia visual y conceptual. Quienes designan descriptores a la imagen, con el propósito de proveer las herramientas al consultante que acude a la búsqueda en un catálogo en el archivo, idealmente debería ser una persona versada en particularidades. No sólo sabedora del material que está catalogando (época y cultura de la época), sino también de palabras y campos semánticos para los conjuntos fotográficos que son su materia de trabajo. Como consultantes, siempre dependeremos de quién y desde qué soporte cultural las fotografías han sido clasificadas.
Difícilmente podríamos hablar de una catalogación fotográfica libre de sesgos de percepción. En lo que atañe a la situación de embarazo de las mujeres, he podido constatar que tan sólo parcialmente se ha aplicado una práctica de acreditación; acaso porque socialmente la procreación pasa por un filtro de aparente inadvertencia, ligada a la sexualidad. En el fondo de la cuestión subyace un juicio valorativo, un prejuicio: las mujeres pueden ser nombradas sin empacho en su circunstancia de madres cuando en las fotos se las está viendo acompañadas de sus vástagos; sin embargo, el reconocimiento de su situación de maternidad en pleno estado de fecundidad parece que se ha topado en muchos casos con el tabú, como signo de impedimento a ser nombrada. Aquellos ejemplares que localicé a lo largo del tiempo en que me he desempeñado como investigadora en un archivo fotográfico, los vine juntado y atesorando, como hallazgos muy preciados, por escasos, en el curso de mis constantes consultas en la base de datos de las fotografías archivadas, y que fueron tomadas a lo largo del segundo medio del siglo XIX (el invento de la fotografía —aclaro— ha sido datado oficialmente en 1839) hasta los años veinte del siglo XX.
A fin de comprender ese tipo de imágenes, y de canalizar mi desconcierto en mi búsqueda —particularmente obstinada— en el catálogo de la Fototeca Nacional del INAH, publiqué en tiempos relativamente recientes dos textos; en ellos tanteé algunas reflexiones que me ayudaron a entender mi experiencia en el archivo.[1] Debo señalar, sin embargo, que no fue la misma limitante la que enfrenté al intentar la búsqueda de mujeres embarazadas en el sistema automatizado de consulta de la Fototeca cuando amplié el margen de temporalidad, partiendo de la segunda década del siglo XX en adelante. Tan sólo con la intención de sondear el asunto, la búsqueda me arrojó automáticamente algunas imágenes. Intentando una comparación entre aquella prolongada y paciente búsqueda inicial, en que delimité un margen temporal que abarcó desde el inicio y la consolidación de la práctica fotográfica hasta los tiempos de la temprana circulación de la fotografía en los medios impresos de las dos primeras décadas del siglo XX, y posteriormente el otro tanteo, comprobé que había tenido mejor suerte, aparentemente, en mi segunda pesquisa. En aquélla, como en ésta, no era precisamente una cuestión de suerte lo que estaba constatando, sino algo más, que tenía que ver con aquellas imágenes del siglo XX ya avanzado.
Quizás el voluminoso vientre sí pudo ser observado por quien elaboró la ficha de identificación de la fotografía, tal vez porque la moda del siglo XX facilitaba advertirlo. La proximidad con la experiencia hasta finales del siglo XX era estrecha y formaba parte del bagaje de la persona catalogadora; eso podría explicar la situación. En cambio, entre las fotografías más antiguas hasta las de la primera década del siglo XX, aquello que tal vez podríamos atribuir a una temprana “moda” o mejor dicho, a una costumbre generalizada por lo menos en México, estaba lejos de ser percibida a primer golpe de vista por alguien no familiarizado con los “usos y costumbres” de aquellos tiempos remotos. Como posible explicación, diría que la fecundidad pudo haber pasado inadvertida, o desapercibida, en la mayoría de los casos, lo que querría decir que quien catalogó estaba desprovisto de un criterio histórico para poder reconocer y emitir un veredicto sobre la situación encinta de la mujer en la fotografía. A mi parecer, allí pudo haber estado la limitante del analista o empleado para elaborar la ficha del catálogo.
El lugar privilegiado desde el que me ha acercado a las fuentes fotográficas por una ruta de acceso directo para echar vistazos, no solo de un modo sistemático, sino también a veces a modo de descanso, me ha facilitado una exploración dentro de un acervo nacional muy rico y diverso.[2]
El reconocimiento visual del embarazo en las fotografías hasta la primera y acaso segunda década del siglo XX requiere de un trabajo de especialista y de investigación, con la inquietud de escudriñar, como si se tratara de una indagación arqueológica. No tanto así en lo que se refiere al curso del siglo XX ya avanzado. Ésa es mi apreciación y es evidente que, desde mediados del siglo XX a la fecha, a una mujer embarazada se la puede ver y reconocer porque el modelo de sus ropas lo delatan fácilmente, y más hacia el fin del mismo siglo, porque sus ropas entalladas delinean perfectamente la protuberancia en su vientre. Cuestión de moda, como consecuencia de una apertura cultural y un cambio de mentalidad, en el que no se puede soslayar el impacto de los movimientos feministas, particularmente irradiados desde Estados Unidos, que en las décadas de 1960 y 1970 dirigieron sus demandas hacia la libertad sexual. Además, en el seno de las proclamas del feminismo, desde entonces, está la lucha por un embarazo consciente y elegido.[3]
Tras la Segunda Guerra Mundial el mundo entró en un nuevo orden social. La normalización del acceso de las mujeres a la educación superior, su abierta incorporación laboral al mercado de trabajo asalariado reconocido institucionalmente y la apertura paulatina en el ámbito privado de la familia hacia algunas postulaciones feministas, por primera vez figuraron entre ciertas conquistas de movimientos de masas.[4]
En 1991 ocurrió un suceso mediático que pudo haber contribuido a acelerar el cambio de percepción popular del cuerpo de una mujer gestante. Por primera vez, a nivel mediático —subrayo— circuló una imagen extraordinariamente llamativa de una actriz de las pantallas de cine y el modelaje embarazada y desnuda. Me refiero a Demi Moore en su séptimo mes de embarazo de su segunda hija, que la revista Vanity Fair colocó como portada en agosto de 1991. Fue un hito en la cultura visual de masas que influyó en la percepción y exhibición mediática del cuerpo femenino. Es necesario situar el acontecimiento en el contexto del feminismo del siglo XX y de las representaciones fotográficas de los cuerpos femeninos de esa época, para entender que la famosa imagen de la modelo —no precisamente retrato, según los criterios de Annie Leibovitz,[5] la autora de la fotografía— no salió de la nada.
La consagrada y renombrada fotógrafa había tomado esa foto para uso privado de la actriz y su pareja, como resultado extra de una sesión fotográfica encargada por la revista. Los editores, sin embargo, pudieron ver la imagen en cuestión, imprevista por ellos, y resultó ser la elegida como portada. La intención fue clara: el sensacionalismo, que es lo que vende el mundo del espectáculo. En ese caso se trató, como muchos otros que han circulado en la publicidad desde que existe como fenómeno de masas, de una práctica simbólica del comercio del cuerpo femenino. La venta de la revista agotó el millón de ejemplares. El procedimiento de entrega en el puesto o kiosco de periódico fue manejado a la manera de las revistas porno. Hoy en día, para muchos basta con mencionar la foto para saber que estamos hablando de uno de los íconos del siglo XX.[6]
El embarazo como situación femenina se colocaba de ese modo en el top de la visibilidad mediática en un mundo globalizado. Para ciertos sectores de la ciudadanía clase media y del mundo occidental urbano, el cuerpo encinta de las mujeres franqueaba el tabú. La autora del artículo hizo referencia a un cambio de percepción social, lo cual no deja de señalar, en parte, un hecho real; sin embargo, no tomó en cuenta que también en esa fotografía estaba exhibiéndose, una vez más, el cuerpo femenino como objeto de mercado disponible para su consumo masivo, un mercado especialmente dirigido hacia la mirada masculina. Simbólicamente, se estaba realizando una práctica de venta del cuerpo de una mujer, lo cual no deja de ser a todas luces reprochable.
El artículo en cuestión[7] resulta, de hecho, desdeñable por manipulador. Publicado el 8 de marzo de 2016 comenzó preguntando: “¿Diría usted que la imagen de una mujer embarazada es fea?”. Una interrogante muy vana. La pluma del artículo referido es Raquel Piñeiro y empieza por dirigir la atención a cierto prejuicio social del pasado, que podemos relacionar con la usual reserva del cuerpo de las mujeres embarazadas al ámbito privado, por considerarse no dignos de ser vistos públicamente. Confronta así el pasado con las prácticas actuales, avaladas social y comercialmente, al grado de que ya es común la producción del álbum fotográfico del embarazo junto con el video del parto, como signo de la apertura cultural [y del mercadeo] hacia el embarazo, ideado como un momento de “plenitud física” único, merecedor de testimonios visuales. La articulista está solapando, bajo el slogan de un acontecimiento cultural, una imagen en una portada de revista, mundialmente conocida, que está utilizando el cuerpo de la mujer para comercializarlo a la mirada voraz masculina. Pero además, Piñero dice que esa imagen “llegó a cambiar la percepción sobre nuestros cuerpos y sobre cómo se representan”. Esto último no deja de referir un hecho parcialmente real, pero dicho desde una perspectiva superficial, cuando en el fondo delata una constante cultural añeja que se repite y se sofistica cada vez más hasta el presente, relativa a la transacción mercantil masiva del cuerpo de las mujeres, cuyas fotografías e imágenes hoy en día inundan las redes sociales.
Sin embargo, como manifestación social generalizada, podríamos admitir y no descartar la posibilidad de encauzar estas expresiones sociales por otro rumbo. Si tomásemos en cuenta que, cuando la tentativa de tener un hijo proviniera de una maternidad pensada, entonces podríamos concebirlo como un proyecto humano orientado a expresar un sentido de trascendencia y no simple y llanamente un hecho referible a la inmanencia, entendida como mera repetición de la vida.[8] En tal sentido sería apetecible y grato que algunas de esas fotos fueran una señal constructiva y vindicativa, si en el fondo fueran producto, o un cierto guiño sincero de una situación deseada; de una maternidad concebida y asumida como un proyecto humano. La maternidad como proyecto de una genealogía en el que podría entrar en juego, como parte de una defensa en el siglo XXI, la adopción de una nueva forma de asumir y apropiarnos de nuestro parentesco, en la que lo inédito del suceso pudiera residir en el reclamo de una línea materna.
En ese caso hipotético importaría analizar todas esas manifestaciones fotográficas recientes a la luz de una disertación sociológica o antropológica, de una deseada revuelta creativa de las mujeres, acaso posible. Como proyecto fotográfico, digno de elogio y reconocimiento, realizado en México, contamos ya con el ensayo fotográfico de Ana Casas Broda, Kinderwunsch, publicado como libro en 2013 y exhibido como proyecto de sala en 2019.[9] Me gustaría dar cabida a una aspiración en la que las mujeres pudiéramos empeñarnos en que las fotografías encauzaran construcciones visuales creativas y vindicativas, en que tomara forma la apuesta de Silvia Federici, cuyas investigaciones y acciones feministas ponen en el centro del debate la puesta en valor de la reproducción, teóricamente planteada como un concepto central.[10] La reproducción, desde su perspectiva, no solamente atañe a la gestación y procreación como tarea, sino también todas las labores que se llevan a cabo en casa, todo el trabajo doméstico no remunerado; todas son reconocidas por Federici como faenas de la reproducción que hay que dignificar y compensar. Entonces, lo deseable es que si la reproducción en lo referente a la fecundidad, ganara presencia en las prácticas fotográficas, éstas pudieran resarcir una visualidad de libertad, como expresión de realidades posibles de experiencias de maternidades, como aspiraciones elegidas, producto de decisiones personales.
Figura 1. Archivo Casasola, “Familia, retrato”, México, D.F., México, ca. 1905-1910. © inv. 185324, Secretaría de Cultura - INAH - Sinafo - FN - Méx. Reproducción autorizada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia.
Figura 2. Archivo Casasola, “Mujeres en una tribuna, una de ellas niñera con bebé”, México, D.F., México, ca. 1900-1905. © inv. 292423, Secretaría de Cultura - INAH - Sinafo - FN - Méx. Reproducción autorizada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia.
Figura 3. Tina Modotti, “Madre e hijo”, Juchitán Oaxaca México, 1929. © inv. 35346, Secretaría de Cultura - INAH - Sinafo - FN - Méx. Reproducción autorizada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia.
Figura 4, Archivo Casasola, “Mujer embarazada come una golosina”, México, D.F., México, ca.1945. © inv. 545917, Secretaría de Cultura - INAH - Sinafo - FN - Méx. Reproducción autorizada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia.
Figura 5, Nacho López, “Rocío Sagaón gestante, bailarina y coreógrafa”, México, D.F., México, ca. 1959. © inv. 391408, Secretaría de Cultura - INAH - Sinafo - FN - Méx. Reproducción autorizada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia.
Figura 6. Nacho López, “Rocío Sagaón gestante, bailarina y coreógrafa”, México, D.F., México, ca. 1959. © inv. 391410, Secretaría de Cultura - INAH - Sinafo - FN - Méx. Reproducción autorizada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia.
Figura 7. Nacho López, “Rocío Sagaón gestante, bailarina y coreógrafa”, México, D.F., México, ca. 1959. © inv. 391414, Secretaría de Cultura - INAH - Sinafo - FN - Méx. Reproducción autorizada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia.
Figura 8. Nacho López, “Atención obstétrica por una partera en clínica de Peto, Yucatán”, Peto, Yucatán, México, ca. 1980. © inv. 386802, Secretaría de Cultura - INAH - Sinafo - FN - Méx. Reproducción autorizada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia.
Figura 9. Nacho López, “Atención obstétrica por una partera en clínica de Peto, Yucatán”, Peto, Yucatán., México, ca. 1980. © inv. 386805, Secretaría de Cultura - INAH - Sinafo - FN - Méx. Reproducción autorizada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia.
Figura 10. Revista Hoy, “Modelo de ropa de Maternidad”, México, D.F., México, 05-06-1961. © inv. 545917, Secretaría de Cultura - INAH - Sinafo - FN - Méx. Reproducción autorizada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia.
Figura 11. Retrato de autoría desconocida. “Mi abuela Ángela embarazada de 8 meses”, ca. 1907. “Te quiere tu hermano Saturnino, 26 de mayo de 1907”. Álbum García Noriega, hoja 15. Colección particular. Cortesía de Lourdes Almeida.10
Figura 12. Lourdes Almeida, autorretrato. “Esta soy yo, un día antes de que naciera Gael”, 1976. Colección particular. Cortesía de Lourdes Almeida.11
Figura 13. Lourdes Almeida, “Embarazo de mi hermana Marie” [1], 1980. Colección particular. Cortesía de Lourdes Almeida.
Figura 14. Lourdes Almeida, “Embarazo de mi hermana Marie” [2], 1980. Colección particular. Cortesía de Lourdes Almeida.
Figura 15. Fotografías de Lázaro Blanco, en La mujer en sus actividades, México, Coordinación General de Servicios Nacionales de Estadística Geografía e Informática, Secretaría de Programación y Presupuesto, 1981, s/p.12
* Sinafo, Fototeca Nacional del INAH.
[1] Patricia Massé Zendejas, “De la anunciación a la procreación. El embarazo en la fotografía en México”, en Alma Mejía González (coord.), Reflexiones y representaciones de la maternidad. La ficción, el pensamiento y la imagen, México, UAM-I / Ediciones Del Lirio, 2020, pp. 221- 265; Patricia Massé Zendejas, “Miradas al embarazo en la fotografía en México, en el primer medio siglo XX”, Korpus 21, vol. II, núm. 6, 2022, disponible en https://doi.org/10.22136/korpus21202280.
[2] La Fototeca Nacional del INAH resguarda más de 50 colecciones y rebasa el millón de piezas en su haber.
[3] Martha Acevedo, activista feminista y fundadora de la colectiva Mujeres en Acción Solidaria, investigó y dio a conocer el trasfondo político de la celebración del día de la madre en México en su estudio recientemente reeditado bajo el título: A cien años del 10 de mayo, México, UNAM, 2023; el mismo había sido publicado hace cuarenta y un años, bajo el título: 10 de mayo, México, SEP / Martín Casillas (col. Memoria y Olvido. Imágenes de México, número VII), 1982.
4] Nuria Varela, Feminismo 4.0. La cuarta ola, Barcelona, Random House, 2019, disponible en https://unidaddegenerosgg.edomex.gob.mx/sites/unidaddegenerosgg.edomex.gob.mx/files/files/Biblioteca%20
2022/Feminismo/F-20%20Feminismo%204.0.%20La%20cuarta%20ola.%20Nuria%20Varela.pdf, consultado el 2 de abril de 2023.
[5] Célebre retratista. Premio de Fotografía por la Academia de Bellas Artes de Francia-William Klein (2021); premio Príncipe de Asturias en Comunicación (2013).
[6] Raquel Piñeiro, “Demi y su embarazo: la historia de la portada más famosa de los 90”, Vanity Fair, 8 de marzo de 2016, disponible en https://www.revistavanityfair.es/sociedad/celebrities/articulos/demi-moore-portada-vanity-fair-desnuda-embarazada/21993, consultada el 4 de febrero 2023.
[7] Idem.
[8] Véase Simone de Beauvoir, El segundo sexo, México, Penguin Random House Debolsillo, 2021.
[9] Ana Casas Broda, Kinderwunsh, Madrid, La Fábrica, 2013 y como exposición del mismo título en el Museo de la ciudad de México, en el marco del festival “Tiempo de mujeres”, en 2019.
[10] Silvia Federici, Calibán y la bruja: mujeres, cuerpo y acumulación originaria, 1a. reimp, México, Traficantes de Sueños / Tinta Limón / Bajo Tierra Ediciones / Pez en el Agua, 2022.
10 Los títulos de las fotografías de Lourdes Almeida son designados según la descripción que ella misma hizo de cada imagen en la ciudad de México, el 12 de marzo de 2023.
Lourdes Almeida es una estacada artista visual, guardiana del legado fotográfico familiar es creadora de proyectos en torno del álbum de familia, uno de sus sellos personales como autora; no es el único, pero sí uno de los más característicos de su versátil obra. Su autorretrato y las dos fotografías (figuras 13 y 14) que tomó a su hermana revelan, como documento, una conciencia y sensibilidad hacia su maternidad, en un tiempo en que las movilizaciones de la denominada segunda ola del feminismo proclamaban la libertad sexual en algunas ciudades de Estados Unidos.
11 Título designado por la fotógrafa según su descripción de la imagen en la ciudad de México, el 16 de enero de 2021. En 1976 (año del autorretrato), la poeta y ensayista feminista estadounidense Adrienne Rich (1929-2012) publicó Nacemos de mujer. La maternidad como experiencia e institución [trad. en español], Madrid, Traficantes de Sueños, 2019. La escritora aclara que el tema había sido relativamente inexplorado por la literatura feminista. Desde una voz en primera persona reflexiona sobre la experiencia alienada de la maternidad para la mayoría de las mujeres en su época. Revisa la maternidad bajo el patriarcado como algo que se expresa institucionalmente, y lo contrasta con su vivencia personal de su maternidad, cosificada y despersonalizada por las instituciones patriarcales que despojan a las personas de la compleja experiencia transformadora involucrada con la maternidad.
12 El libro fue publicado un año después de las “Segundas Conferencias Mundiales sobre la Mujer”, organizado por la ONU y celebrado en Copenhague, Dinamarca. Las Primeras Conferencias habían tenido lugar en la Ciudad de México, en 1975.