Números anteriores


Post Gutenberg


Trayectorias


Mirar libros


Noticias


Suplemento cultural
El Tlacuache


Número Completo

La herencia invisible del ciudadano Cárdenas

ENVIADO POR EL EDITOR EL Miércoles, 23/10/2024 - 16:41:00 PM

Carlos San Juan Victoria*

 

Resumen
El autor se concentra en poner en perspectiva el caminar del general durante sus últimas tres décadas, a partir del análisis del último tomo de la trilogía sobre Cárdenas de Ricardo Pérez Montfort. Carlos San Juan nos propone recuperar, mediante la metáfora “inventario de semillas”, lo que considera que es parte del legado político de un Cárdenas ciudadano, activo, atento al tiempo que le tocó vivir; sin duda un protagonista polémico y controvertido, empeñado en reencauzar el proyecto político revolucionario que emprendió en su sexenio y volver al surco de la izquierda nacionalista. El régimen, Bajar al Régimen a las localidades y regiones, Sueños indispensables desde otros mundos, La gran ola contra un rumbo torcido, Varios síntomas tras la Guerra fría y “Acelerar la revolución”, la herencia invisible, son las semillas inventariadas con las que el autor abona a la reflexión y el debate.

Palabras clave: Cárdenas, régimen, institucionalidad, luchas sociales, revolución, Guerra fría, soberanía, izquierda nacional.

 

Abstract
The author concentrates on putting into perspective the walk of the general during his last three decades, from the analysis of the last volume of the trilogy on Cárdenas by Ricardo Pérez Montfort. Carlos San Juan proposes us to recover through the metaphor "inventory of seeds" what he considers to be part of the political legacy of a citizen Cárdenas, active, attentive to the time he had to live; Undoubtedly a controversial and controversial protagonist, determined to redirect the revolutionary political project he undertook in his six-year term and return to the furrow of the nationalist left. The regime, Lowering the Regime to the localities and regions, Indispensable dreams from other worlds, The great wave against a crooked course, Several symptoms after the cold war and “Accelerating the revolution”, the invisible inheritance, are the inventoried seeds with which the author pays for reflection and debate.

Keywords: Cardenas, regime, institutionality, social struggles, revolution, cold war, sovereignty, national left.

 

Al terminar de leer el tercer tomo de Lázaro Cárdenas, un mexicano del siglo XX, de Ricardo Pérez Montfort, admirado historiador y amigo, sentí que se derrumbaba una imagen del general que gran parte de la generación de los jóvenes rebeldes de los años setenta habíamos creado. En mi versión sus últimas tres décadas eran trágicas, pues había sido un mudo e impotente testigo de la degradación creciente del régimen posrevolucionario. En otras versiones, había sido cómplice para mantener un estatus, o bien, sostuvo una fidelidad incomprensible hacia un Estado corrupto.

 

Pérez Montfort logra, en este impresionante trabajo, transmitir la voz y la acción de Cárdenas como un ciudadano atento a su tiempo, apoyándose en un cuidadoso cruce de fuentes muy diversas de archivo, hemerografía y, sobre todo, los escritos privados del general, los Apuntes que plasmó a lo largo de toda su vida adulta. Pérez Montfort inserta a ese mexicano del siglo XX en complejas situaciones políticas y sociales, donde sus actos y su palabra tratan de ser congruentes con sus principios. Hablo de un libro capaz de reconstruir el tiempo ido siempre como encrucijada, donde laten tendencias contrapuestas y uno puede comprender, ya sea para disentir, ya para valorar de otra manera, la intensa vida del general en su último tercio.

 

Al final del libro, el autor recupera el esfuerzo de Heberto Castillo, preso en Lecumberri, para despedirse de ese hombre recién muerto el 19 de octubre de 1970 y que había convocado a los entonces jóvenes, como él, a crear el Movimiento de Liberación Nacional (MLN) luego de las intensas jornadas de lucha social de los años 1958-59. Nacido en 1928, Castillo y muchos otros —entre quienes destacaban Carlos Fuentes, Víctor Flores Olea y Enrique González Pedrero, luego conocidos algunos de ellos como la generación del medio siglo— se hicieron cardenistas fervientes en los años cincuenta, cuando Cárdenas era sólo un gran ciudadano. La revista Siempre, consigna Pérez Montfort, reconoció al general como una voz poderosa que habló por los perseguidos y asesinados, defendió las libertades democráticas y denunció la corrupción del régimen.  Años después, ya libre y en el empeño de fundar un nuevo partido político, Heberto Castillo proponía “la creación de un partido que recogiera en su esencia los planteamientos del movimiento de liberación nacional […] El movimiento había dejado viva una semilla que después florece”.[1]

 

Con esa frase en mente, como si fuera una Piedra Rosetta, regresé al libro donde, en efecto, aparecía ante mis ojos interesados esa labor de roturar y de abrir caminos de los más variados y que Pérez Montfort permite rastrear en su rigurosa reconstrucción de la vida civil de Cárdenas. Ese mínimo inventario de “semillas” es responsabilidad de este comentarista, que aprovecha el rigor narrativo de Pérez Montfort sobre una enorme variedad de asuntos. Es una entre muchas posibles lecturas. A modo de ejemplo empiezo con esa otra semilla y sigo con algunas más.

 

El régimen

En varios momentos de confrontación de las nacientes oposiciones a las desviaciones de los gobiernos posrevolucionarios, que favorecían a grupos de poder o torcían la justicia —desde el henriquismo en la sucesión presidencial de 1952, las movilizaciones sindicales en el año electoral 1958, e incluso con el MLN ya cercana la coyuntura electoral de 1964—, Cárdenas evitó constituirse en jefe de facción. Prefirió, cuando se lo pidieron, mediar en los conflictos, pues distinguía de manera clara el régimen político creado por el pueblo armado, de aquellos iniciados por los hombres del momento, con nombre y apellido, que lo desmantelaban. No hizo sino recomendaciones para fortalecer al régimen original, pero no intentó desestabilizar al gobierno en turno. Preservó así un modo de valorar a las instituciones y a la constitución, con sus garantías sociales, que obligaban a luchar contra la desigualdad, y sus garantías políticas por la libertad de expresión, indispensables para que los grupos sociales expresaran sus demandas y rechazaran las desviaciones en curso. Defendió una versión de la historia republicana liberal, pero con fuerte contenido popular, y a los héroes que ya eran parte del imaginario popular y blanco del ataque de las derechas: Hidalgo, Morelos, Juárez, Zapata. No dejó de consignar en sus Apuntes, y en intervenciones públicas, los actos de gobernantes cada vez más ajenos a la esencia de ese régimen: la atención al pueblo. En tales ocasiones registra su testimonio crítico de una “contra revolución pacífica” en alusión a una marcha al iniciarse el emblemático año 1958.[2]  Pero no se confundía. Lo principal para él, a lo largo de su vida, y a pesar de las más duras injusticias gubernamentales, era preservar al régimen nacido del pueblo en armas. Algo similar hicieron la mayor parte de los movimientos sociales de la época: luchar por la vigencia de las garantías sociales e individuales ya instauradas.

 

Bajar al régimen a las localidades y regiones

Pérez Montfort señala que en 1946, luego de un viaje por los litorales del Pacífico y la Tierra Caliente, Cárdenas le comenta a su amigo cercano, el presidente Ávila Camacho, sobre las potencialidades de recursos de la región y le solicita se haga un proyecto para dotarla de infraestructura portuaria.[3] Era un “experto conocedor de aquel territorio que aprendió a domesticar poco a poco recorriendo carreteras, brechas, terracerías, caminos de herradura y lechos secos de ríos, conociendo a sus pobladores, tanto a los más pobres y abandonados, como a los caciques, a los terratenientes y a los curas”.[4] El interés del general por tales iniciativas estuvo presente desde su desempeño como gobernador de su estado, lo sostuvo como presidente y lo concretó en el sexenio de Miguel Alemán, cuando el ejemplo de los valles del Tennessee y el manejo de sus cuencas hidráulicas se adoptó para el caso de México y dio origen a la Comisión del Papaloapan, que beneficiaría territorios de Veracruz, Puebla y Oaxaca.[5] Dicha comisión fue destinada a generar electricidad y aguas de riego para la agricultura comercial, madera, tabaco y vainilla, así como a impulsar la infraestructura carretera en beneficio de ganaderos, ingenios azucareros y comerciantes. Cárdenas le presentó entonces al presidente una propuesta similar en beneficio de la Tierra Caliente de los estados de Michoacán y Guerrero. Nacería entonces la Comisión del Tepalcatepec con un propósito de desarrollo integral en beneficio de ricos y pobres, pues además de las infraestructuras comerciales, pretendía salpicar de escuelas, hospitales, campos deportivos y centros de salud a las comunidades alejadas. Para este comentarista, ésa es una de las grandes promesas incumplidas a la fecha. Reconocer, por un lado, los recursos propios de cada región de este inmenso país como su principal riqueza, con una población industriosa y experta en su territorio; y, por otro lado, “bajar al Estado” como fuerza de desarrollo a las localidades y a las regiones del país: así se dibuja la opción de “otro desarrollo” donde los recursos públicos no son acaparados por ciudades comerciales, carreteras que las vinculan y automóviles como signos del progreso.

 

Sueños indispensables desde otros mundos

Entre fines de 1958 y principios de 1959, Cárdenas emprende un viaje con un grupo de amigos y familiares a Eurasia. No hace el recorrido prestigioso de entonces. Pasa rápido por la Ciudad Luz para dirigirse a la región industrial del Rhur, la patria de la industria pesada en la Alemania Federal. Ahí, según narra uno de sus acompañantes, le mostraron “con toda clase de detalles el funcionamiento de los grandes hornos eléctricos empleados en la reducción de minerales”,[6] un método de fundido apropiado para los países y regiones con abundantes recursos hidroeléctricos, y en ese momento, señala Pérez Montfort, es probable que el general tomara nota para su sueño de explotar algún día una gran veta de hierro existente en la región costera michoacana.

 

En su viaje visita otras fábricas del occidente y también se acerca a las nuevas experiencias del socialismo en la República Democrática Alemana (RDA), austeras, y el camino polaco con su énfasis en un seguro social integral que “protegía a ciudadanos desde la cuna hasta la muerte”. En la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas disfruta de la cultura, conoce sistemas agrícolas, fabriles e hidroeléctricas; en Checoslovaquia, sus fábricas de maquinaria pesada; en Boloña, los sistemas de riego que aprovechan las aguas del río Po; en Roma, el sistema de riego Agro Pontino.[7]

 

Luego de un periplo por Suiza y otros países regresa a la Unión Soviética y se dirige hacia China. Conoce a Mao Tse Tung, admira su cultura y sus experiencias agrícolas y de trabajo colectivo en beneficio del pueblo: “Ojalá todos los pueblos lleguen a conocer su esfuerzo y sacrificio y estimulen con su amistad la tarea redentora que el propio pueblo chino se ha impuesto para salir de la miseria y el atraso en que vivía”, escribió en sus Apuntes.[8]

 

Los viajes del general de fines de 1958 e inicios del 1959 muestran una mente abierta y pragmática que trata de encontrar modos de relación con el mundo de entonces para aprender y aplicar en México otras influencias que no respondan —apunta este comentarista— sólo al monopolio de la idea y práctica del  progreso, conocido desde entonces como “americanismo”, sino que aprovechen ejemplos en marcha en tres planos: la tecnificación del campo y del trabajo colectivo, la importancia estratégica para una nación soberana de contar con la llamada industria pesada (la que fabrica fábricas) y la lucha por sistemas de seguridad social para toda la población, que la protejan desde el momento en que nace hasta el momento en que muere (esto es, el sueño aún indispensable de un bienestar universal e integral).

 

La gran ola contra un rumbo torcido

Pérez Montfort recupera el agitado año 1958, cuando secciones y sindicatos nacionales de diversa índole (maestros, ferrocarrileros, petroleros, telegrafistas) se opusieron a un rumbo donde los salarios se contenían y sus órganos de defensa empezaban a ser controlados por burocracias obreras aliadas a las políticas anti obreras de gobiernos alejados del pueblo. Una sección del magisterio, la novena de la Ciudad de México, que se sacudió el control del sindicato nacional y empezó la lucha por el salario, recurre al general para conseguir que las autoridades los reciban y reconozcan sus demandas.

 

Ya en ese momento, según el autor, Cárdenas critica duramente a las administraciones públicas recientes, que han abandonado “el sentido revolucionario”, dando paso a una “contra revolución pacífica” que niega eficacia al “ejido, a los derechos obreros, a la educación socialista”.[9] Acepta interceder y se entrevista con el presidente Ruiz Cortines, quien le pide que intermedie en el conflicto y aconseje a los maestros “facilitar el problema”. A su propuesta de reunirse con el presidente, los dirigentes del Movimiento Revolucionario del Magisterio prefieren dirigirle un mensaje.

 

De la misma manera, en ese importante momento, el general estará presente en eventos que impactaron a la opinión pública, como el encarcelamiento de los líderes de los movimientos sindicales y agrarios (entre ellos Jacinto López), el asesinato de Rubén Jaramillo, en 1962, el movimiento de los médicos residentes, en 1965, y el sacrificio de los guerrilleros en Madera, Chihuahua. Expresó su simpatía por los estudiantes en 1968.

 

El riguroso trabajo de Pérez Montfort muestra cómo la imagen del general crece en la memoria y en las causas sociales de un largo ciclo de lucha popular que defiende conquistas ya establecidas en la Constitución. Su posición no vacila: se debe atender y valorar las protestas, es obligación del gobernante escuchar a los manifestantes, atender sus derechos y respetar su libertad de expresión. Las instituciones están en pie, pero fallan los responsables. En un rumbo que se tuerce, él permanece fiel a ese régimen que se merece otros gobernantes atados a su origen y compromiso.

 

Varios síntomas tras la Guerra fría

El ciudadano Cárdenas siguió siendo un apasionado de México, no como abstracción sino como territorio tangible con su gente; un hombre de los de antes, todo terreno, que lo recorría a pie, a caballo, en su jeep La Paloma o en los aviones que le despertaban desconfianza; que nadaba en ríos, presas y playas y comía lo que le ofrecían en sus giras pueblerinas. Pero a la vez, un ciudadano muy atento al tiempo del mundo que le tocaba y que seguía sus pulsos varios y contradictorios. Ve con preocupación cómo el nuevo líder mundial, nuestros vecinos de Estados Unidos, abandona el New Deal y se convierte en una potencia militar dispuesta a intervenir en República Dominicana, Guatemala, Cuba, y en ese paisaje de soberanías amenazadas lanza su convocatoria por la paz, mientras que sigue con atención los avances del Estado de bienestar en Europa y los países socialistas. 

 

Advierte que las derechas en América se cobijan en esa ofensiva y repelen los avances en reformas agrarias y derechos obreros; rechazo que en México se recrudece fortalecido por un nacionalismo oficial y oficioso aliado a las derechas católicas, que acusan de comunista a todo síntoma de justicia social (asunto de policía y no de justicia). Pero también está al tanto de las luchas por la liberación nacional que estallan en el mundo descolonizado de la posguerra y saluda con el mismo entusiasmo a la revolución cubana y al ciclo de luchas sociales mexicanas. Llama así a formar, como continuidad de la convocatoria por la paz, el Movimiento de Liberación Nacional mexicano, donde se reúnen soberanía plena y justicia social.

 

El libro de Pérez Montfort permite seguir un itinerario pegado a la piel del país y a la circunstancia del mundo en la que se construye una izquierda nacionalista y popular, alimentada por intensos eventos mundiales y nacionales, con sus momentos de reconocimiento, como la conformación MLN. A lo largo de estas tres décadas de la posguerra, la figura del general adquiere otra consistencia, no sólo como el momento más alto del régimen nacido de la revolución, sino como emblema de la lucha por corregir sus desviaciones, ya convertidas en una contrarrevolución silenciosa, en pleno auge de la Guerra fría.

 

“Acelerar la revolución”, la herencia invisible

El fin del gobierno de Díaz Ordaz tiene signos que rondan los últimos dos años del general ciudadano y que Pérez Montfort menciona. En el 68, la represión del 2 de octubre, que Lázaro conoce por testimonios de amigos y el continuo encarcelamiento de estudiantes y profesores. Pero también su largo proyecto de desarrollo regional en la Tierra Caliente y el litoral del Pacífico, que se consolida con la construcción de la siderúrgica Las Truchas. Su fidelidad al régimen originario y la crítica acerba que ha anotado en sus Apuntes a la impericia y extravío de sus gobernantes se tensa, pero no se confunde. En 1969 decide aceptar una invitación del presidente municipal de Irapuato para conmemorar el 59 aniversario de esa revolución manchada con la sangre de los estudiantes, y hace pública la noticia de su atenta mirada anotada en sus Apuntes, un planteamiento político singular. Reitera su fe en la tradición republicana nacional y popular, de Hidalgo, Morelos, Juárez y la Revolución de 1910, y hace un impecable balance de los avances en bienestar y en justicia para lanzar una andanada muy fuerte contra la “acumulación de desviaciones” de los gobiernos precedentes.

 

[…] existe colusión de poderosos intereses nacionales y extranjeros con los de representantes del sector público distantes de los objetivos nacionalistas de la Revolución mexicana e indiferentes ante la existencia de la Ley de Responsabilidades de los Funcionarios Públicos.

La acumulación de riquezas por parte de minorías es contraria al propio ideario de la Revolución, y en tanto no existan sanciones legales que se cumplan con precisión contra el lucro desmedido que minorías practican impunemente, continuará lesionándose la fisonomía del régimen de la Revolución.

Estos y otros hechos vulneran la aplicación de la justicia, ya que ante el poder del dinero y de las influencias burocráticas, aquélla se deforma y tuerce en los bufetes y las salas de los tribunales por quienes manejan la ley sin escrúpulos, viendo solamente su propia conveniencia.[10]

 

A la vez, advierte que con las instituciones vigentes es posible “seguir de lleno por los cauces revolucionarios” de la justicia, la libertad y la soberanía, y que deposita su esperanza en los nuevos tiempos de inconformidad y de revolución que recorren el mundo, y en los jóvenes inconformes:

 

Dentro del marco de cambios y convulsiones universales, México no puede ser una excepción y, tomando en cuenta las condiciones específicas de nuestro medio, habría que penetrar en las causas locales de la inconformidad de la juventud mexicana para comprender y compartir sus inquietudes, y estar en disposición de examinar con atención y respeto las críticas que hace de la sociedad contemporánea, acogiendo con ánimo autocrítico las que lanza contra las herencias negativas que los adultos les hemos legado.

En realidad es ella, la juventud, la destinada a acelerar la Revolución renovando los cuadros dirigentes y los métodos de acción política; incorporando al pueblo a las discusiones y decisiones públicas; revitalizando el movimiento social y la democracia interna en las organizaciones obreras y campesinas; participar en el estudio de una reforma educativa que esté más ligada al desarrollo económico del país y a los principios sociales de la Revolución; dar nuevo impulso a la Reforma Agraria evitando la existencia de latifundios y organizando debidamente al ejido para lograr el aumento de la producción agrícola en forma que permita elevar las condiciones de vida de la población rural; propugnar mayores beneficios asistenciales, de salubridad y seguridad social para la población necesitada; canalizar las finanzas hacia las actividades productivas; mexicanizar las ramas fundamentales de la economía y mantener la política internacional que ha dado prestigio a México.[11]

 

La fe del general ciudadano en “acelerar la revolución” no era un pensamiento improvisado, lo avalaba su propia vida. Conoció el declive y la distancia entre gobierno y pueblo del Maximato y lanzó su candidatura en medio de una efervescencia social creciente que le acompañó durante todo su gobierno. Vivió el intenso divorcio alemanista del horizonte popular y el estallido del ciclo de luchas sociales y culturales de los años 1957-60, donde la generación del medio siglo se convenció de que era posible revivificar a un régimen lastimado por la corrupción de sus élites. Y la gran movilización estudiantil que se propuso democratizar a ese régimen, se convirtió en una gran bocanada de aire fresco. Por eso su discurso, que la prensa bautizaría posteriormente como el Testamento Político de Cárdenas, se dirigía abiertamente a esos jóvenes iracundos.

 

Y ahí, como final de este ya largo comentario, diría que la historia de las “aceleraciones” se vivió en parte de nuevo, pero como tragedia y comedia. La llamada generación del medio siglo, con Carlos Fuentes y Muñoz Ledo a la cabeza, se convirtió al reformismo social echeverrista, dispuesto a corregir los excesos de desigualdad de las tecnocracias del Milagro Económico, pero con las manos ensangrentadas del capitán y piloto. Y la tragedia apareció en escena cuando los jóvenes, inconformes en su mayoría, ya habían roto toda esperanza en ese régimen del pueblo en armas, transformado desde entonces en entusiasta promotor de la desigualdad. El mensaje de Cárdenas no llegó: los puentes habían sido volados. Vendría una radicalización hacia la revolución socialista y la herencia del discurso del general ciudadano resultaría invisible a sus ojos. Tuvo que pasar el shock neoliberal de seis años de austeridad, con recortes en el gasto social y los salarios, que poco a poco propiciara entre algunos una nueva lectura del presente y el pasado y el resurgimiento de un cardenismo de masas en la voz de Cuauhtémoc Cárdenas.

 

Y sólo me resta una pregunta: ¿cómo leerán el mensaje cardenista los jóvenes y no tan jóvenes de hoy, que pasaron toda su vida ya no en una “acumulación de desviaciones” sino en un nuevo régimen que rompió con ese pasado e hizo del fomento a la riqueza para pocos y la vida precaria para muchos su empresa central y sistemática?, ¿cómo lo leerán desde la experiencia del recorte de la expectativa de una buena vida, sujetos a contratos y salarios miserables y a la inseguridad como forma de vida? Espero que el libro de Pérez Montfort contribuya, con su veracidad y rigor de historiador nato y con su pluma de gran narrador, a cerrar con fuerza el círculo roto.

 

* Dirección de Estudios Históricos, INAH.
[1] Ricardo Pérez Montfort, Lázaro Cárdenas, un mexicano del siglo XX, tomo III, México, Debate, 2022, p. 407.
[2] Ibidem, p. 237.
[3] Ibidem, p. 54.
[4] Ibidem, p. 69.
[5] Ibidem, p. 67.
[6] Ibidem, p. 247.
[7] Ibidem, pp. 261-263.
[8] Ibidem, p. 270.
[9] Ibidem, pp. 236-237.
[10] Testamento Político de Lázaro Cárdenas, p. 3. consultado en: https://www.revistadelauniversidad.mx/articles/0cb89ba8-6779-40b6-893b-93c6e70d5960/el-testamento-politico-de-cardenas.
[11] Ibidem, p. 6.