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“Era muy triste esa revolución”. Memorias sobre la Revolución en un pueblo afromexicano de Oaxaca

ENVIADO POR EL EDITOR EL Jueves, 24/10/2024 - 10:48:00 AM

Cristina V. Masferrer León*

 

Resumen
El objetivo de este artículo es recuperar memorias sobre la Revolución mexicana en un pueblo afrodescendiente del estado de Oaxaca. Con ello, se espera contribuir a la historia de las poblaciones afromexicanas a partir de la indagación sobre un periodo sumamente significativo en la historia de México.

Palabras clave: población afrooaxaqueña, Revolución mexicana, memorias, la revuelta.

 

Abstract
The objective of this article is to recover memories about the Mexican Revolution in an Afro-descendant town in the state of Oaxaca. With this, it is expected to contribute to the history of Afro-mexican populations from the inquiry into an extremely significant period in the history of Mexico.

Keywords: afro-Oaxacan population, Mexican Revolution, memories, the revolt.

 

Desde mediados del siglo XX, cada vez contamos con más pesquisas históricas y antropológicas que dan cuenta de la importancia de las personas de origen africano en el pasado y en el presente de nuestro país. No obstante, aún falta una investigación amplia centrada en los momentos convulsos de las primeras décadas del siglo pasado. Así, este trabajo espera presentar información al respecto, con la finalidad de generar nuevas preguntas que motiven la realización de más estudios relativos a la participación de personas afrodescendientes en la Revolución y los cambios que se generaron a partir de ella en pueblos y comunidades afromexicanas.

 

Existen varios trabajos que ofrecen un panorama general sobre los estudios afromexicanistas. El más reciente y, por tanto, actualizado, es el de María Camila Díaz Casas y María Elisa Velázquez, en el cual se expone una revisión historiográfica y antropológica amplia.[1] Las autoras señalan la importancia de las obras de Aguirre Beltrán, si bien reconocen algunas investigaciones anteriores a las de este etnohistoriador. De igual manera, identifican los principales momentos de producción de este campo, mostrando los avances y contextualizando los mismos: 1) en la primera mitad del siglo XX; 2) entre 1950 y 1990; 3) entre 1990 y 2010, y 4) de 2010 a la fecha.

 

En dicho estado de la cuestión, las especialistas señalan que: “Existen escasas investigaciones sobre la primera mitad del siglo XX, que den cuenta del proceso revolucionario y posrevolucionario y su impacto en las comunidades que hoy se reconocen como ‘afromexicanas’”.[2] Vale la pena mencionar que también los estados de la cuestión de Ben Vinson y Bobby Vaughn,[3]así como los de María Elisa Velázquez y Odile Hoffmann[4] dan a conocer los importantes avances en el desarrollo de investigaciones relacionadas con las personas afrodescendientes en México, al tiempo que permiten visualizar la escasez de estudios sobre el periodo revolucionario entre dichas comunidades.

 

Si bien las pesquisas históricas se han centrado en diferentes zonas tanto del periodo novohispano como decimonónico, la región que ha recibido más atención en lo referente a los siglos XX y XXI es la Costa Chica de Guerrero y de Oaxaca, sobre todo a través de perspectivas antropológicas. En términos históricos, destacan las investigaciones de Rolf Widmer[5] sobre esa región durante los siglos XVI y XVII; los estudios de Israel Ugalde[6] respecto de los siglos XVIII y XIX; las publicaciones de Araceli Reynoso[7] acerca del periodo colonial y la participación de negros, mulatos y pardos en el movimiento independentista, y el análisis de María Elisa Velázquez y Ethel Correa[8] en torno al censo de 1890. En términos etnográficos y antropológicos, se cuenta, por ejemplo, con las publicaciones de Gonzalo Aguirre Beltrán,[9] Luis Eugenio Campos,[10] Odile Hoffmann,[11] Gloria Lara[12] y numerosos trabajos de Citlali Quecha,[13] además de una amplia cantidad de artículos y tesis de diversos investigadores que no dejan de ser sumamente relevantes y que omito por motivos de espacio.

 

Como decía líneas arriba, aún hace falta un estudio amplio sobre el periodo revolucionario y posrevolucionario que se centre en las poblaciones afromexicanas. No obstante, es importante señalar que Gloria Lara[14] ofrece un panorama regional sobre la Costa de Oaxaca y presenta información relevante al respecto para explicar el desarrollo agrícola en los albores del siglo XX y su impacto en las dinámicas actuales que configuran a este espacio como región. La investigadora señala que los rancheros buscaban mayor poder político local y regional, así como redefinir su posición política basados en los modelos heredados del porfiriato, mientras que los indígenas buscaban un cambio en los sistemas de explotación y tenencia de la tierra.

 

Del mismo modo, existen otros trabajos que abordan el periodo en cuestión centrándose en la población mixteca, los rancheros y las personas más destacadas de la Costa Chica durante estos momentos, por lo que tan sólo mencionan esporádicamente a las personas afrodescendientes. Tal es el caso de los trabajos de Chassen y Martínez[15] y Álvaro García;[16] este último, por ejemplo, explica los aspectos principales de “la rebelión mixteca” de 1911 y menciona a los afrodescendientes de localidades que hoy se llaman José María Morelos (antes Poza Verde), Collantes, Santa María Chicometepec y Santa María Huazolotitlán.[17]

 

Como puede apreciarse, a pesar de estas significativas contribuciones a la historiografía, todavía existe un importante vacío sobre las personas y comunidades afromexicanas de distintas regiones del país durante el periodo revolucionario. Por ello, este artículo, si bien no pretende llenar dicho vacío, sí espera ofrecer líneas de análisis al respecto a través de las memorias de personas de una localidad afrooaxaqueña. A continuación, identifico los principales aspectos históricos y regionales de la localidad José María Morelos, en la cual se centra la investigación; posteriormente, dedico un apartado a recuperar las memorias sobre la Revolución mexicana a partir de entrevistas entabladas en 2012 y 2013 en ese mismo poblado.

 

Aquí antes se llamaba Poza Verde”: historia y ubicación de José María Morelos

Morelos o José María Morelos es una localidad con 2805 habitantes, de acuerdo con el Censo Nacional de Población y Vivienda 2020. En la actualidad es reconocido como un pueblo mayoritariamente afromexicano, con un papel central en el movimiento etnopolítico negro o afromexicano de la Costa Chica; en él radican organizaciones sumamente relevantes, como África A. C.[18] Se ubica en la región Costa de Oaxaca, específicamente en el municipio de Santa María Huazolotitlán, distrito de Jamiltepec. Desde una perspectiva regional más amplia, se puede considerar parte de la región Costa Chica de Guerrero y Oaxaca, que se extiende desde Acapulco hasta Huatulco, así como parte de la región Mixteca de la Costa. Estas ubicaciones regionales son importantes para comprender aspectos sociales, culturales, políticos y económicos de la localidad.


Figura 1. Fuente: Elaboración propia con mapa de Google Maps. Nota: Se trata de una representación esquemática de la región Costa Chica con fines únicamente didácticos.

 

En términos sociales, culturales y lingüísticos, es fundamental conocer que la región Costa Chica se ha conformado históricamente por personas afrodescendientes, mixtecas, tlapanecas, amuzgos, nahuas, chatinos y mestizos, así como descendientes de españoles y alemanes. Por su parte, en el ámbito político, la localidad depende administrativamente de la cabecera municipal mayoritariamente mixteca y del distrito de Jamiltepec, pero, al mismo tiempo, se vincula con la proliferación de asociaciones civiles negras y afromexicanas que han consolidado un movimiento etnopolítico propio de la región Costa Chica de Guerrero y Oaxaca.

 

En cuanto a aspectos económicos y comerciales, me remito a los centros-mercado que identificó Gloria Lara[19] alrededor de los cuales se articulan microrregiones. En el caso de Morelos, sería parte de la microrregión de Pinotepa Nacional por el fuerte vínculo con dicha cabecera municipal. En adición, en mis investigaciones previas he mostrado cómo la localidad José María Morelos participa de los mercados regionales, nacionales e internacionales, principalmente a través de la producción papayera, pero también gracias a otros frutos como el coco, el limón y la sandía, entre otros productos.[20]

 


Figura 2. Fuente: Elaboración propia con mapa de Google Maps.

 

La localidad recibió su nombre actual después de la Revolución ya que, tal como refieren los pobladores de distintas edades, “antes se llamaba Poza Verde”. De hecho, en el pasado se trataba de dos rancherías muy cercanas conocidas como Las Juntas y Poza Verde que, al estar tan próximas entre sí, llegaron a constituir un solo poblado. Cristofer Daniel, de sexto grado, sabe la historia de su pueblo gracias a sus bisabuelos:

 

Aquí antes se llamaba Poza Verde y no había tanto carro, así, solamente se transportaba en los caballos. Mucho tiempo se llamaba así, Poza Verde, pero en 1916 se fundó como José María Morelos, porque, referente al héroe de la Independencia que fue José María Morelos y Pavón. Por eso lo fundaron así, a partir de esos años que pasó eso... y me lo contaron mis bisabuelos pues.[21]

 

Aunque, al parecer, el cambio de nombre se hizo después, es interesante la manera en que los niños aprenden sobre la historia de su pueblo gracias a los relatos de sus abuelos y bisabuelos, así como la importancia que otorgan a las primeras décadas del siglo XX, periodo en el cual se centra este artículo. Como mencioné anteriormente, también había un poblado llamado Las Juntas y este nombre se debía a que era donde se juntaban dos arroyos: arroyo Grande y arroyo Las Bandejas, además del arroyo de Chacahua, aunque posteriormente este último cambió de curso. De hecho, el señor Alfredo Luna comentó que fue precisamente debido a los arroyos que la gente decidió vivir ahí; iban a hacer el pueblo en otra zona, pero les quedaba más lejos del arroyo, así que decidieron ir hacia la Poza Verde, donde se juntaban los arroyos.[22]

 

La siguiente tabla muestra la cantidad de hombres y mujeres en José María Morelos desde 1900.

Año

Nombre

Cantidad de personas

Hombres

Mujeres

Total

1900

Junta, Poza Verde

Poza Verde

323

161

354

141

677

302

1910

La Junta

Poza Verde

393

78

369

72

762

150

1921

Poza Verde

344

311

655

1930

José María Morelos

296

287

583

1940

José María Morelos

254

303

557

1950

José María Morelos

373

428

801

1960

José María Morelos

404

425

829

1970

José María Morelos

-

-

1 110

1980

José María Morelos

-

-

1 242

1990

José María Morelos

1 020

1 008

2 028

1995

José María Morelos

1 058

1 037

2 095

2000

José María Morelos

1 063

 1 113

2 176

2005

José María Morelos

1 023

1 135

2 158

2010

José María Morelos

1 134

1 197

2 331

2020

José María Morelos

1 383

1 422

2 805

Cuadro 1. Fuente: INEGI, https://inegi.org.mx/.

 

Como puede observarse en la tabla, antes de la Revolución mexicana (datos del Censo de 1900 y 1910) aparecen dos localidades que podrían referirse a José María Morelos y que contaban con cerca de mil habitantes en su conjunto. Es posible que los nombres “La Junta” y “Poza Verde” se utilizaran para nombrar el mismo lugar, o bien, que se haya tratado de dos asentamientos que por estar tan cercanos terminaron por constituir uno solo, tal como lo sugiere el plano topográfico que se muestra abajo, levantado en 1895 por el ingeniero Daniel Palacios.

 


Figura 3. Fuente: Daniel Palacios, Plano topográfico de los terrenos de San Juan de Peñas, propiedad de Dámaso Gómez, Distrito de Jamiltepec, plano calcado por Rosendo Sandoval en 1908, disponible en w2.siap.sagarpa.gob.mx/mapoteca/mapas/catalogos/oax01.htm.

 

En este plano se observa que Morelos (en ese momento “Ranchería de la Junta” y “Ranchería de Posa Verde”) formaba parte de los terrenos de San Juan de Peñas, que era propiedad de Dámaso Gómez. Delimitaban al norte con el pueblo de Huaspaltepec; al este, con los terrenos del licenciado Francisco Parada, de la jurisdicción de Jamiltepec; al sur, con el océano Pacífico, y al oeste, con los terrenos de la viuda de Villar, de la jurisdicción del pueblo de Pinotepa Nacional. El plano muestra que en las rancherías que ahora conforman la localidad José María Morelos se sembraba algodón, caña y plátano, y cerca había terrenos de siembra de maíz.

 

Respecto al siglo XIX, se cuenta con información del Censo de Jamiltepec de 1890, gracias al trabajo de María Elisa Velázquez y Ethel Correa.[23] Así, se sabe que en el municipio de Huazolotitlán había 45.1 % de “indios”, 35.4 % de “negros”, 16.4 % de “mestizos” y 3.1 % de “blancos” (1 197 indios, 939 negros, 435 mestizos y 83 blancos).[24] Aunque ahora La Boquilla o Chicometepec es parte del municipio de Huazolotitlán,[25] es importante considerar que, en ese periodo, era cabecera de otro municipio que había sido creado en 1869.[26] Hago esta consideración porque en el Censo de 1890 se registró que 100 % de la población de Chicometepec eran “de raza negra” (473 personas). Por otro lado, un estudio de INEGI revela que desde 1826 se decretó que “Huaxolotitlán” formara parte del distrito de Jamiltepec.

 

Sobre el siglo XVIII, Peter Gerhard comenta que en el padrón de 1777 de la Alcaldía Mayor de Xicayán, región donde se ubicaba José María Morelos y Huazolotitlán, se reportó la presencia de 28 384 personas. La gran mayoría de ellas, 73.4 %, fue considerada indígena y 22.7 % de origen africano (6 276 mulatos y 158 negros; 20 834 indios; 635 mestizos; 481 españoles).[27] En ese mismo sentido, fuentes manuscritas del siglo XVIII resguardadas en el Archivo General de la Nación muestran la importante presencia de negros y mulatos libres en la provincia de Xicayán[28] y, particularmente, en las cercanías de Huazolotitlán.[29] Peter Gerhard también da cuenta de la existencia de los asentamientos de “Guazolotitlan” y “Chicometepec” a finales del siglo XVI, cuando se fundaron doctrinas seculares en varios lugares de esa zona, entre ellos “Santa María (Asunción) Guazolotitlan”.[30] Ello sugiere la importancia de esos dos pueblos como asentamientos con una larga data.

 

“Andaban juyendo”:[31] memorias sobre “la revuelta” en un pueblo afrooaxaqueño

En septiembre de 2010, el arroyo Grande de Morelos se desbordó y causó graves daños en algunos barrios de la localidad. La gente tiene muy presente ese trágico momento porque todo se inundó, vino el agua del arroyo con tierra y animales, llevándose objetos y afectando seriamente las viviendas. El agua llegaba hasta el pecho de las personas adultas y tuvieron que sacar el lodo que se metió a las casas, relataron la señora Aquilina Ávila y su esposo Pedro Raymundo Acevedo.[32] Las nuevas construcciones tuvieron que cimentarse sobre la arena que llegó de los arroyos una vez que el agua se asentó. El desbordamiento del arroyo en 2010 también trajo la Revolución a la memoria, pues dejó al descubierto a un “montonal de cadáveres” enterrados con mucha prisa y poca tierra en aquellos tiempos de “la revuelta”, como se le llama comúnmente en la localidad a los momentos convulsos de la Revolución mexicana.[33]

 

Muchos adultos de Morelos aluden a “la revuelta” cuando se les pregunta sobre la historia del pueblo. Recuerdan vívidamente cuando sus padres, abuelos o tíos les relatan o relataban sobre la revolución y lo consideran un momento fundamental, no sólo para explicar la historia de la localidad, sino también para comprender la actual conformación demográfica debido a la movilidad que esta situación convulsa detonó, tal como veremos un poco más adelante.

 

A nivel local, el conflicto se vivió como una pugna entre zapatistas y carrancistas.[34] Mientras que la gente de Morelos era zapatista, los de otras localidades eran carrancistas, como los de Collantes; por su parte, en Huazolotitlán había tanto zapatistas como carrancistas. El señor Pedro Raymundo Acevedo explica que en Collantes se inclinaron por oponerse a los zapatistas porque allí estaban los federales y las máquinas de un señor adinerado llamado don Ismael.[35] Por su parte, Gloria Lara[36] reconoce que en Collantes se opusieron a los zapatistas y explica que la lealtad a los patrones de los ranchos o las haciendas fue una estrategia para sobrevivir y asegurar una fuente de empleo.

 

El señor Pedro Raymundo Acevedo relata que la revuelta duró alrededor de doce años, durante los cuales tuvieron que andar huyendo para evitar la muerte y otras formas de violencia. Por ejemplo, contó que en una ocasión se llevaron a la hermana de un familiar suyo, pero éste fue a rescatarla diciendo que “primero pasaba por sus huesos y después por su hermana”.[37]

 

Así, muchas personas tuvieron que abandonar sus casas para huir y protegerse en los cerros mientras otros peleaban y morían a causa de ello. Al respecto, la señora Micaela Luna[38] compartió conmigo lo que su papá le contaba sobre la revuelta:

 

Era muy triste esa revolución, que se iban a los cerros a vivir y comían puro camote de palma real... y andaban juyendo... corrían los arroyos colorado... los mataban en el arroyo, pero quién iban a hacer caso de que: “¡ay!, me lo mataron mi tío, mi mamá, mi papá”, ¡nada!, ahí lo vían mordó y vamo’, vamo’ a esconderse, a rescatar su vida ellos... eso era lo que hacían...[39]

 

Como puede leerse, la señora Micaela Luna emplea la frase “andaban juyendo” para dejar claro que el acto de huir se convirtió en una forma de vida durante un periodo largo. La misma frase es utilizada por varios adultos de la localidad, como el señor Rolando Terraza, [40] quien narró lo siguiente:

 

Hay un cerro que le dicen el Cerro Grande, ‘onde van los inditos a trae’ las aguas el mes de mayo [...], la tradición. Y todo por allí, ahí andaban ellos juyendo con sus mujeres y los niños en el brazo. Y hallaban un venado, lo mataban y hacían lumbre asando carne con los huesos medio chamuscados no más, y comiendo y comiendo, y se ponían a bebe’ agua así en los arroyito’ como el vena’o. Y hay un bejuco, cuando ya no había agua, un bejuco que le dicen bejuco de agua ¡pas! y ya metían el cantarito ahí ‘taba caía el chorrito del bejuco y ya los niños, con un trapito mojaban el trapito, lo mojaban y [hace como si sorbiera], pero el trapito, el trapo bien mojado pues entonces guarda el agua el trapo así y ya... pa’ que alcanzara... Las mujeres con sus niñito’ cargando aquí y el papá también con otro niño y el arma en la mano.[41]

 

En las palabras de Rolando Terraza se subrayan las estrategias para sobrevivir al huir en familia en tiempos de la Revolución. Se destaca el papel tanto de hombres como de mujeres en el cuidado de los niños, así como en las acciones de los propios niños para tomar agua, por ejemplo.

 

“Este pueblo desapareció”, me dijo la señora Paula Herrera cuando platicábamos de la revuelta.[42] Sentada en la barda que protege su casa de las posibles inundaciones, me explicó que la gente huyó a los cerros y cuando regresaron, la iglesia ya estaba cubierta de monte, así que “tuvieron que volver a trabajar, a rozar, a tumbar”.[43] También el señor Pedro Raymundo Acevedo recuerda que, cuando llegó el indulto y volvieron al pueblo, encontraron sus “casitas” cubiertas con “monte” y “palo”.[44]

 

Precisamente debido a que muchas personas tuvieron que abandonar sus casas durante mucho tiempo, podemos decir que el conflicto armado detonó una movilidad importante. Así, otro aspecto que considero central es que muchos adultos comentan que la localidad se pobló a partir de la Revolución, con personas originarias de distintos pueblos que, debido al conflicto armado se vieron forzados a cambiar de lugar de residencia.

 

Al respecto la señora Amada Mariche explicó que, con la revuelta, “se regó la gente”, expresión que muestra una gran movilidad en el periodo y que es común entre personas de la localidad.[45] Ello implica, además, otorgar a la Revolución un papel fundador en la historia del pueblo. Igualmente, al preguntar al señor Alfredo Luna sobre cómo se pobló Morelos, de inmediato se remitió a “cuando entró la revuelta”, momentos que él conoce gracias a lo que le relataron sus papás, en particular su padre, quien en aquellos momentos tenía doce o catorce años y recuerda bien cómo tuvieron que huir del “pueblo viejo” debido a los carrancistas. Dicho pueblo estaba ubicado cerca de la actual localidad, donde había un árbol de jícara y el señor Alfredo Luna insiste en que dicho árbol sigue vivo: “Vive todavía el palo de jícara ¡Vive! Vive el palo de jícara”.[46]

 

Pedro Raymundo afirmó que antes de la Revolución ya había gente en el pueblo y los datos del Censo Nacional de Población no sólo confirman este aspecto, sino que también muestran importantes cambios, seguramente debido a las muertes y a la movilidad forzada propia de estos momentos convulsos de lucha por la tierra. Así, “la revuelta” se mantiene viva en la memoria de las personas de la localidad como un momento histórico paradigmático y fundamental para la conformación actual de este pueblo y otros cercanos. Por ejemplo, el abuelo de la señora Aquilina Ávila era de Huazolotitlán y llegó a Morelos cuando peleaba contra los Carrancistas de Collantes. Como ella, muchas personas de este pueblo afrooaxaqueño tuvieron familiares que pelearon y huyeron en tiempos de la Revolución, y que cambiaron de localidad ante dicha situación.

 

La participación en la revuelta era importante porque se enmarcaba en una lucha por la tierra. Rolando Terraza comentó que sus abuelos fueron caminando hasta Oaxaca pelando por las tierras, porque querían que Morelos fuera ejido. Así que fue la gente mayor con machetes, cruzando ríos, y todo lo necesario, hasta lograr su objetivo. Comentó que era pura gente grande, presentable, “de calzón”, refiriéndose a que usaban vestimenta similar a la de los indígenas. Entonces, entonó un revelador corrido:

 

Cuando a México íbamos entrando carros y trenes empezaron a silbar, ya viene entrando el famoso de Morelo’, que ni el gobierno lo ha podido dominar. México estaba sentado en una silla, en la silla del gobierno federal, ya viene entrando el famoso de Morelo’, para llevarse al gobierno federal.[47]

 

En términos agrarios, vale la pena mencionar que desde 1936 se dotó de ejidos a este poblado, con 5 286 hectáreas, siendo 174 individuos los beneficiados con este tipo de propiedad.[48] De acuerdo con Gloria Lara,[49] en comparación de otros municipios de la región, las acciones agrarias se ejecutaron en fechas tempranas en el municipio de Huazolotitlán.

 

Comentarios finales

El periodo revolucionario es recordado por personas de diferentes edades de la localidad afrooaxaqueña José María Morelos y considerado como un momento fundacional de su pueblo. Por ello, al indagar sobre la historia de Morelos es recurrente que se remitan a “la revuelta” como el evento que explica su actual composición demográfica; se considera como el momento a partir del cual se pobló la localidad y a partir del cual “se regó” la gente.

 

También es importante tomar en cuenta que todas las personas de Morelos eran “zapatistas”, en oposición a otras localidades donde tenían divisiones internas con respecto a la posición de carrancistas versus zapatistas. Posiblemente ello significó que Morelos atrajo, en su momento, a zapatistas de otras localidades que estuvieran adheridas en su mayoría a los rancheros y las élites vinculadas con el carrancismo. Así, no sólo en términos demográficos, sino también sociopolíticos, la Revolución se convierte en un proceso histórico paradigmático cuyas memorias es fundamental recuperar.

 

En las memorias de la Revolución también destacan las numerosas muertes, la fuerte lucha y la necesidad de abandonar sus casas para huir. La expresión “andar juyendo” da cuenta precisamente de que este hecho es recordado como una acción de larga duración y que implicaba condiciones difíciles para sobrevivir e incluso sentimientos como la tristeza y el miedo. Al mismo tiempo, en varios relatos se muestra la importancia de la familia para protegerse entre sí, reconociendo el papel tanto de hombres como de mujeres y niños.

 

Otro aspecto significativo que quisiera subrayar es la vinculación entre estos fenómenos sociales y políticos con aspectos culturales que se imbrican inseparablemente con los ambientales. Es decir, tanto la Poza Verde como los arroyos son parte medular de la historia del pueblo pues se consideran elementos centrales y fundacionales del mismo. Además, al traer al presente las memorias de “la Revuelta” resurgen inseparablemente de los arroyos que se llenaron de sangre, de los cerros que les brindaron refugio mientras huían, así como de los árboles, las plantas y los animales que les aseguraron alimento y bebida. También fue debido al desbordamiento del Arroyo Grande que “el montonal de cadáveres” salió a la luz, trayendo inevitablemente al presente lo sucedido cien años atrás. Así, se actualizan las memorias sobre la Revolución a partir de otro hecho trágico, como lo fue la gran inundación del pueblo en 2010.

 

* Dirección de Etnología y Antropología Social, INAH.
[1] María Camila Díaz y María Elisa Velázquez “Estudios afromexicanos: una revisión historiográfica y antropológica”, Tabula Rasa, núm. 27, julio-diciembre, Bogotá, 2017, pp. 221-248.
[2] Ibidem, p. 241.
[3] Ben Vinson III y Bobby Vaughn, Afroméxico, México, FCE / CIDE, 2004.
[4] María Elisa Velázquez y Odile Hoffmann, “Investigaciones sobre africanos y afrodescendientes en México: acuerdos y consideraciones desde la historia y la antropología”, Diario de Campo, núm. 91, marzo-abril, México, 2007, pp. 60-68.
[5] Rolf Widmer, Conquista y despertar de las costas de la Mar del Sur (1521-1684), México, Conaculta, 1990.
[6] Israel Ugalde Quintana, “La insurgencia de Morelos en la Costa Chica de Oaxaca, 1810-1815”, tesis de maestría, UNAM, México, 2011; Israel Ugalde Quintana, Economía, sociedad y religión en la Costa Chica en el siglo XVIII, tesis de doctorado, UNAM, México, 2018.
[7] Araceli Reynoso Medina, “Entre encomenderos, estancieros, indios y negros vaqueros (Territorio y población en la Costa Chica de Guerrero, siglos XVI y XVII)”, Boletín del Archivo General de la Nación, núm. 3-6, México, 2004, pp. 127-142; Araceli Reynoso Medina, “Negros, mulatos y pardos de la Costa Chica guerrerense en el movimiento independentista”, en Juan Manuel de la Serna (coord.), Vicisitudes negro africanas en Iberoamérica, experiencias de investigación, México, UNAM, 2011, pp. 171-194.
[8] María Elisa Velázquez y Ethel Correa, “Indios, mestizos, negros y blancos en un municipio de la Costa Chica, Oaxaca a través de un censo de 1890”, Diario de Campo, núm. 42, suplemento, marzo-abril, México, 2007, pp. 80-97.
[9] Gonzalo Aguirre Beltrán, Cuijla. Esbozo etnográfico de un pueblo negro, México, FCE, 1985.
[10] Eugenio Campos Luis, “Negros y morenos. La población afromexicana de la Costa Chica de Oaxaca”, en Alicia Barabas y Miguel Bartolomé (coords.), Configuraciones étnicas en Oaxaca. Perspectivas etnográficas para las autonomías, vol. II, México, INAH / INI, 1999, pp. 145-182.
[11] Odile Hoffmann, “Negros y afromestizos en México: viejas y nuevas lecturas de un mundo olvidado”, Revista Mexicana de Sociología, vol. 68, núm. 1, enero-marzo, México, 2006, pp. 103-135; Odile Hoffmann, “De las tres razas al mestizaje: diversidad de las representaciones colectivas acerca de lo negro en México (Veracruz y Costa Chica)”, Diario de Campo, núm. 42, marzo-abril, México, 2007, pp. 98-109; Odile Hoffmann, “Las narrativas de la diferencia étnico-racial en la Costa Chica, México. Una perspectiva geográfica”, en Odile Hoffmann y María Teresa Rodríguez (eds.), Los retos de la diferencia, actores de la multicuturalidad entre México y Colombia, México, CEMCA / CIESAS / ICANH / IRD, 2007, pp. 363-397; Odile Hoffmann, “Entre etnización y racialización: los avatares de la identificación entre los afrodescendientes en México”, en Alicia Castellanos (coord.), Racismo e identidades. Sudáfrica y afrodescendientes en las Américas, México, UAM, 2008, pp. 163-176.
[12] Gloria Lara Millán, Espacios, sociedades y acción institucional en la Costa de Oaxaca, Oaxaca, Conaculta / Gobierno del Estado de Oaxaca / Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca, 2012.
[13] Citlali Quecha Reyna, “Los matrimonios y la construcción de fronteras identitarias: el caso de Collantes”, tesis de maestría, UNAM-FFyL, México, 2006; Citlali Quecha Reyna, “La movilización etnopolítica afrodescendiente en México y el patrimonio cultural inmaterial”, Anales de Antropología, núm. 49 vol. 2, México, 2015, pp. 149-173; Citlali Quecha Reyna, Familia, infancia y migración: un análisis antropológico en la Costa Chica de Oaxaca, México, IIA-UNAM, 2016; Citlali Quecha Reyna, “La vivencia del confinamiento y el contagio por covid-19: experiencias entre afrodescendientes”, en Hernán Salas y Ana Bella Pérez Castro (coords.) Afectaciones de la pandemia a las poblaciones rurales en México, México, UNAM, 2023.
[14] Lara Millán, op. cit.
[15] Francie Chassen y Héctor Martínez, “El retorno al milenio mixteco: indígenas agraristas vs. Rancheros revolucionarios en la Costa Chica de Oaxaca, mayo de 1911”, en: Cuadernos del sur, año 2, Oaxaca, 1993, pp. 31-66.
[16] Álvaro García Ruiz, “Once días que conmovieron a Pinotepa Nacional: la rebelión mixteca de mayo de 1911”, en: Francisco López Bárcenas (coord.), Los otros zapatismos, INAH, Colegio de San Luis, 2022, pp. 159-184.
[17] Idem.
[18] Para más información sobre la localidad, véase: Cristina V. Masferrer León, “Aquí antes se llamaba Poza Verde. Conocimientos de niños de la Costa Chica sobre su pueblo y lo negro”, tesis de maestría en Antropología Social, México, CIESAS, 2014.
[19] Lara Millán, op. cit., p. 69.
[20] “La mera zona papayera. Monocultivo y agrodiversidad en pueblos afromexicanos de la Costa Chica”, en Cristina Masferrer León y Leopoldo Trejo Barrientos (coords.), Diversidades en crisis. Transformaciones socioambientales en regiones indígenas y afromexicanas de Oaxaca, México, INAH, 2019, pp. 99-136.
[21] Entrevista con Cristofer Daniel Torres Mayoral, enero 2013.
[22] Don Alfredo es padre, abuelo, campesino y originario de Morelos. Vivió en Acapulco algunos años. Entrevista con Alfredo Luna, noviembre 2012.
[23] María Elisa Velázquez y Ethel Correa, op. cit.
[24] Ethel Correa, “Población y familia en el distrito de Jamiltepec. Costa Chica de Oaxaca, censo de población 1890”, en Luz María Espinosa Cortés, Juan Manuel de la Serna Herrera (coords.), Raíces y actualidad de la afrodescendencia en Guerrero y Oaxaca, México, UNAM / Instituto Nacional de Nutrición y Ciencias Médicas Salvador Zubirán / Plaza y Valdés, 2012, p. 144.
[25] Fue en 1942 cuando se agregó como Agencia de Policía a Huazolotitlán.
[26] INEGI, División territorial del estado de Oaxaca de 1810 a 1995, t. I, Aguascalientes, INEGI, 1997, disponible en https://www.inegi.org.mx/app/biblioteca/ficha.html?upc=702825222468.
[27] Peter Gerhard, Geografía histórica de la Nueva España, 1519-1821, México, UNAM, 1986, pp. 389-392.
[28] AGN, Real Hacienda, Tributos. Contenedor 14, vol. 34, exp. 6, 1791. AGN, Real Hacienda, Tributos. Contenedor 14, vol. 34, exp. 7, 1791. AGN, Indiferente Virreinal, caja 4315, exp. 4, sin fecha. Los tributos solo debían ser pagados por indios y negros y mulatos libres.
[29] AGN, Indiferente Virreinal, Tierras, caja 75, exp. 21, 1787-1790. Se solicita al obispo de Oaxaca que se funde un pueblo inmediato a Huazolotitlán donde se reúnan las familias de mulatos que viven dispersas.
[30] Gerhard, op. cit., p. 391.
[31] La aspiración de la “h” propia de las expresiones lingüísticas de la Costa hace que la palabra “huyendo” se escuche de este modo (“juyendo”).
[32] Doña Aquilina es madre y abuela, originaria de Morelos.
[33] Información de Aquilina Ávila, diario de campo, septiembre 2012.
[34] Como se sabe, se llama zapatistas a los seguidores de Emiliano Zapata y, carrancistas a los defensores de Venustiano Carranza. Zapata se oponía a Venustiano Carranza y en una carta que le escribió en 1919 le reprochaba la condición en la que se encontraba el país: “Ni los ejidos se devuelven a los pueblos que en su inmensa mayoría continúan despojados ni las tierras se reparten entre las gentes de trabajo, entre los campesinos pobres y verdaderamente necesitados” (Carta de Emiliano Zapata, Colección Cuartel General, caja única, exp. 3, AGN).
[35] Entrevista con Pedro Raymundo Acevedo, 2012. Para más información sobre Collantes, véase: Quecha Reyna, op. cit., 2006.
[36] Lara Millán, op. cit., pp. 54-55.
[37] Entrevista a Pedro Raymundo Acevedo, op. cit.
[38] Micaela es hermana del señor Alfredo Luna. Es madre y abuela. Es una de las médicas tradicionales reconocidas en Morelos; ella se dedica sobre todo a curar a los niños.
[39] Entrevista a Micaela Luna Torres, noviembre 2012.
[40] Rolando Terraza es padre de familia. Uno de los primeros músicos y danzantes de la Danza de la Tortuga, cuando ésta se rescató en 1990. En su casa venden mangos, limones, cacahuates y otros productos.
[41] Entrevista a Rolando Terraza Dionisio, enero 2013.
[42] Paula Herrera, madre y versadora reconocida en Morelos. En ocasiones dirige rosarios y ayuda al Padre en algunas actividades de la Iglesia.
[43] “Monte” suele referirse al pasto. Entrevista a Paula Herrera, enero 2013.
[44] Entrevista a Pedro Raymundo Acevedo, op. cit.
[45] Amada es madre y originaria de La Boquilla, vive en Morelos desde hace muchos años. Algunos de sus familiares eran de Comaltepec. Es abuela de Dulce Mar, una estudiante de cuarto grado de primaria. Entrevista, a Amada Mariche noviembre, 2012. [46] Entrevista con Alfredo Luna, op. cit.
[47] Entrevista a Rolando Terraza, op. cit.
[48] Véase “Resolución en el expediente de dotación de ejidos al poblado José María Morelos, Estado de Oaxaca”, Diario Oficial de la Federación, sección primera, 5 marzo 1936, disponible en https://dof.gob.mx/index.php?year=1936&month=03&day=05#gsc.tab=0.
[49] Lara Millán, op. cit., p. 169.