Cuerpos disidentes y sus cartografías
ENVIADO POR EL EDITOR EL Jueves, 24/10/2024 - 12:59:00 PMEmanuel Rodríguez Domínguez y Ericka López Sánchez, Cuerpos disidentes y sus cartografías de protesta, México, UNAM / Gedisa, 2022.
Maricel Isaza Camargo*
Cuerpos disidentes y sus cartografías de protesta es un título sugerente y prometedor para el lector o curioso. Los autores, Emanuel Rodríguez y Ericka López, proponen en él una metodología igual de atractiva, por lo cual resulta interesante reseñarlo.
Una de las propuestas de los autores es distanciarse de estudiar las marchas LGBTIQ+ de las grandes ciudades para adentrarse en localidades pequeñas, por lo cual centran sus esfuerzos en brindar una interpretación de tales prácticas de protesta en nueve municipios, en su mayoría del centro de México: Iztacalco, Silao de la Victoria, León, Celaya, Cuautla, Tepoztlán, Santiago de Querétaro, Toluca y Valladolid.
Se trata de una alternativa a los análisis clásicos de la acción colectiva, dado que se ocupan de los centros locales, en comparación con los análisis tradicionales que suelen enfocar a los grandes espacios metropolitanos, donde los sujetos desaparecen y el foco, objeto y sujeto de la investigación es la movilización por la diversidad sexual y de género.
La propuesta conceptual del texto aquí reseñado parte de los estudios del giro sensorial, para entender la acción colectiva no sólo a partir de una mirada positivista, sino desde otras racionalidades en las cuales se entretejen elementos políticos que las perspectivas convencionales de los estudios de las movilizaciones dejan de lado. Se trata de elementos importantes tales como el cuerpo y la identidad sonora distintiva de las manifestaciones, que los autores denominan “halo sonoro”. Así, el cuerpo y lo sensorial se torna político.
Rodríguez y López proponen, en su inédita metodología, tres miradas para analizar las marchas por la diversidad sexual y de género: paisajística, cenital y vivencial. Tres perspectivas de análisis para observar, sentir y escuchar las manifestaciones, que involucran nuevas formas de entender, aprehender y estudiar las cartografías de los recorridos de las protestas que transcienden los saberes reducidos a la acción colectiva.
La mirada paisajística contempla la forma en que los espectadores de una marcha la viven desde la banqueta, para tener un panorama horizontal y construir una perspectiva analítica de cómo ven y oyen las movilizaciones las personas espectadoras. Los autores dan cuenta de la limitación que tiene este tipo de observación, que domina un solo plano, y sugieren la mirada cenital, directa y desde el aire, que permite advertir las pronunciaciones topográficas de las corporalidades, que destaca las individualidades y da pie a entender su sentido político. Con esta propuesta, pretenden responder las siguientes preguntas: ¿qué corporalidades LGBTIQ+ se manifiestan?, ¿con qué intensidad lo hacen y bajo qué formas aparecen durante una marcha?
La tercera mirada, la vivencial, surge de las limitaciones de las dos anteriores, de los sesgos de interpretar las marchas “desde afuera”. Su valor radica en estar dentro del cuerpo colectivo, para percibir los sonidos que producen los contingentes: la música generada por los equipos de sonido, las percusiones en distintas modalidades y los gritos de consigna.
Sin embargo, frente a esta propuesta, planteo la pregunta siguiente: ¿dónde queda la mirada de las personas que componen la marcha, esos cuerpos disidentes que asisten y la viven? No se les toma en cuenta y se les ve sólo como un sinnúmero de participantes que en su conjunto forman el objeto de la investigación, las marchas de la diversidad sexual y de género. Se cae nuevamente en una mirada desde afuera y desde los investigadores, que nombran y categorizan a las personas y su conjunto, sin atender a sus vivencias, sus percepciones, sus historias, sus experiencias, sus sentires y sus afectos. Desdibujados completamente y representados/as/es a partir de banderas, colores, carteles publicitarios, eslóganes y organizadoras, elementos que los autores toman en cuenta para evidenciar la forma en que las identidades aparecen y construyen un cuerpo colectivo como su voz de protesta.
A partir de esta metodología, Rodríguez y López caracterizan y categorizan las manifestaciones en: marchas de protesta, con un carácter disruptivo y transgresor, y marchas de conmemoración, de remembranza, con un carácter ceremonial. Las primeras tienen matices de exigencia y confrontación o formas de denuncia, presentadas de manera clara y precisa, regularmente el interlocutor es el Estado y están acompañadas de tonalidades festivas y lúdicas. Las segundas están articuladas a partir del orgullo que reivindica la lucha, pero son despojadas de la reivindicación de la dignidad y están instauradas en lógicas heterosexuales y cisexistas[1] en función de conmemorar.
Dicha clasificación separa elementos que han sido esenciales en las marchas LGBTIQ+ a través de su historia, incluso en sus antecesoras, como las primeras marchas de la liberación homosexual. El carácter de protesta y de conmemoración siempre han sido inseparables: lo festivo y lo lúdico se han unido en la reivindicación de las luchas y las exigencias a través del tiempo. Separar estos elementos y buscar en las movilizaciones su carácter predominante es desconocer que un acto aparentemente sencillo como irrumpir en el espacio público a través de marchas, así sean festivas y lúdicas, contiene un alto carácter de protesta y de denuncia. También es desconocer que las lógicas heterosexuales y cisexistas permean a la mayoría de las marchas de la diversidad sexual y de género en los últimos años, donde los cuerpos disidentes en muchos de los casos ya no están presentes, lo que hay son cuerpos homonormados[2] dentro de estas lógicas (heterosexual y cisexista), que distan un poco del concepto de disidencia. Los cuerpos disidentes aparecen en movilizaciones creadas en contraposición a las marchas de la diversidad sexual y de género en las cuales no se sienten representados/as/es.
Sin embargo, la metodología propuesta por los autores brinda herramientas para plantear que las movilizaciones de las “periferias” no son una copia de las de Ciudad de México. La mirada cenital del circuito de protestas municipales y locales permite observar la influencia constante entre las marchas en lo referente a sus demandas, prácticas y performances. Dentro de este esquema resulta esencial la idea de circuito multitemporal, multiespacial y multisensorial, en el cual convergen y se yuxtaponen prácticas de protesta que varían de acuerdo con sus contextos municipales. Un circuito con estas tres características supone que las marchas se llevan a cabo en diferentes momentos en el tiempo, en el espacio y de acuerdo con sensorialidades particulares.
Una de las fortalezas del texto radica precisamente en la presentación de un circuito que comparte elementos tales como el plano simbólico, que se expresa por ejemplo en los carteles publicitarios que promocionan las movilizaciones y para ello les dan un nombre, o a través de situar a la localidad a partir de referentes arquitectónicos históricos y de representar los cuerpos de las personas LGBTIQ+.
Las marchas de la diversidad sexual y de género también tienen en común que se llevan a cabo los fines de semana, usan la bandera arcoíris y ésta se convierte en elemento de unión que posibilita la construcción del cuerpo colectivo, los vestuarios estridentes de mujeres trans y hombres gay, los carros alegóricos. También comparten la sonoridad en sus diversas formas, así como un acto final que funciona como evento formal de cierre y se lleva a cabo sobre un templete montado en un sitio representativo de la localidad. Todas las manifestaciones tienen un momento inaugural y uno final. De igual manera, es importante destacar que no hay correlación entre mayor temporalidad y mayor movilización de las marchas del circuito nacional de protestas.
Todos los elementos enunciados contribuyen a explicar la acción colectiva de las personas LGBTIQ+, con las marchas de la diversidad sexual y de género como objeto y sujeto de investigación. Sin embargo, la metodología propuesta no muestra la capacidad de agencia de las personas que se movilizan en los cuerpos colectivos. Al quedar desdibujadas estas personas, las manifestaciones se presentan como ya dadas, sin que sea posible entender el proceso que las llevó a consolidarse en cada una de las localidades, ni sus particularidades y puntos en común. Quedan sin revelarse las experiencias, expectativas, historias, pensamientos, sentires y afectos de los/as/es participantes, pues la generalización oculta la riqueza que radica en la diversidad de formas de oposición y resistencia.
* Maestra en Historia y Etnohistoria; doctorante por la Escuela Nacional de Antropología e Historia, INAH.
[1] El cisexismo es un régimen binario de género basado en los “sexos verdaderos”, que otorga a las personas cis un estatus de privilegio; también consiste en la creencia de que los géneros de las personas trans son inferiores o menos auténticos que aquellos de las personas cis (p. 42).
[2] La homonormatividad “como el constructo cultural que convierte a la homosexualidad en un espacio normativizado de disidencia sexual; que asume al género como elemento generador de relaciones, prácticas e identidades sexuales y complementa la heteronormatividad a pesar de ponerla en cuestión”. Luis Nivardo Trejo Olvera y Silvia Ruiz Tresgallo, “Los imaginarios disruptivos del cuerpo queer: un análisis de la masculinidad disidente en la ilustración mexicana del siglo XXI”, Revista Interdisciplinaria de Estudios de Género, vol. 7, núm. 1, México, 2021, pp. 1-33, disponible en https://doi.org/10.24201/reg.v7i1.616.