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Dinámicas peregrinas: prácticas y procesos en la devoción mariana en Juquila

ENVIADO POR EL EDITOR EL Jueves, 24/10/2024 - 11:17:00 AM

Edward Wright-Ríos*

 

En las carreteras de Oaxaca, particularmente durante los meses de noviembre y diciembre, es común encontrarse con peregrinos en camino al santuario de Nuestra Señora de Juquila, en la Sierra Sur. Procedentes de diversas comunidades en el centro y sur de México, se ven filas de caminantes con sus estandartes y camisetas, pelotones de ciclistas con sus altares móviles y sirenas, corredores (“antorchas”) con sus camiones de apoyo, y hasta flotas de autobuses turísticos y rebaños de mototaxis. Hay semanas en que es sumamente difícil llegar a las playas de Oaxaca sin enfrentar serias demoras por el tráfico peregrino. De vez en cuando, los observadores especulan sobre el número de personas que participan en esta peregrinación. Según un libro publicado en 1791 por el cura de Zimatlán, atraía 23 000 peregrinos y 1 500 comerciantes a su feria cada 8 de diciembre.[1] A fines del siglo XIX, asistían aproximadamente 30 000 personas, según la prensa católica oaxaqueña de la época.[2] Recientemente, el gobierno oaxaqueño calcula que 2.5 millones de personas visitan Juquila cada año.[3]

 

Fuera de los círculos de participantes, se suele imaginar una masa de devotos inspirados simplemente por su fe y en el cumplimiento con tradiciones antiguas. Pero en verdad la peregrinación perdura y aun crece en México y otras sociedades del mundo por ser flexible y adaptable. En otras palabras, no es una práctica apartada del mundo moderno o de los avances tecnológicos. Al contrario, los peregrinos y la peregrinación forman parte de los procesos económicos y culturales y son sensibles a ellos.

 

A primera vista, simplemente se trata de viajar a un lugar conocido por ser sagrado y donde residen imágenes con reputaciones milagrosas. Pero más allá de un viaje espiritual, las peregrinaciones abarcan varias cuestiones: fe, esperanza, sacrificio, comunidad y relaciones personales. En este momento, las imágenes marianas son las más visitadas en México. Para muchos, la Virgen es una intercesora poderosa que aboga por los fieles, cuidándolos y concediéndoles asistencia milagrosa. Venerar sus representaciones es parte de esta dinámica, y aunque no sea una costumbre de todos los católicos, sigue siendo aceptado como expresión de religiosidad ortodoxa. En cualquier caso, los que celebran su devoción de esta manera tienen a su alcance una reserva profunda de costumbres centradas en cultivar una conexión personal con una imagen específica. Peregrinar constituye una de estas prácticas.

 

En México hay evidencia de viajes religiosos a lugares sagrados antes de la llegada de europeos a las Américas. En algunos casos parece que las devociones católicas se asientan sobre costumbres precolombinas. También sabemos que el catolicismo implantado en México venía cargado de antiguas y complejas tradiciones desarrolladas en Europa en torno a las reliquias e imágenes. Por otra parte, gracias a los trabajos antropológicos sobre la cultura chatina sabemos que los misioneros, después curas diocesanos, trataban de imponer la religión católica en una cultura donde se consideraba que el territorio mismo ofrecía múltiples lugares con poder sobrenatural y se creía en la aparición de figuras sagradas, con las que era posible comunicarse mediante rituales. [4]

 

El resultado en muchas comunidades fue una reinterpretación del catolicismo y la persistencia de sensibilidades y prácticas de origen indígena dentro de las devociones. Lamentablemente, la documentación histórica sobre la religiosidad practicada en la Sierra Sur en la Colonia y el siglo XIX es escasa. No podemos decir con certeza cómo se entendía la devoción a la Virgen de Juquila entre la feligresía que visitaba el santuario en esas épocas. Aun para el siglo XX es muy fragmentada la evidencia.[5]

 

En la presente coyuntura histórica la devoción peregrina alrededor de la Virgen de Juquila abraza muchísimos más fieles que antes; parece estar particularmente arraigada en los estados de Veracruz y Puebla, y con frecuencia atrae devotos de Chiapas, Guerrero, Tlaxcala, Morelos y el Estado de México. Las fotografías aquí expuestas son parte de un estudio histórico que pretende arrojar luz sobre ese proceso de evolución y expansión. Se basa en investigación archivística, entrevistas, visitas al santuario y participación del autor en dos peregrinaciones: una vez con caminantes desde la ciudad de Oaxaca (2016) y otra con ciclistas desde Acatzingo, Puebla (2018).

 

La documentación asequible sugiere que la estabilidad social y el crecimiento económico —o la falta de ellos— impactaron directamente en el desarrollo de esta tradición: hubo un crecimiento y expansión durante los últimos años de la Colonia y el porfiriato; y además, disminuyó en las décadas de guerra, depresión económica e inestabilidad al principiar los siglos XIX y XX. Hoy nos encontramos en un momento de auge que comenzó hacia 1949, adquirió fuerza en la década de los cincuenta y se ha sostenido durante el resto del siglo XX y las primeras dos décadas del XXI. Por lo visto, la construcción y pavimentación gradual de carreteras, las mejoras en los medios de comunicación y la progresiva integración de Oaxaca y la Sierra Sur a la economía nacional facilitó las peregrinaciones y permitió a los mexicanos de otras regiones acceder a información sobre la imagen oaxaqueña. La devoción más extendida a Nuestra Señora de Juquila en los estados cercanos coincide con las principales arterias del comercio doméstico, por ejemplo: las comunidades poblanas de Tepeaca, Huixcolotla, Acatzingo y Tecamachalco.

 

Por otra parte, las entrevistas a peregrinos revelan que muchos conocieron la devoción y organizan sus peregrinaciones a través de redes sociales establecidas en el comercio. En este aspecto, la historia mexicana concuerda con los procesos históricos en otras naciones. Por lo general, las peregrinaciones y el comercio se desarrollan juntos y se influyen mutuamente; son notables las dinámicas de competencia económica entre devociones a lo largo del tiempo.[6] Al parecer, los avances tecnológicos de los últimos años y la rápida expansión del uso de las redes sociales entre los mexicanos (particularmente Facebook y YouTube) están estimulando la expansión de la devoción a Juquila y fomentando prácticas que se desarrollan simultáneamente en el mundo virtual y en los caminos oaxaqueños.

 

En fin, lo que vemos es un fenómeno cultural dinámico y adaptable. A continuación, abrimos una ventana sobre la historia reciente de la peregrinación al santuario de Juquila, en Oaxaca.

 

Descripción de la galería

Fotografía 1: En 1791 Joseph Manuel Ruiz y Cervantes, párroco de Zimatlán, publicó el libro Memorias de la portentosa imagen de Nuestra Señora de Xuquila, con aprobación de los censores eclesiásticos y el virrey. Hasta la fecha, es la fuente más importante sobre la historia colonial de la devoción oaxaqueña y, esencialmente, punto de partida para su actual historia “oficial”. Pero lo debemos consultar con cuidado: es simultáneamente guía y obra de propaganda alrededor de una imagen venerada por generaciones en una comunidad chatina, antes de que la Iglesia se apropiara de ella y la renombrara Nuestra Señora de Juquila, en 1719. A partir de ese momento se convirtió en una devoción promovida y controlada por el clero. Por lo tanto, debemos acercarnos a este libro sabiendo que fue parte de una campaña mediática del siglo XVIII.

 

Fotografía 2: El padre Ruiz y Cervantes escribe que la imagen original fue un regalo de fray Jordán de Santa Catalina, famoso misionero pionero, a un “mozo” chatino de Amialtepec, quien después habría iniciado la devoción a la pequeña imagen en su pueblo natal. Por otra parte, el pueblo de Amialtepec sostiene —hasta la fecha—que la imagen apareció en el pueblo milagrosamente sin ningún misionero intermediario. Hoy en día, algunos peregrinos sospechan que la imagen que se halla en Juquila es una copia. Así que, como en muchas devociones, la historia de la Virgen de Juquila proviene de un pasado más allá del horizonte de los hechos verificables, y los debates sobre su origen no parecen tener fin. Pero sin duda se trata de otro caso de la época colonial en que la evolución de las devociones y el propio catolicismo local fueron temas de negociación.

 

Fotografía 3: Según Ruiz y Cervantes, miles de estampas de la Virgen de Juquila y escapularios se vendían en su romería a finales del siglo XVIII. En su opinión, casi no había casa en Oaxaca sin su imagen grabada o en estatuilla. En sus Memorias incluyó una estampa que representa la imagen oaxaqueña en un estilo típico de los últimos años de la Colonia. Hoy la arquidiócesis circula fotografías oficiales de la imagen en las redes sociales. Su representación cambió en 2014 cuando, con motivo de su coronación oficial, se le rodeó de nuevos adornos y ángeles de plata. Muchos devotos prefieren su aspecto más humilde de años previos.

 

Fotografía 4: Además de las estatuas de distintos tamaños, las estampas tradicionales y las fotografías de la Virgen de Juquila que circulan entre los devotos, hay muchas representaciones de la imagen como una especie de logotipo. Cada año, los grupos de peregrinos contratan a negocios en sus comunidades para hacer gorras y playeras con representaciones pequeñas. Muchos negocios nombrados por la devoción —incluyendo farmacias, carnicerías, panaderías, florerías y fabricantes de moles— desarrollan sus propias versiones estilizadas para engalanar sus letreros y distinguir su marca. Los puestos de Juquila la venden plasmada en plumas, llaveros y bolsas de compras. Claro, en internet se encuentran diseños para camisetas (como éste) y tatuajes representando a la famosa Inmaculada oaxaqueña.

 

Fotografía 5: El libro del padre Joseph Ruiz y Cervantes incluye un par de planos que marcan la ruta de la ciudad de Oaxaca (sede de la autoridad eclesiástica y política de la región) a Santa Catarina de Juquila, en la Sierra Sur. Aunque hay muchas rutas, el plano colonial traza un camino casi idéntico al que siguen los peregrinos que salen de Oaxaca. En algunas partes, lo que parecen ser trozos del viejo camino real con su empedrado se siguen usando. Pero muchos otros peregrinos viajan por otros caminos, conforme a su origen. Por ejemplo, hay rutas distintas de la Mixteca y Chiapas. Además, el gran número de devotos de los estados de Puebla y Veracruz que abrazaron la devoción en los últimos cincuenta años viajan sobre todo por caminos que ellos establecieron antes de encontrar la ruta “oficial” en la ciudad de Oaxaca. A final de cuentas, viajan casi el doble.

 

Fotografía 6: Donde existen peregrinaciones, hay economías que dependen del flujo de peregrinos. En los caminos y senderos, los empresarios locales anhelan aprovecharse del movimiento masivo de devotos. A veces son negocios netamente improvisados, por ejemplo, vendiendo en el camino bebidas y “bolis” que cargan en una mochila. En otros casos, ofrecen un panorama del espíritu empresarial mexicano: desde mesas y bancos caseros debajo de lonas de plástico, con sus cocinas al aire libre, hasta restaurantes con piso de cemento, techo de lámina y aparatos de sonido en la carretera. La comida, por lo general, es abundante y rica. Los huevos al comal sobre una tortilla recién hecha, con salsa y un poco de sal, es el clásico platillo peregrino.

 

Fotografía 7: Cargar la imagen de la Virgen o Juquilita es un honor para los peregrinos. Algunos cuentan que la caminata es mucho más fácil cuando la llevan a cuestas. Muchos grupos tienen una copia de la imagen que los acompaña cada año.

 

Fotografía 8: “¿Cansado? La Virgen y tu fe te mueven”, dice el grafiti peregrino. En todo el camino, los devotos dejan mensajes y señales. A primera vista, los mensajes emanan de una cultura de apoyo mutuo que la mayoría de los peregrinos sostienen. Por ende, piedras y paredes tienen flechas indicando el camino correcto, e individuos y carros pasan echando porras a los devotos. De la misma manera, hay mensajes como éste, que ofrecen inspiración. A un nivel más profundo, las señales, cruces, adornos, testimonios y las leyendas compartidas entre peregrinos nos hablan de un largo proceso por el cual los devotos de Juquila les han añadido un significado religioso, simbólico y moral a lugares específicos en el paisaje.

 

Fotografía 9: Nuestra era digital ha traído importantes trasformaciones en la devoción popular. Siempre ha habido una cultura emotiva de piedad en los santuarios. Además, hay una tradición compleja acerca de los objetos simbólicos y textos breves que alaban a la Virgen como intercesora. Hoy en día, estas costumbres están colonizando los medios sociales. Casi todos los peregrinos toman fotos y videos con sus teléfonos. Algunos hacen videos y documentales caseros. Unos pocos publican exvotos virtuales, incluyendo corridos originales que cuentan historias de milagros recibidos. Naturalmente, hay empresarios con conocimiento tecnológico que ofrecen sus servicios a los devotos.

 

Fotografía 10: Muchos peregrinos pasan por los valles centrales de Oaxaca. Al amanecer, un grupo acompaña a su imagen después de salir de Zimatlán horas antes. En gran medida, la historia de Juquila se centra en la interacción entre los residentes del valle central y las comunidades de la sierra y la costa. Siglos atrás, la peregrinación coincidía con una feria de comercio importante. Gente de estas zonas siguen encontrándose en el santuario, pero la dinámica ha cambiado y hoy miles de devotos de regiones lejanas también toman parte.

 

Fotografía 11: Tal como los camiones y autobuses que emprenden viajes a Juquila, los ciclistas decoran sus bicicletas en honor a la Virgen. Típicamente esto incluye una pequeña foto enmarcada o una copia plástica de Juquila ajustada al manubrio y acompañada por flores artificiales. La mayoría de los grupos mandan a hacer camisetas también y así se identifican en el camino. Cada año cambian el color. En algunos casos, vienen jalando una especie de pequeña capilla detrás de su bicicleta.

 

Fotografía 12: En la tarde del quinto día de camino, los peregrinos del Mercado de Abastos de Oaxaca llegan a las afueras de Yolotepec. Uno va cargando la imagen del grupo y otra porta un chaleco de “Juquila Air Comfort Systems”, un patrocinador en Houston, Texas (el gerente es miembro del grupo). Cada día se conoce por ciertas costumbres habituales: despertar antes del amanecer, beber café de olla o champurrado, encontrar el camino y descansar en los puestos de comida. Una vez en movimiento, los peregrinos suelen esparcirse buscando su propio paso. Algunos caminan rápidamente y otros sufren cada kilómetro. Entre algunos, la caminata se aligera escuchando música devota o conversando. Otros prefieren el silencio y la contemplación.

 

Fotografía 13: Atados o amontonados, sacos de cebollas, naranjas, ropa y carbón acompañan a una familia que sigue, a bordo de una camioneta, a los peregrinos ciclistas de Acatzingo. El anafre (casi un objeto simbólico y obligatorio de la cocina móvil de los peregrinos) se balancea suspendido por encima de los viajeros mientras arranca la camioneta. Solemos enfocarnos en los devotos —caminantes, ciclistas y corredores— que sudan y sufren para cumplir su manda, pero en muchos casos las familias y amigos que los siguen son más numerosos. Programan su llegada para coincidir con los grupos en Juquila y celebrar juntos.

 

Fotografía 14: Casi exclusivamente hombres jóvenes, los peregrinos ciclistas han reinterpretado prácticas de penitencia. Muchos cargan un Cristo crucificado, pequeñas estatuillas del Santo Niño o retratos de Juquila enmarcados. A veces usan pequeñas bolsas tejidas a mano que llevan en la espalda, o cargan vitrinas artesanales de madera y cristal.

 

Fotografía 15: Los grupos grandes organizan cenas cada noche de la peregrinación. Buscan patrocinadores para estas comidas y los mencionan en las celebraciones. En este caso, una familia donó pollo con mole, arroz, tortillas, y horchata para los peregrinos. Los ciclistas agotados de Acatzingo estacionan sus bicicletas en una cancha de baloncesto y se juntan con la comisión organizadora y los otros trabajadores que apoyan la peregrinación. Mientras comen, un grupo de mariachis trata de hacerse escuchar por encima de un generador de luz. Al fondo, los tres altares móviles del grupo parecen vibrar con sus luces led de distintos colores.

 

Fotografía 16: El catolicismo conserva antiguas costumbres centradas en el contacto personal con objetos sagrados. Pero la Iglesia no permite tocar a la Virgen de Juquila. Por lo tanto, la copia en el Pedimento (una capilla en las afueras de Juquila) suple a la original.[7] Después de una tranquila espera y a su turno, los peregrinos tocan con sus velas la imagen y luego sus cuerpos. Palpan el manto de la Virgen, le prenden milagros y le dejan dinero (falso y verdadero). Luego, entre susurros, les abren paso a otros devotos. En los muros y columnas a los lados pegan fotografías de hijos minusválidos, títulos escolares, peticiones de trabajo.

 

Fotografía 17: Amontonadas mediante una labor de ornamentación apresurada, o enredadas deliberadamente en una obra de arte abstracta, cientos de cruces compiten en los árboles del Pedimento. Atadas con mecates, agujetas, trapos, listones, y aun corbatas, parecen agarrarse con fervor a las ramas, formando un paisaje conmovedor. Los que portan mensajes ofrecen las típicas declaraciones pías. En conjunto, en su densidad, cotidianidad y honesta sencillez, hablan de profundas esperanzas y necesidades.

 

Fotografía 18: El bastón y el sombrero han sido emblemas simbólicos y accesorios prácticos de la peregrinación por siglos. Entre los devotos de Juquila, las varas que portan en el camino ostentan un sentido adicional: más allá de ayudarles en sus pasos, cargan con los pecados y penas de su dueño. Es costumbre, por lo tanto, tener cuidado de no confundirlas. El último día cuando, agotados, atraviesan las calles de Juquila, pasan por una pequeña capilla abierta. Allí se demoran contemplando la cruz y abandonan sus bastones, y a veces también sus sombreros, antes de continuar su marcha, aliviados. Este momento presagia su retorno al ritmo y a la realidad mundana: la peregrinación está por terminar.

 

Fotografía 19: El pueblo de Juquila vive de la peregrinación. Conforme se expande la devoción, crece la parroquia y cabecera. La plaza principal se encuentra en un espacio limitado, arrinconado por laderas empinadas donde las casas parecen sujetarse precariamente. Según los peregrinos, los comerciantes explotan a los devotos, pero esto no disminuye su entusiasmo. Para muchos una procesión triunfal por el pueblo representa la culminación de su visita. Algunos contratan mariachis o bandas para alegrar su paso por las calles. Portan las imágenes que transportaron en todo el camino. En esta imagen, dos grupos de peregrinos de Acatzingo, Puebla —uno de caminantes y otro de ciclistas— suben al santuario anunciados por cohetones. En la vitrina se ve a la patrona del pueblo de Acatzingo, Nuestra Señora de Dolores, y a la Virgen de Juquila.

 

Fotografía 20: Por fin, llegan los peregrinos al santuario, sea caminando, corriendo, en bicicleta, en coche o en autobús. En la época más intensa de peregrinaciones, noviembre y diciembre, el arribo constante de procesiones llena el atrio durante todo el día. El santuario, repleto de gente durante la misa, deja a muchos afuera escuchando por unos parlantes con sus ofrendas en mano, deseando aproximarse a la Virgen de Juquila, iluminada en el altar a lo lejos. Cuando termina la misa entran los devotos de afuera e inmediatamente los reemplazan nuevos grupos de peregrinos recién llegados.

 


* Vanderbilt University.
[1] Joseph Manuel Ruiz y Cervantes, Memorias de la portentosa imagen de Nuestra Señora de Xuquila, México, Felipe de Zúñiga y Ontiveros, 1791, pp. 58-61.
[2] La Voz de la Verdad, 17 de diciembre de 1899.
[3] “Gobierno de Oaxaca apuntala el desarrollo de las Rutas Turístico-Económicas de Oaxaca”, Revista Debate, San Pedro Juchatengo, 7 de noviembre de 2015, disponible en https://revistadebate.com.mx/2015/11/08/gobierno-de-oaxaca-apuntala-el-desarrollo-de-las-rutas-turistico-economicas-de-oaxaca/.
[4] Miguel Bartolomé y Alicia Barabas, Tierra de la palabra: historia y etnografía de los Chatinos de Oaxaca, Oaxaca, Instituto Oaxaqueño de las Culturas, 1996; James Greenberg, Santiago’s Sword: Chatino Peasant Religion and Economics, Berkeley, University of California Press, 1981, y Alicia Barabas (coord.), “Ethnoterritorialidad sagrada en Oaxaca,” Diálogos con el territorio: simbolización sobre el espacio en las culturas indígenas de México, México, INAH, 2003, pp. 37-124.
[5] Edward Wright-Ríos, Revolutions in Mexican Catholicism: Reform and Revelation in Oaxaca, 1887-1934, Durham, Duke University Press, 2009, pp. 206-270.
[6] Ian Reader, Pilgrimage in the Marketplace, Nueva York, Routledge, 2013.
[7] En los últimos años el Pedimento ha estado cerrado, primero por la pandemia y después por los intensos conflictos de límites entre Yaitepec y Juquila. Pero durante varias décadas fue el centro de prácticas devocionales muy populares.