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La espera indomable de las costureras del terremoto

ENVIADO POR EL EDITOR EL Jueves, 24/10/2024 - 13:52:00 PM

Alejandro González Vicente*

 

 
Costurera cosiendo una bandera nacional. Fotografía: Alejandro González, Alcaldía Cuauhtémoc, Ciudad de México, 2024.

 

En la calle Manuel J. Othón, casi llegando a la avenida San Antonio Abad (colonia Obrera, Ciudad de México), se levanta la simbólica estatua de una mujer trabajando en una máquina de coser; podemos ver entre sus manos la bandera mexicana. Fue erigida por el histórico Sindicato de Costureras 19 de Septiembre tras el terremoto de 1985. A un lado se encuentra un edificio compuesto por una planta baja y un primer piso, en cuya fachada hay una lona en la que se puede leer “Centro de Capacitación Laboral y Educación Integral”.

 

Frente a estos espacios, el pasado 28 de enero de 2024, la señora Gloria Juan Diego Monzón, exintegrante del sindicato referido, recibió, por fin, las escrituras que le confieren a la “Asociación Costureras y Costureros 19 de Septiembre” (de la que es su actual presidenta), la propiedad del predio sobre el que se alza ese edificio, esto de manos de Martí Batres, jefe de Gobierno de la Ciudad de México, en un significativo evento cívico que se llevó a cabo en la vía pública.

 

En dicha entrega estuvieron presentes las compañeras y compañeros de lucha de la señora Juan Diego: “¡19 de septiembre, no se olvida, es de lucha combativa!”, fue la consigna con la que los saludó esa mañana, a la que respondieron a coro, con clamor y aplausos. “De verdad muchísimas gracias por este espacio, que si ya sentíamos nuestro, hoy por fin es nuestro”, dijo al jefe de Gobierno, que estaba acompañado por Néstor Vargas, consejero jurídico y de servicios legales, quien se encargó de resolver la validez de la donación del predio; así como de Ricardo Ruíz Suárez, secretario de Gobierno de la ciudad.

 

Y agregó “Queremos decirle, maestro Martí Batres, que este espacio, aun cuando está trabajando, queremos hacerlo crecer [...] que no sólo el gobierno vea, sino que toda la gente sepa que estamos aquí todavía, que todavía estamos gente que padecimos esos momentos del 85 y después el 17, que estamos organizadas justamente en recuerdo de nuestras compañeras y compañeros que fallecieron en los sismos”.

 

Necesario era recordar los nombres de aquellas compañeras de lucha que hoy día ya no están con ellas y ellos: Concepción Guerrero, Guadalupe Conde. Una de ellas fue modelo para Patricia Mejía, autora de la estatua que se colocó en honor a las costureras muertas.[1] Aunque es extraño no escuchar el nombre de Evangelina Corona, desde algún lado han de sonreír juntas, todas ellas, al ver una victoria más de la lucha que comenzaron. Como historiador, pienso que ese lugar debe ser la memoria.

 

 
Fotografía: Alejandro González, Alcaldía Cuauhtémoc, Ciudad de México, 2024.

 

Décadas tras la justicia

En la actualidad, en el inmueble se llevan a cabo talleres de confección y costura de lunes a viernes, de 6 a 7 pm. Esto, por el horario laboral de Daniel Ramírez Enríquez, quien es el encargado de impartirlos, y quien fuera presidente de la Asociación. Pero además hay una biblioteca, un taller de música, hay salas para recibir a compañeros de otras luchas, para capacitarlos en los oficios del diseño y la confección de ropa o para asesorarlos en cuanto a derechos de los trabajadores; para eso está pensado. Daniel claramente conoce el proceso y el tiempo que costó obtener la propiedad del edificio y del predio que hoy ya son de ellas y ellos. Pero para entenderlo, hay que remitirnos brevemente al pasado.

 

El 19 de septiembre de 1985, un terremoto que se originó en las costas de Michoacán y Guerrero (de magnitud 8.1 en la escala de Richter) sacudió a la capital mexicana, lo suficiente como para develar las indignantes condiciones en que trabajaban cientos de mujeres (en su mayoría) en los talleres que se ocultaban en edificios que corrían desde el Centro Histórico y hasta calzada de Tlalpan.[2]

 

“Nos dimos cuenta que había un trato esclavo [...] donde no había derechos, no había prestaciones [...] que se encerraban a las compañeras [lo que] fue causa de que muchas murieran” recordó Ricardo Ruíz en la entrega del predio. Antes del terremoto, era sabido que un número importante de costureras en el entonces Distrito Federal experimentaban la letra muerta de sus derechos: la mayoría de ellas no ganaban el salario mínimo, no generaban antigüedad porque los contratos eran temporales (a veces de una semana); a fin de año se les despedía para recontratarlas en enero, por lo que no se les entregaba el respectivo aguinaldo, no tenían vacaciones ni seguro social, además de que no se les tenía consideración por si tenían retardos y no se les pagaban horas extras.[3]

 

Pero no fue sino hasta que se cayeron aquellos edificios la mañana del 19 de septiembre de 1985 que se hizo visible esa historia, aunque francamente, ello no bastó. Con la atención que los medios de comunicación y la sociedad civil aportaron a las costureras, ellas dieron forma a su tragedia y la convirtieron en otra cosa.[4] En esos días, junto a las vecindades derruidas en las colonias Guerrero y Morelos, el Nuevo León de Tlatelolco y el Hospital “20 de noviembre”, San Antonio Abad fue otro más de los epicentros del dolor. El número 151 localizado en esa avenida fue clave para ello. Ahí se alzaba un edificio de varios pisos, uno de los lugares donde trabajaban decenas de mujeres en talleres clandestinos; la hora de entrada era a las 7 am, por lo que ahí ya se encontraban varias de ellas. El terremoto sobrevino 19 minutos después y los pisos inferiores se vinieron abajo, a veces emparedándose un piso sobre el otro.[5]

 

“Cuando nosotros encabezamos el Sindicato de Costureras 19 de Septiembre, por supuesto que el compromiso fue [...] justamente recordar a las compañeras que quedaron bajo los escombros, que además se las llevaron entre los escombros a muchas de ellas [...] Porque [...] priorizaron los patrones por su materia prima y por su maquinaria” remarcó Gloria Juan Diego; sus familiares y compañeras estuvieran en la calle con esperanza de rescatarlas vivas... o por lo menos esperando a recuperar sus cuerpos para darles cristiana sepultura.[6]

 

Apoyadas por grupos feministas y de sindicatos independientes, marcharon al Ángel de la Independencia, se plantaron en el Zócalo, se solidarizaron con los damnificados organizados, tomaron las oficinas de la Secretaría de Trabajo (localizadas en el Ajusco) para lograr indemnizaciones justas (además de los pagos de sus salarios correspondientes), confiscaron máquinas y rollos de tela para evitar que sus patrones huyeran y se entrevistaron con el presidente Miguel de la Madrid. Tanto fue su clamor, la fuerza y justeza de sus demandas que formaron el Sindicato Nacional de Trabajadoras de la Industria de la Costura, Confección, Vestido, Similares y Conexos 19 de Septiembre, justo un mes después del terremoto.[7]

 

Un lugar lleno de simbolismos

Una de las demandas de las costureras recién sindicalizadas era tener un espacio para su organización, para eso querían el predio que quedó desocupado en el número 151 de San Antonio Abad, esto después de que el edificio semiderruido fuera demolido.

 

“Siempre fue la promesa del gobierno donar el espacio [...] estuvimos ocho años en campamento porque no tenían cuestión jurídica, viene la lucha, no fue tan facilito” recuerda Daniel al hablar sobre esta victoria, en una breve entrevista sostenida en el local, cuyo tono contrasta claramente con el de la entrega. Y nos sigue contando: “Aguantamos porque nosotros venimos de las fábricas, tuvimos que presionar, hacer, ¡incluso le cerramos [la avenida] a Obrador como unas cuatro o cinco veces!”.

 

“Llego el momento en que [Marcelo] Ebrard era jefe de Gobierno (2006-2012), entonces Rosa Isela (en ese entonces, coordinadora general del Gabinete de Gobierno y Seguridad Pública del Distrito Federal) nos dijo: “Hay una propuesta del programa Hábitat del gobierno federal. [Entonces] el gobierno del DF puso el terreno, pero hicieron negociaciones con el dueño del predio”, señala Daniel.

 

El actual Centro de Capacitación Laboral era entonces un proyecto, después de que el Sindicato fuera “charreado” por Patricia Mercado, lo que se consideró una traición. Pero la lucha continuó por otro lado: nació así “Costureras y Costureros 19 de Septiembre A. C.” en 1999.[8]

 

El gobierno construyó el inmueble prometido y se entregó como donación a la Asociación, pero aún quedaba pendiente la propiedad del predio: “había un documentito, un PRT, Permiso Temporal Revocable, por lo que teníamos que entregar un informe cada diez años, explicando que era lo que hacíamos aquí”. Tal como narra Daniel, obtener la propiedad era entonces, solo una posibilidad.

 

Pero lo lograron. Daniel Ramírez cierra la pequeña entrevista así: “Claudia (Sheinbaum) se comprometió”. Y le dejó el pendiente al actual Jefe de Gobierno, que no es ajeno a esa lucha, porque también formó parte de ella: “Aquí estamos en un espacio lleno de simbolismos, de dolor, de historia, pero también de victorias, de alegrías”, reconoció en su participación tras la entrega de las escrituras.

 

Así, esa mañana se dieron cita la historia y la memoria para ajustar cuentas pendientes con esa lucha. Pero no fue fácil: traiciones, espera, marchas, plantones, el abandono y el olvido. Es una victoria que se alza en medio de todo eso. Las costureras tuvieron que esperar a que compañeros de luchas solidarias con ellas, se volvieran gobierno casi 39 años después.

 

“Por eso es tan importante ese momento [la creación del Sindicato] como éste, porque queremos seguir teniendo a las compañeras en la memoria, porque eso sostiene en la lucha, y este espacio es para eso [...] por supuesto los talleres que hay, pero también de hacer conciencia social”, dijo la señora Gloria.

 

* Historiador independiente egresado de la ENAH.
[1] Iván Salcido, El terremoto de 1985. 25 años en nuestra memoria, México, edición del autor, 2010, p. 238.
[2] “Las costureras del 19 de septiembre sufren olvido y pobreza”, Sin Embargo, 20 de septiembre de 2015, disponible en https://www.sinembargo.mx/20-09-2015/1491773.
[3] Carlos Monsiváis, Entrada libre. Crónicas de la sociedad que se organiza, México, Era, 2013, pp. 92-93.
[4] Monsiváis, Entrada libre..., p. 93.
[5] Salcido, El terremoto., pp. 235-238.
[6] Elena Poniatowska, Nada, nadie. Las voces del temblor, México, Era, 2005, pp. 135-146.
[7] Monsiváis, , Entrada libre..., pp. 91-104.
[8] “Remembranza de los fallecidos en los sismos de 1985”, La Jornada, 17 de septiembre de 2005, disponible en https://www.jornada.com.mx/2005/09/17/index.php?section=opinion&article=002a2cor.