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La defensa de las literaturas indígenas y del pensamiento de los binnigula’sa’(Víctor de la Cruz, in memoriam)

ENVIADO POR EL EDITOR EL Martes, 29/10/2024 - 16:01:00 PM

Abraham Nahón*

 

El 9 de septiembre de 2015 murió el poeta, editor, historiador, crítico, traductor y escritor binnizá Víctor de la Cruz (Juchitán, Oaxaca, 1946-Ciudad de Oaxaca, 2015). Lo conocí en el CIESAS Pacífico Sur —en ese momento CIESAS Istmo, ubicado en las instalaciones de la colonia Reforma—, donde trabajé por unos 14 años (del 2000 al 2014), coordinando y realizando proyectos de investigación en comunidades indígenas y afromexicanas con el reconocido antropólogo Salomón Nahmad. El cubículo de Víctor de la Cruz, localizado en la segunda planta, le hacía pasar necesariamente frente al sitio desde donde trabajábamos. Así que varias veces al año coincidíamos en ese lugar de encuentro y la charla, siempre salpicada por la ironía y el humor, giraba en torno a las investigaciones en curso o sobre alguna ineludible noticia del momento.

 

Recuerdo que era notoria la llegada de Víctor. Con un gran vozarrón, iba intercambiando frases o comentarios con quien hallaba en su camino; a veces daba la sensación que llevaba la palabra como una espada desenvainada, dispuesto a responder con agudeza, con lucidez o con un humor ácido. Era más bien de espíritu levantisco, inquieto, perturbador. No todos los investigadores y colegas resistían sus comentarios caústicos, además, su extenso conocimiento y la agudeza de su ironía, la ejercía por momentos en críticas lapidarias, restándole posibilidades de ser “políticamente correcto” y lograr una “buena” fama, la cual se notaba que en ese momento de su vida para nada buscaba. Pero una vez que alguien podía franquear sus incitaciones y sus punzantes juegos verbales, se podía conocer a un intelectual solidario, humanista, rebelde y crítico perpicaz.

 

Tuve la fortuna de coincidir con él en dos actividades vitales y marginales que Víctor ejerció magistralmente: escribir poesía y hacer una revista cultural independiente. Una vez que le obsequié la revista Luna Zeta —la cual dirigí, imprimiéndose de 1998 a 2014—, como me ha sucedido con algunos “revisteros” y artífices de proyectos editoriales independientes, se gestó casi inmediatamente cierta complicidad y solidaridad. El conocer las enormes adversidades que implica dirigir una revista cultural —no institucional ni comercial, sino autónoma y crítica— por varios años, afortunadamente, genera fraternidades entre quienes saben que es una labor titánica o “romántica”, como bien reafirmaba irónicamente Víctor: “Al dedicarnos a un trabajo ingrato, del que no obtendríamos ningún peculio”. Hablamos varias veces de poesía y edición, ya que la revista Guchachi´ Reza (Iguana Rajada), que dirigió e hizo sobrevivir por muchos años, es también un ejemplo notable de su tenacidad como editor, lector, traductor y defensor de las lenguas y literaturas indígenas, especialmente de las letras en el diidxazá (o zapoteco del Istmo) actual.

 

Esta revista cultural, Guchachi´ Reza, tiene como antecedente su aparición con fecha de febrero de 1975, en el suplemento cultural de El Satélite, bajo la dirección de Víctor de la Cruz. Inicialmente les propusieron llamarse “Del Recuerdo”, pero su director, seguramente con la aceptación de su primer consejo de redacción —Gilberto Sánchez y Guillermo Petrikowsky— decidió nombrarla Guchachi´ Reza y aclarar desde su presentación que se trataba de la fundación de una revista cultural mensual, la cual tendría “independencia absoluta de criterio y dirección respecto de El Satélite”.

 


Figura 1. La revista cultural Guchachi´ Reza, núm. 1, febrero de 1975, en el suplemento cultural de El Satélite.

 

A lo largo de su existencia la revista tuvo diversas etapas, quedándose varias fechas, sobre todo entre “épocas”, sin publicar. Se le conoce más a partir de su segunda época, editada por el Patronato de la Casa de Cultura de Juchitán, con la participación colectiva de quienes le dieron fuerza y consolidaron la publicación: Víctor de la Cruz, Francisco Toledo (quien financió varios números), Elisa Ramírez y Macario Matus, principalmente. Esta segunda etapa inicia en febrero de 1980, señalando a la vez tres de sus constantes afluentes: “Prosa, poesía y testimonio”. Si bien su formato inicial fue cuadrado, como cuadernillo de 24 páginas, después adquirió su formato vertical definitivo y creció un poco en número de páginas, enfocándose desde sus inicios en el rescate (y traducción) de documentos históricos, poéticos y testimonios sobre el Istmo de Tehuantepec; además de indagar en los símbolos de la cultura zapoteca, así como en la música tradicional (sones) zapoteca. Sería hasta el número 9, en diciembre de 1981, que aparecería como publicación del H. Ayuntamiento Popular de Juchitán, mencionando nuevamente como director a Víctor de la Cruz. No debemos olvidar que su difusión se inscribe en un proyecto cultural muy amplio —que incluye la Casa de la Cultura del Istmo, inaugurada en Juchitán el 22 de marzo de 1972—, vinculado con las luchas sociales y políticas (en los setentas y ochentas) de la Coalición Obrero Campesino Estudiantil del Istmo (COCEI), la cual, en alianza con el Partido Socialista Unificado de México (PSUM), ganaría en 1981 la elección de Juchitán, convirtiéndose en el primer municipio mexicano en ser gobernado por la izquierda al vencer al PRI. El movimiento sociopolítico y cultural sostenido en el Istmo de Tehuantepec por la COCEI, en el cual participaron muy activamente Víctor de la Cruz y Francisco Toledo, atrajo la solidaridad de un grupo de intelectuales, académicos y escritores —Carlos Monsiváis, Fernando Benítez, Pablo González Casanova, Arturo Warman, Óscar Oliva, entre otros— quienes colaborarían en algunas actividades y publicaciones, visibilizando a nivel nacional e internacional un movimiento sustentado regionalmente.

 

Rastreando unos años atrás, podemos mencionar que los intelectuales zapotecas Víctor de la Cruz y Macario Matus, fundarían en 1968 la revista Neza Cubi (El Camino Nuevo) y tiempo después participarían en Guchachi´ Reza (1975). Siguieron la tradición editorial iniciada en la publicación denominada Neza (El Camino), editada de 1935 a 1937 por intelectuales zapotecos —Andrés Henestrosa, Jeremías y Gabriel López Chiñas, Nazario Chacón Pineda, Pancho Nácar, entre otros—, logrando cuatro décadas después construir una revista desde la visión histórica, étnica, política y poética que le imprimía su equipo editorial. Al revisar sus distintas publicaciones, se puede advertir lo importante del aspecto visual y artístico, ya que difundieron obra gráfica de diversos autores (Francisco Toledo, Max Ernst, Joan Miró, James Ensor, entre otros), reproduciendo también imágenes de libros especializados que Toledo iba adquiriendo para la biblioteca de arte que conformó y que muchos años después se concentraría en el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO).

 


Figura 2. Portada de la revista Guchachi´ Reza, núm. 1, segunda época, febrero de 1980.

 


Figura 3. Sumario de la revista Guchachi´ Reza, núm. 9, segunda época, diciembre de 1981.

 

Desde el número 14, de marzo de 1983, con una dirección colectiva de Víctor de la Cruz, Francisco Toledo y Gloria de la Cruz, y con el diseño de Silvie Aceves y Vicente Rojo (otros números vendrían con el nombre de la Imprenta Madero), van integrando viñetas y algunas fotografías de Flor Garduño. En números posteriores irían difundiendo fotografías históricas de la región (Cartier Bresson, Hugo Brehme, Winfield Scott, Charles B. Waite, Sotero Constantino, por mencionar algunos), así como de autores contemporáneos (oaxaqueños y foráneos) que fueron atraídos por el movimiento social y por la región, como son: Héctor García, Lourdes Grobet, Rafael Doniz, Graciela Iturbide, Pedro Meyer, Luis Madrigal Simancas, Javier Sánchez Pereyra, Guillermo Petrikowsky, Fernando Mendoza, Jorge Acevedo, Luis Arturo Montes de Oca, Javier Jiménez Morales, Estanislao Ortiz, entre otros.

 


Figura 4. Fotografía de Graciela Iturbide, en portada (e interiores) de la revista Guchachi´ Reza núm. 17, segunda época, diciembre de 1983.

 


Figura 5. Fotografía(s) de Graciela Iturbide, en (portada e) interiores de Guchachi´ Reza núm. 31, cuarta época, enero de 1992.

 


Figura 6. Fotografía de Winfield Scott incluida en la revista Guchachi´ Reza núm. 20, segunda época, septiembre de 1984.

 


Figura 7. Fotografía de Jorge Acevedo, en portada (e interiores) de la revista Guchachi´ Reza núm. 32, cuarta época, marzo de 1992.

 

El apoyo financiero de Toledo serviría por algunos años, aunque en las últimas “épocas” la revista, bajo la dirección de Víctor de la Cruz, con un consejo editorial cambiante, diverso —se integrarían, en alguna de las últimas “épocas”: Fco. José Ruiz Cervantes, Manuel Matus, Vicente Marcial Cerqueda, Ruth Piedrasanta, Verónica Loera, Howard Campbell, Francie Chassen, Robert Valerio— tuvo que enfrentarse varias veces a la búsqueda de recursos, logrando el apoyo de algunos amigos, colegas o de instituciones (como la UABJO o el Fonca-Conaculta), poniendo como coeditores al Centro de Investigación y Desarrollo Binizza A.C y por unos años al H. Ayuntamiento (Popular) de Juchitán. Sin duda, la publicación se fortaleció con el tiempo, al incluir una mirada multidisciplinaria desde aportaciones e investigaciones provenientes de la antropología, la historia, la sociología, la lingüística, la arqueología. Aunque no se publicaron textos específicos de análisis de gráficas y fotografías, su difusión en la revista fue importante, y cierta obra reproducida en Guchachi´ Reza fue exhibida en la Casa de la Cultura de Juchitán, siendo parte también de la Colección José F. Gómez (hoy Colección Toledo-CFMAB[1]), que el artista Francisco Toledo iría construyendo desde esas fechas con donaciones, compras o intercambios de obra.

 

Hace 13 años, en 2009, hicimos un número de la revista Luna Zeta dedicado a la “diversidad cultural”, en el que Víctor de la Cruz aceptó mi invitación a participar con su poesía (en zapoteco, con su traducción al español), en una edición donde colaboraron relevantes escritores y poetas en lenguas indígenas, como son: Mario Molina Cruz, Natalia Toledo, Javier Castellanos, Irma Pineda, entre otros. Además de incluir en este número algunos cantos ceremoniales de indígenas estadounidenses.

 


Figura 8. Revista Luna Zeta, dedicada a la “diversidad cultural”, núm. 29, julio de 2009.

 


Figura 9. Poema de Víctor de la Cruz (en zapoteco y en español), revista Luna Zeta, núm. 29, julio de 2009.

 

En 2012, Víctor de la Cruz fue nombrado miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, como académico correspondiente en Oaxaca. Durante la ceremonia de ingreso, en la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, el historiador y poeta señaló:

 

Los sacerdotes que debían seguir a la Biblia como texto sagrado, contradiciendo a su dios, han marchado en sentido contrario: pretendiendo regresar a los seres humanos a la uniformidad lingüística, imponiéndoles la lengua del conquistador, el monoteísmo religioso y el centralismo político. Ante tal diversidad de lenguas, ¿podremos los mesoamericanos tener también tantas literaturas como idiomas tenemos? Don Quijote de la Mancha, a pesar de que en su locura confundió molinos de viento con gigantes, fue menos loco que cualquiera de los reyes y sacerdotes que han gobernado al mundo desde entonces, quienes han buscado reducirlo lingüísticamente; pues aquel loco singular supo apreciar la pluralidad cultural y lingüística del mundo.

 

En su discurso de ingreso habló sobre el estado actual de las literaturas indígenas mexicanas y, en particular, sobre la literatura zapoteca, uno de los temas a los que dedicó buena parte de su trabajo desde distintas disciplinas. Resultado de este interés es también su obra más conocida: la antología bilingüe de literatura diidxazá: Guie’ sti’ diidxazá. La for de la palabra, cuya primera edición es de 1983, considerada la primera antología de una literatura indígena mexicana.

 

También recalcó la importancia de reconocer y fortalecer las literaturas indígenas, ya que “no son aceptadas todavía como parte de la literatura y la cultura mexicanas; pues a excepción de los Carlos: Fuentes, Monsiváis y Montemayor, la mayoría de los escritores hispanohablantes mexicanos y avecindados en este país no toman en cuenta a los escritores en lenguas indígenas, menos se ocupan de sus obras en sus publicaciones”. Además, manifestó que uno de los problemas más serios que han enfrentado los historiadores de la literatura mexicana es:

 

cómo crear un solo árbol a partir de las raíces de árboles distintos: los mesoamericanos y el europeo. Algunos autores lo han intentado injertando la rama de la literatura mexicana, hecha en castellano, en los troncos decapitados de las literaturas prehispánicas; ignorando que de un tronco tan grueso como el mesoamericano —parecido al ahuehuete que en Oaxaca llaman el árbol del Tule— o varios troncos cercenados, como los que conformaron las literaturas mesoamericanas, podrían retoñar a partir de sus raíces originales y dar sus propios frutos, sin mostrar las flores del injerto.

 

Para contextualizar su pensamiento y mirada reproducimos en su totalidad el significativo discurso que en ese momento amablemente nos envió (así como su foto en la ceremonia), el cual leyó en su ingreso a la Academia Mexicana de la Lengua en 2012. El antropólogo e historiador mexicano Miguel León-Portilla, al responder el discurso de ingreso del escritor y poeta, expresó que “hablar de literatura mexicana implica abrir la mira y no pensar en un solo árbol sino en árboles distintos y variados que son los que dieron expresión a las literaturas hispánicas y siguen siendo el origen último de muchas de las formas de literatura indígena que se desarrollan en el presente”. Apuntó que por eso la Academia Mexicana de la Lengua da entrada a estas lenguas. “El zapoteco, el náhuatl, el mixteco, el maya, son lenguas mexicanas, más mexicanas en la antigüedad que el español porque se hablaron desde hace muchos miles de años”, comentó.

 

 


Figuras 10 y 11. Víctor de la Cruz, en la ceremonia donde fue nombrado miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.

 

En su trayectoria profesional y literaria, el doctor en Estudios Mesoamericanos por la UNAM e investigador del CIESAS, Víctor de la Cruz, obtuvo múltiples premios y reconocimientos, uno de los más entrañables: el Premio Nezahualcóyotl de Literatura en Lenguas Indígenas, que el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes le otorgó en 1993. En investigación histórica, su trabajo El general Charis y la pacificación del México posrevolucionario, recibió el Premio “Casa Chata 1992” por mejor libro inédito; en 2003 recibió el Premio Francisco Javier Clavijero del INAH, por su trabajo de investigación en el campo de etnohistoria: El pensamiento de los Binnigula’sa’: cosmovisión, religión y calendario.

 

Su extensa producción puede considerarse a partir de tres grandes vertientes: poesía, narrativa e historia. Entre su obra poética se encuentran: Primera voz (1968), Los niños juegan a la ronda (1974), Cuatro elegías (1979), En torno a las islas del mar océano (1983), Cuando tú te hayas ido (1985), Jardín de cactus (1991), Diidxa’ guie’ (Poemas) sti’... (2006). Parte de esta obra ha sido traducida al inglés, francés, italiano y alemán. La narrativa comprende: Gubidxa, beeu ne ca beleguí, versión en zapoteco del libro El sol, la luna y las estrellas (1981); Dxi yegapa gueu’ saa Bixhahui‑Coyote va a la fiesta de Chihuitán, versión bilingüe zapoteco‑español de un cuento zapoteco (1983); Cuento del Conejo y el Coyote. Didxaguca sti’ Lexu ne Gueu’. Cuento zapoteco (1998). También publicó ensayos sobre la cultura y la historia zapotecas en la Revista de Bellas Artes; en el suplemento cultural del periódico El Nacional; en el periódico Los Universitarios de la UNAM; en La Cultura en México, suplemento de la revista Siempre. Sus libros, referidos principalmente a la región del Istmo de Tehuantepec, su historia y su lengua: Diidxa’ sti’ Pancho Nácar  (1982), Las guerras entre aztecas y zapotecas (1981), Canciones zapotecas de Tehuantepec (1983), Corridos del Istmo (1983), La rebelión de Tehuantepec (1983), La rebelión de Che Gorio Melendre (1983), Genealogía de los gobernantes de Zaachila (1983), La educación en las épocas prehispánicas y colonial en Oaxaca (1989), Relatos sobre el general Charis (1989), Antología literaria de Oaxaca (1993), El general Charis y la pacificación del México posrevolucionario (1993), La flor de la palabra (1999), La religión de los binnigula’sa (2002, coordinado con Marcus Winter), El pensamiento de los binnigula’sa’: cosmovisión, religión y calendario (2007), Mapas genealógicos del Istmo oaxaqueño (2008), entre otros.

 

Al elaborar este texto recordé que, en alguna ocasión, en el llamado CIESAS Istmo (en las instalaciones de la colonia Reforma), justo habíamos terminado una reunión —con Rubén Langlé y Salomón Nahmad— cuando Víctor de la Cruz pasó por el breve jardín-patio central frente a nuestro espacio de trabajo, y de manera espontánea le pedimos que leyera uno de sus poemas en zapoteco, mientras hacíamos este brevísimo video con el celular. Esa grabación quedó guardada por años y la rescatamos de algún disco perdido. La memoria material de este registro emociona al ver nuevamente al historiador, al colega, al poeta que muestra la sensibilidad y fuerza de cultivar la flor de la palabra, recordándonos que todo inicia y cambia: con sólo una sola palabra...

 

 

Diidxa’ bisiaanda’[2] 

Ti diidxa’,
ti diidxa’ si,
ti diidxa’ si ñapa’
lu bata naya’,
ndaani’ ladxidua’ya’.
Ti diidxa’ si
ñabe lii lu gueela’,
ra nibáninu siadó’ guie’ru’,
ne riuunda’ sti’ guirá’ mani huiini’,
lu ca yaga nuu Lahuiyaga.
Ti diidxa’ si,
ti diidxa’ ma’ biaanda’ naa.

 

La palabra que olvidé

Una palabra,
sólo una palabra,
con sólo una palabra que tuviera
en la palma de mis manos,
en mi inteligencia,
en mi corazón.
Una sola palabra
para decirte en la noche,
cuando despertáramos en la mañana flor,
con el canto de todos los pájaros,
sobre los árboles de Lahuiyaga.
Una sola palabra,
una palabra que ya olvidé.

 

Figura 12. En la fotografía: Miguel León-Portilla, Francisco Toledo y Víctor de la Cruz, en el IAGO, Oaxaca, 1990. Archivo familiar de Víctor de la Cruz, cortesía de Guiexuba de la Cruz Blas.

 

 

* Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca.
[1] Centro Fotográfico Manuel Álvarez Bravo.
[2] Víctor de la Cruz, Diidxa’ Guie’ sti’, México, Instituto Nacional de Lenguas Indígenas, 2006. Agradecimientos a su hija, Guiexuba de la Cruz Blas, por proporcionarme la versión en zapoteco y en español.