Luchas y autodeterminación social en Oaxaca y las llamadas nuevas perspectivas teóricas de estudio de los movimientos sociales
ENVIADO POR EL EDITOR EL Miércoles, 30/10/2024 - 16:06:00 PMManuel Garza Zepeda*
En la literatura contemporánea sobre movimientos sociales es posible encontrar, cada vez con mayor frecuencia, acercamientos que enfatizan la presencia de una serie de rasgos que se consideran peculiares de las expresiones de lucha más recientes. Tales rasgos se han identificado de diferentes formas, de acuerdo con perspectivas teóricas también diversas. En términos generales refieren a nuevas formas de acción desplegadas por los sujetos en lucha. La pretendida novedad de esas formas parecería colocarnos en una situación semejante a la de los años sesenta del siglo XX. En aquel momento, la irrupción de movilizaciones en varias regiones del planeta se convirtió en el punto de partida para el desarrollo de nuevos enfoques conceptuales en el abordaje de los movimientos sociales. Allí suele ubicarse el surgimiento de las perspectivas teóricas conocidas como Nuevos Movimientos Sociales y Movilización de Recursos.
Ambos enfoques predominaron en el estudio de las luchas y movilizaciones sociales durante los siguientes treinta años, aproximadamente, y a fines del siglo surgió una oleada de luchas que ha sido englobada en la denominación movimiento por la justicia global.[1] Simbolizada por lo que se conoce como la batalla de Seattle, en 1999,[2] generó planteamientos respecto de la necesidad de adecuaciones a las aproximaciones existentes. Pocos años después, en el periodo 2008-2011, otras movilizaciones tuvieron su expresión característica en los denominados movimientos Ocupa, de los Indignados y la llamada Primavera árabe. A partir de ellos surgieron otra vez reflexiones acerca de la pertinencia de las tradiciones existentes para ofrecer explicaciones plausibles a esas luchas que fueron etiquetadas como movimientos antiausteridad.[3] Otros estudiosos como Michel Wieviorka, Geoffrey Pleyers, y Ana Cecilia Dinerstein y Séverine Deneulin han señalado rasgos novedosos en tales expresiones que no serían adecuadamente captados con el concepto movimientos sociales.[4] De manera sintética, aunque desde enfoques teóricos diversos, lo que todos subrayan son los esfuerzos de los sujetos en lucha por construir por sí mismos nuevas formas de vida y de relación, más allá del recurso a la protesta y la movilización para exigir la satisfacción de demandas; sin embargo, las tentativas de construir relaciones sociales alternativas que dejen a un lado las demandas formuladas a instancias exteriores, no son necesariamente nuevas. Experiencias de este tipo, asociadas a la denominada política prefigurativa, se encuentran ya en las tradiciones anarquistas del siglo XIX. Se refieren a un tipo de práctica política que intenta encarnar, en la realidad concreta, existente hoy, las formas de organización y relaciones sociales que se plantean como objetivos últimos de la acción.[5]
Desde una óptica diferente, Luchas y autodeterminación social en Oaxaca. Dos experiencias de movilización por la tierra urbana (1974-1977)[6] planteó la necesidad de una crítica epistemológica del concepto movimientos sociales, con el propósito no solamente de comprender los rasgos de las luchas contemporáneas, sino de vincular esa comprensión a una perspectiva más amplia de las relaciones sociales. Parto de la consideración de que los rasgos anunciados como novedosos en las luchas contemporáneas quizá no lo sean del todo; que han estado ahí, probablemente con intensidades diversas en el pasado, pero que han sido invisibilizados merced precisamente a la noción de movimiento social.
Así pues, intento mostrar cómo esos rasgos pueden ser rastreados en el pasado. Concretamente en torno a la investigación de dos experiencias de lucha en el área urbana de la ciudad de Oaxaca, durante la primera mitad de la década de los setenta del siglo XX. De acuerdo con las perspectivas predominantes en aquella época, fueron clasificadas como luchas urbanas, debido fundamentalmente a sus demandas de tierra para vivienda y de servicios urbanos.
Siguiendo las ideas de John Holloway,[7] el argumento central de esta investigación es que en las dos expresiones de lucha analizadas es posible identificar impulsos hacia la autodeterminación social, la construcción de formas de relación y de organización de la vida común, basadas en la recuperación de la capacidad de los sujetos de decidir por sí mismos sobre sus propias vidas. Dicho impulso puede ser motivado ya sea por una convicción clara de los sujetos acerca de la necesidad de reasumir sus capacidades usurpadas por la relación de capital, o por la simple necesidad de responder a las negativas de instancias gubernamentales a sus demandas. En ambas expresiones, pese a sus diferencias, ese impulso se manifestó de manera contradictoria, en la puesta en práctica de formas de acción que reivindican tales capacidades, junto a otras que reproducen la relación de subordinación frente al poder político. Contradicciones inevitables, en la medida en que corresponden al hecho de que la lucha no es una elección sino la única forma de vida. La lucha, por tanto, no puede ser sino internamente contradictoria. Lo es no porque en su seno se encuentren orientaciones diversas que debaten acerca de los objetivos inmediatos y los medios más adecuados para lograrlos. Tampoco porque se expresen en ella objetivos de corto y de largo plazo, cuyo logro no necesariamente posee coherencia alguna. Lo es porque, como toda práctica que tiene lugar en la sociedad capitalista, está cruzada por la reproducción de la dominación y por la resistencia en contra de ella, la insubordinación. Por decirlo de alguna manera, la lucha misma contra la dominación está cruzada por el antagonismo: la dominación está penetrada por la insubordinación y ésta, a su vez, lo está por la dominación.[8] El análisis se centra, pues, en mostrar la manera en que ambas experiencias se desplegaron atravesadas por la insubordinación, que apunta más allá de las formas de relación institucionalizadas por la dominación del capital y de sus tentativas por capturar y canalizar el antagonismo.
Desde una propuesta basada en las nociones de lucha que sostiene Holloway, particularmente en sus obras Cambiar el mundo sin tomar el poder y Agrietar el capitalismo,[9] el autor argumenta que este enfoque permite, además de comprender las luchas contemporáneas, descubrir en las del pasado tendencias semejantes que han sido oscurecidas tanto por el concepto movimientos sociales como por lo que Sergio Tischler ha denominado el canon clásico de la lucha de clases.[10]
Desde esa elaboración teórica se propone el análisis de la lucha que tuvo lugar en el municipio de Santa Cruz Xoxocotlán, Oaxaca, protagonizada por comuneros que defendían terrenos que consideraban propios y que estaban siendo afectados tanto por invasiones como por la construcción de instalaciones gubernamentales. Inicialmente los comuneros acudieron a las instancias oficiales para lograr el reconocimiento de sus tierras como bienes comunales. Ante la respuesta insatisfactoria, decidieron recuperarlas por sí mismos, entregándolas a quienes carecieran de terreno para una vivienda propia. En su desenvolvimiento, la lucha trascendió entonces —desde la demanda a las autoridades— a la ocupación para la construcción de viviendas, y generó formas de organización colectivas basadas precisamente en la experiencia comunal. Así, no concluyó con la recuperación de las tierras, sino que dio lugar a la construcción colectiva de viviendas, a la organización de cooperativas de consumo y a la apertura de espacios para el desarrollo cultural popular. El resultado fue la creación de la colonia Emiliano Zapata.
El otro caso analizado es la lucha que se originó en la ocupación de tierras en la zona de la agencia municipal de Santa Rosa Panzacola, por personas que argumentaban carecer de un lugar donde vivir. Tras ser desalojados por el ejército, los ocupantes emprendieron la creación de formas de organización colectivas frente a la falta de respuesta del gobierno estatal a sus demandas de servicios urbanos; de esta manera surgió el fraccionamiento popular Lomas de Santa Rosa. En ambos casos se insiste en el carácter contradictorio de ambas luchas, en las que se articulan la protesta, la formulación de demandas a instancias estatales, así como tendencias hacia la autodeterminación colectiva, con el desarrollo de formas de autoorganización y de toma de decisiones que cuestionan claramente a las hegemónicas, propias de una sociedad organizada por la relación de capital.
La relevancia de este trabajo radica en su aportación para entender un periodo de la historia oaxaqueña caracterizado por la agitación política, con la participación de sujetos explotados en las más diversas formas de acción; un periodo histórico cruzado por la organización sindical, campesina, las tomas de tierras en el campo, los movimientos estudiantiles, interpretado desde una perspectiva que enfatiza la necesidad de poner en el centro de la discusión la existencia de relaciones sociales organizadas por la dominación del capital. Esa perspectiva proporciona un sentido de unidad a tales movimientos, más allá de los esfuerzos de los sujetos por darles ese carácter, y se tradujo en el surgimiento de organizaciones como la Coalición Obrero Campesino Estudiantil de Oaxaca (COCEO) y la Coalición Obrero Campesino Estudiantil del Istmo (COCEI), que contribuyeron a configurar, con sus luchas históricas, el Oaxaca contemporáneo.
* Profesor investigador del Instituto de Investigaciones Sociológicas de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca.
[1] Donatella della Porta y Mario Diani, Social Movements. An Introduction, Londres, Blackwell Publishing, 2006.
[2] Enric Rodrigo, “La batalla de Seattle”, Rebelión, 2009, disponible en https://rebelion.org/la-batalla-de-seattle/.
[3] Donatella della Porta, Social Movements in Times of Austerity. Bringing Capitalism Back into Protest Analysis, Cambridge, Polity Press, 2015.
[4] Michel Wieviorka, “The resurgence of social movements”, Journal of Conflictology, vol. 3, núm. 2, 2012, pp. 3-19, disponible en http://journal-of-conflictology.uoc.edu/joc/en/index.php/journal-of-conflictology/article/view/vol3iss2-wieviorka.html; Geoffrey Pleyers, Alter-globalization. Becoming actors in the global age, Cambridge, Polity, 2010; Ana Cecilia Dinerstein y Séverine Deneulin, “Hope movements. Naming mobilization in a Post-development world”, Development and Change, vol. 43, núm. 2, 2012, pp. 585-602.
[5] Carl Boggs, “Marxism, prefigurative communism and the problem of workers’ control”, Radical America, vol. 11, núm. 6, noviembre de 1977, disponible en https://libcom.org/library/marxism-prefigurative-communism-problem-workers-control-carl-boggs
[6] Manuel Garza Zepeda, Luchas y autodeterminación social en Oaxaca. Dos experiencias de movilización por la tierra urbana (1974-1977), México, Juan Pablos editor / IISUABJO, 2018.
[7] John Holloway, Cambiar el mundo sin tomar el poder. El significado de la revolución hoy, México, Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades / Benemérita Universidad Autónoma de Puebla / Bajo Tierra Ediciones / Sísifo Ediciones, 2010; John Holloway, Agrietar el capitalismo. El hacer contra el trabajo, México, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla / Herramienta Ediciones / Bajo Tierra Ediciones / Sísifo Ediciones, 2011.
[8] John Holloway, “Teoría volcánica”, en J. Holloway, Fernando Matamoros y Sergio Tischler (comps.), Pensar a contrapelo. Movimientos sociales y reflexión crítica, Buenos Aires, Herramienta Ediciones / Benemérita Universidad Autónoma de Puebla / Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades de la BUAP, 2009, pp. 5-18.
[9] Holloway, Cambiar el mundo...; Holloway, Agrietar el capitalismo...
[10] Sergio Tischler, “La crisis del canon clásico de la forma clase y los movimientos sociales en América Latina”, en J. Holloway (comp.), Clase=Lucha. Antagonismo social y marxismo crítico, Buenos Aires / Puebla, Herramienta Ediciones / Universidad Autónoma de Puebla, 2004.