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Guenati’za/Los visitantes

ENVIADO POR EL EDITOR EL Martes, 29/10/2024 - 14:05:00 PM

Dirección: Yolanda Cruz*
México, 2003, 17 min.

 

Joe Sieder**

 

“Yo soy oaxacaliforniano... pero soy de Oaxaca.” Estas son las primeras palabras pronunciadas en el documental Guenati’za, un cortometraje humorístico y agridulce sobre las complejidades y contorsiones de la identidad propia y grupal. Dichas con incertidumbre por el protagonista de la película, Ulises García (como si estuviera tratando de explicarse las cosas tanto a sí mismo como a la directora), lanzan al espectador instantáneamente a un ajuste de cuentas con el tema general de la película, a saber: ¿Qué es esta cosa que llamamos “identidad”? ¿Es algo ligado a la tierra de origen o a la casa de elección? ¿Es algo inherente o negociado, un estado esencial o un mar cambiante de normas culturales, sociales y lingüísticas?

 

Estas y otras preguntas se exploran en la película a través de la familia García, radicada en Los Ángeles y encabezada por el acertadamente llamado: Ulises. Al igual que su homónimo, el protagonista de la épica Odisea de Homero, Ulises, junto con su familia-equipo, emprende un heroico viaje a su tierra ancestral en un esfuerzo por servir a su familia y comunidad; sin embargo, en lugar de reclamar el trono de Ítaca, nuestro Ulises trae los ahorros de seis años a su pueblo natal de Analco —una comunidad indígena zapoteca en las montañas de la Sierra de Juárez en Oaxaca, a tres horas en auto de la capital del estado—, para ocupar su turno en el pago de las celebraciones navideñas anuales del pueblo.

 

Como señala la narración de Cruz, la migración desde Analco a Estados Unidos comenzó en la década de 1960 y ésta ha ido vaciando la vida de Analco. Teniendo 1 800 habitantes para el año en que el gobernador de California, Ronald Reagan, se convirtió en presidente de aquel país, la población de Analco en la actualidad es, sin embargo, de apenas 150 residentes, en su mayoría ancianos. Todavía se habla zapoteco, pero sólo los mayores de 30 años, y la Navidad es la única época del año en que los antiguos residentes regresan para traer un poco de vida a este pueblo moribundo. Como tal, montar un buen espectáculo navideño es el mayor de los honores y a la vez una de las más grandes responsabilidades.

 

Entonces, ¿Lograrán los García armar la festividad? Éste es el tipo de escenario muy recurrido por los reality shows televisivos y ciertamente Cruz se divierte con varias escenas en Analco, donde los García parecen peces fuera del agua, pues sus costumbres californianas los exponen a un sutil ridículo de los pobladores locales. Por ejemplo, cuando Ulises desea cumplidos al mostrar la reconstrucción de la Natividad que pagó y arregló, todo lo que su suegra puede decir es: “Está un poco sucio”. Del mismo modo, cuando entra en una cocina local, construida alrededor de una estufa de leña tradicional, su primer pensamiento es lo ahumado que está, claramente acostumbrado a instalaciones más modernas. Los hijos de Ulises no parecen estar menos acostumbrados a las comodidades, ya que su hija Vanessa denuncia el espectáculo de la matanza de pollos (obviamente, un espectáculo raro para ella). “Les cortan la cabeza. Qué asco”, dice con una mueca en su perfecto inglés californiano. Mientras tanto, el sobrino Franco acoge con beneplácito su codiciado papel como San José en la procesión de la natividad al anunciar: “Mi mamá dijo que usara pijamas por si me daba frío”.

 

Por supuesto, Cruz está ilustrando un punto más amplio más allá de esta burla amigable: el marcado contraste entre las dificultades diarias de la vida rural en Analco y las comodidades de la clase media que disfruta la familia García, comparativamente próspera, y cómo esto inevitablemente influye sobre la noción de identidad. ¿Se puede decir verdaderamente que uno pertenece a una cultura si sólo se presenta a las fiestas? Como ilustra la película, la cultura zapoteca de Analco (una cultura de ancianos, dada la emigración de jóvenes) se fundamenta no sólo en la escasez y lucha, sino también en una conexión religiosa que también parece no existir en estos oaxacalifornianos; sin embargo, la devoción religiosa de los ancianos es en sí misma el resultado de la migración y el choque cultural, comenzando con la llegada de los primeros conquistadores hace cinco siglos, una historia mucho más antigua que las fronteras actuales de México o Estados Unidos. Ejemplificado en las costumbres religiosas sincréticas que aún se practican en Analco, “la Navidad”, como narra la directora, “es una tradición católica que los lugareños han adoptado... a su manera.”

 

Otra escena que revela los aspectos superpuestos y confusos de la identidad es la de la propia directora intentando preparar un pollo junto con las ancianas cocineras zapotecas. De alguna forma, Cruz parecería una documentalista ideal para esta situación, como mujer, indígena y nativa de Oaxaca. Al mismo tiempo, también es una extraña, diferenciada visualmente por su ropa deportiva que contrasta marcadamente con las vestimentas tradicionales de las mujeres mayores. Aún más, ella no es zapoteca (es una chatina nativa de la Sierra Sur de Oaxaca) y no habla el idioma de Analco. En uno de los momentos inocentes, humorísticos y autorreferenciales de la película, se ve a las mujeres en la cocina riendo y hablando en zapoteco (sin subtítulos). El poder colectivo de este lenguaje casi secreto es entendido por las mujeres locales. “Podríamos salirnos con la nuestra diciendo cualquier cosa, ¿verdad?”, comenta una señora (en español, para que todos entiendan) mientras pasa descaradamente al lado del camarógrafo. Es una broma puntual a expensas del equipo de filmación; el tipo de ruptura que los llamados “documentalistas observacionales” se esfuerzan por extirpar. Sin embargo, Cruz está consciente de la necesidad de salir a cuadro y reconoce que su película es tanto sobre su propia identidad como “oaxacaliforniana” como la de sus sujetos, la familia García.

 

Cruz es consciente también, como cualquiera de sus sujetos, de lo que se gana y se pierde a través de las sucesivas migraciones humanas de las que ella y los García forman parte. Claramente disfruta del ingenio y la vitalidad de sus anfitriones zapotecas y la resistencia de sus tradiciones frente a los retos de su propia existencia. Al mismo tiempo, la película no puede dejar de mostrar una triste verdad: ¿Es el pueblo bullicioso que los antiguos residentes como los García recrean cada diciembre simplemente un espejismo colectivo, no más real que la llamada tierra de “Oaxacalifornia”? ¿Las familias como los García pagan por estas festividades navideñas lo hacen por un verdadero sentido de conexión con la tierra de sus antepasados, lo hacen por culpa, o por ambos? Y de cualquier manera, ¿pueden continuar estos esfuerzos frente a una población en drástico declive, o las familias como los García simplemente intentan resucitar a un familiar ya fallecido? Después de todo, como narra la directora, algunos de los pobladores que regresan cada año creen que son sus propios antepasados quienes los están llamando.

 

Ya sean oaxaqueños, oaxacalifornianos, californianos, o todos o ninguno al mismo tiempo, lo que los García buscan en realidad no es tanto la cultura de Analco como tal sino más bien un sentido de pertenencia del cual carecen en la cultura hiperindividualista de Estados Unidos. Al final de tres días de festejos, la familia García, exhausta pero eufórica, parecen haberlo encontrado. Ellos han mantenido con éxito su parte de un contrato transnacional tácito, financiando la vida cultural de Analco —es decir, su mera supervivencia— gracias a salarios que sólo pueden conseguirse abandonando el pueblo. Es una lógica circular representada por la estructura narrativa de la película, ya que Guenati’za termina con el regreso de los García a California, para comenzar a ahorrar nuevamente para su regreso a Analco la próxima Navidad. Los visitantes, siempre visitando.

 

Guenati'za, se puede ver en línea en el siguiente enlace:

 

* Cineasta independiente, originaria de la comunidad Chatina de San Juan Quiahije, Oaxaca. En los últimos quince años ha producido un largometraje, tres cortometrajes de ficción y siete documentales. Su más reciente largometraje es: Hope, Soledad. Los temas asiduos de su trabajo son: el arte, las lenguas indígenas y la migración. Como cineasta indígena, migrante y latina se ha centrado en filmar temas urgentes para su comunidad y presentar nuevos temas a discusión. Es alumna de Sundance y de la escuela de cine de la Universidad de California, en Los Ángeles, Estados Unidos.
** Escritor, guionista y crítico de cine, originario de Gran Bretaña, radicado en Oaxaca, México.