Revisitar interpretaciones: Gramsci en México

ENVIADO POR EL EDITOR EL Jueves, 31/10/2024 - 12:55:00 PM

Patricia Pensado Leglise*

 

Resumen
La autora expone un interesante recorrido reflexivo en torno a la lectura del libro
Gramsci en México, publicado en el año 2020. Resalta en particular la contribución del pensamiento gramsciano como inspiración para una generación de jóvenes, intelectuales y diversas organizaciones de izquierdas de los años setenta y ochenta del siglo pasado, que buscaban transformar la realidad. El estudio y difusión de las ideas de Gramsci los hizo coincidir, pero también ramificarse al construir praxis políticas diversas en contextos de intenso debate y activismo político.

Palabras clave: Gramsci, intelectuales, praxis política, izquierdas, México.

 

Abstract
The author presents an interesting reflective journey around the reading of the book Gramsci in Mexico, published in 2020. It highlights in particular the contribution of gramscian thought as an inspiration for a generation of young people, intellectuals and various left-wing organizations of the seventies and eighties of the last century; who sought to transform reality. The study and dissemination of Gramsci’s ideas made them coincide, but also branch out by constructing diverse political praxis in contexts of intense debate and political activism.

Keywords: Gramsci, intellectuals, political praxis, left, Mexico.

 

En noviembre de 2021 Carlos San Juan, investigador de la Dirección de Estudios Históricos del INAH y editor de la revista Con-temporánea, organizó un conversatorio para debatir y comentar Gramsci en México,[1] espléndido libro colectivo, coordinado por Diana Fuentes y Massimo Modonesi, el cual convoca a reflexionar una vez más sobre el pensamiento de este autor genial que fue Antonio Gramsci.

 

Fui invitada a participar junto con otros colegas, y ahora a compartir algunos de los comentarios que formulé en esa intervención, que inicié citando las palabras de Carlos Pereyra cuando se refería a que, “si toda lectura es una intervención en el texto y nunca la asimilación pasiva de significaciones, ya dadas de manera inalterable, los escritos de Gramsci ofrecen más posibilidades aun de lecturas diferenciadas”.[2] Tal consideración no podría ser más atinada para la lectura de este libro, el cual ofrece la oportunidad de revisitar las múltiples interpretaciones sobre las elaboraciones gramscianas más notables o las que han sido valoradas como tales, para pensar la realidad histórico-social de México y América Latina, no sólo para entenderla, sino también para cambiarla. De ahí que los postulados de Gramsci fueron un cimiento más para desarrollar o afiliarse a la filosofía de la praxis, en aquellos lejanos años setenta y ochenta del siglo XX.

 

Antonio Gramsci, como lo dejan muy claro las y los autores del libro, ha sido uno de los intelectuales marxistas más importantes y leídos por las izquierdas mexicanas y de algunos países latinoamericanos durante las últimas décadas del siglo XX. Además fue, me parece, una figura inspiradora para algunos de los jóvenes o de los que éramos jóvenes en esos años, que se tomaron en serio la actividad intelectual como quehacer fundamental para desarrollar la militancia política. Gramsci cifró las cualidades del intelectual en el que aspirábamos a convertirnos, debido tal vez al énfasis reiterativo en su obra, que incluso llegó a presentarse como un “deber ser” del militante, de constituirse como un “intelectual orgánico” que no nada más tenía que comprender la realidad, sino también generar ideas y propuestas políticas para transformarla.

 

De esta manera, el pensamiento gramsciano contribuyó, como en este libro se señala, a ese estado de ánimo de la época, donde el debate político resultaba siempre pertinente e imprescindible, aunque los acuerdos llegaran más tarde y en ocasiones no se atendieran o cumplieran de la mejor manera. Me atrevería a decir que el gramscianismo forma parte importante de la tradición de las izquierdas en algunos países latinoamericanos.

 

Paso ahora a los comentarios puntuales sobre el libro, los cuales organicé, como Diana Fuentes lo plantea en la presentación y en el primer capítulo del libro, intentando demarcar “algunos de los actores, las convergencias y los proyectos detrás de la divulgación, la recepción y la interpretación de Gramsci en nuestro país”.[3] En mi opinión, este capítulo permite acceder a la forma en que las y los autores trataron la complejidad del pensamiento gramsciano, ya sea mediante el desarrollo de los conceptos en los cuales Gramsci fundamentó su teoría política; o bien, exponiendo las ideas que reflejan con mayor nitidez la recepción de los planteamientos gramscianos, tanto en su reflexión como en su praxis política, o, en el caso de Dora Kanoussi, su gran empeño por recuperar la obra intelectual gramsciana. Señalan también la intervención del pensamiento gramsciano en las discusiones al interior del Partido Comunista Mexicano (PCM), así como en el proceso de unificación de algunas organizaciones de izquierda que formaron el Partido Socialista Unificado de México (PSUM) en 1982, para finalmente tratar temas y problemas más concretos.

 

Así pues, el libro guarda una sólida unidad temática que reconoce las ideas y conceptos fundamentales, además de propiciar, mediante el análisis de la recepción de éstas, el recorrido entre distintas corrientes de la izquierda mexicana y latinoamericana, demostrando las diferentes apropiaciones del pensamiento de Gramsci. A todas luces, Gramsci en México fue producto de la discusión colectiva, sesuda, erudita, sistemática, con el conocimiento tanto de la obra de Gramsci como de los autores mexicanos y extranjeros que estudiaron, analizaron, interpretaron y retomaron los conceptos torales de este gran marxista para desarrollarlos en sus propios trabajos: Estado y nación, cultura, hegemonía, bloque histórico, sentido común, revolución pasiva, entre otros.

 

Resulta pertinente plantear la advertencia de que mis comentarios se dirigen sólo a algunos temas con los cuales coincido por el trabajo que desarrollo y, por ende, me son afines. Éstos inician con el texto de Diana Fuentes, un trabajo minucioso y bien documentado, donde se refleja la heurística como parte de la metodología que aplicó para explicar el proceso que hizo posible la publicación de la obra de Gramsci en nuestro país.

 

Por otra parte, los capítulos dedicados —en las palabras de Jaime Ortega— “a la recepción, apropiación y productividad generada, a partir de Gramsci”[4] por aquellos intelectuales mexicanos y extranjeros —entre otros, Dora Kanoussi, Adolfo Sánchez Vázquez, Carlos Pereyra, Pablo González Casanova, Enrique Semo, Agustín Cueva, René Zavaleta, Juan Carlos Portantiero, José Aricó— son desarrollados con excelencia y profundo conocimiento por Jaime Ortega, Martín Cortés, Diana Méndez, César de Rosas, Mario Arellano y otros.

 

En esta pléyade de estudiosos del pensamiento gramsciano faltó incluir a Arnaldo Córdova, quien fue también un conocedor profundo de las ideas de Gramsci; sin embargo, estoy segura de que en algún momento Jaime Ortega nos sorprenderá gratamente con algún artículo sobre él y la teoría política gramsciana, en particular, sobre el Estado, debido a que Jaime, al igual que Arnaldo en su tiempo, comparte el interés por descifrar la naturaleza del Estado y en particular la del Estado mexicano.

 

Al respecto, el texto escrito por Jaime Ortega y Massimo Modonesi, “Gramsci en la Ciudad Universitaria”, me parece muy bien logrado, pues expresa con nitidez los temas que dan origen a importantes discusiones que derivaron no sólo en interpretaciones distintas, diagnósticos de la realidad mexicana, sino también en bifurcaciones o convergencias entre intelectuales y organizaciones de las izquierdas de esa época.

 

En cuanto a los capítulos escritos por Dante Aragón y Sebastián Gómez, el tratamiento que le dan a los temas de la cultura y la educación resulta novedoso y sugerente para la discusión actual a propósito de las dicotomías y los paralelismos, tópicos fundamentales en el corpus de elaboraciones gramscianas y entre especialistas de la cultura y la pedagogía, y que deberían tener mayor presencia en el debate político de hoy.

 

Termino con algunos comentarios generales: el primero es que las distintas recepciones de las ideas gramscianas respondieron también al contexto histórico social en el que ocurrieron, como se plantea en el texto, y generaron praxis políticas diferentes, reconocidas en su momento como heterodoxas porque disentían de lo que Adolfo Sánchez Vázquez llamó el “marxismo sovietizado”. Incluso las corrientes dentro del PCM que se identificaban con el pensamiento gramsciano aparecían como poco ortodoxas, con todo y que se insistía en la interpretación coincidente entre Lenin y Gramsci acerca de definir al partido como “intelectual colectivo e inserto en la teoría de la hegemonía”.

 

Estos aspectos son desarrollados con mayor amplitud en la contribución de Víctor Pacheco y Aldo Guevara, y como bien lo señalan, quedamos a la espera de ese “trabajo más puntual” acerca de la labor de Arnoldo Martínez Verdugo en la construcción del socialismo democrático, al igual que de un más amplio debate en torno a las ideas para la construcción de una nueva cultura, un nuevo sentido común, lo cual me pareció un planteamiento de sumo interés.

 

El capítulo de Joel Ortega resulta muy notable debido a que retoma a Gramsci en la controversia que ha tenido lugar en las primeras décadas del siglo XXI, dirigida “a repensar los procesos históricos en la formación del Estado mexicano y en la configuración de sus relaciones sociales, a pensar el presente, la forma en que las relaciones hegemónicas se están modificando”;[5] para lo cual encuentra pertinente aplicar los conceptos gramscianos de revolución pasiva, hegemonía, Estado ampliado, subalternidad. Entre los argumentos que propone Ortega, resalta su propuesta acerca de las categorías gramscianas como fundamentos que ayudan a entender los fenómenos de subjetivación política que se han manifestado en los procesos de resistencia y de movilización de las clases subalternas.

 

En estrecha relación con lo antes dicho, en el cierre del libro Massimo Modonesi utiliza la expresión “intramuros” para referirse a que la academia universitaria fue espacio “del alcance y el límite de irradiación del pensamiento gramsciano”, así como la idea de que abrió la puerta a la “desmarxistización” posmoderna, conceptualizaciones que, además de ser polémicas, dejan abierta la posibilidad de continuar con la discusión en torno a la recepción de las ideas gramscianas y su participación en las culturas de las izquierdas en los países latinoamericanos durante las últimas décadas del siglo XX.

 

En suma, este libro colectivo invita a nuevas reflexiones sobre las ideas de Gramsci, ahora insertas en una realidad cualitativamente distinta a la del siglo pasado. Estoy convencida de que su lectura incitará a formularse nuevas preguntas sobre el pensamiento gramsciano, en el contexto que vivimos de cambio de época.

 

* Instituto Dr. José María Luis Mora.
[1] Diana Fuentes y Massimo Modonesi (coords.), Gramsci en México, México, UAM / UNAM / Itaca, 2020.
[2] Carlos Pereyra, “Estado y sociedad civil”, Cuadernos Políticos, núm. 21, México, 1969, p. 66.
[3] Diana Fuentes, “Cómo, cuándo y quién ha traducido y editado a Gramsci en México”, en Diana Fuentes y Massimo Modonesi (coords.), Gramsci en México, México, UAM / UNAM / Itaca, 2020, p. 13.
[4] Jaime Ortega, “La centralidad de la política: Carlos Pereyra, lector de Gramsci”, en Diana Fuentes y Massimo Modonesi (coords.), Gramsci en México, México, UAM / UNAM / Itaca, 2020, p. 119.
[5] Joel Ortega, “Estudios gramscianos sobre hegemonía, estado y subalternidad (2000-2018)”, en Diana Fuentes y Massimo Modonesi (coords.), Gramsci en México, México, UAM / UNAM / Itaca, 2020, p. 249.