Extranjeros en la ciudad de Oaxaca. Una semblanza en la segunda mitad del siglo XX
ENVIADO POR EL EDITOR EL Jueves, 31/10/2024 - 16:48:00 PMMónica Palma Mora*
Resumen
La escasa población extranjera radicada en el estado de Oaxaca a lo largo del siglo XX y la poca documentación disponible para su estudio posterior a 1940 han sido los factores que, de acuerdo con la autora de este texto, han desmerecido la investigación académica sobre la inmigración extranjera en un periodo más próximo al tiempo actual. Por ello, propone aproximarse a su estudio a través de la metodología de la historia oral. Los relatos de varios protagonistas, al contener sus experiencias personales como inmigrantes extranjeros en un estado del sur del país que se distingue por su amplia diversidad étnica y lingüística y sus jerarquías sociales, acercan al conocimiento de los sucesos y motivos que han intervenido en el establecimiento de muy diversos extranjeros en la ciudad de Oaxaca y contribuyen al análisis de sus formas de inserción sociocultural.
Palabras clave: Oaxaca, inmigración, residentes extranjeros, siglo XX, turismo.
Abstract
The scarce foreign population that’s settled down in the state of Oaxaca throughout the 20th century, as well as the little documentation available for it’s study after 1940, have been the causes that, according to the author, have probably detracted the academic reasearch of foreign immigration in a period closer to the present time. This text proposes to approach the study of the subject through the methodology of Oral History. The stories of many of it’s protagonists, which speaks us of their personal experiences as foreign immigrants in a state in the south of the country characterized by it’s wide ethnic and linguistic diversity, and it’s social hierarchies, bring us closer to the knowledge of the events and reasons that have influenced the stablishment of very diverse foreigners in the city of Oaxaca, and contribute to the analysis of their forms of social interactions.
Keywords: Oaxaca, immigration, foreign residents, 20th Century, tourism.
Preámbulo
El establecimiento de extranjeros en el estado de Oaxaca durante el siglo XX ha sido un proceso poco examinado por la bibliografía especializada en el tema; los estudios sobre su historia en este estado no abundan, y los que se han elaborado enmarcan su investigación preferentemente en la segunda mitad del siglo XIX y primeras décadas del XX. La desatención historiográfica quizá sea resultado del escaso peso numérico que esta población reportó a lo largo del último siglo.[1] Las cifras de extranjeros registradas por los censos generales de población para el estado de Oaxaca han sido muy menores en comparación con las reportadas para otras zonas del país, por ejemplo la Ciudad de México, la frontera norte y el estado de Chiapas.[2]
El interés académico por el devenir oaxaqueño del siglo XX se ha enfocado, sobre todo, en el estudio de ciertas cuestiones, como su historia política, su dinámica socioeconómica, educativa, religiosa; el vasto patrimonio arqueológico, y la diversidad etnolingüística y cultural que lo distinguen. En los últimos años, otros temas que han atraído la atención de los académicos son las movilizaciones sociopolíticas,[3] los estudios de género, los de índole ecológica, la numerosa migración de oaxaqueños a Estados Unidos y la historia del arte.[4]
Hasta donde ha sido posible detectar, los trabajos contextualizados en el porfiriato son los que más referencias contienen sobre los inmigrantes extranjeros, pero en la medida que su presencia mantiene relación con el aspecto específico investigado, no como su tema central.[5] La historiografía del estado ha consignado el crecimiento que la economía oaxaqueña registró durante ese periodo, el cual se observó en el auge de la minería, de la producción y comercio agrícola de exportación, en el aumento de pequeñas industrias y en la diversificación del comercio, actividades impulsadas por la fundación de algunos bancos.[6] La introducción del ferrocarril en el estado[7] constituyó la base del auge económico al ampliar y vincular el mercado regional e integrarlo tanto al mercado nacional como al internacional. Varios estudios académicos[8] han reportado la participación de inmigrantes extranjeros (estadounidenses, ingleses, alemanes, españoles, franceses) en el crecimiento económico; su éxito como propietarios agroexportadores, empresarios mineros, manufactureros o comerciantes, y los lazos matrimoniales o de compadrazgo que entablaron con la oligarquía oaxaqueña y que los incorporó a la clase acomodada de ese tiempo.[9] No todos los inmigrantes extranjeros se desempeñaron como hombres de negocios; algunos trabajaron como ingenieros o técnicos en la construcción de las vías del Ferrocarril Mexicano del Sur y del Ferrocarril de Tehuantepec, y en las empresas mineras de esos años (ingleses, estadounidenses). Mano de obra de origen asiático (en su mayoría chinos) laboró, junto a muchos mexicanos, en el Ferrocarril del Istmo de Tehuantepec y en las obras portuarias de Salina Cruz.[10] Inmigrantes provenientes del Medio Oriente (libaneses, judíos, árabes) se incorporaron al comercio, actividad ya ejercida desde tiempo atrás por españoles y franceses. Otros inmigrantes practicaron sus profesiones liberales (médicos, tenedores de libros). Varios de los que arribaron en ese tiempo se establecieron en localidades del interior del estado; la mayoría prefirió radicar en la ciudad de Oaxaca.
Las fuentes
En contraste con la abundante bibliografía que informa sobre la participación extranjera durante el porfiriato, las referencias comienzan a reducirse en los trabajos dedicados a la posrevolución y —con riesgo de cometer una equivocación— son francamente esporádicas en los estudios históricos posteriores a la década de 1940. Aparte de la menor representación estadística, como ya se ha dicho, otro factor que probablemente explica la escasa producción bibliográfica sobre la inmigración extranjera en Oaxaca durante la segunda mitad del siglo XX es la falta de documentación disponible. A pesar del enorme esfuerzo que se desarrolla en varios acervos de la ciudad de Oaxaca, la ordenación y catalogación del material correspondiente a un periodo más reciente aún es insuficiente, o ni siquiera se ha iniciado, o simplemente la documentación está dañada, o bien, se ha perdido. El Archivo Histórico Municipal de la Ciudad de Oaxaca (AHMCO), por ejemplo, resguarda un valioso fondo sobre extranjeros de índole estadístico y migratorio; la documentación incluye varios registros documentados entre 1926 y 1968, y correspondencia entre los extranjeros radicados durante la posrevolución y las autoridades migratorias; sin embargo, la información es poco uniforme y está acotada a lapsos específicos.[11] Por su parte, el material documental que alberga el Archivo General del Estado de Oaxaca (AGEO), aunque es posterior a 1950 y se podría consultar (por lo menos hasta 1986), no ha sido diagnosticado, ordenado ni catalogado.[12]
Un acervo que en la última década inauguró la consulta de la documentación migratoria es el Archivo Histórico del Instituto Nacional de Migración (AHINM), pero sólo ha permitido la revisión de la información generada hasta la década de 1960, e incluso, si el expediente en cuestión está clasificado como confidencial, no procede su revisión; por tanto, se trata de un acervo de acceso restringido.[13]
Ante la escasa información documental y bibliográfica disponible sobre el proceso de la inmigración extranjera en el estado y su capital durante la segunda mitad del siglo XX, y con la finalidad de abordar su estudio, la metodología de la historia oral ha representado una sólida vía de aproximación al análisis y reconstrucción de este proceso. Paul Thompson, uno de los especialistas pioneros del uso de la historia oral, plantea lo siguiente:
El método de la Historia de vida se basa en una combinación de exploración y preguntas dentro del contexto de un diálogo con el informante. Un supuesto básico de este diálogo es que el investigador viene a descubrir tanto lo inesperado como lo esperado, y también que el marco de referencia global dentro del cual se da la información no es determinado por el investigador, sino por la visión que tiene el informante de su propia vida.[14]
Las fuentes orales,[15] en especial las historias de vida recabadas mediante una entrevista, al expresar las experiencias individuales de un suceso colectivo, sirven al proceso de investigación en tanto significan las “versiones o puntos de vista”[16] de los actores de un suceso histórico-social; en el caso del presente estudio, las vivencias personales que como inmigrantes extranjeros han tenido en la ciudad de Oaxaca. El propio Thompson anota que la “evidencia que incluye la entrevista, apoya la construcción de una historia social confiable del pasado reciente”. Graciela de Garay Arellano, especialista mexicana de esta metodología, plantea que el análisis de los relatos de vida representa “una vía para percibir de qué manera las personas vinculan las experiencias subjetivas del pasado con el presente”.[17] La utilidad de este tipo de relatos radica, además, en que constituyen una vía hacia el estudio de fenómenos de índole general.[18] Al respecto, Jorge Aceves Lozano plantea que a través de los relatos personales es posible “apreciar” la trama entrelazada “de las trayectorias individuales con los sucesos o procesos grupales”.[19]
Los relatos hasta ahora recopilados por medio de entrevistas[20] han permitido comenzar a identificar algunos aspectos concernientes al arribo de extranjeros a la ciudad de Oaxaca y distinguir ciertos rasgos de su inserción sociocultural en el tiempo de estudio propuesto(1960-2005). Se considera como punto de partida la década de 1960 porque de estos años data el arribo de uno de los informantes a la capital oaxaqueña; el resto llegó entre los años setenta y el primer lustro del presente siglo. Por ello, se puede afirmar que se trata de inmigrantes,[21] o “residentes permanentes”, como los cataloga la legislación migratoria actual. Cuatro de ellos son estadounidenses, tres de origen europeo, una de nacionalidad chilena-canadiense y otra de origen australiano; del total, cinco corresponden al sexo femenino y cuatro al masculino, todos con estudios universitarios. Diferentes circunstancias los trajeron a la capital de Oaxaca, una ciudad que, en un principio, algunos de ellos no eligieron para radicar, pero en donde han vivido por muchos años. En la actualidad, algunos están retirados de la vida productiva y, con excepción de dos que desde su arribo se establecieron como jubilados, el resto se ha desenvuelto en distintos campos, particularmente en la investigación antropológica y en el medio educativo, artístico y cultural. De ahí que han entrado en contacto e interactuado con oaxaqueños, con algunos de los cuales han experimentado diferencias o desencuentros culturales, principalmente al inicio de su establecimiento, pero que no los llevaron a abandonar la ciudad.
La investigación en curso no formuló un criterio de elección de informantes; los residentes extranjeros hasta ahora entrevistados han sido contactados por la amistad, paisanaje o nexos entre ellos: una primera informante presentó a otro, éste a otro más y así sucesivamente. Las entrevistas, si bien se han enfocado en las experiencias de vida de los entrevistados en la ciudad, han estado abiertas a los recuerdos que los entrevistados desean compartir, lo que ha permitido un relato más flexible, extenso y diverso. Sus testimonios y la consulta bibliográfica realizada a la fecha han posibilitado la elaboración de la siguiente semblanza relativa a la presencia extranjera durante el periodo ya citado.
Una presencia diversa
Al mediar la segunda mitad del siglo XX, el establecimiento de extranjeros en la ciudad de Oaxaca correspondía, principalmente, a factores de orden económico. En 1940, con excepción de algunos españoles antiguos residentes dedicados a actividades comerciales y algunos republicanos exiliados, “había muy pocos extranjeros. En las décadas de los años 30 y 40, las élites estaban representadas sobre todo por fabricantes locales y comerciantes, más uno o dos extranjeros, funcionarios oficiales y unos cuantos propietarios de minas”.[22]
Si se considera la información consignada tanto en el Registro de Extranjeros Residentes en la ciudad de Oaxaca de 1943 como en el de 1956, además de españoles, en la ciudad también había —en menor proporción— libaneses, estadounidenses, alemanes, chinos y lituanos,[23] ocupados principalmente en el comercio establecido, actividad a la que seguían en orden de importancia la de empleados administrativos (de oficinas, comercios, hoteles, muy pocos en las minas), labores del hogar (en su mayoría mujeres) y unos pocos propietarios o fabricantes.[24]
Un rasgo que ha caracterizado a los inmigrantes extranjeros en esta ciudad, como en otras localidades del país, es su pertenencia a la clase económicamente más privilegiada; no ha sido el caso de todos, pero sí de muchos de ellos. Olga Montes retoma esta característica para fechas más cercanas al describir la estructura social y étnica del estado,[25] e informar sobre la participación de estadounidenses y europeos en la producción agroindustrial, industrial y en el sector servicios.[26]
A partir de la década de 1960 otros motivos comenzaron a sumarse a los de índole económica. Durante estos años se inició el arribo de extranjeros interesados en el estudio del vasto patrimonio arqueológico y la diversidad étnica y lingüística del estado. De acuerdo con los antropólogos Nelly J. Robles y Jack Corbett,[27] las investigaciones arqueológicas llevadas a cabo por el doctor Ignacio Bernal en varios sitios del estado (Monte Albán, Coixtlahuaca y Tamazulapam) atrajeron a especialistas extranjeros, en su mayoría estadounidenses,[28] para concretar proyectos de investigación en arqueología, antropología y lingüística. Algunos de ellos llegaron acompañados por sus estudiantes.[29] Los jóvenes universitarios residían en la ciudad bajo el patrocinio de una beca universitaria o de alguna fundación científica de Estados Unidos,[30] con la finalidad de elaborar sus tesis de grado sobre diversos aspectos de la cultura regional. Una vez que las investigaciones concluían, docentes y estudiantes retornaban a su país, pero hubo quienes prolongaron su estancia, o regresaron año tras año a la ciudad durante un largo periodo, para continuar desarrollando proyectos de investigación o para participar, por temporadas, en el medio educativo (a este grupo corresponden tres de los entrevistados).[31]
Otros extranjeros que comenzaron a llegar en la década de los sesenta fueron los hippies. Su presencia obedecía a motivos más bien lúdicos: divertirse y experimentar los efectos de los hongos alucinógenos. Un artículo publicado en 1957 por la revista Life —de amplia difusión internacional por esos años— acerca del rito y consumo de hongos en Huautla de Jiménez, Oaxaca, despertó el interés de numerosos jóvenes extranjeros por visitar el sureño estado del país,[32] donde además existían playas vírgenes ideales para vacacionar. Una nueva oleada de jóvenes, estadounidenses en mayor proporción, aunque sin faltar europeos y mexicanos, empezó a arribar a la ciudad de Oaxaca. Estos jóvenes se oponían a la participación estadounidense en la guerra de Vietnam, al afán de lucro y consumo y a los convencionalismos sociales y familiares.[33] Su aspecto poco convencional y los escasos recursos monetarios con que contaban para cubrir su hospedaje y alimentos provocaron la desconfianza de muchos oaxaqueños. Propietarios de hoteles y restaurantes les negaban los servicios ya que, con poco dinero,[34] no eran el tipo de visitantes deseados por una industria turística que pretendía desarrollarse. Aquellos jóvenes, luego de permanecer breves lapsos en diversos poblados del estado, salían hacia otros rumbos del país o retornaban a Estados Unidos. No obstante, algunos de ellos optaron por quedarse más tiempo o de manera permanente, no precisamente en la ciudad sino en localidades del interior del estado.[35]
Hacia la década de los ochenta, el proceso de globalización capitalista que comenzó a interconectar los mercados de bienes y servicios, de capitales financieros, de tecnologías de información repercutió en una mayor circulación de la publicidad turística a nivel global. Este proceso se combinó con la política gubernamental mexicana de estos años y los subsecuentes dirigida a incentivar el desarrollo turístico del país; el turismo fue concebido como un factor del desarrollo regional.[36] El estado de Oaxaca no quedó al margen de tal política, por el contrario, fue considerado un destino turístico que había que potenciar a través de obras de infraestructura y de mayores inversiones en los servicios destinados a tal fin. En 1983 se inauguró el actual aeropuerto internacional (Xoxocotlán), y en 1994 la supercarretera Oaxaca-Cuacnopalan, obra que dinamizó el transporte de mercancías y pasajeros e impulsó la afluencia de turistas a la entidad, en particular a la ciudad de Oaxaca, a los valles centrales y a Puerto Escondido.[37] En aquellos años aumentó la promoción de los atractivos turísticos del estado: la celebración de la Guelaguetza, la diversidad étnica, los sitios arqueológicos y playas, la gastronomía y fabricación de mezcal, las artesanías y la arquitectura colonial de la ciudad. En 1987, la declaración de la UNESCO mediante la cual el centro histórico de la ciudad y del sitio arqueológico de Monte Albán entraron en la lista de sitios considerados patrimonio de la humanidad detonó mayores inversiones en la industria turística (hoteles, posadas, restaurantes, comercios de artesanías). La capital oaxaqueña comenzó a posicionarse entre los principales destinos turísticos del país, tanto para visitantes nacionales como internacionales, y a convertirse en un imán para muy diversos extranjeros interesados en radicar, de manera más permanente, en nuevos y diferentes lugares.
En forma simultánea, la ciudad de Oaxaca empezó a adquirir un creciente prestigio como lugar de creación de artes plásticas. Esa reputación fue consecuencia del reconocimiento nacional e internacional de la obra plástica de varios artistas oaxaqueños: Rufino Tamayo, Raúl Nieto, Francisco Toledo, entre otros; sobre todo, de las gestiones realizadas por estos mismos artistas ante las autoridades de la ciudad para la apertura de espacios que exhibieran la plástica oaxaqueña. De acuerdo con Abraham Nahón,[38] fue fundamental la labor que llevó a cabo Rufino Tamayo en 1975 ante los responsables del INBA para que dotaran al pintor potosino Roberto Donís de un espacio en donde establecer el Taller de Artes Plásticas “Rufino Tamayo”. Ese taller sirvió también para exhibir la obra de jóvenes pintores. Añade Nahón:
Mediante la promoción comercial de su obra realizada por Donís, los artistas oaxaqueños comenzaron a darse a conocer en el mercado tanto local como nacional. Con ello se inicia todo un proceso de creación, difusión y promoción de la obra en Oaxaca, que cristalizaría en la década de los ochenta y noventa, en el llamado boom de la plástica oaxaqueña.[39]
Un nuevo tipo de extranjeros: principalmente artistas plásticos, gráficos y también algunos escritores comenzaron a establecerse en la capital oaxaqueña y sus alrededores. Durante la década de los noventa, pintores oaxaqueños, de otras partes del país y algunos extranjeros exhibían y comercializaban su obra en las numerosas galerías que se habían inaugurado, en espacios públicos cedidos por las autoridades municipales y en centros culturales de formación de artistas y exhibición de las obras producidas en la ciudad.[40] A esta nueva oleada de residentes extranjeros corresponden otros de nuestros informantes.
A la par con este nuevo tipo de residentes, vinculados al mundo del arte y la cultura, una significativa oleada de jubilados —en su inmensa mayoría estadounidenses, pero también algunos canadienses y europeos— eligió a la ciudad de Oaxaca para radicar (otros prefirieron Puerto Escondido). Aunque en aquella ciudad su establecimiento es relativamente reciente, se trata de una nutrida corriente migratoria que se inicia en distintas localidades del país desde los años de la posguerra (los pueblos ubicados en la ribera del lago de Chapala y San Miguel de Allende, por ejemplo). Buscaban sobre todo una vida confortable, ya retirados de las actividades productivas, y encontraron, en localidades muy cercanas a la capital oaxaqueña o en la propia ciudad, un clima agradable, una economía menos costosa en comparación con la de sus países de origen y una vida tranquila. Las movilizaciones sociopolíticas que se han registrado, en particular desde 2006,[41] aunque los han afectado, no los han empujado a dejar la ciudad. También en esta corriente migratoria se inscriben algunos de nuestros entrevistados.
No todos los jubilados residen en forma permanente: cierta proporción lo hace de manera estacional, año con año (de cuatro a seis meses); factor que dificulta una cuantificación más precisa, en Oaxaca como en todo el país. A los estadounidenses en particular, la cercanía geográfica con su lugar de origen les permite visitarlo una o dos veces al año, por razones de salud y familiares; ellos se identifican como inmigrantes y se distinguen de sus compatriotas jubilados y asentados en otros sitios del país, como Ajijic, Jalisco, o San Miguel de Allende, Guanajuato, a quienes atribuyen un mayor poder económico y consideran de tendencia conservadora. En las localidades donde los jubilados se asentaron, han representado un factor de expansión urbana. Su presencia acarreó comúnmente la aparición y desarrollo de negocios ligados a la compraventa de bienes raíces, construcción de fraccionamientos, comercio de artesanías y gastronomía, y una fuente de trabajo (principalmente, doméstico) para la población local. Pero a la vez, provocaron el encarecimiento de los bienes raíces y de los servicios; sin embargo, aún falta examinar si esta problemática aplica también para Oaxaca.[42]
Epílogo
En lo que va del siglo XXI, el ingreso de jubilados al país, y a Oaxaca en particular, en su gran mayoría estadounidenses, sigue caracterizándose por su recurrencia y estabilidad, y así se vislumbra en el futuro cercano. Situación similar observan otros residentes extranjeros vinculados a distintos ámbitos de la vida de la ciudad, por ejemplo, al campo de las artes plásticas, al educativo (docentes, investigadores o estudiantes), al comercio de artesanías, a la fabricación de mezcal y de productos culinarios. Es probable que otra proporción radique en la ciudad ocupada como empleados o representantes de empresas nacionales y extranjeras, o como inversionistas. A esos extranjeros, entre antiguos y nuevos residentes permanentes, se suma la cotidiana migración centroamericana de tránsito hacia Estados Unidos; la capital oaxaqueña se ha convertido no sólo en una estación de paso, también en un sitio de establecimiento temporal, y a veces definitivo, para cierta proporción de centroamericanos y migrantes de otras latitudes. La presencia de todos ellos: de paso, temporal o más definitiva, ha repercutido en el aumento de esta población durante el presente siglo. Mientras en 1990 ese universo demográfico representaba el 0.05 % (1403) de la población total del estado, y en 2000 el 0.13 % (4 591), en 2010 registró un notable aumento: 17 070 extranjeros, equivalente al 0.45 % de la población total. Esta tendencia se mantuvo en el Censo de 2020, el cual consignó una suma total de 22 659 extranjeros, correspondiente al 0.55 %;[43] del total de extranjeros en todo el país (1 212 252), el estado de Oaxaca concentraba un 2 %. Sin duda, desde la perspectiva estadística, en lo que va del siglo XXI esa entidad federativa ha cobrado notoriedad como receptor de extranjeros.[44] Tal tendencia se debe, principalmente, al aumento de población infantil y juvenil de origen estadounidense, característica que indica que no se trata en su mayoría de jubilados angloamericanos, sino de niños y jóvenes nacidos en Estados Unidos, hijos/hijas de mexicanos/mexicanas que han retornado al país, en este caso a Oaxaca, debido a la política de retorno forzoso o deportación aplicada desde hace años por el gobierno del vecino país del norte (sin descartar que algunos hayan regresado de manera voluntaria).
La presencia de esta población estadounidense de ascendencia mexicana, sumada a la de otras latitudes (angloamericana propiamente, europea, latinoamericana), representa, desde una perspectiva estadística, una pequeña pero significativa aportación a la pluralidad étnica, lingüística y cultural de Oaxaca y de su capital. Y desde la óptica de sus variadas formas de inserción socioeconómica, muy probablemente una contribución al desarrollo de las actividades en que se han involucrado; sin embargo, es necesario seguir indagando el impacto que los extranjeros han tenido en diversos campos de la vida de esta capital sureña en un tiempo más contemporáneo.
Figura 1. Gráfica sobre la población extranjera en el estado de Oaxaca. Fuente: Censo de población de Estado de Oaxaca, INEGI.
Figura 2. Extranjeros en la ciudad de Oaxaca según nacionalidad 1926-1968. el rubro “Otras nacionalidades” incluye a ingleses, italianos, polacos y rusos. Fuente: elaboración propia con fundamento en AHMCO, Registros de Extranjeros Residentes en la ciudad de Oaxaca 1926-1968.
*El Registro de 1933 no contempla de manera específica a los nacidos en Oaxaca o en otros estados del país. Por ello, se optó por no registrar la cifra correspondiente a la nacionalidad mexicana.
* Dirección de Estudios Históricos, INAH.
El presente texto es un resultado parcial de mi actual proyecto de investigación: “Extranjeros en la Ciudad de Oaxaca (1960-2005). Relatos de vida”, presentado en el Seminario Interinstitucional de Estudios Históricos de Oaxaca, organizado por el CIESAS-Unidad Pacífico Sur y el Instituto de Investigaciones en Humanidades de la UABJO, el 25 de octubre de 2021. Agradezco a los miembros de ese seminario, algunas de cuyas observaciones aquí retomo.
[1] Véase gráfica 1 anexa al final del trabajo.
[2] Durante la primera mitad del siglo XX, los estados de Puebla, Veracruz y Yucatán también destacaron como receptores de extranjeros, y, a partir de 1970, Jalisco y el Estado de México. Desde fines del siglo XX, la cifra de extranjeros empieza a cobrar importancia en Zacatecas, Michoacán y Guanajuato, como consecuencia del retorno de mexicanos/as con hijos/hijas nacidos/as en Estados Unidos. Esta tendencia es registrada por los Censos Generales de Población de 2010 y 2020 en otros estados del país, e incluye a Oaxaca.
[3] En particular el movimiento de la Asamblea Popular de Pueblos de Oaxaca (APPO) que se desarrolló en 2006.
[4] De acuerdo con una primera revisión de la bibliografía consultada a la fecha.
[5] Un estudio que tiene como tema central a los extranjeros desde una perspectiva histórica-estadística es el de Carlos Sánchez Silva, Los extranjeros en la ciudad de Oaxaca, 1943, Oaxaca, Oaxaca, IIH-UABJO, 2004.
[6] El Banco Nacional de México y el Banco de Oaxaca. Fundado este último en 1902, una sucursal se inauguró en Tehuantepec en 1905. El principal banco extranjero fue The United States Banking Co., el cual representaba a otros bancos de capital estadounidense. Cfr. Edgar Mendoza García, “La República Restaurada y el porfiriato”, María de los Ángeles Romero Frizzi., Carlos Sánchez Silva et al., Oaxaca. Historia Breve, 2a. ed., México, El Colegio de México / Fideicomiso Historia de las Américas / FCE (Historias Breves), 2011, pp. 145-147.
[7] El Ferrocarril Mexicano del Sur (1882) y el Ferrocarril Nacional de Tehuantepec (1890).
[8] Edgar Mendoza García, op. cit., pp. 133-187; Francisco José Ruiz Cervantes, “Ingleses y estadounidenses en la ciudad de Oaxaca entre 1910 y 1920”, en Carlos Martínez Assad (coord.), De extranjeros a inmigrantes en México, México, UNAM-Programa Universitario México Nación Multicultural-Dirección de Publicaciones y Fomento Editorial (La pluralidad cultural de México, 16), 2008, pp. 161-172; Anselmo Arellanes Meixueiro, “Industria textil oaxaqueña en el porfiriato, un panorama”, en Daniela Traffano (coord.) Reconociendo al pasado. Miradas históricas sobre Oaxaca, México, CIESAS, 2008, pp. 131-166; Arthur D. Murphy, Alex Stepick, Earl W. Morris y Mary Winter, La cabeza de Jano. La desigualdad social en Oaxaca, Oaxaca, México, Instituto Estatal de Educación Pública de Oaxaca-Programa Fondo Editorial de la Unidad de Proyectos Estratégicos del IEEPO, 2014, pp. 58-60.
[9] Mark Overmyer-Velázquez, Visiones de la Ciudad Esmeralda. Modernidad, tradición y formación de la Oaxaca porfiriana, Oaxaca, México, Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca / Congreso del Estado de Oaxaca, 2010, pp. 62-63.
[10] Margarita Dalton, Breve historia de Oaxaca, México, El Colegio de México / FCE (Fideicomiso Historia de las Américas), 2004, pp. 194-201; Leticia Reina, Historia del istmo de Tehuantepec. Dinámica del cambio sociocultural, Siglo XIX, México, INAH, 2013, pp. 204-210 y 225-230.
[11] Aprovecho la ocasión para renovar mi agradecimiento a la directora y personal de este archivo, su cordial disposición para la consulta del Fondo Registros de Extranjeros, fundamental para la elaboración del capítulo de mi autoría: “Extranjeros en la ciudad de Oaxaca. Algunas características sociodemográficas registradas entre 1926 y 1968”, en Pablo Serrano Álvarez (coord.), Inmigrantes y diversidad cultural en México, siglos XIX y XX. Homenaje al doctor Carlos Martínez Assad, Pachuca, Consejo Estatal para la Cultura y las Artes / Universidad Intercultural del Estado de Hidalgo / El Colegio del Estado de Hidalgo, 2015, pp. 485-495.
[12] Según información proporcionada en 2020 por personal del archivo, el material posterior a 1950, correspondiente al archivo de concentración, se localiza en las instalaciones ubicadas en el Exconvento de Siete Príncipes y no es consultable.
[13] Al parecer, el material de este archivo fue entregado en 2020 al Archivo General de la Nación (AGN), conservando su ordenación y nomenclatura. Si ése es el caso, se facilitará su consulta, pero aún falta confirmar esta información.
[14] Paul Thompson, “Historias de vida y análisis del cambio social”, en Jorge Aceves Lozano (comp.), Historia oral, México, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora / UAM (Antologías Universitarias), 1993, p. 123.
[15] Anécdotas, cuentos, canciones.
[16] Jorge E. Aceves Lozano, “La historia oral y su praxis actual: recursos metodológicos, estrategia y toma de decisiones”, en Graciela de Garay Arellano y Jorge Eduardo Aceves Lozano (coords.), Entrevistar ¿para qué? Múltiples escuchas desde diversos cuadrantes, México, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 2017, p. 69; Jorge E. Aceves Lozano, “A 15 años de distancia: visión y aportes de investigación a la historia oral de México”, en Jorge E. Aceves Lozano (coord.) Historia oral. Ensayos y aportes de investigación. Seminario de Historia Oral y Enfoque Biográfico, 3a. ed., México, CIESAS / El Colegio de la Frontera Norte, 2012, p. 11; véase también Gerardo Necoechea Gracia, Después de vivir un siglo. Ensayos de historia oral, México, INAH (Biblioteca INAH), 2005.
[17] Graciela de Garay Arellano y Jorge E. Aceves Lozano, op. cit., p. 10.
[18] Pablo Pozzi, citado en Paola Chinchilla Pawling, “La historia oral y las formas discursivas”, en Graciela de Garay Arellano y Jorge Eduardo Aceves Lozano (coords.), Entrevistar ¿para qué? Múltiples escuchas desde diversos cuadrantes, México, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 2017, pp. 58-59.
[19] Jorge E. Aceves Lozano, prólogo “A 15 años de distancia...”, op. cit., p. 30.
[20] Acerca de las funciones y fases de la entrevista, véase Daniel Bertaux, “Los relatos de vida en el análisis social”, en Jorge Aceves Lozano (comp.), Historia oral, México, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora / UAM (Antologías Universitarias), 1993, pp. 136-148.
[21] En este trabajo se entiende por inmigración el establecimiento individual, familiar o colectivo en un país distinto al de nacimiento o de procedencia, por lapsos prolongados o en forma definitiva, y la participación de los inmigrantes en la vida económica, social o cultural de la nueva sociedad de residencia. En la actualidad, la legislación mexicana define a los inmigrantes como residentes permanentes. Cfr. “Ley de Migración 2011”, Diario Oficial de la Federación, México, 25 de mayo de 2011, pp. 14-15.
[22] Arthur D. Murphy, Alex Stepick, Earl W. Morris y Mary Winter, op. cit., p. 65.
[23] Mónica Palma Mora, op.cit., pp.480-490. Véase figura 2, anexa al final del texto.
[24] Ibidem, p. 494.
[25] Olga Montes García, “El racismo en Oaxaca”, en Víctor Raúl Martínez Vázquez (coord.), Oaxaca. Escenarios del nuevo siglo. Sociedad, economía, política, Oaxaca, Instituto de Investigaciones Sociológicas, de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca, 2004, pp. 64-67.
[26] Ibidem, p. 65.
[27] Nelly Robles García y M. Jack Corbett, “La realidad del patrimonio arqueológico de Oaxaca”, en Víctor Raúl Martínez Vázquez (coord.), Oaxaca. Escenarios del nuevo siglo. Sociedad, economía, política, Oaxaca, Instituto de Investigaciones Sociológicas, de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca, 2004, p. 80.
[28] A finales de 1960 llegó a Oaxaca el arqueólogo Kent Flannery, integrante del Proyecto de Historia y Ecología Humana de la Universidad de Michigan y especialista en el periodo previo a la fundación de Monte Albán. En esa investigación colaboró con Joyce Marcus. En la década de los setenta Richard Blanton y otros arqueólogos desarrollan un nuevo Proyecto de Asentamiento Prehistórico en los Valles Centrales de Oaxaca, en el que participaron también Gary Feinman, Steve Kowaleswki y Linda Nicholas.
[29] El intercambio académico entre antropólogos estadounidenses y mexicanos se remonta a principios del siglo XX al formarse en 1910 la Escuela Internacional de Arqueología y Etnología, sita en el Museo Nacional. El periodo de mayor vínculo académico ocurre entre 1940 y 1970. En los años cuarenta, instituciones universitarias y científicas de Estados Unidos participaron en tres proyectos: los de la Universidad de California y la Universidad de Chicago, vinculados a la ENAH, y otro financiado por la Carnegie Institution. En este periodo se inscriben también las primeras actividades del Instituto Lingüístico de Verano, fundado en 1933 por William Cameron Townsend. Cfr. los textos de Antonio Saborit, “Memoria e imaginación. Apuntes para la historia de la casa”, y de Antonio García de León, “Antropología e historia, la razón de ser”, en Instituto Nacional de Antropología e Historia, 80 Años, México, Secretaría de Cultura-INAH, 2019, pp. 47-57 y 59-74, respectivamente; Guadalupe Farías Mackey, “Cárdenas, el indigenista”, en Samuel León y González (coord.), El cardenismo 1932-1940, México, CIDE / INEHRM / Conaculta / FCE (Historia crítica de las modernizaciones en México), 2010, pp. 258-323; Andrés Medina Hernández, “Antropología y geopolítica. La Universidad de Chicago en los Altos de Chiapas: el proyecto Man in Nature (1956-1962)”, en Andrés Medina Hernández y Mechthild Rutsch (coords.), Senderos de la antropología. Discusiones mesoamericanistas y reflexiones históricas, México, IIA-UNAM / INAH (Etnología y Antropología Social, Enlace), 2015, pp. 205-274.
[30] Programa Fulbright del Departamento de Estado de Estados Unidos y Smithsonian Institution, entre otras.
[31] Este tipo de residentes extranjeros en Oaxaca persiste en la actualidad, aunque ya no llegan sólo los que desean llevar a cabo investigaciones de grado, sino otros que arriban durante el verano a través de un programa universitario especializado en el estudio de las lenguas originarias, por lo que son enviados a las comunidades del interior del estado.
[32] Anselmo Arellanes Meixueiro, “Oaxaca en el siglo XX, permanencias y cambios”, en Víctor Raúl Martínez Vázquez (coord.), Oaxaca. Escenarios del nuevo siglo. Sociedad, economía, política, Oaxaca, Instituto de Investigaciones Sociológicas de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca, 2004, p. 20.
[33] Los hippies pregonaban la paz, el amor universal y formas más fraternales de organización social y familiar.
[34] Manuel Esparza, “Los visitantes ‘pobres’: un aspecto del turismo en Oaxaca”, en Desacatos. Revista de Antropología Social, núm. 47, enero-abril de 2015, pp. 180-187; Arthur D. Murphy, Alex Stepick, Earl W. Morris y Mary Winter, op. cit., pp. 121-122.
[35] San Miguel Xuchistepec, Zipolite.
[36] Nora L. Bringas Rábago, “El turismo residencial en el Corredor Costero Tijuana-Rosarito-Ensenada, Nora L. Bringas Rábago y Maribel Osorio García (coords.), Turismo residencial en México. Comportamientos socio-espaciales, México, El Colegio de la Frontera Norte, 2017, pp. 64-65.
[37] Julio César Torres Vázquez, “La perspectiva turística de Oaxaca”, en Víctor Raúl Martínez Vázquez (coord.), Oaxaca. Escenarios del nuevo siglo. Sociedad, economía, política, Oaxaca, Instituto de Investigaciones Sociológicas de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca, 2004, pp. 138-139.
[38] Consúltese Abraham Nahón, Imágenes en Oaxaca. Arte, política y memoria, prólogo de Fernando Matamoros Ponce, 2a. ed., México, Instituto de Investigaciones en Humanidades de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca / Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades Alfonso Vélez Pliego de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 2020, p. 65.
[39] Idem.
[40] Sin embargo, “La efervescencia creativa”, plantea el escritor Robert Valerio, no ha ido acompañada de la crítica y la reflexión, sino que se desarrolla en “una especie de vacío crítico”. Véase Robert Valerio, Atardecer en la maquiladora de utopías. Ensayos críticos sobre las artes plásticas en Oaxaca, prólogo de Teresa del Conde, 3a. ed., Oaxaca, 1450 Ediciones (Todos los libros de Oaxaca), 2015, pp. 9-11.
[41] El movimiento de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO).
[42] Véase Mónica Palma Mora, “Salud y confort. Los jubilados estadounidenses en México en la segunda mitad del siglo XX”, Estudios Migratorios Latinoamericanos, año 27/28, núm. 75-76, Buenos Aires, 2013-2014, pp. 73-94.
[43] Cifras recopiladas por país de nacimiento. Cfr. Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI), Censos de Población del Estado de Oaxaca, México, INEGI, 1990, 2000, 2010 y 2020.
[44] La misma tendencia registran otros estados del país que hasta 1990 no figuraban como sitios receptores de extranjeros.