Una historia migratoria entrecruzada de sentimientos, vivencias y expectativas
ENVIADO POR EL EDITOR EL Lunes, 04/11/2024 - 14:37:00 PMMaría Concepción Lugo Olín, Recuerdos, añoranzas y vivencias. Testimonios de mujeres mexicanas en calidad de migrantes legales en los Estados Unidos, México, Secretaría de Cultura-INAH (Etnología y Antropología Social, Testimonios), 2019.
Mónica Palma Mora*
La agradable imagen de la portada de este libro no es un detalle menor: la pequeña ciudad de Sammamish, destacada por una lupa sobre el mapa del estado de Washington, Estados Unidos, ha sido el lugar de destino de una reducida, pero significativa migración de mujeres mexicanas.
Con fundamento en diecisiete relatos de vida, antecedidos por un estudio introductorio en el cual se exponen los objetivos de la investigación llevada a cabo, la metodología utilizada y una breve historia de la ciudad de Seattle —Sammamish forma parte del área conurbada de esta capital—, la autora desarrolla una atractiva y sensible historia migratoria: la de un conjunto de mexicanas profesionistas que se instalaron en Sammamish entre 1995 y 2015, como esposas de los mexicanos contratados por distintas empresas multinacionales con sede en Seattle, especializados en las áreas de telecomunicaciones, informática o finanzas. Su traslado a dicha ciudad se inscribe dentro de la movilidad internacional de profesionistas mexicanos, cuyo volumen pasó de 161 000 migrantes calificados con educación terciaria en 1990, a un millón 200 mil en 2015.[1] Estas cifras indican la importancia que ha adquirido esta migración, la cual incluye a jóvenes estudiantes particularmente de posgrado, becarios o exbecarios del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), y a miembros del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) instalados en diversos países de alto desarrollo tecnológico, principalmente en Estados Unidos. No obstante su número y calificación, esta migración no ha tenido los reflectores académicos que sí han tenido las laborales o de mano de obra.
El mérito del presente libro consiste, precisamente, en abordar el estudio de esta migración a partir de las experiencias, pero no las de los profesionistas especializados contratados, sino las de sus cónyuges. Su importancia es aún más destacable si se considera que la autora, especialista en el México colonial y no en migraciones ni en metodología de la historia oral, con visión académica y sensibilidad supo observar el desafortunado choque cultural que casi todas estas mexicanas experimentaban. Mujeres jóvenes, entre los 25 y 40 años, nacidas en diversos estados del país, hijas de familias de sectores medios, la mayoría de ellas con estudios universitarios cursados en instituciones privadas, muy pocas egresadas de universidades públicas, que en México ejercían su profesión y que emigraron a Estados Unidos junto con sus esposos, la mayoría de ellos contratados por la empresa Microsoft, cuyas oficinas centrales se localizan en la ciudad de Seattle. Una de esas mexicanas, hija de la autora, fue quien la presentó con el resto de las protagonistas. No todas aceptaron compartir sus experiencias, pero muchas de ellas relataron las razones de su traslado a la ciudad de Sammamish, sus expectativas al emigrar, las facilidades con las que contaron para instalarse en el nuevo lugar de residencia, sus primeras vivencias en esa ciudad y, sobre todo, las percepciones y sentimientos encontrados que les provocaba el establecimiento en un país distinto al de nacimiento. Ellas mismas calificaron su migración como un proceso protegido, ya que contaron con el apoyo de las empresas contratantes para trasladarse de manera documentada e informada.
El buen nivel económico que —en términos generales— habían logrado no las eximía de un sentimiento de tristeza, de angustia. Compartían una sensación de pérdida que al principio no alcanzaban a definir. ¿Qué les faltaba a estas migrantes mexicanas con una vida material confortable? El entorno cultural que habían dejado; las invadía una gran nostalgia por la familia, los amigos, por el clima cálido de México, en contraste con el húmedo y frío clima de la ciudad de Seattle. Añoraban los guisos mexicanos, el ambiente festivo, la alegría y amabilidad de la gente de México. Les disgustaba la escasa sociabilidad y la falta de calidez de los estadounidenses, de quienes algunas de ellas percibieron cierto trato discriminatorio. A todo lo anterior se añadían sentimientos de enojo y tristeza por haber dejado el empleo que tenían en su país. En Sammamish no tuvieron la oportunidad de ejercer su profesión. Una de las protagonistas, Lourdes, relató:
Cuando nos fuimos él hablaba mejor el inglés que yo, Entonces tuve que aprender a hablarlo para entender a la gente. Él se iba a trabajar y yo me tenía que quedar ahí sola todo el día, todos los días [...] Afortunadamente en el complejo había una alberca, entonces me iba a la alberca o me salía a caminar, a ver las tiendas de por ahí cerca para matar el tiempo y para no desesperarme ni aburrirme tanto encerrada, ya que no podía trabajar, porque el único que tenía permiso era mi esposo. Yo había entrado a Estados Unidos como la esposa del empleado y no podía hacer nada (p. 102).
Estas mujeres perdieron su independencia económica para dedicarse casi exclusivamente a ser esposas y madres. Por un lado, habían ingresado sin permiso de trabajo. Por otro, tenían que ocuparse de las labores del hogar, ya que en Estados Unidos el servicio doméstico es muy costoso. Además tenían que ahorrar para la educación de sus hijos —servicio que también es muy oneroso en este país— y destinar tiempo a enseñarles el español. Todas expresaron su honda preocupación porque aprendieran el idioma de los padres y que no olvidaran ni rechazaran sus raíces culturales mexicanas, por el contrario, que se sintieran orgullosos de ellas, o por lo menos las apreciaran. Es decir, se empeñaron en que sus hijos crecieran y se educaran en un ambiente bicultural.
¿Cómo lograron estas jóvenes mexicanas profesionistas resolver el desencuentro cultural? Del mismo modo que muchos de los mexicanos con escasa escolaridad o sin ella que han emigrado a Estados Unidos: aferrándose a su cultura, acudiendo a las relaciones familiares, de parentesco y de sociabilidad heredadas, sobre todo a las de paisanaje. Todas relataron con un sentimiento de tranquilidad y agrado el hecho de que el colegio fundado por Xóchitl, una de las primeras en establecerse en Sammamish, les sirviera tanto de escuela elemental para los hijos, como de medio de contacto con otras mexicanas y mexicanos. A través de esta escuela entablaron lazos de paisanaje, de amistad, de solidaridad que suavizaron por largo tiempo las sensaciones de nostalgia y pérdida. Sentimientos que, sin haberse aliviado del todo, con el paso del tiempo se fueron matizando a medida que conseguían una sólida posición económica, o cuando menos las mejores expectativas materiales de vida que aún conservan. El hecho de que sus hijos sean estadounidenses por nacimiento o que hayan crecido y se hayan educado en este país, con un buen dominio del inglés, ha contribuido en su acomodo a la forma de vida estadounidense, proceso de adaptación que aún no termina y que, como sucede con muchos pioneros, probablemente no llegue a ser definitivo. Para todas ellas, los lazos de amistad y solidaridad que hilvanaron y que poco a poco se han ido ampliando a más connacionales, lo mismo que a migrantes femeninas de otras nacionalidades (india y china principalmente), han constituido su principal respaldo para contrarrestar o superar, en el mejor de los casos, el desencuentro cultural.
El libro que reseñamos contiene una novedosa aportación al estudio de las diversas migraciones de mexicanos y mexicanas al vecino país del norte y confirma la importancia del aporte de la fuerza laboral mexicana a la economía de ese país; en el caso de la migración altamente calificada, al desarrollo tecnológico de Estados Unidos; en términos de dos especialistas de esta movilidad, Raúl Delgado Wise y Mónica Chávez Elorza: “A la preservación de la hegemonía estadounidense en materia de innovación y patentes”.[2] Aunque la maestra Lugo Olín no ahonda en este aspecto al enfocar su atención en las experiencias de vida de un conjunto de mujeres, esposas de mexicanos profesionistas calificados, los testimonios contenidos en este libro dan cuenta no sólo de la importancia que ha asumido ese tipo de migración, sino que se suman al análisis de los cambios que en muy diversos aspectos (socioeconómicos, políticos, familiares, de identidad cultural, entre otros) originan las movilidades humanas, además de constituir un singular y emotivo conjunto de vivencias que aportan al debate sobre el rol de las mujeres en la familia, en el hogar, en los procesos migratorios.
En síntesis, el libro de Concepción Lugo Olín tiene la cualidad de traer al primer plano una historia migratoria poco abordada en el medio académico especializado, la de un conjunto de jóvenes mexicanas, migrantes documentadas, profesionistas, desde tres perspectivas entrecruzadas: migratoria, de mujeres y de historias de vida.
* Dirección de Estudios Históricos, INAH.
[1] Cfr. Raúl Delgado Wise y Mónica Chávez Elorza, “Migración calificada: entre la pérdida de talento y la oportunidad de transformar a México con innovación”, Revista Mexicana de Política Exterior, núm. 107, mayo-agosto de 2016, p. 112; Selene Gaspar y Mónica Chávez, “Migración mexicana altamente calificada: 1990-2013”, Problemas del Desarrollo, vol. 47, núm. 185, abril-junio de 2016, pp. 81-110.
[2] Raúl Delgado Wise y Mónica Chávez Elorza, op. cit., p. 116.