Propaganda, política e imaginario. América Latina en la Primera Guerra Mundial
ENVIADO POR EL EDITOR EL Lunes, 04/11/2024 - 14:47:00 PMStefan Rinke, América Latina y la Primera Guerra Mundial. Una historia global, México, Fondo de Cultura Económica (Historia), 2019.
Lourdes Villafuerte García*
El libro de Stefan Rinke aborda el impacto que tuvo la Primera Guerra Mundial en América Latina, enmarcándola en el género historiográfico de la historia global, el cual se cultiva desde hace dos décadas. La historia global ha tenido un proceso que va desde el interés por el fenómeno de la migración internacional, hasta el desarrollo global posterior a la Guerra fría. Por otra parte, hoy en día la investigación historiográfica con estas características, es posible merced al uso de internet y una mayor movilidad de investigadores.
Esta modalidad historiográfica es un enfoque que se centra en procesos de intercambio que traspasan las fronteras; así, los eventos o fenómenos estudiados se analizan en un contexto que abarca un amplio ámbito geográfico y cultural. La historia global ha tenido aceptación, de manera reciente, entre los historiadores latinoamericanos, en especial en Argentina, Brasil y Chile.
El objetivo del libro es analizar las repercusiones de la Primera Guerra Mundial en Latinoamérica, ya que el autor opina que con este proceso bélico es la primera vez que hay conciencia acerca de un fenómeno mundial con efectos económicos, políticos y culturales en nuestro continente.
Los temas generales que aborda la obra son: las repercusiones económicas de la guerra en América Latina, la acción de una red de espías de diferentes países, la propaganda como arma y sus características en los países latinoamericanos, ya sea para los Aliados o para los alemanes, así como el imaginario acerca de Europa.
Las fuentes a las que acude Rinke provienen de 19 países, las cuales son variadas, interesantes y pertinentes para los temas que toca a lo largo del libro; estas fuentes son: hemerografía de varios países, principalmente del ABC (Argentina, Brasil y Chile); de México y Colombia; en menor medida, de los demás países sudamericanos, centroamericanos y caribeños, así como de prensa escrita en inglés, francés, alemán y español que son publicadas por los países beligerantes en América Latina; tales fuentes comprenden periódicos, revistas políticas y revistas satíricas, las cuales, al ser gráficas, eran muy populares por el analfabetismo que prevalecía en muchas partes del continente. Acude también a archivos de los ministerios o secretarías de Relaciones Exteriores de varios de los países mencionados, así como a archivos alemanes y estadunidenses. La bibliografía sobre las repercusiones de la Gran Guerra es muy amplia en Sudamérica y en Europa, y fue abordada con rigor por el autor. Además, él señala la importancia que dio a las fuentes gráficas (caricaturas, carteles, publicidad), pues la guerra propagandística fue básicamente visual, por las razones ya enunciadas. Si bien se consultaron diversos textos de comentario político en periódicos y revistas, esas fuentes también contienen elementos visuales, los cuales fueron analizados.
El libro está organizado en un prólogo para la edición en español, una introducción y siete capítulos; de ellos, el séptimo es la conclusión del trabajo. Las preguntas que guían el libro son: ¿Cuáles son los factores que llevaron a los latinoamericanos a considerar, entre 1914 y 1918, a la Primera Guerra Mundial como un hito importante para su propio mundo? ¿En qué medida se involucró Latinoamérica, directa o indirectamente, con los sucesos bélicos? ¿Cómo percibieron los latinoamericanos la guerra y cómo la dotaron de sentido? ¿Cómo se reposicionaron personas de diferentes clases sociales ante el colapso de sus imaginarios relacionados con Europa en el contexto de un mundo en guerra? ¿Qué tipo de conciencia mundial surge de ese contexto? ¿Cuáles son los conceptos de futuro que se derivan de ello para el propio desarrollo?
Rinke hace un balance historiográfico señalando que, si bien surgió una historiografía acerca de la Gran Guerra, ésta era proaliados o proalemanes, a lo cual siguió un largo periodo en el que, salvo algunas excepciones, ese fenómeno bélico se estudió de manera marginal, la excepción fue la historiografía argentina. Con la llegada al siglo XXI, y a partir de la llamada de Jürgen Kocka (2004) aumentó el interés por el estudio de la Primera Guerra Mundial en su aspecto global, así como el interés en el estudio de la conciencia global de Latinoamérica, por lo cual se entiende “una noción acerca del significado de entrelazamientos globales y procesos de integración”. La Gran Guerra europea tenía repercusiones en la vida diaria de los latinoamericanos, quienes eran conscientes de ello.
Repercusiones económicas, comerciales y políticas
Stefan Rinke presenta un panorama histórico de América Latina a partir de sus procesos de independencia de España y Portugal, quienes trataron de conservar el dominio sobre el tráfico de mercancías y materias primas entre Europa y sus excolonias; pero lo cierto es que desde la etapa colonial hubo una presión de Inglaterra, Francia, Holanda y Estados Unidos de América, sobre todo a raíz de su independencia. Muy pronto el liberalismo trajo consigo los acuerdos de libre comercio; con el tiempo Inglaterra, Francia y Alemania acapararon el tráfico comercial entre Europa y Latinoamérica durante todo el siglo XIX.
En el curso de la Primera Guerra Mundial, los países latinoamericanos veían como peligro real para la región que las acciones bélicas alcanzaran aguas de nuestro continente, en razón de los intereses comerciales que los beligerantes tenían aquí. El comercio latinoamericano de exportación e importación se vio seriamente afectado, pues el tráfico de mercancías, en especial de granos y otros productos alimentarios, lo hacían barcos alemanes; los cuales eran obstruidos o neutralizados continuamente; por otro lado, tanto los Aliados como los alemanes actuaban frente al traslado de energéticos como el petróleo o el carbón.
El de 1917 fue un año crucial, pues en el curso del mismo hubo varias definiciones que influyeron en América Latina: se percibió que la guerra iba a ser larga; Estados Unidos entró a la guerra (6 de abril de 1917) y los alemanes declararon la guerra submarina ilimitada. Las naciones latinoamericanas tuvieron que evaluar su posición frente al conflicto tomando en cuenta estas circunstancias, la disyuntiva, era: acudir al llamado de solidarizarse con Estados Unidos y entrar a la guerra o permanecer en la neutralidad.
De los 19 países mencionados por Rinke, siete permanecieron neutrales durante toda la guerra (Argentina, Chile, Colombia, Paraguay, Venezuela, El Salvador y México); doce países rompieron relaciones con Alemania (Bolivia, Brasil, Ecuador, Perú, Uruguay, Costa Rica, Guatemala, Haití, Honduras, Cuba, Nicaragua y Panamá), ocho de ellos terminaron declarando la guerra a Alemania (Brasil, Costa Rica, Guatemala, Haití, Honduras, Cuba, Nicaragua y Panamá). Con este cambio en el panorama latinoamericano, se intensificó la propaganda en favor de los Aliados, así como la censura de la propaganda alemana y continuaron las labores de espionaje desde México. Se trabajó intensamente en interrumpir o destruir las comunicaciones alemanas, en especial las radiotelegráficas, en todo el continente; por otro lado, los Aliados se repartieron la vigilancia de las costas latinoamericanas ante posibles incursiones navales del imperio alemán, en especial los submarinos.
Diversas naciones en Latinoamérica tuvieron que medir cotidianamente su posición frente a la Gran Guerra en función del avance de ésta y de acuerdo con sus propios intereses. México estaba en medio de la Revolución mexicana, enfrentando las injerencias del presidente Woodrow Wilson, por lo que el gobierno de Venustiano Carranza dejaba hacer a los alemanes, sobre todo labores de espionaje y propaganda. Después del escándalo del telegrama de Zimmerman, Carranza tuvo una política más flexible con ambas partes beligerantes en la guerra, además, se propuso como mediador para la paz.
En el curso de la Gran Guerra, los Aliados combatían a sus enemigos en América Latina expidiendo listas negras de empresarios proalemanes, lo cual se intensificó al final de la guerra. El gran ganador, hasta 1918, era Estados Unidos, pero los franceses y los británicos no querían quedarse atrás. A su vez, los países en nuestro continente comenzaron a cuestionar las listas negras elaboradas por los Aliados, pues, a veces contenían empresas latinoamericanas. Los alemanes pusieron en marcha diversas estratagemas, como actuar con prestanombres o fingir que las empresas eran de otros países, sin descartar que los gobiernos hicieron la vista gorda respecto de empresas que tenían un gran significado económico, como eran las empresas azucareras en Brasil y Perú.
La propaganda como arma de guerra y la avidez de información
La guerra de propaganda en Latinoamérica es un aspecto muy visible en la Primera Guerra Mundial: se la usaba como una nueva arma, la cual, según Rinke, “Buscaba justificar internamente las muertes de millones de caídos frente a la opinión doméstica, a la vez que quería legitimarse hacia el exterior, frente a los demás beligerantes y en especial frente a los neutrales”.
La guerra propagandística europea quería influir en Estados Unidos, pero también en los países neutrales latinoamericanos, de tal manera que los medios tanto aliados como alemanes publicaban periódicos en inglés, francés y alemán; en principio para las comunidades de esos países que habitaban en América Latina, pero también para las élites nativas que leían esos idiomas. Importante papel desempeñaron los lenguajes visuales, tales como la fotografía y el cine; la primera en las revistas, y el segundo en películas de propaganda o en los noticieros cinematográficos. Si bien cada país hacía propaganda, más tarde los Aliados lo hacían de manera conjunta.
En la guerra de propaganda, el imaginario acerca de los países beligerantes cumplía un papel: Francia, y su capital, tenía un gran significado cultural como cuna de la civilización moderna; mientras que Inglaterra resaltaba sus logros tecnológicos que hicieron posible la Revolución industrial; Alemania destacaba su poderío militar y su disciplina de hierro; para descalificar a Alemania, los Aliados los representaban como “amenaza teutona”, como autores de la barbarie que vivía Europa y proclives al imperialismo.
La propaganda alemana batalló mucho para posicionarse en Latinoamérica y sólo encontraba partidarios entre los militares y en los grupos conservadores, en especial en Argentina y Chile. Los intelectuales latinoamericanos debatían tomando partido de un lado o del otro, lo cual llenaba las páginas de los periódicos y revistas, se debatía también en el ámbito parlamentario y en las calles. Si bien hubo reclutamiento de tropas en Latinoamérica por parte de las potencias coloniales en pugna, la repercusión más directa fue en las labores de espionaje.
Además de la propaganda, la Primera Guerra Mundial fue un fenómeno informativo; pues los periódicos latinoamericanos informaban de manera cotidiana el curso de la guerra mediante tirajes extras; además de que muchos medios latinoamericanos enviaron corresponsales que informaban directamente desde los campos de batalla. Por otro lado, si bien los lectores eran de las élites o la clase media, el fenómeno bélico comenzó a interesar a la clase trabajadora, sobre todo en las ciudades. Los corresponsales de nuestro continente eran un contrapunto respecto de la información que surgía de los países beligerantes, la cual se tomaba con las reservas del caso debido a sus intereses en la guerra de propaganda.
Se desarrolló mucho el lenguaje satírico tanto de los caricaturistas como de los escritores, quienes representaban en jocosas piezas teatrales o en las caricaturas la propia guerra de propaganda, donde se mostraba que no se sabía bien a bien lo que verdaderamente pasaba en la Gran Guerra; este lenguaje, según Rinke, daba cuenta de que la manera en que los latinoamericanos se representaban a Europa había cambiado.
A pesar de todo, había una gran avidez por noticias de la guerra, lo cual desplegó la imaginación de los periódicos, donde algunos instalaban mapas, que cambiaban cotidianamente, o un sistema de señales para informar el resultado de las batallas; otros recurrieron a sonar sirenas para anunciar la llegada de telegramas, lo cual hacía que las personas se acercaran al edificio del periódico para conocer el mensaje.
Entre novelas de folletín, poemas, relatos, e ilustraciones en revistas y en los cuadernillos de la literatura popular de cordel, se forjó paulatinamente una nueva visión de Europa. Los latinoamericanos observaban que el resultado de la Gran Guerra iba a tener repercusiones en sus países y en sus vidas.
La Gran Guerra y el imaginario acerca de Europa
La que en principio fue llamada “Guerra Europea”, se presentó en la vida de los latinoamericanos como global en la medida en que afectaba su vida diaria, tal conciencia fue posible por el papel de los medios y por la acción de la propaganda en todo el continente. Los latinoamericanos pasaron de la esperanza de que las amenazas de guerra se quedarían en eso, al espanto del estallido de una guerra cuyas dimensiones amenazaban a la humanidad, por ser las naciones beligerantes quienes habían aportado al mundo la civilización. Al final de la Gran Guerra la imagen de Europa se tambaleaba.
Las rivalidades europeas afloraron, atribuyéndoles valores no siempre positivos, tales como la ambición hegemónica inglesa, la sed de revancha francesa o el germanismo como ambición de poder mundial; en ocasiones se la percibía como una “guerra de civilizaciones” entre latinos y germanos; entre eslavos y teutones. Por otro lado, la guerra se veía, entre los sectores de izquierda como una guerra de la burguesía y del capital; lo cual daría una oportunidad a la solidaridad de los trabajadores en contra de sus opresores.
La pregunta que diversos intelectuales se hacían frente a la barbarie desplegada en Europa era si había llegado la hora de América; es decir, comenzó a verse al Viejo Continente como decadente, en bancarrota civilizatoria, fomentando la muerte con la tecnología más avanzada; era hora de voltear los ojos hacia América como el futuro de la civilización.
En el capítulo VI, “Nación y trasnación” se plantea la pregunta: ¿cuáles son los conceptos de futuro que se derivan de ello para el propio desarrollo? El concepto clave de las naciones latinoamericanas es el nacionalismo; es decir, países fuertes con gobiernos fuertes que pudieran planear su propio futuro y alejarse del colonialismo europeo y del imperialismo estadounidense. Desde el punto de vista económico, las naciones latinoamericanas debían entrar al concierto de las naciones de una manera diferente.
Los países del ABC llevaron la delantera en este proceso, seguidas por México, cuya nueva Constitución Política se encaminó al nacionalismo y a socavar la influencia política y económica de los individuos y empresas extranjeras. En el plano cultural, el nacionalismo de los países latinoamericanos se manifestó en una nueva propuesta de arte, donde destacan la nueva estética brasileña y el muralismo mexicano; el conjunto de América Latina hizo propuestas originales en varias manifestaciones artísticas alejadas de la ortodoxia académica europea.
Los jóvenes latinoamericanos de entonces discutieron los valores previos, siendo uno de ellos el gran valor que se le otorgaba a Europa; diversos movimientos sociales (estudiantiles, obreros, feministas) convergieron en un fenómeno trasnacional donde, más allá de las fronteras, había un serio cuestionamiento al capitalismo, donde hubo una toma de conciencia del racismo, del colonialismo y del imperialismo estadounidense que se veía con mayor nitidez. Hubo intentos por formar organizaciones latinoamericanas a partir de estos movimientos.
El planteamiento era: si el colonialismo y el imperialismo eran lo otro, ¿qué era lo propio? En esa reflexión se barajaron conceptos como hispanismo y panhispanismo, España pugnó por colocar en América el concepto de “Iberoamérica”, que competía con el de “Latinoamérica”, de raigambre francesa. En distintos países se estableció la idea del indigenismo y la valoración de la cultura de los pueblos originarios; así como la identidad centrada en lo afro en Brasil; hubo también una diferente valoración de la cultura asiática (oriental). Por otro lado, Estados Unidos no dejó de lado la lucha por el panamericanismo a su manera, donde ellos ejercían de “hermano mayor”, lo cual fue siempre rechazado por los latinoamericanos.
El capítulo VII, “El legado global de la Guerra Mundial” constituye la conclusión del libro, en ella se plantea que, una vez dispersado el humo de la guerra, lo que quedó fueron dos extremos: unos ideales reformistas minimalistas de Wilson y los ideales maximalistas de la Revolución rusa, lo cual finalmente devino en la Guerra fría, que se sostuvo pasada la Segunda Guerra Mundial. Además, quedó una profunda decepción de Europa, pues la que había sido el centro de la cultura, la educación y el desarrollo, había traicionado a la civilización, quedando al descubierto su lado oscuro.
Para terminar, quiero plantear algunas situaciones actuales semejantes a las que reseña el libro de Rinke, y a las cuales aporta luz. Por una parte, la pandemia de covid-19 irrumpió en nuestra cotidianidad con un efecto tan devastador como una nueva guerra mundial y con una conciencia global inmediata; también se creyó que duraría poco. El enemigo invisible accionaba mediante la saliva de nuestros semejantes, incluyendo a los más queridos (parientes cercanos, amigos, colegas, alumnos, etcétera), los efectos culturales llegaron como un tsunami: destrucción casi total de nuestras comunidades, imposibilidad de tocarnos, de abrazarnos, de acompañarnos en situaciones dolorosas, de despedir a nuestros muertos. La humanidad hizo un gran esfuerzo para generar cambios culturales y conservar nuestro carácter de seres humanos gregarios: nuevo valor a las llamadas telefónicas y a las videollamadas, uso de las redes sociales para la formación de comunidades virtuales, así como nuevas formas de solidaridad, ya sea a distancia o de manera presencial, lo cual significaba ponerse en peligro.
Junto con esos cambios, tuvo lugar una guerra de propaganda donde se trató, sin lograrlo, de culpar a China, mientras que ésta sugirió que el virus fue el resultado de experimentos estadounidenses. Las noticias falsas iban desde la negación de la existencia del virus SARS-CoV-2, las dudas hacia la investigación científica, hacia la veracidad de las cifras de contagiados y muertos, hacia las estrategias de los Estados; hasta las dudas acerca de la efectividad de las vacunas, donde participaron jefes de Estado como Jair Bolsonaro y Donald Trump.
Por otro lado, asistimos a una gran guerra de propaganda de alcance global en la beligerancia que ahora mismo tiene lugar entre Estados Unidos y Rusia, cuyo escenario es Ucrania. Con el uso de la televisión y las redes sociales, ambas de alcance global, se transmiten imágenes falsas de manera arbitraria para posicionar a los beligerantes como perpetradores de masacres, destrucciones de instalaciones civiles o vencedores de batallas, según la posición de quien transmite, ya sea gobiernos, medios, sectores sociales o personas en lo individual, sin recato alguno.
Por último, es posible que Latinoamérica viva un cambio en su concepción de sí misma y en su relación con Estados Unidos. En los últimos 20 años mucho se ha hablado de tal país como un imperio en decadencia, donde resalta la opinión de Noam Chomsky; su imagen ha sido para América Latina la del imperialismo por excelencia, con sus constantes injerencias y ataques a la soberanía de las naciones, con la depredación de sus recursos y con una gran penetración de su cultura, gracias al cine y a la televisión.
En la era de la globalización, las derechas latinoamericanas casi abandonaron la noción de patria, y abrazaron los antivalores del neoliberalismo: el individualismo, la competencia (y la cultura del codazo), el éxito, la acumulación de bienes y el hedonismo, entre otros, sin dejar de lado las afectaciones del medio ambiente; en cambio, combatieron los valores y acciones comunitarios, tales como la cultura comunitaria de los pueblos originarios y su posición para el cuidado de la naturaleza, el sindicalismo, la cooperación científica, vía complementos salariales basados en la publicación en inglés en detrimento del español y el portugués, por mencionar sólo algunos. El acaparamiento de las vacunas por parte del gobierno estadounidense lo colocó en un lugar moral deplorable.
Con la llegada paulatina de gobernantes de tendencia progresista (antineoliberal), el mapa geopolítico de América Latina se reconfigura y esperemos que la conciencia de sí también lo haga. La negativa de varios países para asistir a la Cumbre de las Américas (junio de 2022), la asistencia bajo protesta de otros y el mayoritario cuestionamiento a Estados Unidos parece ser un síntoma de que éste está perdiendo rápidamente terreno como líder en el continente americano. Colombia ha funcionado durante mucho tiempo como bastión de Estados Unidos en Sudamérica, pero en las elecciones del 19 de junio de 2022 se alzaron como vencedores Gustavo Petro y Francia Márquez, llevados a la presidencia y vicepresidencia del país con el voto de afrocolombianos, indígenas, jóvenes y mujeres cansados del uribismo, con lo que quizá puedan avanzar las iniciativas que descartan a la Organización de Estados Americanos, y con ella a Estados Unidos, para desarrollar una nueva organización y cooperación social, política y cultural de América Latina. De manera semejante a lo que pensaron muchos intelectuales al finalizar la Gran Guerra, quizá llegó el momento de Latinoamérica frente a la decadencia del imperio.
* Dirección de Estudios Históricos, INAH.