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Tras bambalinas: Viajes insólitos de los retablitos, entrevista a Cristina Noguera

ENVIADO POR EL EDITOR EL Jueves, 21/11/2024 - 16:18:00 PM

Carlos San Juan Victoria*

 

Cristina Noguera es parte de uno de los gremios que sostienen al INAH, el de restauración: con una combinación de artes, técnicas, historia, trato antropológico con las comunidades, ellos rescatan, restauran y regresan a sus lugares el patrimonio cultural. Cristina destaca por sus años de experiencia, su calma en medio de tormentas, su gusto por recorrer comunidades cuyas iglesias se han visto afectadas, y por el don de explicarle al público no especializado, a reporteros o a funcionarios, las cualidades artísticas e históricas de las piezas. Además, fue la encargada (comisaria es el título oficial) de ir a Italia por más de medio millar de retablitos sustraídos ilegalmente de nuestro país, los cuales, en un acto ejemplar e insólito, el gobierno italiano, con fuertes vínculos de cooperación solidaria con México, decidió devolver.

 

“Adoro los exvotos”, dice en videocharla, como corresponde en tiempos de pandemia. Por eso, cuando supo, en febrero del 2019, que era necesario viajar a Italia para revisar, valorar y empacar 594 retablitos, de inmediato tomó cartas en el asunto. Era parte de una delegación mexicana encabezada por Alejandra Frausto, secretaria de Cultura, y Diego Prieto, director general del Instituto. La comisaria tiene una responsabilidad fuerte. Una vez que Italia entrega a las autoridades mexicanas el rescate, la custodia recae en manos mexicanas, de manera estricta, en la comisaria. Ella debe revisar lo que le entregan, prepararlo para el viaje y disponer que se fabrique la caja de madera de dos metros de largo por y uno y medio de ancho que, según su cálculo, aseguraba el traslado de ese desacostumbrado número de piezas. “Imagínate si se me olvida uno, y con qué cara regreso”. El momento decisivo de la entrega era la primera de varias estaciones más en el viaje de los retablos, hasta que el 26 de agosto de ese mismo año llegaron al público mexicano en el histórico Museo de las Culturas del Mundo, del INAH, en la exposición Memoria de Milagros: retablitos mexicanos.

 

Todo empezó cuando la Embajada de Italia en México hizo saber que su policía especializada en patrimonio cultural había logrado realizar un decomiso de retablos en una cantidad inusual, el segundo más importante en su historia, que habían sido sustraídos ilegalmente de México. Italia cuenta con carabineros encargados de tutelar el patrimonio cultural. Lanfranco Disibio, mayor de ese cuerpo policial y enlace de México en Italia, ha visitado nuestro país para dar cursos y apoyar en situaciones de catástrofe. En cierto sentido, conoce y aprecia lo mexicano. Quien esto escribe se imagina las capillas y pequeñas iglesias rurales de Querétaro, Guanajuato, Hidalgo y una mínima parte de Jalisco, de donde fueron sustraídas; su llegada a ciudades más grandes, donde los marchantes compran para vender a coleccionistas extranjeros, y su oscuro y clandestino viaje en maletas o cajas comunes para atravesar el océano atlántico e ingresar a otros países, ya sólo como mercancías despojadas de su poder reverencial, pero con precios de primer mundo. Imagina, pues no hay evidencia clara de la red detrás de su exportación ilegal.

 

La delegación mexicana llega con el tiempo cronometrado. Debían recibir el legado patrimonial en una ceremonia en el Ministerio Italiano de Cultura y regresar a la brevedad. Cristina entra a una gran biblioteca donde por vez primera ve una cantidad no imaginada de retablitos expuestos en sus mesas. “No, esto no lo acabo yo sola”, piensa. En tal situación, les comenta su angustia a los italianos, quienes les piden a sus restauradoras, expertas en pintura de caballete, que colaboren con la tarea. Igual que su colega mexicana, se asombran del número y preguntan qué tiempo tienen. Cuatro horas después de la ceremonia de entrega con las autoridades pertinentes, responde Cristina. Sin decir más, empiezan el trabajo de un conteo riguroso y la descripción mínima pero sustantiva. El conteo se debe hacer dos veces. Luego sigue el embalaje en pequeños paquetes para ir acomodándolos con mano experta en unas cajas con un peso superior a cien kilos.  Y terminan el laborioso encargo en siete horas, tres más de lo programado por las autoridades italianas. Luego de sus viajes clandestinos, los retablitos inician otro, ahora público y legal, custodiados por los carabineros, hacia la Embajada de México, y gracias a la diligencia de la Secretaría de Relaciones Exteriores, quien se encarga de la custodia en esa primera estación, viajan en maleta diplomática para ahorrarse el largo proceso de revisión en las aduanas. El arte pueblerino volvió a atravesar aguas oceánicas para llegar al altiplano mexicano, pero ahora con su valor aumentado como patrimonio cultural recuperado, en un capítulo insólito de la larga historia de exacciones coloniales.

 

Ya en México, prosigue el cuidadoso trato de los retablitos. En el edificio de la Secretaría de Relaciones Exteriores, con su debido ceremonial, se entrega la gran caja al INAH, cesa la custodia de la Secretaría y la retoma el Instituto. Llega por fin a la Coordinación Nacional de Restauración del Patrimonio Cultural, a sus modernas instalaciones incrustadas en los jardines del Exconvento de Churubusco, para cumplir con la segunda estación en su viaje. La depositan en el área del taller que dirige Cristina, a punto de cesar en sus funciones de comisaria y retomar el oficio, entre medieval y ultramoderno, de restauradora. Y entonces, ella se entera de que debe iniciar otra carrera contra el tiempo. Es importante hacer público este insólito evento donde Italia trasgrede las costumbres del viejo continente y México recupera un patrimonio invaluable. Por tanto, se hará una exposición con esas pinturas de artistas pueblerinos y se requiere que estén en posibilidad de ser exhibidas en tiempo récord. El taller se concentra en consolidar estratos pictóricos, limpiar, fumigar, evitar la corrosión y prevenir cualquier riesgo de deterioro, realizar un inventario riguroso para el cual se miden y se describen las piezas, copiando el texto donde consta un milagro, el agradecimiento del devoto y, cuando se indica, el lugar y el año en que el retablito fue realizado. Se seleccionan además las piezas más atractivas, que serán el centro de la exposición.

 

Mientras tanto, se integra un equipo interdisciplinario, como en otras ocasiones, pero ahora cuenta con personal del área educativa, restauradoras, museógrafos, historiadoras del arte, antropólogos y los encargados de medios audiovisuales, quienes filman esta experiencia. Todos saben que hay que ajustarse a un tiempo limitado. Así, inician sus trabajos para imaginar una exposición donde se armonicen las mejores piezas pero se despliegue la totalidad de ellas, se definan las áreas expositivas y sus temáticas, se combinen los saberes históricos y antropológicos para dar cuenta de ese arte popular religioso, en el que se mezclan las devociones, las capacidades artesanales, las costumbres rurales de ocupar los muros adyacentes a las imágenes veneradas, los imaginarios religiosos, la vida cotidiana y la gran historia de los siglos XVIII, XIX y parte del XX.

 

Una vez concluida la ardua labor de los talleres, la Coordinación de Restauración pasa la custodia a la Coordinación Nacional de Museos y Exposiciones, que ya habilitaba los espacios para la muestra. Otra vez se cumple con el ritual riguroso del cuidado patrimonial. Las piezas se cuentan, se controlan con el inventario, se embalan en papel sintético con bajoalfombra mullido, en paquetes de diez según la vitrina en que serán expuestas, y regresan a la caja de madera, que es sellada. Sólo entonces Museos se hace responsable de su custodia y cuidados posteriores. Cada uno de estos cambios de custodia ocurre bajo la protección de seguros comerciales por si sucediera algún accidente o deterioro inesperado.

 

Y ahora sí, tras de la última estación de su traslado, los retablitos se dirigen hacia el espacio museográfico donde miles de mexicanos los van a admirar. Viajan de la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural hacia el Museo de las Culturas del Mundo, en pleno centro, a un costado del Palacio Nacional, en la abarrotada calle de Moneda, con sus vendedores ambulantes listos para burlar —“torear”, le dicen— a los policías que los persiguen. Su traslado es custodiado por la Policía Federal, como ocurrió desde que tocaron tierra mexicana. Para culminar el riguroso cuidado patrimonial, la Coordinación de Museos hace entrega de los exvotos, con el mismo procedimiento, al personal del Museo, que en ese instante se convierte en su custodio. Los retablitos están a punto de ingresar al espacio de máxima visibilidad que registra su vida centenaria. El viaje de la clandestinidad comercial al orgullo del patrimonio recuperado está a punto de terminar. El personal del museo los traslada a las salas donde serán expuestos. Cristina por fin descansa, pero sólo un instante, pues seguramente ya urge otra tarea.

 

* Dirección de Estudios Históricos, INAH.