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Las fiestas de Xochimilco en febrero: cultura popular y economía local

ENVIADO POR EL EDITOR EL Martes, 03/12/2024 - 18:16:00 PM

Claudio de Jesús Vadillo López*

 

Frente a la idea de que todo cambia, que la realidad social y económica se pueden transformar a voluntad, es interesante reflexionar que hay zonas enteras de la vida social cuya naturaleza es la permanencia, la estabilidad y la reproducción por los siglos de los siglos, como es el caso del ámbito de la cultura popular y la economía que le sustenta y se alimenta de sus ritos.

 

Vivir entre cuetes

Tengo 19 años habitando en Tepepan, alcaldía de Xochimilco. Desde que llegamos, siempre nos impactó el coheterío, los fuegos artificiales, casi a diario. Muchos años fue desconcertante y, a la vez, explicado por la cantidad de parroquias y santos patrones a los que festejan los habitantes de la demarcación, tal vez sólo en Cholula, Puebla, suceda algo parecido.

 

Hoy sé que el santo más protagónico, el Niño Pa, sale a pasear cada uno de los 365 días del año, por la mañana, y regresa por la noche, a la casa de la familia que lo hospeda ese año, precedido siempre por un grupo de coheteros que van anunciando su paso tronando proyectiles en el cielo de Xochimilco. Dicho de otra manera, diariamente se consumen cientos de cohetes voladores que, al año, suman toneladas de pólvora y millones de pesos.

 

El abrumador tronido de los cohetes que se cuelan por todos los espacios de Xochimilco, que no deja rincón en silencio, es sólo la punta del iceberg, la señal de que algo pasa en Xochimilco, que lo hace un lugar muy aparte y especial de la Ciudad de México y en el mundo.

 

En las seis semanas que transcurren del 2 de febrero —día de la Candelaria y día de la bendición de cientos de figuras de Niños Pa, en la iglesia de San Bernardino de Siena— al Miércoles de Ceniza, el 6 de marzo de 2019, en el calendario de las celebraciones católicas, tienen lugar en el área de la alcaldía de Xochimilco las fiestas conmemorativas de la Virgen de Dolores, radicada en la iglesia de Xaltocan, los eventos del Carnaval, y el concurso de la Flor más bella del Ejido.

 

En esos días cada uno de los santos patronos que existen en Xochimilco: Nuestra Señora de la Asunción de la Milpa, San Antonio Tecomitl, Nuestra Señora de la Visitación (Tepepan), San Gregorio Atlapulco, San Pedro Actopan, son trasladados por sus feligreses para visitar a la Virgen de Dolores en Xaltocan y luego sus mayordomos organizan tremendas comilonas para el público que asiste a la procesión.

 

En un día como el 28 de febrero, a eso de las 12 del día, marchan en Xochimilco, hasta cuatro contingentes de personas cargando las imágenes de los santos, simultáneamente, por diferentes calles del Centro. Tiene lugar en cielo de Xochimilco una batalla de pólvora, con una sonoridad que se escucha más allá del infinito.

 

Acompañando al Niño Pa y a las diferentes versiones de la Virgen de Dolores, por ser vestidas de cuatro formas diferentes por las comunidades de las parroquias donde es custodiada, van cientos de personas ataviadas de Chinelos, cada uno con un traje y un gorro de diferente diseño, hecho en casa o mandado a manufacturar con artesanos especializados del sur de Morelos o de algunos pueblos de Xochimilco, con costos muy altos financiados por cada quién.

 

Este ritual de renovación de la adoración de los feligreses hacia deidades católicas como el Niño Pa y la Virgen de Dolores, tienen sus raíces en el siglo XVI, con sus especificidades históricas que son totalmente originadas en el Xochimilco. Sin profundizar en ello, la imagen del Niño Pa, aunque católica, no se presenta en ninguna otra parte del mundo, y la fiesta para la Virgen de Dolores, aunque católica, en el resto del mundo se celebra en el mes de septiembre.

 

A dios rogando y con el mazo (económico) dando

Lejos de acercarme a estos rituales xochimilcas con melancolía, folklorismo, o curiosidad teológica, me interesa indagar: ¿por qué ha perdurado esta forma de relacionarse de la población católica con sus santos patronos, históricamente y aún permanece en una sociedad crecientemente laica, en que se amplía el consenso acerca de valores humanos no religiosos? O, de otra forma: ¿es sólo la fe lo que explica las acciones sociales de revitalización, renovación y continuidad de las relaciones sociorreligiosas de la gran mayoría de los habitantes de Xochimilco?

 

Cabe señalar que cada procesión, que se inicia en la iglesia de la Virgen de Dolores, junto al Centro Deportivo de Xochimilco, avanza por la avenida 16 de Septiembre y alcanza su destino unos cinco kilómetros adelante, en línea recta para arribar a otros templos como el del San Bernardino de Siena, el Rosario, Caltongo o Salitre. Son manifestaciones religiosas en las que van abriendo paso un grupo de coheteros, luego viene el contingente de Chinelos y más atrás, cargando en andas a la imagen de la virgen, el grupo de integrantes del gremio de productores, pequeños comerciantes o diversas familias, que solicitaron transportar a la virgen en la procesión y pagaron la misa correspondiente.

 

En las dos semanas que transcurren del 24 de febrero al 10 de marzo, las misas en la iglesia de Dolores pueden ser hasta seis diarias y todas pagadas a la jerarquía eclesiástica. Por otro lado, rodeando la iglesia de Dolores, se instalan decenas de puestos de venta de pozole, pancita, tortas, quesadillas, pan de mantequilla, jícamas, caldos de pollo, tacos de bistec, cecina y barbacoa; tamales, pambazos, tlacoyos, micheladas, artesanías de madera, venta de literatura religiosa, juegos mecánicos de feria, voladores de Papantla, juegos diversos de tiro al blanco. Todos pagan una renta diaria a la iglesia de Dolores, que a su vez la entrega a la jerarquía de la catedral de San Bernardino de Siena, además de lo que se paga a la alcaldía.

 

Son jornadas multicolores, de intensa convivencia vecinal, familiar, comunitaria. Al final de cada comida se solicita la colaboración de los cientos de participantes, que consumieron cuando menos, un plato con carnitas, arroz, frijoles y agua de sabores diversos.

 

Cabe señalar que las investigaciones del etnohistoriador Juan Manuel Pérez Zeballos[1] demuestran que estas fiestas tienen una larguísima permanencia. Pérez Zeballos explica que la evangelización de los indígenas de Xochimilco en el siglo XVI fue un proceso en el que ellos colaboraron, sin gran resistencia, lo que ayuda a comprender que tras la iconografía católica subsisten los dioses de la época prehispánica.

 

Afirma Pérez Zeballos, que “las fiestas, procesiones y arreglo de las iglesias son elemento que a finales del siglo XVI cohesionaron a los Xochimilcas, quienes participaron con entusiasmo inusitado para los frailes [franciscanos], en la organización y aportación económica para la celebración del culto divino”.[2]

 

Como sucede en la actualidad, seis siglos después:

 

la institución eclesiástica se encargaba de la organización de las fiestas y procesiones; sin embargo, eran los habitantes de Xochimilco los que ponían a éstas su particular acento, adornando la amplia plaza con enramadas, arcos y flores. De manera especial se celebraba la festividad del Corpus Christi, pues de todos los pueblos bajaban a la ciudad. En esa fiesta quedaba patente el carácter sincrético de las devociones indígenas, la fuerza de lo que habían sido los antiguos rituales con sus trajes, y representaciones, se manifestaba frente a los ojos de los religiosos franciscanos, que veían en ello una forma distinta y tolerable de honrar a la divinidad [...] participaban todos los gremios, quienes daban su propia ofrenda, nos cuenta el fraile: y para más festejo se visten enmascarados de cada oficio algunos, que en sus tabladitos los representa, haciendo que trabajan con instrumentos a cada oficio [al que] pertenecen; ay muchos géneros de danza, ferias con vestiduras galanas; ponese en medio de la plaza un instrumento que llaman teponaztli y los más nobles al son de aquel instrumento, en rueda, van danzando, unos con figuras de águilas, otros de leones, otros como que van cargados, cada cual con armas pintadas en tarjas en las manos [...] Todos los pueblos y barrios tenían su fiesta titular en la que se festejaba el santo patrono. Para 1772 aún existía una ermita de La Circuncisión en Xaltocan, donde se celebraba misa el primer día del año, esta festividad abría el ciclo anual de fiestas”.[3]

 

La ruda autonomía de los que sobreviven (a pesar de todo)

Es interesante mencionar que el proceso de mestizaje cultural en Xochimilco, como en territorios conquistados por los españoles, surgió, según el filósofo Bolívar Echeverría: “Como una estrategia de sobrevivencia de los “naturales”, de los dominados y no como un proyecto de los dominadores, pero que transforma a éstos [...] no habría sido un proceso de repetición modificada de lo mismo sobre un territorio vacío, sino un proceso de recreación completa de lo mismo, al ejercerse como transformación de un mundo preexistente”.[4] Dicho de otra manera, la profundidad del arraigo de las mencionadas festividades religiosas es tal porque son lo que los indígenas quisieron que fueran, y no la repetición mecánica de lo que trajeron los evangelizadores de Europa. En los ritos católicos europeos guardaron sus propias tradiciones religiosas, ante la violencia de la espada y de la cruz.

 

Observo que las fiestas de hoy han permanecido durante seis siglos, y trato de evitar la mirada costumbrista, romántica, etnográfica, culturalista, para introducir como un bisturí la crítica de la economía política y me pregunto: ¿de dónde sale tanto dinero y a dónde va a parar? ¿Cuál es la interrelación entre reproducción simbólica de la identidad y economía local?

 

En tiempos de austeridad y escasez económica, a principios de año las ferias de los santos reactivan la vida económica, de los lancheros y propietarios de trajineras que reciben al turismo, movilizan las energías de los pequeños productores, de los agricultores de parcelas, de chinampas y de los pequeños comerciantes de los tres grandes mercados en el centro de Xochimilco.

 

Acudo a la teoría y a la mirada historiográfica, para proponer que este conjunto de actividades económicas articulan y conforman un sistema y una dinámica, que el historiador Fernand Braudel definió, para la Europa de los siglos XVI al XVIII, en tres niveles:

 

El de la economía llamada de mercado, es decir, de los mecanismos de la producción y del intercambio ligados a las actividades rurales, a los tenderetes al aire libre, a los talleres, a las tiendas a las bolsas, a los bancos, a las ferias y, naturalmente a los mercados [...] Pero una zona de sombra [...] se extiende por debajo del mercado; es la actividad elemental básica que se encuentra en todas partes…a esta zona densa, a ras de suelo, la he denominado…la vida material o la civilización material[…] Por otra parte, por encima y ya no por debajo de la amplia superficie de los mercados[…] constituye en cierta forma su límite superior, representa […] el dominio por excelencia del capitalismo.[5]

 

En Xochimilco coexisten el capitalismo de Elektra, Gigante, Banco Azteca, Coppel, Aurrera, Bancomer, Banorte, que rigen el conjunto de la dinámica económica, con la actividad de los mercados ligados a la vida rural local, y un tercer nivel a ras de piso, de productores pequeños, que resurgen cada vez que hay un ciclo de fiestas religiosas.

 

Los productores del día a día se mueven en el terreno del autoconsumo, no alcanzan ni los préstamos chiquitos de Banco Azteca. Son un sector poco reconocido, viven de un pequeño comercio que surge de fiesta en fiesta patronal y de ferias como la del nopal y el pulque que organiza la alcaldía.

 

Esta masa de pequeños productores y comerciantes viven al día, son los protagonistas económicos de las seis semanas de fiestas religiosas en Xochimilco. Cuando comienza la preparación de la tierra para el cultivo en las grandes propiedades agrícolas de Xochimilco, los cientos de pequeños productores de las chinampas ya tienen que ofertar, pueden sacrificar reses y cerdos para las carnitas de las múltiples comidas de masas y tamaladas, que organizan para halagar a quienes asisten a adorar a las vírgenes de Dolores y al Niño Pa.

 

Otro sector beneficiario de las fiestas son los productores de artesanías y de las vestimentas de cientos de danzantes chinelos que protagonizan las procesiones. Sin embargo, hay que hacer notar que, mientras los mercados de subsistencia luchan por salir día a día, y son una suerte de red social de protección contra el desempleo, recubierto del sello de “la cultura popular”, la gran concentradora de recursos monetarios, la acumuladora del excedente económico producido, es la jerarquía eclesiástica de Xochimilco, que mediante el cobro de misas y otros servicios religiosos, mediante el cobro de derecho de piso a los comerciantes que brotan como hongos en esas fechas y mediante donativos puede organizar los festejos religiosos, llenando las arcas corporativas de dinero. No casualmente a la fiesta de bendición del Niño Pa, el 2 de febrero, asiste cada año sin falta el arzobispo primado de México, como sólo lo hace cada año a la fiesta de la Virgen de Guadalupe, el 12 de diciembre.

 

En conclusión, como punto de partida para investigar más, observo que las fiestas religiosas como cultura popular son, de hecho, un mecanismo de funcionamiento económico local en Xochimilco. De ahí que su permanencia ya de seis siglos, desde el XVI, estimula la agricultura, ganadería, comercio y artesanías regionales, siendo un medio de sobrevivencia de cientos de gentes, además de la consabida alegría que desatan las festividades.

 

* Escuela Nacional de Antropología e Historia.
[1] Juan Manuel Zeballos Pérez, Xochimilco ayer, vols. I, II, III, México, Delegación de Xochimilco / Instituto de investigaciones Dr. José María Luis Mora.
[2] Idem.
[3] Ibidem, pp. 25-26.
[4] Bolívar Echeverría, “La historia como descubrimiento”, Revista Contrahistoria. La Otra Mirada de Clío, núm. 1, México, septiembre de 2003-febrero de 2004, p. 29.
[5] Fernand Braudel, Civilización material, economía y capitalismo, siglos XV-XVIII, t. 1, Madrid, Alianza, 1984, p. 2.