La fiesta: el teatro de la memoria, la identidad y el poder
ENVIADO POR EL EDITOR EL Miércoles, 04/12/2024 - 18:59:00 PMClaudia Alvarez Pérez*
Resumen
En un breve texto la autora expone las inquietudes del Seminario de la Fiesta en México, al mismo tiempo que propone una reflexión en torno al análisis de la fiesta desde la relación entre antropología e historia, haciendo una metáfora con el eje narrativo del teatro, considerando tres variables: el contexto, la dimensión política y la función social.
Palabras clave: fiesta, teatro, dimensión política, función social.
Abstract
In a brief text, the author presents the concerns of the Fiesta Seminar in Mexico, while proposing to contemplate the analysis of ritual celebration from the relationship between anthropology and history, constructing a metaphor with the narrative core of theater, while considering three variables: the context, the political dimension, and the social function.
Keywords: fiesta, theater, political dimension, social function.
Todas las sociedades conocen ese sutil mecanismo:
que la celebración anual se vincule a alguna figura
del cosmos, que se le distribuya en un calendario. [...]
La conmemoración es a la fiesta lo que la regla
es al juego: una tentativa del establecimiento social
para absorber, digerir o apropiarse debilitándolo,
aquello que lo uno y lo otro tienen de inaceptable
para el orden establecido.
Jean Duvignaud[1]
La mirada en y sobre la fiesta en México data de largo tiempo atrás, desde las bitácoras de las órdenes religiosas, pasando por los cronistas, la literatura del siglo XIX y se extiende hasta las diversas perspectivas disciplinarias de las ciencias sociales.
El Seminario Permanente de Estudios de la Fiesta en México de la FES Acatlán es un esfuerzo colectivo para construir un espacio reflexivo en torno a la fiesta en donde convergen profesores y alumnos que dialogan a la luz de disciplinas varias, desde hace más de 15 años, y que se ha concretado en un arduo trabajo en foros, presentaciones de ponencias, el trabajo cotidiano de archivo y las visitas de campo en distintas latitudes de nuestro México.
Destacan dos volúmenes publicados que resumen el trabajo del Seminario: La fiesta en México: una mirada multidisciplinaria.[2] Sus temas expresan distintos puntos de anclaje de los estudios sobre la fiesta; por un lado se encuentran los artículos que debaten las propuestas teórico-metodológicas: La teoría de la fiesta en Roger Caillois, El papel del símbolo en la conformación de las identidades colectivas, La antinomia entre la fiesta y el trabajo, Sentido y significación del lenguaje y de la fiesta en la crítica de Octavio Paz a la modernidad, o La fiesta patronal: espacio para la comunicación.
Otros son estudios de caso: La Fiesta de la Cruz en peña de Bernal, Muerte Niña: la Santísima de Churubusco, Ni yendo a bailar a Chalma, El paseo del Pendón, La fiesta de cumpleaños del Señor Gregorio, Las fiestas por la beatificación de San Felipe de Jesús, La fiesta patronal del Real de Minas de San José de Bolaños en la segunda mitad del siglo XVIII, El Señor del Calvario de Culhuacán: su historia, celebraciones y trascendencia, El Niño de las Suertes y su fiesta, Fiesta y gastronomía en el Centenario de la Independencia de México, Fiesta y diferenciación social: el carnaval de San Nicolás de Bari, Panotla, Tlaxcala.
En los ensayos aparecen constantes como lo sagrado, el culto, el sacrificio, los dones, los signos, los símbolos, el lenguaje, identidades individuales y colectivas, competencia, representación y semiótica, teatro en movimiento, todo aquello que implica la dimensión simbólica de la cultura.
El Seminario se ha decantado por las fiestas de carácter religioso, a excepción del ensayo sobre el Centenario de la Independencia, una celebración de carácter cívico que también construye identidad y reproduce significaciones. Es una vertiente aún por explorar para este colectivo de investigadores.
La perspectiva de mi lectura parte del maridaje entre la antropología y la historia, con la idea de exponer algunos puntos de vista que puedan enriquecer el trabajo del Seminario. Considero que debieran revisarse la abundancia de trabajos, textos, ensayos y reflexiones que se han aportado en ambas disciplinas. Esta revisión debe hacerse en dos sentidos del tiempo analítico: diacrónico y sincrónico, para conocer los contextos y los procesos de las celebraciones que se estudian; es decir, toda celebración debe verse en el entramado del ciclo ritual para entender la complejidad de las relaciones sociales y rituales que se establecen. Ello también permite ver los cambios en el tiempo de la puesta en escena que representa la fiesta, tanto en el archivo —cuando es posible encontrar documentación— como en el trabajo de campo.
La teatralidad de la fiesta
Pensar la fiesta mediante la metáfora del teatro nos permite verla como la escenificación de las diferentes formas de representar y ver el mundo de grupos, pueblos y comunidades, donde cada actor social desempeña un papel fundamental en la reproducción de la cultura, de la esfera sagrada que da certidumbre al tiempo, al ser y estar en el mundo.
Son infinitas las formas de abordar el estudio de la fiesta, pero sostengo que hay tres elementos de análisis que resultan imprescindibles. El primero es el contexto histórico de la construcción de la fiesta; quienes organizan y preparan los rituales cargan consigo normas, valores y costumbres, el tiempo y sus tiempos, es decir, un conjunto de significados que están anclados en un momento específico del ciclo vital y ritual de la comunidad, ritos religiosos y ritos de paso, celebrados de manera individual y colectiva.
La dimensión política de la fiesta es otro eje de análisis, pues en ella se representan las jerarquías sociales y de poder, donde entran en disputa los significados de las formas de vivirla, con su propia carga simbólica y de lenguaje, como proceso creativo; donde hombres y mujeres reinventan el mito, las narrativas, las historias.
La teatralidad de la fiesta es el momento de la distensión de las crisis y los conflictos y propicia la reorganización de los tiempos de la vida cotidiana. El inicio, el desarrollo, el clímax y el desenlace son momentos de la estructura teatral, los cuales pueden representar las celebraciones festivas; hay una preparación, recreación, culminación y finalización. La ruta queda preparada para garantizar la periodicidad del ritual, la permanencia, la certidumbre de volver a encontrarse en el siguiente ciclo.
La función social de la fiesta es el tercer nivel de análisis: por qué y para qué se organizan las fiestas religiosas, cívicas, los carnavales, los ritos de paso y cualquier episodio que se quiere recordar. La fiesta, como digo líneas arriba, es una construcción, una invención de la permanencia de un grupo social en el mundo; el sentido de la territorialidad, las fronteras simbólicas, las fronteras liminales, todo ello cobra sentido.
Los pueblos han desarrollado un poderoso sistema de integración y de solidaridad sobre fundamentos religiosos, haciendo depender su identidad y continuidad del culto a un santo patrono, de modo que la participación en su ciclo de fiestas sea el principal indicador de la solidaridad lugareña y el criterio más importante de pertenencia a la comunidad. Esta forma de organización religiosa tiene generalmente un carácter autónomo y laico, dando lugar a un interesante modelo de autogestión religiosa.[3]
Las fiestas patronales quizá son las que mejor ejemplifican la teatralidad aquí referida. La continuidad del conjunto de rituales es la construcción del rememorar, del no olvidar, porque la memoria es vital para los grupos sociales, comunidades y pueblos.
En la práctica festiva donde se manifiesta la religiosidad popular convergen diversos rituales. Desde la antropología, el ritual se ha analizado como creencia, acción, mecanismo, instrumento, un medio o un fin: “Para constituirse como tal un ritual requiere tener un raigambre histórico y un sentido cultural, lo cual da un elemento numinoso que trasciende el plano de lo individual”.[4] Roger Caillois[5] lo considera un regulador de la relación sagrado-profano. El ritual es un punto de referencia para la construcción de la identidad:
La modernidad desarraiga, universaliza, aculturiza. Los procesos de urbanización y de migración forzadas que destruyen el tejido social y, sin embargo, al hacerlo esos procesos modernizadores producen su contrario: la reafirmación del sentimiento nacional y regional […] la exaltación de lo nacional, de lo regional y de lo tradicional es lo que Octavio Paz ha llamado la venganza de los particularismos.[6]
De manera que en la teatralidad de la fiesta los hacedores del ritual se convierten en hombres y mujeres de poder que recuerdan, son también hacedores de la memoria y moldean la identidad.
Para terminar
Por qué y para qué estudiar la fiesta, más allá de lo vistoso, el color, la exaltación, la diversión, los excesos, etcétera. Qué se persigue, más allá de conocer y describir lo que nos dicen los documentos de otras épocas, más allá de las etnografías que producimos como resultado de las visitas de campo.
Considero que reflexionar sobre el contexto histórico, la dimensión política y la función social debe ser parte inherente de nuestros estudios, sin perder de vista las relaciones sociales y de poder de los agentes históricos que construyen, representan y hacen las fiestas: mayordomos, cargueros, fiscales, cofrades, religiosos, presidentes municipales, organizaciones y colectivos, todos ellos llevan a cabo la acción de recordar.
La fiesta es entonces una urdimbre compleja que representa los procesos sociales, económicos y políticos; en ella un conjunto de actores practican el juego del orden y el desorden, el principio y el fin, reactualizan el tiempo. Dan certidumbre tanto al presente como al pasado y brindan la esperanza de un futuro.
* Escuela Nacional de Antropología e Historia, INAH.
[1] Jean Duvignaud, El juego del juego, México, FCE, 1982, p. 139.
[2] Hugo Arturo Cardoso Vargas, La fiesta en México: una mirada multidisciplinaria, México, Seminario Permanente de Estudios de la Fiesta en México, FES Acatlán-UNAM, vol. I, 2011, y vol. II, 2014.
[3] Gilberto Giménez, Cultura popular y religión en el Anáhuac, México, Centro de Estudios Ecuménicos, 1978, p. 66.
[4] Carlos Aguado y María Ana Portal, Identidad, ideología y ritual, México, UAM-I, 1992, p. 80.
[5] Roger Caillois, El hombre y lo sagrado, 1a reimp., México, FCE, 1984.
[6] François Laplantine, “Identité, modernité et religión”, en III Coloquio Paul Kirchhoff. Identidad, México, IIA-UNAM, 1996, p. 89.