Mi “comadre” Raquel y su compromiso con los “irredentos parias”

ENVIADO POR EL EDITOR EL Jueves, 05/12/2024 - 16:12:00 PM

Beatriz Lucía Cano Sánchez*

“Para ti no habrá ya sol
Para ti no habrá ya noche
Para ti no habrá ya muerte
Para ti no habrá ya dolor
Para ti no habrá ya calor
Ni sed, ni hambre, ni lluvia
Ni aire, ni enfermedades, ni familia…

 

Nada podrá atemorizarte

 

Todo habrá concluido para ti
Excepto una cosa: el cumplimiento del deber
En el puesto que se te designe
Allí quedarás para la defensa de tu nación
De tu pueblo, de tu raza, de tus costumbres
¿Juras cumplir el mandamiento divino?
¡Sí! (Ehui)”

 

Juramento Yaqui

 

El viernes 8 de noviembre de 2019 me enteré, al igual que el resto de la comunidad del INAH, de la trágica muerte de nuestra compañera y amiga Raquel Padilla Ramos, noticia que me causó una gran impresión por la relación de amistad que mantuvimos desde 2002, año en el que ella participó en Seminario Salud-Enfermedad que organizaba anualmente nuestra entrañable amiga Elsa Malvido.

 

La relación se estrechó en octubre de 2007 cuando la ciudad de Hermosillo fue la sede del mencionado evento. Tanto Raquel como Elisa Villalpando fungieron como las anfitrionas, en su carácter de académicas adscritas al Centro Regional-Sonora de nuestro Instituto. Esa experiencia fue inolvidable, no sólo por la calidad de un evento que reunió numerosos especialistas nacionales y extranjeros, sino también por el hecho de que las anfitrionas nos invitaron, a Elsa y a mí, a conocer algunos lugares de Sonora. Con Elisa recorrimos la zona arqueológica de Trincheras, mientras que Raquel nos llevó a diversos puntos de una entidad que conocía como pocos, pero, lo más importante, nos abrió las puertas de su hogar.

 

Todavía recuerdo con mucha nostalgia aquellos momentos de convivencia que tuvimos con su hijo Emiliano, quien en ese momento era un niño pequeño al que Raquel llevaba a todos lados. Y a la par de los arrullos, se oía su voz autorizada opinando y discutiendo sobre diversos asuntos académicos. Esta experiencia marcaría nuestra relación, pues Elsa y yo nos convertimos en sus “comadres”. Nuestra amistad, que comenzó en el ámbito académico, después transitó al ámbito afectivo y fueron frecuentes las reuniones que mantuvimos, algunas veces en Sonora, otras en la Ciudad de México, y si no era posible vernos físicamente, recurríamos a todos los medios de comunicación que nos ofrece la modernidad.

 

Nuestra relación de amistad, lamentablemente, padeció un primer quebranto el 9 de abril de 2011, día en el que sufrimos la pérdida de Elsa Malvido. Todavía recuerdo haber recibido la llamada de Raquel, quien me manifestó su gran pesar por el fallecimiento de nuestra comadre. Ahí terminó el Seminario de Salud-Enfermedad.

 

 Raquel era una persona de fácil trato, con quien se podían entablar conversaciones sobre diversos aspectos de la vida. Era una mujer que mostraba una gran pasión en todos los proyectos que emprendía y su forma de ver la vida resultaba contagiosa. Podía definirla como una mujer de una gran vitalidad, de risa espontánea, con un gran sentido del humor y directa en el trato. Nunca buscó ser competitiva y siempre se mostró respetuosa por el trabajo de los demás. Sabía establecer una conversación sincera y directa y siempre escuchaba mirando a los ojos. No se quejaba de su vida personal o profesional, tenía nuevos proyectos de vida y se cuidaba de criticar a los demás. Era una mujer valiente que colocaba la razón como su bandera de lucha, pero cuyo corazón la impulsaba a defender aquellas causas que consideraba justas. Recuerdo que ella comentaba que tenía amigos diversos, entre los que destacaban el geógrafo Giovanni Velázquez y el jesuita Conrado Zepeda. En el plano académico, uno de los aspectos que nos unió fue la manera en que utilizábamos la historia oral para acercarnos a nuestro objeto de estudio. Durante muchos años ella se dedicó a estudiar a los yaquis tanto desde un enfoque histórico como antropológico.

 

Un rasgo que enaltece la memoria de Raquel era la humildad que mostraba en su faceta de académica. Puede ser considerada una de las principales estudiosas de la historia de los yaquis, tal como lo prueban trabajos como Yucatán, fin del sueño yaqui. El tráfico de los yaquis y el otro triunvirato (1995); “La guerra del yaqui a través de la prensa arizonense” (1997); Progreso y libertad. Los yaquis en la víspera de la repatriación (2006); Conflicto y armonía. Etnias y poder civil, militar y religioso en Sonora (2009); “Los partes fragmentados narrativas de la guerra y la deportación yaquis” (2009); “Autonomía y ley de Dios durante la jefatura de Juan Banderas” (2010); Los irredentos parias. Los yaquis, Madero y Pino Suárez en las elecciones de Yucatán, 1911 (2011) y había entregado a la prensa el libro Mujeres yaquis y mayos. También dirigía el proyecto “Patrimonio indígena y misional del noroeste de México” e impulsaba la creación de la Yaquipedia y de una Red de Historiadores en Apoyo a las luchas indígenas del noroeste de México.

 

No utilizó sus investigaciones para alcanzar renombre en el gremio, sino que buscaba mostrar los problemas que habían vivido, y viven, los yaquis. Gracias a un trabajo meticuloso y apasionado, Raquel logró reunir una gran cantidad de documentos históricos que le permitieron evidenciar la forma en la que este grupo étnico se tuvo que adaptar a la vida en las misiones, la guerra de exterminio a la que se enfrentaron tanto en la época virreinal como en el siglo XIX y la deportación que sufrieron en diversas etapas de la historia moderna del país.

 

La profundidad con la que llegó a conocer las luchas que los yaquis emprendieron en defensa de su territorio y de sus recursos naturales no sólo representó un compromiso académico sino de vida, pues ella se involucró en las acciones de esta comunidad. Resalta su lucha contra el proyecto del Acueducto Independencia, mismo que abastece de agua a la ciudad de Hermosillo con aguas del río Yaqui, lo cual afectaba a diversos agricultores pues existía una notable disminución del flujo de agua. Los aspectos centrales de sus investigaciones a propósito de este grupo indígena versaban acerca de sus estrategias culturales de resistencia, sus formas de lucha, su vida cotidiana y su cosmovisión. Era común que los yaquis acudieran a ella para consultar por sus investigaciones. Raquel les compartía sus conocimientos a sabiendas de que constituía una forma de ayudarlos en su lucha por mantener la autonomía y sobre todo, preservar la propiedad de la tierra y del agua.

 

Por el involucramiento que tenía con el grupo yaqui, a quienes visitaba en sus mismos pueblos, no se le consideraba como una yori, apelativo con el que ellos designan a los extranjeros, sino que la consideraban una de ellos. La pasión que sentía por los yaquis no resultó un obstáculo para que Raquel escribiera con objetividad. Su posición de académica se compaginaba con su labor combativa, de tal manera que podía ufanarse de haber sido una mujer congruente con su labor como investigadora y como luchadora por los derechos de este grupo indígena. Nos contaba que los habitantes de los Ocho pueblos la buscaban para que les contara sobre los padecimientos de sus antepasados, quienes, en muchas ocasiones, habían sido trasladados a Valle Nacional para que trabajaran como esclavos en las haciendas tabacaleras. Y compartía su conocimiento con la intención de que los yaquis no sólo tuvieran una visión amplia de su pasado, sino también para que éste les sirviera como un arma de defensa ante las autoridades locales y estatales.

 

En sus trabajos se combinaba el trabajo documental con la observación etnográfica, pues buscaba ofrecer una visión en que tuvieran cabida tanto el pasado como el presente de los yaquis, y de esa manera podía no sólo mostrar esa historia llena de injusticias para ese grupo indígena, sino también permitía visibilizar sus problemas actuales. En sus trabajos se denotaba la facilidad con la que articulaba la discusión del presente con el pasado de los procesos históricos de sus amados yaquis.

 

Tras su muerte, varias personas externaron diversos calificativos acerca de ella: “mujer admirable, talentosa, valiente, comprometida e íntegra. Incansable defensora de los derechos y la cultura de los pueblos originarios” (Diego Prieto); “mujer de fuerte compromiso colectivo” (Amílcar Peñúñuri); “voz firme y certera en la defensa de los pueblos originarios de México” (José K’oyok). Estas palabras constituyen un reconocimiento a una mujer que siempre recordaremos por su calidad académica y humana, pero también por el compromiso hacia los desfavorecidos.

 

Murió de manera inesperada, destrozada por ese desierto de violencia que avanza en el país contra las mujeres. Pero nos quedamos con su voluntad de luchar contra el destejido de la memoria yaqui, con su servicio para rehabilitar a esta comunidad fracturada muchas veces y su vida como brisa que nos invita a congregar.

 

* Dirección de Estudios Históricos INAH