Jóvenes católicos, militancia y redes anticomunistas en la década de 1970: El Consejo Nacional de Estudiantes

ENVIADO POR EL EDITOR EL Lunes, 09/12/2024 - 17:32:00 PM

Mónica Alcántara Navarro*

 

Resumen

Este texto se propone analizar la militancia de jóvenes mexicanos identificados con el catolicismo integral-intransigente. A finales de la década de 1970, un grupo de ellos participó en el Consejo Nacional de Estudiantes para expresar su rechazo al gobierno mexicano; al Consejo acudieron agrupaciones similares de otros países. Aquí se presenta una cronología que permite identificar y caracterizar las acciones de esa militancia juvenil

Palabras clave: jóvenes católicos, redes transnacionales, militancia intransigente.

 

Abstract

This article aims to analyze the militancy of young Mexicans identified with integral-intransigent Catholicism. At the end of the 1970s a group of them participated in the National Student Council to express their opposition to the Mexican government; similar groups from other countries turned to the Council. A chronology is presented to permit the identification and characterization of the actions of that intransigent youth militancy.

Keywords: Catholic youths, intransigent militancy, international networks.

 

A lo largo del siglo XX en México surgieron grupos de jóvenes católicos identificados con la derecha radical, opositores al régimen priista en el poder y en constante confrontación con agrupaciones estudiantiles que tuvieron mayor afinidad con la izquierda. Durante la década de los setenta, cuando el gobierno encabezado por Luis Echeverría Álvarez atravesó una fuerte crisis de legitimidad política, esos grupos se sumaron al rechazo contra el partido priista y protagonizaron una serie de reuniones en las que establecieron agendas comunes que operaron a nivel nacional y regional.

 

En 1978, jóvenes vinculados con las estructuras públicas de la Organización Nacional el Yunque —de carácter reservado-secreto—, como el Movimiento Universitario de Renovadora Orientación (MURO)[1] y el Frente Universitario Anticomunista (FUA), se reunieron en las instalaciones de la Universidad Autónoma de Querétaro y fundaron el Consejo Nacional de Estudiantes (CNE) para expresar su descontento frente al gobierno de José López Portillo. Meses más tarde, ante la proximidad de la primera visita del papa Juan Pablo II a México y la inauguración de la III Conferencia Episcopal Latinoamericana (Celam) en enero de 1979, los integrantes del Consejo se encontraron en la Ciudad de México con sus pares latinoamericanos y europeos para consolidar una agrupación llamada Consejo Hispanoamericano de Estudiantes (CHE). Su objetivo fue superar los límites nacionales y articularse transnacionalmente.

 

El propósito de este artículo es visibilizar la participación y el protagonismo de los jóvenes militantes del catolicismo integral-intransigente frente a los gobiernos posrevolucionarios en México a finales la década de 1970. A partir del seguimiento y análisis de sus acciones, se propone establecer una cronología que permita dar cuenta de las transformaciones operadas en su militancia juvenil que marcaron sus proyectos políticos. Las actividades de las organizaciones mencionadas se rastrearon a partir de las tarjetas y expedientes generados por los agentes de la DFS,[2] de las notas de la prensa mexicana de la época[3] y de los testimonios de militantes que formaron parte de la estructura juvenil del Yunque.[4]

 

El trabajo se divide en tres partes. La primera emprende un breve recorrido historiográfico por la militancia católica en México, centrándose en grupos secretos-reservados durante la primera mitad del siglo XX y las transformaciones políticas que experimentaron durante la Guerra fría. En la segunda parte se da cuenta de las acciones llevadas a cabo por los jóvenes católicos vinculados con las estructuras públicas del Yunque, con las que manifestaban su descontento en contra del gobierno de Luis Echeverría Álvarez y más tarde contra el de José López Portillo. La última parte se enfoca en la reunión que permitió a los jóvenes mexicanos articularse transnacionalmente y plantear una agenda común con otras organizaciones estudiantiles tanto latinoamericanas como europeas.

 

De la militancia integral-intransigente en México

Las organizaciones juveniles como el MURO y el CNE, activas durante la década de los sesenta y setenta, no constituyen una excepción ni se encuentran aisladas de otras agrupaciones de católicos que hicieron sentir su presencia a lo largo del siglo XX. Por el contrario, se insertan en una larga tradición histórica de la militancia católica integral-intransigente en México.[5]

 

La militancia católica intransigente puede ser rastreada desde los reacomodos políticos generados por las distintas facciones en pugna durante la Revolución mexicana y los sucesivos gobiernos posrevolucionarios. Es importante hacer una distinción en la relación de la Iglesia con el Estado en México. Si bien la jerarquía eclesiástica es la que establece las directrices religiosas y las negociaciones con el Estado, para poder reflexionar sobre los jóvenes católicos hay que mencionar la presencia de los laicos, sobre todo aquellos que se integraron a alguna organización católica y se convirtieron en militantes. En los hechos, sus acciones quedaron fuera del control de la jerarquía e incluso se le opusieron.

 

Entre la multiplicidad de militancias católicas mexicanas que tuvieron lugar a lo largo del siglo XX se encuentran aquellas de carácter secreto-reservado,[6] que existieron desde los albores del siglo; entre ellas figuran, primero, la Unión de Católicos Mexicanos (UCM, mejor conocida como la U)[7] y, tiempo después, las Legiones[8] y la Base.[9] Ante las tensiones entre el intento estatal de impulsar la educación socialista y la oposición de los sectores del conservadurismo católico, las universidades también se convirtieron en espacio de disputa y vieron el surgimiento de los Conejos,[10] los Tecos[11] y, más tarde, el Yunque.[12] A pesar de sus coincidencias ideológicas y de referentes intelectuales compartidos, esos grupos tuvieron diferencias a nivel operativo y estructural.

 

Al terminar la Segunda Guerra Mundial y en el marco de la Guerra fría, los católicos articulados en las agrupaciones intransigentes hicieron del combate al comunismo en México uno de sus ejes centrales. Episodios como el triunfo de la Revolución cubana en 1959 representaron la materialización de “la amenaza comunista” en el continente y una peligrosa cercanía a territorio nacional. A fines de la década de los sesenta, las movilizaciones estudiantiles de 1968 colocaron nuevamente a los espacios universitarios como territorios en disputa. Las ramas juveniles del catolicismo intransigente desaprobaron y agredieron a los estudiantes que participaron en esas movilizaciones.

 

En la misma época tuvo lugar otro acontecimiento relevante para los católicos, la celebración del Concilio Vaticano II. Las conclusiones alcanzadas dividirían aún más al heterogéneo mundo católico: por un lado, se profundizaron lecturas anticomunistas; por otro, se habilitaron opciones más progresistas.

 

A pesar de su origen común, los Tecos y el Yunque tomarían actitudes posconciliares contrarias que marcarían su progresiva enemistad hasta su fragmentación definitiva. El jesuita Joaquín Sáenz Arriaga, líder espiritual teco, acusó al papa Paulo VI de ser “un judío infiltrado en la Iglesia de Dios”,[13] lo que le valió ser excomulgado. Por su parte, el Yunque y las organizaciones juveniles que formaron parte de su estructura permanecieron fieles a la autoridad papal, aunque se distanciaron de las conclusiones del Concilio y de las interpretaciones progresistas que derivaron.

 

Las disputas anteriores llevaron los recorridos anticomunistas más allá de los límites nacionales; en la década siguiente, los diversos grupos se articularon con las estructuras del anticomunismo transnacional en redes diferentes. Los conflictos en Centroamérica y la revolución en Nicaragua representaron para ellos el riesgo inminente de la materialización del comunismo en el país. En las universidades, se crisparon viejas tensiones contra la “infiltración comunista”.

 

Los Tecos colaboraron en la fundación de la Confederación Anticomunista Latinoamericana (CAL)[14] y el Yunque[15] hizo lo propio en otras redes anticomunistas. Sus diferencias reafirmaron que existían al menos dos tendencias anticomunistas desde los años cincuenta: una línea apegada a los intereses norteamericanos y otra de raíz hispánica.[16] En esas redes, los jóvenes católicos han sido escasamente problematizados. El CHE es un ejemplo de los grupos juveniles del catolicismo intransigente latinoamericano.[17]

 

El Pacto de los Remedios y el temor al avance comunista entre los jóvenes

El año de 1975 fue de precampañas electorales en México. Con Luis Echeverría Álvarez aún en la presidencia, el país se encontraba inmerso en una severa crisis económica y de legitimidad por la permanencia en el poder del partido oficial. Los días 16 y 17 de agosto, jóvenes pertenecientes a diversas organizaciones católicas del país se dieron cita en un lugar denominado las Peñas de los Remedios, en Naucalpan de Juárez, Estado de México.[18] La reunión recibió el nombre de Primer Encuentro Nacional Juvenil.

 

En el evento se presentaron conferencias centradas en denunciar el avance de las tendencias socializantes en el país,[19] las críticas al régimen y la alarma frente al caos en el mundo. Las conclusiones se redactaron en un documento llamado Juventud para la libertad o Pacto de los Remedios, [20] en el cual se pronunciaron como jóvenes católicos con la necesidad de “dar testimonio”. Además, expresaron su rechazo a la permanencia del PRI en el poder y su preocupación por la sucesión presidencial.

 

Cuestionado por los periodistas sobre la postura de las organizaciones reunidas frente a los precandidatos, el joven Jorge Espinoza, orador del grupo Juventud Nueva, del estado de Puebla, expresó que cualquiera de ellos llevaría a México por “el camino de Cuba”, especialmente José López Portillo.[21]

 

La llegada de José López Portillo a la presidencia y las acciones de los jóvenes católicos militantes

Meses después de la reunión en Los Remedios, el 1 de diciembre de 1976, José López Portillo tomó posesión como presidente de la república. A su llegada, las crisis heredadas del gobierno de Luis Echeverría se agudizaron y entre las estrategias para recuperar legitimidad se promulgó la Ley Federal de Organizaciones Políticas y Procesos Electorales (LFOPPE),[22] con la que se pretendió favorecer una apertura democrática y estimular la participación social.

 

Los militantes del MURO, del FUA, de otras organizaciones del Yunque y algunas más vinculadas con aquélla decidieron manifestar activamente su desacuerdo y continuar denunciando los elementos “socializantes” en las universidades y entre la población en general. A los conflictos nacionales se sumó, en la región centroamericana, el avance de la Revolución sandinista, el rompimiento diplomático con el gobierno de Anastasio Somoza y la guerra civil en El Salvador. Los católicos intransigentes consideraron que el comunismo estaba a la vuelta de la esquina y era necesario fortificar la frontera porque “el comunismo avanzaba desde el sur”.[23] Se reunieron en la Universidad Autónoma de Querétaro los días 29 y 30 de abril de 1978. Asistieron alrededor de ciento cincuenta personas,[24] en representación de veintidós organizaciones juveniles[25] de distintas partes del país, entre las que destacó la presencia del FUA y el MURO. Al final, redactaron un documento titulado Manifiesto del Cerro de las Campanas, en el cual se definieron como representantes de “la inmensa mayoría silenciada,” responsables de la defesa de las universidades mexicanas[26] y de la patria ante sus enemigos marxistas-comunistas. Establecieron además la fundación del Consejo Nacional de Estudiantes,[27] con el objetivo de coordinar agrupaciones estudiantiles de católicos a nivel nacional y garantizar la difusión de la doctrina universitaria.[28]

 

El CNE tuvo la función de coordinar a nivel nacional —más tarde sería enlace a nivel transnacional— a grupos de jóvenes católicos anticomunistas; además, contribuyó discursivamente para identificar a las “amenazas” de aquel momento, como los movimientos revolucionarios en Centroamérica. Dentro de la Iglesia, consideró que el “peligro” venía de los sectores que simpatizaban con la Teología de la liberación. Denunció la exclusión política a la que se enfrentaban por el hecho de ser católicos y acordó hacer llegar su posicionamiento a la III Conferencia Episcopal Latinoamericana (Celam).

 

El papa, la III Celam y los proyectos transnacionales

A la crisis económica, política y de legitimidad que atravesaba el gobierno, se sumaron las tensiones generadas por la visita del papa Juan Pablo II y la inauguración de la III Celam. El presidente manifestó que aquel evento no pondría en riesgo el Estado Laico, pero esto no impidió que se desatara una intensa polémica, sobre todo en los sectores liberales, acerca de si se trataba o no de una violación constitucional. Para los católicos mexicanos, la primera visita del papa representó la posibilidad de salir a la calle de manera masiva sin que el Estado pudiera reprimirlos con un alto costo político y crispar aún más la inconformidad social.[29] México era uno de los países con más católicos en el mundo[30] y adquirió centralidad en la política vaticana durante el pontificado de Juan Pablo II. Ese marco favoreció la participación de los jóvenes católicos, que el 20 de enero de 1979, días antes del arribo del papa, se dieron cita en la Universidad Intercontinental, ubicada al sur de la Ciudad de México. Acudieron representantes de organizaciones católicas provenientes de Francia, España, Argentina, Brasil, Chile, Uruguay, Colombia y Perú.

 

El evento recibió el nombre de Primer Congreso Internacional de Estudiantes Universitarios Católicos y la organización estuvo a cargo del CNE y el Movimiento de Unificación Estudiantil; prensa y agentes de la DFS también estuvieron presentes. Participaron alrededor de trescientos jóvenes y se contó con la presencia de observadores del Lasalle y de la Universidad Iberoamérica.[31] Entre la jerarquía eclesiástica destacaron el sacerdote Cipriano Calderón,[32] director de la edición en español del diario L’Obsservatore Romano,[33] y el obispo argentino Octavio Derisi.[34] En sus conferencias, los delegados extranjeros[35] compartieron la impresión de un mundo en crisis y denunciaron que la “infiltración marxista” ponía en riesgo a las universidades. Se deslindaron de las movilizaciones estudiantiles de 1968 por considerarlas ejemplo de manipulación y corrupción política, factores que no representaba a los estudiantes. Los presentes coincidieron en su anticomunismo, apelaron a la intervención de las fuerzas armadas para salvaguardar los valores de la patria y se declararon sujetos capaces de lograr transformaciones sociales y políticas. Por otro lado, identificarse como jóvenes católicos los llevó a considerarse víctimas manipuladas por los políticos y las “ideologías marxistas”. Las conclusiones de las jornadas de trabajo quedaron redactadas en un documento de seis puntos,[36] entre los que destaca la fundación del CHE. Los jóvenes sabían que se acercaba la visita del papa Juan Pablo II y la inauguración de la III Celam, por lo que decidieron “hacer escuchar su voz”. Entregaron un paquete de documentos a monseñor Octavio Deris; en ellos daban cuenta de la reunión y de las acciones emprendidas para que lo expusiera en la Conferencia.[37]

 

El papa llegó a México el 26 de enero de 1979. Entre los contingentes que salieron a las calles para verlo o perseguir el papamóvil a lo largo de sus recorridos en la Ciudad de México y en Puebla, la prensa reportó la presencia de miembros del MURO y del CNE, a los que identificaba por sus pancartas y consignas. Las palabras del pontífice que seguramente más impactarían entre los integrantes del CNE y del CHE fueron justamente las que dirigió a los jóvenes. Les dijo que “tenía sus esperanzas en la juventud para renovar a la Iglesia, a la nación, a América Latina, la universidad”, y les recordó que entre sus principales tareas se encontraba dar fe de Cristo.

 

El CHE se comprometió a mantenerse activo y encargarse del cumplimiento continental de las conclusiones alcanzadas en la ceremonia fundacional. Los días 22 y 23 de octubre de 1980 organizó otra reunión anticomunista internacional, el II Congreso de Estudiantes Universitarios Católicos, cuyo tema fue “presente y futuro de la universidad”; en esa ocasión el encuentro se celebró en la localidad de Embalse de Río Tercero, en la provincia de Córdoba, Argentina.[38] Derivado del congreso se produjo un documento llamado “La subversión científica”, en el que volvieron a pronunciarse contra “la infiltración comunista” en las universidades e identificaron una “red subversiva de Hispanoamérica”, que incluía a instituciones como El Colegio de México, el Centro de Investigación y Educación Popular (Cinep) en Colombia[39] y el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso).

 

El Consejo Nacional de Estudiantes asistió un año después a un tercer congreso organizado por el CHE, en Madrid, España, que se celebró del 10 al 12 de octubre.[40]

 

Conclusiones

Las acciones del Consejo Nacional de Estudiantes y del Consejo Hispanoamericano de Estudiantes exponen la presencia de los jóvenes católicos integrales-intransigentes a lo largo del siglo y su papel como oposición al gobierno nacional. A pesar de su vinculación con militantes de mayor edad, que actuaron como asesores o contactos, los jóvenes tuvieron sus propias agendas de trabajo nacional y transnacional.

 

El CNE fungió como coordinador nacional de agrupaciones juveniles católicas intransigentes y los eventos que organizó impulsaron la actualización del discurso anticomunista entre los jóvenes. Acontecimientos como la Revolución cubana, la existencia de la Unión Soviética o la histórica oposición del catolicismo militante a los gobiernos posrevolucionarios mexicanos eran elementos alejados en tiempo y espacio, lo que diluía su carácter amenazante. En un contexto de efervescencia de los movimientos armados y de transición presidencial, la renovación era indispensable para mantener la vigencia entre los militantes más jóvenes, porque ayudaba a materializar al “enemigo” en diferentes sujetos, organizaciones o acontecimientos.

 

El recorrido propuesto sobre la militancia de jóvenes católicos vinculados a la derecha radical contribuye a establecer una periodización de sus acciones. La primera etapa es la de su surgimiento durante la segunda mitad del siglo XX, en un clima marcado por el anticomunismo y su oposición al régimen priista. Una de las primeras coyunturas fue el Concilio Vaticano II y su posicionamiento ante la autoridad del papa. Destaca el rompimiento entre los Tecos y el Yunque. Los primeros desconocieron la autoridad de Paulo VI; los segundos, aunque en desacuerdo con los resultados conciliares, se mantuvieron fieles al papa. En adelante, su anticomunismo tomará caminos distintos.

 

Una tercera etapa puede ser ubicada a finales la década de los setenta, con las transformaciones ocurridas durante el sexenio de López Portillo que apuntaron a democratizar el sistema político mexicano. Entre la militancia católica se debilitaron las acciones de choque y la coordinación desde la secrecía, por lo que se crearon otros espacios juveniles para impulsar proyectos de corte conservador en las universidades.

 

En el plano internacional, las movilizaciones sociales en Centroamérica, el recrudecimiento de las dictaduras militares en el Cono Sur, la llegada de Juan Pablo II al pontificado, la inauguración de la III Celam y el surgimiento de la teología de la liberación motivaron la articulación anticomunista transnacional. Al respecto, considero que existió más de una red de transferencia de ideas y recursos a las que se sumaron grupos de distintas partes del mundo de acuerdo con el peso que tuvieron diversos elementos doctrinarios, es decir, el carácter anticomunista no bastaba por sí solo. En los casos revisados se advierten dos tendencias: la de raíz hispanista y fuertemente católica, y otra que tuvo mayor identificación con intereses norteamericanos, como fueron los Tecos y su apoyo a la CAL, relegados de la línea vaticana.

 

En cambio, las estructuras juveniles del Yunque se inclinaron por articularse con agrupaciones que reconocieran una identidad hispánica y buscaran la instauración de una sociedad cristiana, pero respetando la autoridad del papa. De ahí que contribuyeran a la fundación y articulación del Consejo Nacional de Estudiantes. Considero que en esas redes transnacionales también circulaban elementos de una identidad juvenil católica, anticomunista, intransigente e hispanista, con un rol protagónico como agente de trasformación.

 

* Universidad Nacional de General Sarmiento. Becaria doctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet).
[1] El MURO fue el grupo juvenil de choque de la organización reservada-secreta el Yunque. El MURO fue un grupo público; por, la prensa y la agencia de espionaje mexicana, la Dirección Federal de Seguridad (DFS), siguieron y registraron sus actividades de violencia. La mayor parte consistieron en agresiones contra otros jóvenes estudiantes (dentro y fuera de las universidades) que consideraban contrarios a sus lineamientos religiosos y políticos (a quienes solían identificar como marxistas, socialistas o de “ideología de izquierda”). Se tiene constancia de que se encargaron de denunciar y hostigar a docentes y académicos acusándolos de socialistas o marxistas, tal es el caso de Ignacio Chávez, rector de la Universidad Nacional Autónoma de México.
[2] El fondo de la DFS se encuentra en la actualidad bajo resguardo del Archivo General de la Nación en México.
[3] Se revisó la revista Proceso y prensa de circulación nacional: El Universal, El Día. El Vocero del Pueblo Mexicano, El Nacional, Excélsior y Uno más uno.
[4] Entre quienes pertenecieron a las filas del Yunque no se reconoce la figura de exmilitante, debido a que consideran que la experiencia y los aprendizajes adquiridos se convierten en una huella que no se desvanece ni se diluye. Cuando algún miembro deja de acudir a las actividades o se deslinda de sus tareas, se le denomina militante inactivo.
[5] Sobre la caracterización de los sujetos católicos en cuestión, retomo la propuesta de María Luisa Aspe Armella expuesta en su libro La formación social y política de los católicos mexicanos. La Acción Católica Mexicana y la Unión Nacional de Estudiantes Católicos, 1929-1958 (México, Universidad Iberoamericana / Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana, 2008, p. 415). Aspe considera el concepto de integralidad como la expresión del catolicismo y de la doctrina social de la Iglesia en todos los ámbitos de la vida, con el objetivo de construir una sociedad cristiana e imponer la cristianización del mundo; por esa razón, se trata de formar católicos de tiempo completo. Por otro lado, Roberto Blancarte, en su Historia de la Iglesia católica en México, 1929-1982 (México, FCE, 1992, p. 443), apuntó que el término intransigencia implica la oposición al liberalismo (base ideológica oficial de la modernidad) y se caracteriza por una actitud inquebrantable para no dejarse reducir al ejercicio de las meras prácticas religiosas y culturales. Aspe destaca que la actitud intransigente del pensamiento católico lo llevó a asumir un carácter defensivo y ofensivo ante los ataques que pretendían contradecir “la única verdad”. Entre quienes podían atacarlos incluyeron: liberalismo, socialismo, marxismo, protestantismo, ateísmo, nazismo y capitalismo.
[6] La Iglesia católica condenó la existencia de organizaciones secretas, en alusión principalmente a la masonería; sin embargo, en México y en otras partes del mundo se formaron grupos integrados por católicos que podían estar respaldados o no por algún miembro de la jerarquía eclesiástica, pero al margen de los espacios públicos de participación política. En el caso mexicano, encontramos que los grupos secretos de católicos optaron por denominarse reservados. Apelaron a esta forma de organización en buena medida por las continuas confrontaciones entre el gobierno y la jerarquía. Mario Virgilio Santiago Jiménez, “Anticomunismo católico. Raíces y desarrollo del Movimiento Universitario de Renovadora Orientación (MURO), 1962-1975”, tesis de maestría, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, México, 2012.
[7] Fundada en Michoacán el 25 de mayo de 1915 por el canónigo Luis María Martínez. Se trató de una agrupación juramentada formada por células autónomas que formaban parte de un sistema jerárquico-piramidal.
[8] Las legiones o la Legión fueron impulsadas en 1935 por Francisco Orosco, arzobispo de Guadalajara Jiménez, y creadas por Manuel Romo de Alba. Tenía una estructura piramidal, dividida en pequeñas células que no tenían contacto entre sí.
[9] En 1934 se creó el grupo secreto: La Base u Organización, Cooperación, Acción (OCA), dirigido por laicos, pero supeditado a los jesuitas; es considerado la base política del sinarquismo. Al igual que las organizaciones precedentes, tuvo una estructura piramidal y compuesta por pequeñas células.
[10] La organización también era llamada El Grupo, formado en la UNAM en 1934.
[11] En 1935, en la Universidad Autónoma de Guadalajara se gestó la Asociación Fraternaria de los Estudiantes de Jalisco, un grupo de choque compuesto por jóvenes católicos concentrados en frenar el avance comunista en la universidad.
[12] La Organización Nacional el Yunque o La Orquesta se fundó en 1953 en Puebla, con la asesoría de algunos sacerdotes jesuitas como Julio Vértiz y Manuel Figueroa Luna. Los primeros integrantes de la organización fueron apoyados por los cuadros dirigentes de Los Tecos.
[13] Mónica Naymich López Macedonio, “La historia de una colaboración anticomunista transnacional. Los Tecos de la Universidad Autónoma de Guadalajara y el gobierno de Chiang Kai-Shek a principios de los años setenta”, Contemporánea. Historia y problemas del siglo XX, vol. 1, núm. 1, Montevideo, 2010, pp. 133-158.
[14] Los Tecos organizaron el sexto congreso de la Liga Mundial Anticomunista en México en agosto de 1972, en ese marco se fundó la Confederación Anticomunista Latinoamericana (CAL). Asistieron latinoamericanos, europeos, estadounidenses, africanos y asiáticos; se reforzó la idea de emprender una ofensiva anticomunista en Latinoamérica. Mónica López Macedonio considera que las reuniones de la LMA, CAL y Tecos son prueba de la colaboración transnacional para perseguir y desaparecer a la supuesta amenaza comunista de la región. Un año después ocurrieron las acciones de la Operación Cóndor (Mónica Naymich López Macedonio, op. cit.). Por su parte, Julieta Rostica considera a la CAL como la red transnacional de extrema derecha que gestionó la transferencia de recursos para la represión política en la región. Julieta Rostica, “La Confederación Anticomunista Latinoamericana. Las conexiones civiles y militares entre Guatemala y Argentina (1972-1980)”, Desafíos, vol. 1, núm. 30, Bogotá, 2017, pp. 309-347.
[15] Luis Alberto Herrán Ávila, “Las guerrillas blancas: anticomunismo transnacional e imaginarios de derechas en Argentina y México, 1954-1972”, Quinto Sol, vol. 19, núm. 1, Santa Rosa-La Pampa, enero-abril de 2015, pp. 1-26; Mario Virgilio Santiago Jiménez, “Entre el secreto y las calles. Nacionalistas y católicos contra la ‘conspiración de la modernidad’: El Yunque de México y Tacuara de Argentina (1953-1964)”, tesis de doctorado, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 2016. Ambos autores identifican al sacerdote Julio Meinvielle como el creador intelectual en común tanto del Yunque como de Tacuara. Meinvielle es considerado uno de los representantes del nacionalismo restaurador de la década de los treinta en Argentina y conservó influencia directa en el campo del nacionalismo político hasta la década de los sesenta. Junto con monseñor Octavio Derisi, se encargó de la dirección de la Sociedad Tomista Argentina, fundada en 1948, para promover el pensamiento tomista en el continente y establecer vínculos con otros círculos tomistas en Europa.
[16] Mario Virgilio Santiago Jiménez, “Entre ‘hispanistas’ y ‘proyanquis’. El Primer Congreso contra la Intervención Soviética en América Latina, México, mayo de 1954”, Nuevo Mundo, Mundos Nuevos, núm. 17, s. l., 2017.
[17] Laura Graciela Rodríguez, “La ‘subversión científica’ en las universidades de Argentina e Hispanoamérica”, Nuevo Mundo, Mundos Nuevos, núm. 16, s. l., 2016.
[18] Naucalpan de Juárez se encuentra a una distancia aproximada de veinte kilómetros de la Ciudad de México. La reunión fue registrada por la prensa mexicana —aunque de manera escueta— y por la agencia de espionaje que operó en esos años, es decir, la DFS. El periódico El Universal calculó que asistieron cinco mil jóvenes, mientras que la DFS contabilizó tres mil.
[19] Luis Echeverría había sido acusado por los grupos católicos intransigentes de representar “tendencias socializantes”. La reunión en los Remedios coincidió con el viaje del mandatario a Cuba.
[20] Édgar González, MURO. Memorias y testimonios, 1961-2002, Puebla, Gobierno del Estado de Puebla / BUAP (Cuadernos del Archivo Histórico Universitario), 2003. El texto también se conoce como El Pacto de los Remedios y fue publicado en periódicos de circulación nacional como El Universal y El Heraldo de México. Contiene una explicación que justifica su existencia e incluye veinte puntos en los que las agrupaciones firmantes exponen sus denuncias y demandas. Las organizaciones que respaldaron el documento fueron: Juventud Nueva y Frente Universitario Anticomunista (FUA); Unión Cívica de Chihuahua; club Non Plus Ultra; Juventud Inconforme Positiva, Guanajuato; Grupo Inter Escolar Dios y Montaña, Movimiento Universitario de Renovadora Orientación (MURO); Círculo José Vasconcelos; Instituto de Acción Social, del Distrito Federal; Juventud Regiomontana, de Nuevo León; Juventudes Cristeras, de Jalisco; Movimiento Juvenil José Escandón, de Tamaulipas; Liga de Estudiantes Católicos, de Zacatecas; Juventud Independiente Yucateca, de Yucatán; Sociedad Antonio Caso, de Veracruz; Grupo José María Morelos, de Michoacán, y el Círculo Eusebio Kino, de Sonora.
[21] En aquella elección, el Partido Acción Nacional no presentó candidato debido a que atravesaba conflictos internos.
[22] La LFOPPE fue publicada en el Diario Oficial de la Federación el 30 diciembre de 1977. El discurso oficial apuntaba a la necesidad del gobierno de fortalecer la democracia y ampliar la participación ciudadana. La ley buscaba dar una salida legal a las tensiones sociales y económicas generadas por la crisis económica y las demandas de la población de mayor participación política. La reforma pretendía favorecer el desarrollo de los partidos políticos, además de asegurar que los partidos registrados legalmente hicieran uso de los medios de comunicación. La apertura favoreció la aparición de tres nuevos partidos políticos: el Partido Comunista (PC), el Partido Socialista de los Trabajadores (PST) y el Partido Demócrata Mexicano (PDM). A pesar de lo anterior, esa ley se considera como una estrategia del Estado para legitimarse a sí mismo y mantener el monopolio del poder: véase Jorge Carpizo, “La reforma política de 1977”, en Anuario Jurídico, núm. 6, México, 1979, pp. 39-100, disponible en: https://biblat.unam.mx/es/revista/anuario-juridico/10 (consultado el 4 de septiembre de2019).
[23] Entrevista a Hugo de Payns (seudónimo) por Mónica Alcántara Navarro, en la Ciudad de México, el 13 de octubre de 2013.
[24] Dato extraído de las tarjetas de la DFS. Desafortunadamente, no hay una lista que permita identificarlos con detalle. Destacan los nombres de sujetos vinculados con algún cargo público y se proporcionan algunas aclaraciones sobre los adultos. Por ejemplo, del licenciado García Ramírez menciona que se trata del autor de la frase: “El mejor comunista es el comunista muerto” y que fue director de la escuela de derecho de la Universidad de Querétaro. AGN, DFS, CNE, tarjeta 2, reverso, exp. 15-13-78, leg. 1.
[25] La DFS registró la presencia de: Alianza Universitaria, Zacatecas; Asociación de Estudiantes de la Universidad de Guanajuato; Sociedad de Alumnos del Tecnológico de Celaya (Celaya) y Movimiento de Integración Preparatoriana (León), Guanajuato; Ateneo de la Juventud, Monterrey; Avante, Querétaro; Proyección Estudiantil, Círculo Estudiantil de la Laguna (de Torreón-Gómez), Durango; Club Universitario de Superación y Promoción Integral para el Desarrollo Estudiantil, Aguascalientes; Delta, Chihuahua; Frente Independiente de Reestructuradora Mentalidad Estudiantil, San Luis Potosí; Frente Universitario Anticomunista, Juventud Nueva, Puebla; Instituto Acción Social José Vasconcelos; Movimiento Universitario de Renovadora Orientación (MURO); Promoción Universitaria Mexicana de Acción Social, México D. F.; Poder Universitario Autónomo de Sonora, Hermosillo-Sonora; Unión Cordobesa Estudiantil (Córdoba) y Unión Veracruzana Estudiantil, Veracruz, y Vasco de Quiroga (Morelia), Michoacán.
[26] Consideraban que la universidad, en su origen, era católica, y que en el caso mexicano la educación laica impedía su misión.
[27] Los agentes de la DFS identificaron a la dirigencia: Alejandro Gutiérrez, presidente; Rafael Burguete, vicepresidente; Ricardo Smith, vocal; Carlos Castro, vicepresidente; Pedro Hernández, vocal; Carlos Vega, secretario; Sabás Flores, vocal.
[28] Directivo expresó que la doctrina universitaria impulsada por el CNE tenía una fuerte influencia Vasconcelista.
[29] Roberto Blancarte, “Religiosidad, creencias e Iglesias en la época de la transición democrática”, en Ilán Bizberg y Lorenzo Meyer, Una historia contemporánea de México, t. 2. Actores, México, El Colegio de México / Océano, 2005, pp. 251-266. De hecho, el autor considera que la primera visita del papa Juan Pablo II a México tuvo más impacto en las actitudes sociales que en cuanto a giros doctrinales.
[30] En la década de 1980, México contaba con una población total de 66 846 833 habitantes, de los cuales 61 916 757, más de 90 %, se declararon católicos. En las siguientes décadas se registró una disminución en ese porcentaje, aunque esta diferencia fue compensada por el aumento de población experimentado durante el periodo.
[31] Las fuentes no dan más especificaciones sobre los observadores, tampoco mencionan a qué organizaciones católicas pertenecían los jóvenes extranjeros.
[32] En los años del Concilio Vaticano II ejerció una intensa actividad periodística como jefe de la sección de la oficina de prensa, por lo que prácticamente asistió a todas sus sesiones. Numerosos lectores siguieron aquel acontecimiento por sus crónicas y artículos de opinión. En 1968 el papa Pablo VI lo nombró director de la edición en español de L’Osservatore Romano. En 1979, como figura cercana a Juan Pablo II, asistió a la fundación del CHE.

[33] Eduardo Arvizu, “Ajenos a la Celam los aspectos políticos y económicos. Derisi”, El Universal, 22 de enero de 1979.
[34] Fue el primer rector de la Universidad Católica Argentina y presidente de la Organización de Universidades Católicas de América Latina y el Caribe (ODUCAL). Educado como teólogo católico y filósofo laico, se convirtió en una de las cabezas del tomismo en Argentina durante la segunda mitad del siglo XX, por lo que impulsó el pensamiento tomista en las universidades y se le considera formador de jóvenes católicos. Mantuvo estrechos vínculos con el Vaticano y en 1953 fue designado prelado doméstico de Pío XII, con derecho al tratamiento de monseñor. En 1979 fue delegado ante la III Conferencia Episcopal Latinoamericana.
[35] La prensa registró la participación del uruguayo Heraclio Labandera, del argentino Pablo Garat, de los españoles Vicente José Fernández Burgueño y Javier Urcelay Alonso, y del francés Jean-Paul Arnaud. Fueron identificados porque cada uno de ellos tuvo una intervención como orador; sin embargo, ni la prensa ni la DFS lograron establecer a qué organizaciones pertenecían.
[36] Los seis puntos son: 1) la fundación del Consejo Hispanoamericano de Estudiantes; 2) la adicción fiel a la Santa Madre Iglesia y el acatamiento, como obligación para su conducta de la voz de los pastores; 3) instituirse nuevamente la materia de teología en las universidades; 4) justificación de la intervención de las fuerzas armadas para salvaguardar los valores permanentes en una nación; 5) oposición a la politización de las universidades; 6) que los centros de estudios universitarios vuelvan a adoptar la doctrina social de la Iglesia para que ésta haga que se resuelvan los problemas de desempleo y violencia en el mundo. AGN, DFS, CNE, Exp. 15-13-79, leg. 1, fs. 155-157.
[37] LA DFS no registra si en las reuniones en Puebla se expusieron las aportaciones del CHE.

[38] Laura Graciela Rodríguez, op. cit.; Mónica Alcántara, “Cúcara Mácara, el MURO fue. Del Pacto de los Remedios a la Virgen del Siquitibum”, tesis de licenciatura, UNAM, México.
[39] Laura Graciela Rodríguez, op. cit.
[40] Entrevista a “Directivo” (seudónimo) por Mónica Alcántara Navarro, en la Ciudad de México el 7 y 8 de junio de 2015. El testimonio no proporcionó mayores detalles al respecto; es probable que él asistiera a ese congreso como delegado de las organizaciones mexicanas.