El giro democrático de la derecha salvadoreña a finales del siglo XX: entre el “anticomunismo” y la apuesta “neoliberal”

ENVIADO POR EL EDITOR EL Lunes, 09/12/2024 - 19:06:00 PM

Irene Lungo Rodríguez*

 

Resumen

El artículo examina el proceso de renovación de la derecha salvadoreña que tuvo lugar en los últimos años del siglo XX. Se trata de un sector político profundamente autoritario, que se vio ante el reto de reformular sus prácticas y discursos políticos en el marco de la guerra civil y de los cambios políticos internacionales. Aquí se muestra cómo dicho proceso estuvo cargado de tensiones ideológicas entre el anticomunismo y la apuesta neoliberal, así como de prácticas políticas contradictorias entre el autoritarismo y la democracia. Además, se expone cómo ese giro terminó favoreciendo el ascenso de la élite empresarial al poder.

Palabras clave: partidos de derecha, El Salvador, élite empresarial, anticomunismo.

 

Abstract

This paper examines the process of renewal of the Salvadoran right that took place towards the end of the last century. It was a deeply authoritarian political sector, which faced the challenge of reformulating its practices and political discourse in the context of a civil war and international political changes. The text shows how this process was fraught with ideological tensions between anti-communism and the neoliberal stances, and of contradictory political practices between authoritarianism and democracy. Likewise, this article also shows how this shift ended up favoring the rise to power of the business elite.

Keywords: right-wing parties, El Salvador, business elite, anti-communism.

 

El artículo examina el proceso de renovación práctica e ideológica de un grupo importante de la derecha salvadoreña durante las últimas décadas del siglo pasado.[1] Se trata del partido Alianza Republicana Nacionalista (Arena). Dentro de un contexto nacional convulso y un entorno internacional que pugnaba por la democracia liberal como el modelo “deseable”, algunos sectores ultraconservadores de la sociedad salvadoreña se vieron frente al reto de reformular sus prácticas y discursos políticos, tradicionalmente autoritarios. De acuerdo con nuestro análisis, ese viraje estuvo cargado de tensiones ideológicas —entre el anticomunismo y la apuesta neoliberal— y de prácticas políticas contradictorias —entre el autoritarismo y la democracia— que terminaron favoreciendo el reposicionamiento de la élite empresarial en el poder.

 

El texto se divide en tres partes. Primero se resumen los antecedentes autoritarios y el sustrato anticomunista de las derechas en El Salvador. La segunda parte describe cómo surgió una alternativa política de derecha durante la guerra civil de la década de 1980; en esta sección se puntualizan los orígenes ultraconservadores de la nueva derecha y el proceso de reposicionamiento de la élite empresarial hacia finales de la década antes citada. El artículo cierra examinando el viraje ideológico que acompañó el proceso de renovación de la derecha en El Salvador, mostrando cómo un proceso cargado de tensiones y contradicciones derivó en una suerte de “conservadurismo neoliberal”.

 

Situando el caso: autoritarismo, “anticomunismo” y exclusión social

 

En términos generales, un vistazo a El Salvador del siglo XX exhibe una sociedad atravesada por profundas desigualdades sociales, un sistema político cerrado y autoritario, y un discurso anticomunista promovido por los sectores hegemónicos. En ese escenario, destaca una pequeña élite económica que ha sido capaz de acaparar grandes cuotas de poder económico y político. Algunos de los momentos claves de la configuración sociopolítica del país son:

 

La nación salvadoreña se fundó hacia finales del siglo XIX, cimentada en la combinación de un modelo de acumulación agroexportador con un estado oligárquico.[2] Existe un amplio consenso entre los investigadores en señalar a la producción y exportación del café como el factor clave que explica el carácter autoritario y desigual del caso.[3] En efecto, el estado salvadoreño promovió el cultivo del café como estrategia central para integrarse a la dinámica del comercio internacional, lo que propició el acaparamiento de la riqueza en pocas familias y confinó a grandes masas de población a condiciones de vida que rayaban en la subsistencia. Además, este modelo de acumulación se acompañó de un sistema político de tinte oligárquico basado en la alianza entre la élite política y las familias cafetaleras. En este escenario, no es de extrañar que dicha nación se construyera dando la espalda a los modernos valores de “igualdad social”. Así, aun cuando la élite cafetalera se adscribió al liberalismo decimonónico, continuó defendiendo los valores conservadores propios de las jerarquías sociales heredadas de la colonia.[4]

 

Al igual que en distintos países latinoamericanos, durante la mayor parte del siglo pasado las élites económicas forjaron una estrecha alianza con las fuerzas armadas. Dicha asociación derivó en una serie de gobiernos militares que controlaron el Estado por más de seis décadas —entre 1931 y 1979—.[5] Distintos autores argumentan que durante ese periodo se institucionalizó un estilo autoritario de hacer política en El Salvador, el cual privilegió el clientelismo y, sobre todo, la represión política como los principales mecanismos de control social.[6] Durante ese periodo cualquier expresión política que cuestionara el statu quo fue sistemáticamente excluida y hasta reprimida.

 

Los dramáticos acontecimientos de 1932 abrieron paso a la asunción de un discurso anticomunista, que sirvió como justificación de la represión política que caracterizó la mayor parte del siglo pasado. En enero de 1932 ocurrió un levantamiento indígena-campesino de grandes dimensiones en la zona cafetalera del país, el cual expuso el descontento generalizado frente al empobrecimiento en las condiciones de vida de los indígenas y trabajadores rurales, sobre todo después de la privatización de las tierras comunales en favor del cultivo del café. La revuelta tuvo un desenlace dramático e inédito en la región latinoamericana: la masacre de entre diez mil y treinta mil campesinos indígenas por las fuerzas del orden en los días subsiguientes al levantamiento.[7]

 

La magnitud de la respuesta estatal quedó justificada bajo un discurso de defensa nacional anticomunista. A partir de entonces se desarrolló una retórica recurrente que fue enarbolada por el Estado y otros sectores conservadores para desautorizar y reprimir cualquier activismo social u oposición política alternativa, sobre todo en momentos en los que aumentaba la conflictividad social. Ese discurso se nutrió del espíritu anticomunista latinoamericano, que nació en los albores del siglo XX y cobró fuerza luego del triunfo de la Revolución cubana en 1959 y del auge de la Guerra fría. En El Salvador, el anticomunismo fungió como uno de los pilares del discurso nacionalista de las élites política y económica. En términos generales, el comunismo era visto como una ideología extranjera asociada con la inestabilidad social, subversión, movilización, terror, etcétera. En otras palabras, se concebía como una ideología que ponía en peligro el statu quo y el orden de la nación y que, por tanto, era necesario enfrentar y hasta erradicar.[8]

 

Por otra parte, resulta necesario señalar que la lógica autoritaria —asociada al anticomunismo fue cuestionada por diversos sectores de la sociedad salvadoreña. Durante la segunda mitad del siglo XX distintos grupos urbanos y rurales llevaron a cabo intensas movilizaciones sociales que demandaban apertura del sistema político y cese a la represión social.[9] En ese entorno, destaca la emergencia de sindicatos, movimientos campesinos, organizaciones de masa, maestros y estudiantes, entre otros. De igual manera, brotaron partidos políticos alternativos vinculados a la socialdemocracia y germinaron las organizaciones insurgentes que protagonizarían la guerra en la década de 1980. Cabe destacar que estos actores fueron duramente reprimidos o marginados de la política durante las décadas de 1960 y 1970.

 

En suma, El Salvador del siglo XX estuvo marcado por prácticas políticas autoritarias y represivas acompañadas por un discurso anticomunista. En ese escenario no extraña que la política estuviera dominada por expresiones de derecha tendientes a reivindicar un statu quo marcado por valores oligárquicos y conservadores. Estas características constituyen el sustrato práctico-ideológico que enmarca el proceso que analizamos en este artículo.

 

El replanteamiento de la derecha. Arena: entre ultraconservadores y empresarios “modernos”

Esta sección aborda la rearticulación de la derecha salvadoreña alrededor del partido Arena.[10] Se pone atención a los orígenes del partido y al viraje que toma hacia mediados de la década de 1980, lo cual permite observar el replanteamiento dentro de la derecha más radical en El Salvador. Se trata de un proyecto político que nace como una reivindicación del autoritarismo y anticomunismo tradicional y en pocos años se convierte en un partido que se presentaba a sí mismo como la alternativa de derecha “moderna” y “democrática” para el país —al menos en términos formales—.[11] Es decir, hacia finales de la década de los ochenta se convierte en el exponente de los nuevos tiempos globalizados.

 

Los orígenes de Arena se asocian con la exclusión del sistema político de algunos grupos de poder durante la gran crisis de fines del siglo pasado. Antes de la guerra civil ocurrió una de las crisis sociales más grandes de la historia salvadoreña. En efecto, la década de 1970 expuso intensas movilizaciones sociales y distintos esfuerzos por parte de los gobiernos militares por frenar el estallido social. En este contexto, los militares en el poder marginaron a los sectores más conservadores de la sociedad e impulsaron una serie de políticas económicas de corte reformista.[12]

 

Frente a ese escenario, distintos actores asociados a la derecha más conservadora se radicalizaron durante la década de 1970. Así, un conjunto de militares retirados, profesionales urbanos y empresarios comenzaron a movilizarse contra un intento de reforma agraria impulsado por el gobierno, y se organizaron al margen del Estado para frenar lo que consideraban la amenaza comunista.[13] Esos actores, siguiendo la lógica política autoritaria tradicional, lo primero que hicieron fue agruparse alrededor de las fuerzas de seguridad. Y además de apoyar a los grupos paramilitares existentes —Organización Democrática Nacionalista (Orden)—, organización de masas de carácter vigilante creada décadas atrás por militares—crearon una nueva estructura: los escuadrones de la muerte.[14] En 1979 esos actores fundaron el Movimiento Nacionalista Salvadoreño (MNS), en estrecho vínculo con el partido ultraconservador guatemalteco Movimiento de Liberación Nacional (MLN).[15] El MNS constituye el antecedente directo del partido Arena.

 

Durante la década de los ochenta se suscitó una dura guerra civil en El Salvador, protagonizada, principalmente, por un frente insurgente que disputaba el poder político mediante la vía armada y por un gobierno encabezado por la democracia cristiana en alianza con las fuerzas armadas, y con un importante apoyo del gobierno de Estados Unidos de América, que buscaba contener otra revolución en la región.[16]

 

Arena surgió como una alianza entre profesionales y militares ultraconservadores e integrantes de la élite empresarial.[17] A grandes rasgos se identifican dos fases en el proceso de consolidación del partido: primero fue el sector ultraconservador el que movilizó la iniciativa; posteriormente, el ala empresarial cobró protagonismo, y así, hacia mediados de la década de los ochenta los empresarios ocupaban los puestos centrales del partido.[18]

 

Durante la primera fase destacó la figura del militar retirado Roberto D’Aubuisson, quien encarnaba el ímpetu conservador y autoritario de los orígenes de Arena. Se trata de un personaje polémico de la historia salvadoreña, pues ha sido señalado por impulsar los escuadrones de la muerte y ordenar el asesinato del arzobispo de San Salvador, monseñor Oscar Arnulfo Romero, en marzo de 1980.[19] D’Aubuisson lideró la primera etapa del partido e incluso fungió como candidato presidencial en las elecciones de 1984, aunque perdió.

 

El segundo momento detonó a partir de un doble proceso de modernización y politización de los empresarios a mediados de los ochenta. De un lado, durante el periodo analizado se llevaron a cabo una serie de reacomodos dentro de la burguesía. De acuerdo con varios investigadores, para la década de los ochenta se podía diferenciar dos sectores dentro de la élite económica: uno moderno, que proponía un modelo económico orientado hacia fuera —a tono con el modelo de acumulación neoliberal—, y otro más conservador, que apostaba por fortalecer el mercado interno y subregional.[20] El primer sector fue el protagonista de la renovación de la derecha y estaba conformado principalmente por jóvenes empresarios formados en universidades de Estados Unidos. El ascenso de la élite empresarial estuvo acompañado de un importante proceso de politización de los jóvenes empresarios. Durante ese periodo los empresarios llevaron a cabo intensas movilizaciones sociales frente a las políticas reformistas impulsadas por la Democracia Cristiana.[21] El sector empresarial cobró tanta importancia dentro del partido que, en 1989, un joven empresario integrante de la élite cafetalera, Alfredo Cristiani, fue electo candidato a la presidencia por Arena.

 

La tensa reinvención de la derecha: entre el pasado “anticomunista” y el futuro “democrático”

Durante la década de los ochenta Arena se vio ante el reto de replantear una serie de prácticas y discursos tradicionalmente autoritarios. Quienes comenzaran suscribiendo un discurso radical anticomunista y exhibiendo prácticas asociadas a las fuerzas del orden, una década después se presentaban a sí mismos como la alternativa democrática para El Salvador. En efecto, Arena paulatinamente comenzó a privilegiar su participación en el ámbito electoral, mientras la exaltación de las libertades económicas ganaba terreno al virulento anticomunismo. No obstante, este giro no implicó un quiebre con la tradición conservadora y autoritaria referida; más bien, estuvo cargado de tensiones y pugnas entre los mismos actores.

 

El replanteamiento se hizo evidente en los documentos signados por Arena y en los discursos oficiales de sus principales representantes. Así, los discursos producidos en fechas próximas a la fundación del partido señalan el espíritu de confrontación, mientras que aquéllos enunciados hacia finales de la década de 1980 muestran un tono más moderado. Con el objetivo de mostrar el giro, a continuación se reproducen fragmentos de discursos correspondientes a las dos etapas.

 

Se han seleccionado tres documentos clave para examinar la primera fase. Dos corresponden a las actas fundacionales tanto de Arena como de su antecedente, el MNS, y el tercero refiere a un discurso enunciado por su emblemático líder, el mayor D’Aubuisson. En los tres, el anticomunismo funge como eje central. Tal como se subraya en el cuadro 1, el “avance” del comunismo internacional permite justificar tanto la fundación del MNS como de Arena. En los documentos el comunismo es concebido como una ideología peligrosa que atenta contra la dignidad nacional y contra las tradiciones, y que, por lo tanto, debe ser contenida. El discurso del mayor D’Aubuisson va más allá, al justificar el asesinato de activistas sociales por parte de las fuerzas armadas en función de la defensa anticomunista.

 

Cuadro 1. Extractos de discursos durante la primera fase de Arena


* Citado en David Panamá, op. cit., p. 39.
** Véase discurso completo en Michelle Melara Minero, op. cit., p. 139.
*** Alianza Republicana Nacionalista, Estatutos, San Salvador, Arena, 1981.

 

Una década después se distingue una postura institucional bastante más moderada y conciliadora, mientras se suscribían valores vinculados con el libre mercado. Con el fin de exponer estos nuevos contenidos y algunas de sus implicaciones, a continuación se reproducen fragmentos de tres documentos clave. Dos corresponden a discursos enunciados por el primer presidente de la república postulado por Arena en momentos críticos —durante la toma de posesión y durante la firma de los Acuerdos de Paz— y el otro se extrajo de su plan de gobierno.

 

A grandes rasgos, sobresalen dos elementos en los discursos de la segunda fase: la apuesta por la democracia y la necesidad de impulsar un cambio que permita superar la crisis y los efectos de la guerra. Esta combinación de elementos decantará en la construcción de una derecha moderna y, sobre todo, neoliberal. En el cuadro 2, es notable que, por una parte, los discursos reivindican una serie de ideas asociadas al ethos democrático: consenso, participación, democracia, armonía social, entre otras. Por otra parte, se destaca la idea de un proyecto político encargado de impulsar la transformación social y el progreso. Se advierte que tal cambio propuesto por Arena se encuentra asociado a características esenciales de la economía de mercado: exaltación de libertades individuales y reducción de las funciones del Estado. Así, se va tejiendo una propuesta de derecha que reivindica valores democráticos asociados al modelo de acumulación neoliberal.

 

Cuadro 2. Extractos de discursos durante la segunda fase de Arena


* Discurso de toma de posesión de Alfredo Cristiani, 1 de junio de 1989.
** Alianza Republicana Nacionalista, Plan de Desarrollo Económico y Social 1989-1994, San Salvador, Instituto de Formación Política Mayor “Roberto D’Aubuisson”, 1990, p. I.
*** Discurso en la firma de los Acuerdos de Paz, Alfredo Cristiani, 16 de enero de 1992.

 

De acuerdo con nuestro análisis, el cambio se relaciona con un entorno que volvió inadmisible la reivindicación de discursos y prácticas viscerales, con actores locales que confrontaron la tradición autoritaria y con una élite empresarial que supo posicionar un nuevo discurso que estaba a tono con sus intereses de clase.

 

En el marco de los procesos de democratización en América Latina, para la derecha, optar por las urnas se tornó en una buena alternativa para recuperar espacios de poder. Recordemos que hacia finales del siglo XX se impulsó una serie de procesos de democratización y promoción de políticas de ajuste estructural en América Latina. Además, a partir de 1982 se comenzó a sentar las bases institucionales para instaurar la democracia formal en toda la nación.[22] De tal forma que poco a poco el partido Arena fue privilegiando la vía electoral, aunque algunos de los sectores más conservadores de Arena siguieron apostando por prácticas de carácter represivo hasta bien entrada la década de los ochenta.[23]

 

La opción por las urnas y por el discurso democrático también se vincula con el cuestionamiento de la élite y sus prerrogativas históricas por distintos sectores de la sociedad. Por una parte, se identifica un conjunto variopinto de actores que pusieron en tela de juicio el cierre del sistema político y la represión social. Destacan los partidarios de la socialdemocracia, estudiantes, maestros, profesores universitarios, sindicatos, organizaciones de masas, comunidades eclesiales de base y las fuerzas insurgentes, por mencionar algunos.[24] Por otra parte, en un contexto de guerra civil, los actores más radicalizados cuestionaron la acumulación de poder y riqueza en pocas familias, sobre todo sus efectos, como el empobrecimiento de grandes segmentos de la población salvadoreña. Al respecto, se puede mencionar a los integrantes de las guerrillas, sindicatos y otros movimientos de masas. Los cuestionamientos tuvieron un fuerte eco en un contexto cercano a las revoluciones en Cuba y Nicaragua. Es importante destacar que, aun cuando el discurso democrático fue ganando terreno, el anticomunismo pervivió mucho tiempo más. Incluso en la actualidad la “Marcha Oficial” del partido Arena continúa reivindicándolo con orgullo en sus notas reproducidas a continuación:

 

Alianza Republicana Nacionalista de El Salvador
Alianza Republicana Nacionalista de El Salvador
Presente, presente por la patria.

Libertad se escribe con sangre, trabajo con el sudor.
Unamos sudor y sangre, pero primero El Salvador.
Unamos sudor y sangre, pero primero El Salvador.
Cuando en la amada patria extrañas voces se
oyeron, los nacionalistas surgieron diciendo así:

Patria SÍ
Comunismo NO (Bis…)

Libertad se escribe con sangre, trabajo con el sudor.
Unamos sudor y sangre, pero primero El Salvador.
Unamos sudor y sangre, pero primero El Salvador.
El Salvador será la tumba donde los rojos
terminarán, salvándose aquí América
Nuestra América inmortal. Arena.[25]

 

Arena germinó como una alternativa conformada por integrantes de la élite empresarial y otros sectores ultraconservadores que quedaron excluidos del ajedrez político hacia finales del siglo pasado. Se trata de un proyecto de renovación de la derecha bastante exitoso. Se fundó en 1981 y ocho años después ganó las elecciones presidenciales, controlando el Poder Ejecutivo por veinte años. A partir de su ascenso se promovió un nuevo modelo de acumulación inspirado en las indicaciones emitidas por el Consenso de Washington y con ello la élite económica recuperó los espacios de poder perdidos, favoreció sus intereses de clase y comenzó a reconstruir su legitimidad en el escenario nacional.

 

* El Colegio de México.
[1] El artículo se basa fundamentalmente en la tesis de maestría de la autora: “Castillos de Arena. Hegemonía y promoción de derecha en El Salvador 1989-2004”, Flacso, México, 2008; además, se incorporan hallazgos de su tesis de doctorado “‘Nosotros educados y emprendedores’. Legitimación de privilegios socioeconómicos en clases medias altas en El Salvador’, Colmex, México, 2017.
[2] De acuerdo con Edelberto Torres-Rivas, las repúblicas centroamericanas nacieron atadas a un estilo de dominación autoritario sustentado en la exclusión política y el empobrecimiento de la mayoría de la población. De ahí que se pueda hablar de estados oligárquicos. En este escenario destacó el monopolio del poder por parte de los principales beneficiarios de la producción cafetalera. Véase Edelberto Torres Rivas, Interpretación del desarrollo social centroamericano, 12ª ed., San José, Flacso, 1989.
[3] David Browning, El Salvador: La tierra y el hombre, San Salvador, Dirección de Publicaciones e Impresos, 1975; Aldo Lauria Santiago, Una república agraria. Los campesinos en la economía y la política de El Salvador en el siglo XIX, San Salvador, Dirección de Publicaciones e Impresos, 2006; Rafael Menjívar, Acumulación originaria y desarrollo del capitalismo en El Salvador, San José, Editorial Universitaria Centroamericana (Educa), 1980; Edelberto Torres, op. cit.; Víctor Bulmer-Thomas, La economía política de Centroamérica desde 1920, Guatemala, Serviprensa, 2011.
[4] Patricia Alvarenga, Cultura y ética de la violencia. El Salvador 1880-1932, San José, Educa, 1996; Aldo Lauria y Jeffrey Gould, “‘Nos llaman ladrones y se roban nuestro salario’: hacia una reinterpretación de la movilización rural salvadoreña, 1929-1931”, Revista de Historia, núms. 51-52, San José, enero-diciembre de 2005, p. 287; Carlos Gregorio López Bernal, “Historia y memoria: los usos políticos del pasado”, Revista Humanidades, ép. V, núm. 3, pp. 13-19, 2014; Juan Pablo Pérez Sáinz, Mercados y bárbaros. La persistencia de las desigualdades de excedente en América Latina, San José, Flacso, 2014.
[5] Knut Walter y Philip Williams, “The military and democratization in El Salvador”, Journal of Interamerican Studies and World Affairs, vol. 35, núm. 1, pp. 39-88, Cambridge, 1993.
[6] Jeffery Paige, Coffee and Power: Revolution and the Rise of Democracy in Central America, Londres, Cambridge, Mass., Harvard University Press, 1997; Carlos Gregorio López Bernal, Poder, actores sociales y conflictividad social en El Salvador 1786-1972, San Salvador, Dirección Nacional de Investigaciones en Cultura y Arte, 2011; Erik Ching, “Comunismo, indígenas y la insurrección de 1932”, en E. Ching, C. López Bernal y V. Tilley, Las masas, la matanza y el martinato en El Salvador, San Salvador, UCA Editores, 2007.
[7] Thomas Anderson, El Salvador, 1932. Los sucesos políticos, San Salvador, Dirección de Publicaciones e Impresos, 2001; Carlos Gregorio López Bernal, “Lecturas desde la derecha y la izquierda sobre el levantamiento de 1932: Implicaciones político culturales”, en E. Ching, C. López Bernal y V. Tilley, Las masas, la matanza y el martinato en El Salvador, San Salvador, UCA Editores, 2007; Patricia Alvarenga, op. cit.; Patricia Parkman, Insurrección no violenta en El Salvador: La caída de Maximiliano Hernández Martínez, San Salvador, Dirección de Publicaciones e Impresos, 2003; Paul Almeida, Olas de movilización popular: movimientos sociales en El Salvador 1925-2010, San Salvador, UCA Editores, 2011.
[8] Héctor Lindo Fuentes, “Políticas de la memoria: el levantamiento de 1932 en El Salvador”, Revista de Historia, núm. 49-50, San José, enero-junio de 2004, p. 287; Héctor Lindo Fuentes et al., Recordando 1932: La matanza, Roque Dalton y la política de la memoria histórica, San Salvador, Flacso, 2010; Michelle Melara Minero, “La guerra política. Un análisis de la labor discursiva de Roberto D’Aubuisson Arrieta, 1979-1991”, tesis de maestría, Universidad Centroamericana José Simeón Cañas, San José, 2011; José Alfredo Ramírez Fuentes, “El discurso anticomunista como factor de la guerra civil en El Salvador 1967-1972”, en Carlos Gregorio López Bernal, Poder, actores sociales y conflictividad social en El Salvador 1786-1972, San Salvador, Dirección Nacional de Investigaciones en Cultura y Arte, 2011; Carlos G. López Bernal, op. cit., 2014.
[9] Paul Almeida, op. cit.
[10] Es importante aclarar que Arena no ha sido la única expresión de derecha en las últimas décadas en El Salvador; sin embargo, sí ha sido la más importante. Encabezó la presidencia entre 1989 y 2009, y desde entonces es la principal fuerza política opositora.
[11] El anticomunismo constituyó un referente ideológico capaz de aglutinar a diversos sectores y unificar al partido. Según Chris van der Borgh, Arena nace con una ideología fuertemente anticomunista, extremadamente nacionalista y con tonos fascistas, véase Chris van der Borgh, “The politics of neoliberalism in postwar El Salvador”, en International Journal of Political Economy, vol. 30, núm. 1, 2000, p. 46.
[12] Sara Gordon, Crisis política y guerra en El Salvador, México, Instituto de Investigaciones Sociales-UNAM / Siglo XXI, 1989.
[13] David Panamá, Los guerreros de la libertad, s. l., Versal Editorial Group, 2005, pp. 35-36.
[14] Los escuadrones de la muerte constituyen estructuras paramilitares orientadas a combatir la insurgencia ligada al “comunismo”. Véase Rubén Zamora, El Salvador: heridas que no cierran. Los partidos políticos en la post-guerra, San Salvador, Flacso, 1998, p. 46.
[15] Ibidem, p. 47.
[16] En un intento por frenar a la insurgencia y contener una posible revolución, el gobierno salvadoreño liderado por la Democracia Cristiana impulsó una serie de medidas reformistas que trastocaban los ejes de acumulación tradicionales de la burguesía: el caso más evidente fue la reforma agraria que comenzó a ejecutarse en la primera mitad de la década de 1980.
[17] La escritura de la constitución del partido muestra la composición social de los fundadores de Arena: diecinueve correspondían a la categoría “profesionales y estudiantes”, nueve “empresarios”, dos “empleados”, dos “técnicos” y, finalmente, tres personas pertenecían a la categoría de “otros”. De acuerdo con Zamora: “Alianza Republicana Nacionalista, tanto por la fuerte presencia de los sectores económicamente dominantes, como por la ausencia de los dominados, se ubica en una categoría aparte (respecto de los otros partidos), que sin proclamar una adscripción de clase sin embargo la trasluce claramente”. Rubén Zamora, op. cit., p. 50.
[18] Lungo argumenta que entre 1984 y 1988 ocurrió un proceso interno dentro de Arena, el cual permitió la emergencia de un partido burgués moderno: “Las clases dominantes en El Salvador de 1985 seguían siendo dominantes, y la ilusión del PDC de representarlas se fue rápidamente desmoronando en la medida en que el triunfo electoral de este partido político obligó, al contrario, a la burguesía a compactarse alrededor de Arena, a buscar su control directo y a modificar su estrategia. Esto explicaría el paulatino desplazamiento de D’Aubuisson de la conducción del partido a través del cual las clases dominantes estaban recomponiendo su poder político. Emergen, así, miembros directos de estas clases, no simples representantes de ellas, al primer plano: Cristiani, Calderón Sol y otros, particularmente a partir de este último año”. Mario Lungo, El Salvador en los 80: contrainsurgencia y revolución, San José, Educa / Flacso, 1990.
[19] Luego de la firma de los Acuerdos de Paz, la Comisión de la Verdad señaló al mayor Roberto d’Aubuisson como el autor intelectual del asesinato de monseñor Romero. Este personaje encarna de manera extrema el espíritu de la época y refleja cómo el anticomunismo articuló a los sectores más conservadores de la sociedad salvadoreña. Tal como señala Ortega: “Idealizado hasta la devoción en su partido, y denostado como genocida por sus adversarios, d’Aubuisson fue el resultado más extremo de una época marcada por el radicalismo; un virulento anticomunista convencido de que esta ideología era la peor lacra de la humanidad y que, en definitiva, consideraba terrorista a toda aquella persona que criticara de cualquier manera el statu quo, en la creencia de que cualquier cambio podría traer el temido comunismo al país”. Nivaria Ortega Monche, “El partido Alianza Republicana Nacionalista, Arena, como factor de consolidación del nuevo sistema político en El Salvador, (1992-2004)”, tesis de doctorado, UCM, Madrid, 2007.
[20] Gabriel Gaspar Tapia, El Salvador: El ascenso de la nueva derecha, San Salvador, Centro de Investigación y Acción Social (CINAS), 1989; María Dolores Albiac, “Los ricos más ricos de El Salvador”, en Rodolfo Cardenal y Luis Armando González, El Salvador: la transición y sus problemas, San Salvador, UCA Editores, 2002.
[21] Gabriel Gaspar Tapia, op. cit., pp. VII-VIII.
[22] No obstante, habría que esperar hasta la firma de los Acuerdos de Paz para que partidos de izquierda y asociados a las guerrillas pudieran participar de forma abierta en las elecciones.
[23] Rubén Zamora, op. cit.
[24] Mario Vásquez, “Del desafío revolucionario a la reforma política. El Salvador 1970-1992”, en Ignacio Sosa (coord.), Insurrección y democracia en el Circuncaribe, México, CCyDEL-UNAM, 1997.
[25] Marcha oficial de Arena, disponible en: http://Arena.Org.Sv/Partido/Marcha/ (consultado el 29 de julio de 2019).