“Mató por dignidad”. María Teresa de Landa y las imágenes de un episodio truculento
ENVIADO POR EL EDITOR EL Martes, 10/12/2024 - 18:16:00 PMRebeca Monroy Nasr, María Teresa de Landa: una miss que no vio el universo, México, Secretaría de Cultura-Instituto Nacional de Antropología e Historia, 2018.
Daniel Escorza Rodríguez*
En mayo de 1928 los principales diarios de la Ciudad de México registraron que una muchacha de 18 años con nombre aristocrático: María Teresa de Landa y de los Ríos, había ganado el concurso de Señorita México el 19 de mayo de ese año, y con ello, el derecho a representar a nuestro país en el certamen que se efectuaría en Galveston, Texas. El concurso de belleza se celebró en aquella ciudad norteamericana, pero la señorita de Landa no pasó a la historia por ese acontecimiento de alta frivolidad. Resulta que, casi un año después, en agosto de 1929, la joven Teresa de Landa volvería a las primeras planas de los periódicos, no por su esplendor y atractivo fuera de duda, sino ahora por haber asesinado de seis tiros a su esposo, el general Moisés Vidal Corro, al enterarse que éste en realidad ya estaba casado con otra mujer con quien incluso tenía dos hijos.
Este atroz episodio estaría olvidado o escondido, como otros tantos crímenes de las “autoviudas” de aquellos años —llamadas así por la prensa—, de no ser por el rescate que la historiadora Rebeca Monroy Nasr emprendió a partir de las fotografías, la hemerografía y otras fuentes de la época. De esa manera, la autora de este magnífico libro construye y explica la historia de la señorita María Teresa de Landa, Miss México en 1928 y asesina confesa de su marido en 1929.
El libro de la doctora Monroy Nasr se viene a sumar a su copiosa producción historiográfica que abarca las distintas facetas de la fotografía, de los fotógrafos y de su repercusión en la historia social de nuestro país. En esta ocasión la investigadora de la Dirección de Estudios Históricos del INAH plantea una historia singular que conjuga la “inter, multi y transdisciplina”, para la lectura de la imagen, según sus propias palabras.
La investigación no se circunscribe a lo que pudiera parecer una noticia de “nota roja” centrada en el asesinato de una mujer indignada por el embuste de su esposo. Más bien se trata de la reconstrucción de una vida (Teresa de Landa) y del imaginario revelado en una época. En esta original investigación la autora examina y reflexiona históricamente sobre el machismo, la imagen de la mujer, la opinión pública, y también sobre lo que se ha dado en llamar la resiliencia (que es la capacidad de una persona para superar circunstancias adversas o traumáticas).
La portada del libro resume visualmente el drama de esta joven excepcional: la “miss México 1928”, de pie, ataviada con vestido blanco y una mirada arrobadora. En la esquina inferior derecha, encerrada en un círculo, vemos otra imagen de la misma muchacha, vestida de negro, abatida en el juicio que se le llevó a cabo en la cárcel de Belén (que, por cierto, fue el último juicio oral con jurado popular practicado en la Ciudad de México). Haz y envés de una misma trama, ambas imágenes sintetizan los contrastes de la historia de vida de esta singular joven de la década de 1920. Aun cuando los textos de la prensa se referían a este certamen como Señorita México, en la fotografía que alude al evento se observa que la banda que porta la hermosa joven tiene la leyenda de: “Miss México 1928”. Esta concesión al idioma inglés pesó en la elección del título del libro que hoy nos ocupa: Una miss que no vio el Universo.
Durante el desarrollo de esta historia el lector acaso se preguntará: ¿Cómo es que una muchacha de 18 años, inteligente, lectora de Anatole France, de Oscar Wilde, de James Joyce y de Charles Baudelaire, entre otros, no pudo entrever las marrullerías de un hombre taimado, que encarnaba las trampas y lo más vil del machismo mexicano, como fue el general Moisés Vidal Corro? Una posible respuesta es el “amor” o el “enamoramiento”, una emoción que la ciencia de la historia todavía no logra incorporar cabalmente como factor de explicación de los comportamientos sociales. Otro concepto que revolotea alrededor de la explicación histórica con textos e imágenes es la “seducción” del general revolucionario sobre la joven, y de ésta sobre el jurado y los espectadores del juicio.
El libro nos lleva por los vericuetos que atravesó la joven María Teresa de Landa, cuya vida no acabó tras las rejas de la Cárcel de Belén. Después del juicio, ocurrido en el mes de noviembre, el 1 de diciembre de 1929 el jurado la declaró por unanimidad no culpable, por lo cual decretó su absolución y, por tanto, su libertad. La defensa de la Miss México estuvo a cargo del célebre jurisconsulto José María “Chema” Lozano, quien con ese juicio se despidió de su actividad en los tribunales.
Una vez absuelta, la muchacha “autoviuda” prosiguió y reconstruyó su vida en el México posrevolucionario como profesora de historia en la Preparatoria Nacional. Hay que destacar que cursó estudios de licenciatura y de maestría en la Universidad Nacional Autónoma de México, y se tituló en 1937; además, en 1947 obtuvo un doctorado en Letras en la misma institución. María Teresa de Landa se dedicó a la docencia entre las décadas de 1940 a 1970 con gran aceptación en las preparatorias de la propia UNAM. Se retiró de la vida académica y laboral en 1986; murió el 4 de marzo de 1992.
A partir de la contemplación de dos imágenes de Teresa de Landa, Monroy Nasr comenzó un viaje en retrospectiva y se sumergió en la pesquisa sobre uno de los personajes femeninos más sugerentes del siglo XX mexicano: la Miss México que asesinó a su esposo. La investigación histórica explica cabalmente los motivos que llevaron a Teresa a cometer el asesinato; se ventilan las interrogantes que orillaron a una mujer “ejemplar” a ser una asesina confesa, y se tejen diversas explicaciones, algunas teñidas de psicologismo, al inferir el carácter de la joven, imbuido de “frenesí, locura, amor, deshonor, injusticia, arrepentimiento”, a partir de imágenes. En este salto metodológico la historiadora sale bien librada al sostener sus argumentos con fuentes textuales alternas a la imagen.
La investigación de la doctora Monroy Nasr tiene que ver también con una “historia de las mujeres” en el marco de la larga duración, de acuerdo con los conceptos de Fernand Braudel. Se recurre además a la “intertextualidad”, en la que la historia visual, gráfica, textos y la tradición oral contribuyen a reconstruir una historia de vida. En el tratamiento de las imágenes puestas en página, la autora no las “digiere para el lector”; más bien, las coloca ante el espectador, es decir, las “enseña” en el sentido más prístino de la palabra, para que el lector las observe y que participe de su construcción y lectura. A lo largo del texto la investigadora insiste en el concepto de “creación de fuentes”, que todo historiador debe hacer. Por eso reproduce párrafos textuales de los periódicos y de los pormenores del concurso de belleza, entre otros.
Pero quizá el mayor mérito de esta investigación, además de la reconstrucción de las historias de vida tanto de Teresa de Landa como del esposo bígamo Moisés Vidal, sea el tratamiento e incorporación de las imágenes para la explicación histórica. La identificación de los fotógrafos que participaron en el registro visual de esta saga como Enrique Díaz, Agustín V. Casasola, Eduardo Melhado y Luis Santamaría —por mencionar a los más notables— constituye un paso adelante en la atribución de autorías de algunas fotos publicadas y de otras que permanecieron inéditas y que ahora se encuentran en los archivos de los dos primeros fotógrafos mencionados
Otro de los aportes de la historiadora Rebeca Monroy a la historia de la fotografía es la certeza de la participación de Agustín V. Casasola en la Cárcel de Belén, en 1929, así como también la colaboración del emblemático trabajador de la lente como jefe de Fotografía del Departamento del Distrito Federal en la Dirección de Obras Públicas, entre 1929 y 1931; antaño ese dato parecía nebuloso, pero en esta obra se comprueba con fuentes fidedignas. La autora muestra una parte de la crónica visual que captó el decano de los fotorreporteros, Agustín V. Casasola, “imágenes que, en su mayoría, no habían visto la luz”. Hay que señalar, por último, que algunas fotografías de la imagen de Teresa de Landa constituyeron un factor fundamental en el juicio que se le entabló en la Cárcel de Belén, sobre todo el papel que desempeñaron en el juicio las opiniones de los periódicos Excélsior, El Universal y El Nacional; como señala la autora: “No hay que olvidar que entonces aún se confiaba en la imagen y se pretendía mostrar las virtudes del alma a partir de lo visual” (p. 231).
La investigación original que nos ofrece la doctora Rebeca Monroy está sustentada en el análisis de las fuentes visuales de la época, entre las que se incluye la hemerografía, las revistas ilustradas, los periódicos y las imágenes de los fotógrafos de prensa que no necesariamente aparecieron publicadas. Para terminar, me gustaría hacer eco de lo que señala certeramente la autora: “Esta historia es una joya que merecería llevarse a la pantalla grande”.
* Fototeca Nacional, INAH.