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A la sombra de la praxis historiográfica: informalidades de actores muy formales

ENVIADO POR EL EDITOR EL Lunes, 16/12/2024 - 19:07:00 PM

Ana Rosa Suárez Argüello y Agustín Sánchez Andrés (coords.), A la sombra de la diplomacia. Actores informales en las relaciones internacionales de México, siglos XIX y XX, México, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo / Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 2017.


Martín López Ávalos*

 

Siempre resulta difícil reseñar un libro colectivo, dada la variedad de enfoques y aplicaciones que puede haber sobre un tema, aun cuando éstos provengan de una misma disciplina. Todavía más compleja resulta la tarea si los temas se multiplican exponencialmente abordados a partir de una idea. Éste es el caso que nos plantea A la sombra de la diplomacia. Actores informales en las relaciones internacionales de México, siglos XIX y XX. El conjunto de textos reunidos son los que sus autores presentaron como ponencias en marzo de 2015 en el seminario convocado por las instituciones que ahora publican la obra. El abanico de temas es amplio, variado y abarca dos siglos, otra complejidad añadida a los temas de todos los tonos y frecuencias. No obstante, es posible hacer un abordaje crítico a este tipo de obras pese a la dificultad de su contexto de elaboración. No se tratará uno por uno dado el límite de espacio del que se dispone; el contexto obliga a establecer generalizaciones que uno supone debe encontrar en una obra colectiva con un objeto de estudio muy específico. Es decir, el reseñista se ve obligado a observar el conjunto más que las partes o cómo las partes van embonando en el conjunto, y de allí apelar a la generalización como norma crítica. Antes de empezar quiero hacer un deslinde: todas las colaboraciones aparecidas en este libro son de gran calidad, escritas por profesionales que saben mucho de su oficio de historiadores. Examinadas individualmente, sin duda alguna cubrirían cualquier tipo de dictamen al que se vieran sometidas para determinar su publicación. Ése no es el problema. Continuemos, como advierto, viendo el conjunto para establecer un balance crítico de una obra colectiva.

 

La primera generalización que ronda en la superficie es la elección del objeto de estudio, en este caso los “actores informales” a los que alude el subtítulo de la obra. Los actores informales en las relaciones internacionales de México demandaban una definición y, sobre todo, una articulación colectiva en profundidad dada la amplitud del periodo estudiado (dos siglos) y la gran cantidad de temas tan dispares entre sí. Éstos aparecen agrupados en dos grandes bloques que dividen la obra: por un lado, los grupos de presión y, por otro, la construcción de un imaginario nacional. A primera vista, los grupos de presión corresponderían a los trabajos disciplinarios cercanos a la historia diplomática más que a las relaciones internacionales, pues nunca se rebasa aquella para hablar del conjunto, de una política del Estado nacional mexicano en diversos ámbitos internacionales, y se dejarían para la segunda parte los estudios no relacionados directamente con esta acción del Estado nacional. Como el presente no es el lugar para debatir el término “informal”, simplemente nos limitaremos a señalar que éste se definió como una generalización más: dado que lo formal es el espacio gubernamental que ocupa la acción del Estado, todo lo que está fuera de esta formalidad debe ser, por tanto, informal.

 

Así, lo informal puede abarcar casi cualquier fenómeno social, sin importar si hablamos de individuos, organizaciones u opinión pública, con lo cual la generalización se torna ambigua y difícil de estudiar tanto por partes como en conjunto. Aquí radica la principal limitación de la presente obra: al no existir un plan de trabajo colectivo que cada parte lleve a cabo, lo que encontramos son colaboraciones hechas con calidad y buena narrativa dentro del campo historiográfico al que se adscriben por su tema y método, pero que en ningún momento se pueden articular con la categoría de actores informales dentro de una subdisciplina como la historia diplomática (salvo un par de ellas) ni como parte de las llamadas relaciones internacionales, ámbito donde sí se usan nuevas categorías analíticas a partir de la mutación de los sistemas globales multilaterales después de la Guerra fría. La evolución de los regímenes políticos autoritarios, característicos de esta etapa de las relaciones internacionales, abriría la perspectiva para nuevos enfoques que den cabida a los actores emergentes que demandaban participar local y nacionalmente en un contexto global unificado por la democracia como megasistema.

 

En el ámbito de las relaciones internacionales, la categoría “no gubernamental” agrupa únicamente a los actores colectivos con capacidad para participar en el debate global, haciendo del Estado nacional un actor más, importante en muchos aspectos, que debe tomar en cuenta a los actores no gubernamentales, pero de ninguna manera aceptando la informalidad como categoría que describa un fenómeno. He allí la importancia de lo no gubernamental, e incluso de la opinión pública, para estudiar sistemas democráticos o en transición hacia la democracia.

 

Resulta difícil sostener, como lo hacen los coordinadores de la obra, que el Estado nacional no es el autor más importante en las relaciones internacionales (p. 9) para explicar la influencia de la informalidad en la toma de decisiones formales del gobierno en una política pública, como las relaciones exteriores. El problema no es hacer declaraciones de principios teóricos o políticos, el problema es cómo llevamos a la práctica dicha afirmación, ya sea como pregunta o como paradigma disciplinario que guíe la investigación. La actividad informal de diversos agentes que influyen en la toma de decisiones de cualquier política exterior es algo que debe demostrarse, cuantificarse y exponerse con las pruebas positivas en mano; de lo contrario estaríamos ante una creencia, como se sostiene en casi todas las colaboraciones. Aquí unos ejemplos: “es probable que además ejerciera [el actor informal] un influjo considerable en la visión de políticos y diplomáticos mexicanos” (p. 21, las cursivas son añadidas en este caso y en los siguientes); “sus textos [de los informales] incluyen datos obtenidos de informes y otros documentos públicos y oficiales que esos mismos yucatecos les proporcionaban, equilibrando estas visiones parciales con las observaciones que hacían de primera mano. Al hacerlo, crearon opinión pública o influyeron en ella, afectando quizá de forma indirecta la toma de decisiones” (p. 405); “Su postura crítica [del actor informal] constituye un antecedente para el surgimiento de organizaciones en defensa de los braceros, lo que subraya su papel como actor informal en la diplomacia” (p. 341). Así, la única constante es el intento de justificar la acción de la informalidad para una investigación que no fue planeada como tal. En el estudio de caso resulta más fácil establecer este hecho; sin embargo, en ninguno de los que componen este volumen se presentan las pruebas de la influencia de la informalidad sobre quienes toman decisiones, aunque se desdeñe su importancia como aparato “formal”. Los coordinadores del volumen estaban muy conscientes del riesgo que implicaba la forma de integrar las partes en un todo coherente, y en cierta medida nos alertaron de las limitaciones (p. 18), pero no advirtieron lo evidente: se trata de publicar la memoria de un seminario, que no es lo mismo que presentar un libro de investigación colectiva.

 

A la sombra de la diplomacia... es una muestra de la organización de la academia mexicana (en historia específicamente), poco propicia a los proyectos verdaderamente colectivos que quieren reflejar la integración de los saberes de una o varias disciplinas en torno a un problema de investigación. En su lugar, lo que priva es el imperativo de publicar a cualquier costo, haciendo pasar las memorias como libros de investigación. Así, con nuestra praxis disciplinaria en estas condiciones, el individualismo erudito enfocado en la reproducción de un método, justificado por el uso de fuentes primarias, seguirá campeando en la forma como ejercemos nuestro oficio mientras se confunda el problema con el tema y se quiera presentar como innovación en historiografía categorías construidas para explicar el periodo contemporáneo.

 

* Centro de Estudios Históricos, El Colegio de Michoacán, A. C.