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ENVIADO POR EL EDITOR EL Lunes, 16/12/2024 - 18:55:00 PM

Óscar de Pablo, La rojería. Esbozos biográficos de comunistas mexicanos, México, Penguin Random House, 2018.


Gerardo Necoechea Gracia*

 

La rojería es un diccionario biográfico de la izquierda en México, en general —pero no únicamente— comunista. No es mucho lo que se puede decir respecto de un libro cuyo valor reside en ser obra de referencia. Por supuesto, y en primer lugar, contribuye a llenar un gran hueco en la historiografía, la cual se ha ocupado relativamente poco de la historia de la izquierda mexicana. En segundo lugar, es una herramienta bienvenida para especialistas y aprendices en este campo de investigación. En tercer lugar, si bien no es exhaustiva, es bastante extensa. El único pero que uno le puede poner, y es un pero importante, es que no tiene las fuentes específicas que el autor consultó para cada entrada. La “Bibliografía mínima” al final es precisamente eso, mínima; suponemos que el autor consultó otras fuentes, por ejemplo, la autobiografía de Manabendra Nath Roy, que no está incluida en la bibliografía. Gracias a esa suposición, confiamos en que la información es cierta.

 

El libro contiene 139 entradas, que van de Ermilo Abreu Gómez a Paul Pablo Zierold Quarch, y entre las que se encuentran los esbozos biográficos de diecisiete mujeres. Aproximadamente una quinta parte de los personajes nacieron en otros países y residieron temporal o permanentemente en México. Al contrario de lo que muchos tienden a suponer, no dominan los intelectuales, sino que hay gran variedad de oficios registrados, que incluyen a maestros, ferrocarrileros, jornaleros agrícolas, y —por supuesto— los infaltables impresores, linotipistas y periodistas, más cercanos a nuestra idea de intelectual orgánico, así como los escritores y artistas plásticos. Claro que también están presentes teóricos académicos, como Rafael Ramos Pedrueza, Wenceslao Roces Suárez y Adolfo Sánchez Vázquez, pero no son el grupo dominante.

 

La gran mayoría de los biografiados nació entre 1890 y 1920, y conforman la primera generación de izquierdistas que se inclinaron por la idea leninista del partido, y en consecuencia, por el Partido Comunista Mexicano (PCM) fundado en 1919. A una generación anterior pertenecieron Sen Katayama, enviado por la Internacional Comunista a México en 1921, y Zierold Quarch, inmigrante alemán y socialdemócrata que junto con Adolfo Santibáñez formó el Partido Obrero Socialista de la Ciudad de México en 1911; éste fue a su vez el medio para celebrar el Congreso Nacional Socialista de 1919, que devino en germen del Partido Comunista. En el otro extremo, encontramos un puñado de activistas cuya fecha de nacimiento les permitió ser enlace entre esa primera generación y la rebeldía izquierdista de los años sesenta y setenta del siglo XX: Rafael Galván (1919), Manuel Terrazas Guerrero (1923), Arnoldo Martínez Verdugo (1925) y Gerardo Unzueta Lorenzana (1925).

 

La información varía para cada una de las entradas. Cuando las fuentes consultadas son prolijas, el esbozo incluye fechas y lugares de nacimiento y muerte, trayectoria laboral y traslados geográficos, y por supuesto, nombres de organizaciones con las que se vio involucrado o involucrada; para quienes fueron miembros del PCM, fecha de ingreso y trayectoria dentro del partido, así como acciones y obras distintivas. Para muchos de los biografiados, sin embargo, el registro es magro.

 

Por esta razón, la extensión de las entradas individuales también varía. Personajes conocidos y que dejaron un rastro visible, incluyendo testimonios autobiográficos, ocupan por supuesto más páginas que aquellos de los que se sabe muy poco. Los esbozos biográficos de Valentín Campa y José Revueltas ocupan nueve páginas el primero y trece el segundo. En cambio, Diego Aguillón, mecánico tranviario cuya fecha de nacimiento es desconocida, no llega ni a dos. Aguillón fue dirigente del sindicato de tranviarios que, junto con el de cocheros, harineros y panaderos, rompieron con la CROM a fines de 1918, contrariados por el giro hacia la derecha de Morones, su dirigente, y formaron el radical Gran Cuerpo Central de Trabajadores. Un año después, Aguillón, con el mecánico José Allen y el carpintero Eduardo Camacho, fundó Hermanos Socialistas Rojos, y en 1920 ingresó al Partido Comunista, en el que Allen era dirigente. Tampoco se sabe mucho de Jesús Bernal Fierro, cuyo esbozo ocupa dos páginas: era carpintero en los talleres del Palacio de Hierro cuando ingresó a la Juventud Comunista en 1921 junto con José C. Valadés. Figuró en la oposición de izquierda a la dirección del PCM desde fines de los años veinte y se unió al Partido Popular Socialista en 1962. En la izquierda, como en el resto de la sociedad, el registro histórico es escaso para los militantes del común.

 

Por supuesto, la mayoría de las entradas son cortas. Su propósito es brindar información básica, con la que el lector puede darse por satisfecho, o bien, picada su curiosidad, vaya a buscar más. Posiblemente las entradas más cortas son la de Zierold Quarch, de una página, y la de Mauro Tobón, obrero y activista en la región textil de Puebla y Orizaba, cuyo esbozo biográfico ocupa 36 renglones. El de Elías Barrios es apenas unos renglones más extenso: militante del PCM y dirigente de la huelga general ferrocarrilera de 1927, “una de las luchas obreras más dramáticas de la historia de México”. Barrios ingresó al partido en 1925, y junto con “La Gallina”, “El Pollo”, “El Cojo” y Hernán Laborde constituyó el Escuadrón de Hierro. En 1926 fue electo secretario general de la Confederación de Sociedades Ferrocarrileras, que estalló la huelga en febrero de 1927, y recibió de manos de Alexandra Kollontai los fondos solidarios que envió el sindicato de ferrocarrileros soviéticos. Participó en la fundación de la Confederación Sindical Latinoamericana, en Montevideo, y de ahí viajó a Argentina para la Primera Conferencia Comunista Latinoamericana en 1929. Una década después, escribió un libro acerca del Escuadrón de Hierro. Y hasta ahí llega la información conocida. Otro registro también muy corto es el del norteamericano Carleton Beals, periodista e historiador, quien estuvo presente en la fundación del Partido Comunista Mexicano en 1919 e incluso fue tesorero al año siguiente. La corta entrada, en este caso, puede obedecer a que Beals dejó un volumen de memorias, publicado en 1938. Así, para el lector que desee saber más, hay sugerencias de por dónde empezar la búsqueda.

 

El volumen también nos permite experimentar con la información que está ahí de forma latente. Algo sumamente interesante es trazar líneas que unan a los individuos y constituir redes. Ermilo Abreu Gómez, por ejemplo, colaboró con dos exiliados españoles, Bartolomeu Costa-Amic y Julián Gorkin, para fundar Ediciones Libres. No hay entrada para Costa-Amic pero sí para Gorkin, quien nació en Valencia en 1901 y cuyo apellido real era Gómez García. La entrada de Gorkin nos lleva a Víctor Serge, belga nacido en 1890. Abreu se mantuvo leal al estalinismo, mientras que Gorkin y Serge rompieron con el comunismo: Gorkin terminó participando en el Congreso por la Libertad mientras que Serge formó parte de la Oposición de Izquierda. Sin embargo, el vínculo común fue el ser escritores y coincidir en la necesidad de difundir la palabra escrita.

 

Otra red importante aparece con las mujeres que coincidieron en el Consejo Nacional de Mujeres, de 1919, y pertenecieron al PCM: Evelyn Trent fue la única mujer en la reunión fundacional; Elena Torres, Refugio García y Estela Carrasco tuvieron formal membresía comunista durante un breve lapso. García regresó posteriormente al partido y llegó a ser parte del comité central. El Consejo fue rebautizado Consejo Feminista Mexicano y como tal se acercó al naciente PCM; publicaba entonces el periódico La Mujer. Trent dejó México al poco tiempo de fundarse el partido, con destino a la segunda reunión de la Internacional Comunista. Encontramos a las otras, juntas nuevamente, en el Frente Único Pro Derechos de la Mujer, impulsado por el Partido Comunista en 1935. En las vidas de estas mujeres, que se cruzaron y enredaron, se aprecia, con mayor claridad que en el caso de los hombres arriba descrito, la confluencia de las tareas de organización, educación y propaganda que caracterizó la tradición socialista durante los siglos XIX y XX.

 

La rojería es una bienvenida adición a la bibliografía creciente que indaga la historia de la izquierda mexicana. Sin duda, tiene fallas. Ya mencioné la falta de un aparato crítico en el que descanse el pacto con el lector de decir verdad. Habría sido de enorme ayuda un índice analítico de publicaciones, organizaciones, y nombres. Entre las ausencias puede señalarse a Víctor Manuel Villaseñor, nacido en 1903, cercano a Lombardo Toledano, al Partido Comunista, y autor de memorias. Pero lo importante son las 139 entradas, clara y amenamente escritas, que lo mismo proveen información básica que posibilidades para indagar más y crear conocimiento nuevo.

 

* Dirección de Estudios Históricos, INAH.