Alicia Olivera Sedano. Recogiendo voces e hilvanando historias

ENVIADO POR EL EDITOR EL Jueves, 19/12/2024 - 12:24:00 PM

Tania Hernández Vicencio*

 

Alicia Esperanza Olivera Sedano de Bonfil nació en Toluca, Estado de México, en 1933, y falleció en la Ciudad de México en 2012. Era miembro de una familia de ocho hijos. De padre médico —recordado por Alicia como un liberal que compartía varios de los ideales revolucionarios— y de madre con profundas creencias católicas. Alicia Olivera[1] estudió en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, donde se graduó como licenciada en Historia en el año de 1953, con una tesis que sería producto de su investigación pionera sobre el conflicto religioso en México.

 

Durante más de cincuenta años, Alicia Olivera trabajó para el Instituto Nacional de Antropología e Historia, al que se incorporó en 1959, donde llegó a ser investigadora emérita. Entre 1957 y 1960 estudió la licenciatura en Historia Antigua de México y Etnohistoria en la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Dos años después, entre 1962 y 1964 cursó algunas materias del programa de doctorado en Historia en la UNAM. En 1964 obtuvo el grado de maestra en Historia de México.

 

En 1959 fue parte del grupo de investigadores que impulsaron la creación del entonces Departamento de Investigaciones Históricas del INAH, la actual Dirección de Estudios Históricos. Ese año también participó en la organización del archivo del general zapatista Gildardo Magaña y en 1963 coordinó la catalogación del Archivo de Documentos de Historia Mexicana del siglo XIX.

 

La relevancia de sus investigaciones se dio en dos terrenos: al documentar las luchas zapatistas en Morelos y estados circunvecinos, y con el abordaje del tema del conflicto religioso en México. Alicia formó un equipo con dos jóvenes investigadores apasionados por el tema zapatista, como Salvador Rueda Smithers, actual director del Museo Nacional de Historia en el Castillo de Chapultepec, y Laura Espejel López, exinvestigadora de la DEH, ambos ampliamente reconocidos por sus estudios sobre el movimiento zapatista. Sobre la segunda línea de investigación es importante destacar que la maestra Olivera desarrolló una labor de archivo fundamental y escribió el libro que ha sido pieza angular para los estudiosos del conflicto religioso. En el mes de septiembre de 2016 se cumplieron cincuenta años de que el INAH publicara el libro titulado Aspectos del conflicto religioso de 1926 a 1929. Sus antecedentes y consecuencias. Este texto fue reeditado en la colección “Cien de México” de la Dirección General de Publicaciones y Medios de la Secretaría de Educación Pública, en 1987.[2]

 

Alicia Olivera se convertiría, casi por accidente, en pionera de un tema trascendental para el análisis de la historia nacional. La joven Alicia aprendió rápidamente el oficio del investigador abrevando el conocimiento, la experiencia y visión de su profesor Wigberto Jiménez Moreno, quien la inició en el estudio de las fuentes documentales y en el acercamiento a los personajes de carne y hueso que habían sido protagonistas de episodios importantes de una historia marginada en la historia oficial. Respecto a sus estudios sobre el conflicto religioso en México, Alicia solía decir que todo había empezado con una tarea que le fue encomendada por Jiménez Moreno para dar lectura a una ponencia sobre el conflicto religioso en un evento al que él no podía asistir. El contenido de aquella ponencia fue conocido por don Miguel Palomar y Vizcarra, uno de los principales líderes de la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa (1925), quien se puso en contacto con Alicia y la convocó a que conociera la documentación de la Liga que él mantenía resguardada en su archivo personal.[3] En 1960, Alicia hizo una larga entrevista al líder de la Liga, material que también fue publicado por el INAH con el título Miguel Palomar y Vizcarra y su interpretación del conflicto religioso de 1926.

 

Entre 1966 y 1970, Olivera formó parte del grupo interdisciplinario que desarrolló el Proyecto Cholula del INAH, además se abocó a coordinar el Seminario Movimientos Campesinos del siglo XX en un esfuerzo por continuar con una línea de investigación prioritaria en su trayectoria personal y para la institución. Pero realmente las décadas de los setenta y ochenta fueron para Alicia Olivera un periodo de proyectos clave en su proyección como investigadora nacional y a nivel internacional. A partir de 1969, la maestra Alicia Olivera y la doctora Eugenia Meyer fundaron el Programa de Historial Oral del INAH, del cual Alicia fue coordinadora hasta 1983 y pionera en México de tan importante metodología para la investigación cualitativa, con la que rescató testimonios de sobrevivientes de la Revolución mexicana y de la Guerra cristera. Como parte de ese ambicioso proyecto, las investigadoras se dieron a la tarea de concretar uno de los archivos sonoros más importantes del INAH, el Archivo de la Palabra, cuyos testimonios se encuentran depositados en la Biblioteca Manuel Orozco y Berra de la Dirección de Estudios Históricos de esa misma institución.

 

En 1970 Olivera publicó La literatura cristera, texto reeditado por el INAH en 1994. Coordinó varios proyectos de investigación y sus respectivas publicaciones, tal fue el caso de Mi pueblo durante la Revolución, INAH-MNCP, 1985; y Los archivos de la memoria, INAH (colección Científica), 1999. En colaboración con otros investigadores, publicó los libros La tradición oral sobre Cuauhtémoc, en 1980; Emiliano Zapata. Antología, editado por el INAH y el INEHRM, en 1988; además de Emilio Portes Gil, un civil en la Revolución, publicado por el ITC, en 1989. Asidua asistente a las Jornadas de Historia de Occidente, que año tras año, desde fines de la década de 1970, se realizaban en el Centro de Estudios de la Revolución Mexicana Lázaro Cárdenas, en Jiquilpan, Michoacán, Olivera hizo importantes aportes al debate académico a partir de los resultados de sus importantes investigaciones.

 

La incansable Alicia Olivera editó y publicó, junto con Víctor Manuel Ruiz Naufal, una colección completa e inédita de Peoresnada. Periódico Cristero, publicación de lucha del movimiento cristero, editado por Conaculta/INAH (colección Fuentes), en 2005. Además, concluyó la edición de Testimonios sobre el México posrevolucionario, publicado también por el INAH (colección Historia, serie Testimonios) en 2015, tres años después de la muerte de Alicia.

 

El trabajo de Alicia Olivera ha sido y será fundamental para entender varios de los procesos clave que marcaron el siglo XX mexicano. Los rasgos del zapatismo y del conflicto religioso fueron documentados y analizados a través de sus importantes investigaciones. Contribuyó con sus conocimientos a la formación de nuevos investigadores y, con su presencia siempre afable, se mantuvo vigente hasta días antes de su fallecimiento en su querida Dirección de Estudios Históricos.

 

* Dirección de Estudios Históricos, INAH.
[1] A la muerte de Alicia Olivera, la investigadora Verónica Oikión publicó una sentida nota necrológica titulada “In memoriam. Alicia Esperanza Olivera Sedano de Bonfil (1933-2012)”, Tzintzun. Revista de Estudios Históricos, núm. 57, Morelia, Instituto de Investigaciones Históricas-Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, pp. 234-242.
[2] Es pertinente señalar que este libro, publicado en 1966, salió a la luz pública en un contexto de fuerte efervescencia política y social. Se publicó dos años antes de la represión estudiantil de 1968, cuando en el mundo —y por supuesto, en México— se confrontaban las ideas tradicionales sobre la sumisión de la mujer, apareció el movimiento hippie e inició la liberación sexual; momento en el que, además, fueron cuestionadas instituciones tradicionales como la familia y el matrimonio, y se crearon movimientos que abogaban por la igualdad. Ése fue también un momento de fuertes cambios dentro de la Iglesia católica; como sabemos, con la realización del Concilio Vaticano II, entre octubre de 1962 y diciembre de 1965, se fue gestando un proceso de diferenciación que hizo posible la aparición de una propuesta progresista de algunos sectores comprometidos con las causas sociales y los grupos marginados, al mismo tiempo que se revitalizó el sector conservador del catolicismo, el cual impulsaba un proyecto de reevangelización para América Latina y que, a raíz de la Revolución cubana (1959) y el temor de la expansión del comunismo en el continente, se movilizó en torno a la consigna “Cristianismo sí, comunismo no”.
[3] Palomar y Vizcarra tenía, para entonces, una amplia trayectoria social y política. Abogado jalisciense, había sido miembro de las Congregaciones Marianas, participante entusiasta en los Congresos Católicos y Caballero de Colón, había militado en la Acción Católica de la Juventud Mexicana, en el Partido Católico Nacional, en la Unión Nacional de Padres de Familia y en el Partido Nacional Republicano, antes de fundar —junto con otros católicos— la Liga Nacional de la Defensa de la Libertad Religiosa, y luego convertirse en ideólogo del movimiento cristero. Palomar y Vizcarra había estado en el Vaticano en dos ocasiones, una en 1926 —antes de que iniciara el enfrentamiento armado— y otra en 1930, intentando sin éxito hablar con el papa Pío XI para ponerlo al tanto de la actuación de la jerarquía eclesiástica y del gobierno mexicano. Palomar pensaba enviar los documentos de la Liga a la Biblioteca de la Santa Sede, en un nuevo intento —según decía— por “dar a conocer la verdad sobre la persecución del gobierno a los católicos mexicanos”, pero Alicia lo convenció de que los materiales permanecieran en México, argumentando que éstos eran parte de la historia nacional. Palomar y Vizcarra terminó sus días como militante del Partido Acción Nacional; el Archivo de la LNDLR y el Archivo de Miguel Palomar y Vizcarra pueden consultarse en el Centro de Estudios Sobre la Educación, de la Universidad Nacional Autónoma de México.