Exploradores Mexicanos y Scouts de México: un espacio más de disputa por la juventud, 1938-1945

ENVIADO POR EL EDITOR EL Miércoles, 18/12/2024 - 16:32:00 PM

Diana Beatriz Chavolla Navarro*

 

Resumen

El resultado de la Guerra cristera inconformó a la Iglesia católica del rito romano, pues sintió que el Estado mexicano la despojaba de los espacios sociales; por ello, después de la firma de los arreglos de 1929, la institución religiosa se dio a la tarea de buscar el reposicionamiento social. Una de las prioridades Iglesia fue el ámbito educativo: se buscó recobrar su control y no dejar ningún espacio donde pudiera permear la política del Estado. De una y otra parte se consideraron alternativas para allegarse de los sectores infantiles y juveniles; la Iglesia apoyó a los Scouts de México, asociación que dentro de su programa de adelanto incluía la religión y el Estado otorgó reconocimiento a los Exploradores mexicanos, organización que resaltaba el espíritu nacionalista de la época.

Palabras clave: Iglesia católica, Estado mexicano, Exploradores Mexicanos, Scouts de México, educación.

 

Abstract

The end of the Cristero Rebellion left a feeling of inconformity within the Roman Catholic Church for it felt that the Mexican state had deprived it of social places it had occupied for centuries. Thus, after signing the agreements of 1929, the church set out to reposition itself in society. Education was one the Church’s priorities, in which it sought to recover its control and to block State policies from filtering into it. Alternatives were considered to reach primary school children and older youth; the Church backed the Scouts of Mexico, an association that included religion in its advancement program, whereas the State granted recognition to Mexican Explorers, an organization that highlighted the nationalist spirit of the time.

Keywords: Catholic Church, Mexican State, Mexican Explorers, Scouts of Mexico, education.

 

En los años comprendidos entre 1926 y 1929 sucedió la Guerra cristera, y el 21 de junio del año 1929 se firmaron “los arreglos” que pusieron fin al enfrentamiento armado entre la Iglesia católica y el Estado mexicano. Aquel acto no trajo los resultados esperados para la institución religiosa, que siguió sintiéndose excluida del plano social y político, por lo cual en la década de los años treinta se suscitaron nuevamente una serie de pugnas entre ambas instituciones, acciones que se reflejaron en varios ámbitos de la vida nacional, especialmente aquellos que la Iglesia había usufructuado por varios siglos y que la Constitución de 1917 le había despojado. Uno de ellos fue la educación.

 

La disputa por el control educativo se presentó en varios ámbitos: en las escuelas primarias la Unión Nacional de Padres de Familia (UNPF) encabezó las innumerables luchas en defensa de la educación desde la perspectiva católica, realizando acciones como marchas y mítines, además de la creación de comités de padres en los colegios dirigidos por el clero, por congregaciones o por órdenes religiosas. El combate por la educación se desarrolló también en las universidades, donde los propios alumnos —a través de las organizaciones estudiantiles— se disputaron el control de la Máxima Casa de Estudios del país. La contienda y la derogación del artículo tercero constitucional no se limitó al ámbito de la educación formal: también se combatió desde distintas trincheras en los terrenos de lo no formal —en materia educativa—, una de ellas fue el escultismo,[1] que es el tema que se desarrolla en este artículo.

 

Los obispos entendieron que el enfrentamiento directo con el Estado sólo provocaba desgastes tanto en la propia Iglesia-laicos, el clero y las mismas elites eclesiásticas como entre la sociedad civil en general. Por lo demás, los jerarcas católicos consideraron que las medidas beligerantes sólo complicaban los objetivos del reposicionamiento social; por consiguiente, los líderes eclesiásticos idearon distintas maniobras de aproximarse al fin propuesto.

 

Así pues, la batalla por la educación fue una acción conjunta con procederes diversos pero enfocada en el propósito de la reconquista de las conciencias de niños, adolescentes y jóvenes. Si bien este artículo hace referencia al caso de la ciudad de Guadalajara, también toca lo sucedido en la capital del país, pues el entonces Distrito Federal no solamente representaba la centralización de los poderes institucionales del Estado, sino que era un referente religioso por encontrarse en él, a la Junta Central de la Acción Católica Mexicana (ACM) y la sede del Arzobispado de México.

 

En cuanto a los historiadores que se han adentrado en el estudio del papel de los laicos en el proceso de las relaciones entre la Iglesia católica del rito romano y el Estado mexicano está Manuel Ceballos quien analiza los primeros intentos de señalar la diversidad de las corrientes dentro de la Iglesia, ya que en sus investigaciones aporta la trayectoria del pueblo católico y su intervención en las esferas políticas sociales. Por otra parte, María Luisa Aspe Armella, tomando como punto de partida el conflicto religioso de 1926 a 1929, se enfoca en el estudio de las organizaciones laicas fundamentales, como la Asociación Católica de la Juventud Mexicana (ACJM), Juventud Femenina Católica Mexicana (JFCM), La Liga, las Damas Católicas y los Caballeros de Colón, pues cada una de ellas fue elegida por la jerarquía eclesiástica —según su desempeño en los años del conflicto cristero— para conformar la ACM en 1929. Otros estudiosos de la materia, como Martaelena Negrete y Roberto Blancarte, también han enfocado sus trabajos en el desempeño del laicado, analizando los contextos que favorecieron o afectaron tanto a la Iglesia como al Estado; ambos autores estudian al laicado encauzado a la subordinación y disciplina de las disposiciones de la jerarquía, analizando el desempeño de los laicos en las distintas organizaciones religiosas dentro de la sociedad.

 

Partiendo de estas y otras investigaciones relacionadas con el cometido del laicado en periodos claves de la historia en nuestro país respecto del devenir de las relaciones entre la Iglesia y el Estado, el presente artículo está orientado hacia el estudio de otro aspecto más de estos procesos, como fue el escultismo y, por ende, la atracción de sectores infantiles y juveniles, respectivamente, hacia cada una de las instituciones.

 

Este texto toma como referencia a la ciudad de Guadalajara, por considerarse un centro religioso y político, lugar de férreas tradiciones y de un fuerte conservadurismo, además de tener —en el periodo en cuestión— una de las arquidiócesis más grandes en el país. Por otra parte, el arzobispo José Garibi Rivera, quien se desempeñó como secretario del Episcopado Mexicano y cabeza de esa jurisdicción religiosa, había ideado una estrategia política que facilitaría el reposicionamiento de la Iglesia mediante la diplomacia, evitando enfrentamientos directos con el Estado, pues esos actos habían fracasado y mantenían a la institución religiosa al margen de las disposiciones estatales, de ahí la importancia de buscar vías alternas que facilitaran el objetivo propuesto del reposicionamiento social.

 

El escultismo como parte de la estrategia

Como se ha mencionado, el principal objetivo de la Iglesia era recobrar el control de la educación, meta que implicó dirigir la mirada a los sectores juveniles e infantiles, sobre todo a aquellos que no estaban suscritos en los colegios católicos y que eran “presa fácil” de la educación socialista.[2] Para ello, enfocó su atención en las organizaciones escultistas, por ser agrupaciones atractivas para adolescentes y niños.

 

La asociación Scouts de México[3] fue la que la jerarquía eclesiástica consideró compatible con la Iglesia, por incluir en su programa de formación el apartado de la religión,[4] elemento apreciado en el desarrollo de la estrategia de reconquista social. Por su parte, el Estado reconoció en los Exploradores Mexicanos a una organización juvenil comprometida con los principios emanados de la Revolución.[5]

 

Desde los inicios del escultismo en México[6] coexistieron pequeñas agrupaciones en diferentes partes del país, pero no todas estaban involucradas con la Iglesia católica o con el Estado de forma específica. Tanto Scouts de México como Exploradores Mexicanos realizaban sus actividades semanales en las inmediaciones de las distintas colonias que había en la ciudad. En el caso de los Scouts de México, a raíz de la reforma al artículo tercero constitucional los Asistentes Eclesiásticos de la Acción Católica Mexicana (ACM)[7] propusieron la creación de grupos de scouts y de guías en las inmediaciones parroquiales para sustraer a los niños de la educación socialista,[8] aquella propuesta fue realizada en una asamblea nacional.[9]

 

Las estructuras organizativas de ambas agrupaciones escultistas eran muy similares en cuanto a la división por edades de los elementos que participaban,[10] no obstante, los Exploradores Mexicanos contaron con grupos mixtos, es decir, había secciones de muchachas dentro del mismo grupo; en cambio, los Scouts de México estuvieron conformados exclusivamente por elementos masculinos, circunscribiendo a las niñas y a las adolescentes a la asociación hermana de los scouts, que eran las Guías de México.

 

A pesar de que en los Exploradores Mexicanos existían secciones femeninas y el uniforme era similar entre las muchachas y muchachos, ellas no participaron por igual en las actividades al aire libre, especialmente en lo referente a campamentos, aunque sí llegaron a realizar excursiones, aunque en mucho menor medida que los varones. En cuanto al programa de adelantos —es decir, el plan de formación— ambas secciones (femenil y varonil) practicaban conocimientos de primeros auxilios, civismo, así como astucias y técnicas de campamento.[11]

 

Los informes de los gobernadores de Jalisco —que ocuparon el cargo del poder Ejecutivo estatal durante los años treinta— dan fe del número de grupos de Exploradores Mexicanos que llegaron constituirse en la ciudad de Guadalajara; es importante señalar que esa organización escultista nombró como su jefe nacional a Plutarco Elías Calles en 1930.[12] Desafortunadamente no se localizaron los documentos oficiales relativos a la designación de Calles, por lo que podemos inferir que fue un cargo honorífico. Dicha organización, además, exaltó el patriotismo y la identidad nacional entre los niños y adolescentes.

 

Para que los jóvenes aspirantes se consideraran Exploradores debían aprobar una serie de pruebas en técnicas de campismo y excursionismo, así como conocimientos de civismo e historia patria; lo mismo ocurría en el caso de la Asociación Scouts de México. Una vez acreditados los requisitos necesarios, los candidatos a exploradores se sometían a un Consejo con el fin de realizar “la promesa” en una ceremonia pública especial donde el adolescente se comprometía públicamente a cumplir con las normas señaladas por la organización. La promesa del explorador, a diferencia de los scouts, debía pronunciarse en náhuatl,[13] idioma que fue utilizado en la designación de cargos y rangos en las Tribus de Exploradores Mexicanos. Exaltar el nacionalismo revolucionario —rasgo propio del periodo de los años treinta y cuarenta del siglo XX— fue la base en la formación del explorador.

 

Cabe mencionar que, en la década de 1940 tanto la agrupación Scouts de México como los Exploradores Mexicanos buscaban el reconocimiento por la Oficina Scout Mundial (OSM), organismo máximo del movimiento scout. No obstante, la OSM no admitió a los Exploradores Mexicanos como parte del movimiento scout pues la cuestión religiosa no figuraba dentro de su programa de formación, aspecto por el cual la citada organización fue vetada; por otra parte, dado que para los Scouts de México el aspecto religioso era considerado parte esencial del plan de adiestramiento de los miembros inscritos en sus filas, esta agrupación ganó el reconocimiento de la OSM.

 

Ahora bien, los reglamentos y estatutos de los Exploradores Mexicanos omitían el apartado de la religión como base de su formación, con lo que refrendaban el principio de laicidad avalado por el Estado revolucionario. No obstante, en ninguno de los documentos oficiales eran explícitos los fundamentos ideológicos donde se estableciera la exclusión de la formación religiosa; el reglamento y los demás textos relativos prescindieron de ese concepto en el plan formativo de los niños y jóvenes que integraban sus filas, dando sólo importancia al conocimiento del civismo, de la historia nacional y a todo lo relacionado con las técnicas necesarias para practicar actividades al aire libre.

 

Exploradores Mexicanos en Guadalajara

En Jalisco, este tipo de agrupación juvenil tuvo sus inicios en 1928, con la fundación del Club de Esforzadores Jaliscienses (CEJ),[14] cuyo lema fue “mente sana en cuerpo sano”: “Estableciendo su cuartel general en la casa marcada con el número 254 de la calle de Pino Suárez esquina con la de Reforma en la ciudad de Guadalajara, Jalisco”;[15] después el CEJ cambió de nombre a Cuerpo de Exploradores Aguiluchos (CEA) y durante ese periodo se unieron al movimiento nacional de las Tribus de Exploradores Mexicanos[16] —fundados el 1 de mayo de 1928—, pero en Guadalajara adoptaron el nombre de Tribu de Exploradores Chimalhuacán, la razón del cambio fue que ese día se llevó a cabo la primera excursión bajo el programa de las Tribus.[17]

 

En 1935 la agrupación se instituyó bajo el nombre de Club de Exploradores Mexicanos Chimalhuacán (CEMCH), el lema de la organización fue: “Reconstrucción del espíritu patrio por la juventud” y como sublema: “Siempre listos”,[18] el primero de ellos nos remite al contexto sociohistórico por el que atravesaba el país, y especialmente al papel que la juventud representaba en la obra de la nación, en cuanto a la divisa “siempre listos”, corresponde al lema tradicional e institucional del escultismo desde su fundación en Inglaterra en 1907.

 

Aunque la agrupación no fue dirigida por elementos relacionados con el Estado ni por militares,[19] las credenciales de afiliación fueron expedidas por la Secretaría de Educación Pública durante los primeros años de existencia de la agrupación; poco tiempo después las emitió la Dirección de Educación Federal en el estado de Jalisco y, posteriormente, por la Secretaría de la Defensa Nacional (18ª Jefatura de Operaciones Militares. Cuartel General).[20] Dicho acto, si bien no implicaba directamente la participación de la Secretaría de Educación Pública o de la Jefatura de Operaciones Militares en las actividades propias de los exploradores, la agrupación escultista sí contó con el apoyo y el reconocimiento estatal.

 

En la entrevista[21] realizada a Gilberto Carrillo y demás miembros del Club de Exploradores Mexicanos se mencionó que nunca hubo enfrentamiento con grupos de scouts; sin embargo, hicieron mención de que la formación aquéllos era muy distinta de la de los exploradores, hasta en ínfimos detalles como el caso del uniforme: “En primer lugar nosotros le decimos paliacate en lugar de pañoleta [...] en técnica éramos mejores, los scouts eran más bien muchachos de colegios”.[22]

 

Los Exploradores Mexicanos, como organización identificada con los principios del Estado revolucionario, fue promovida en actos públicos, ejemplo de ello es la entrega de premios en el Monumento a la Revolución a los muchachos que pertenecían a los diferentes grupos escultistas reconocidos oficialmente:

 

En el Monumento a la Revolución se efectuó ayer el acto de entrega de medallas, diplomas y reconocimientos a los más destacados miembros del escultismo en México, de los que forman el Consejo Nacional de Exploradores, dependiente de la Secretaría de Educación Pública [...] asistieron al acto el grupo de “Caballeros Aztecas” de la Secretaría de Hacienda, “Los Amigos del Bosque”, los “Boy Scouts de México” del grupo de don José Trinidad Padilla, el grupo “Amanecer” de la Secretaría de Asistencia Pública, la “Sección Mexicana de Boy Scouts”, la “E. M. E. P.” y los “Exploradores Aztecas”.[23]

 

El reconocimiento público de los distintos grupos escultistas pertenecientes al Consejo Nacional de Exploradores fungió como un distintivo hacia la preferencia oficial por ese tipo de organizaciones partidarias de la ideología estatal. El hecho de haber realizado la ceremonia de premiación en el Monumento a la Revolución fue un acto simbólico de la supremacía del Estado, pues precisamente la entrega de reconocimientos en ese lugar fue utilizada para demostrar que la Revolución mexicana estaba dando frutos en las nuevas generaciones. La exaltación del nacionalismo también se apreciaba en los actos simbólicos, como hecho de abanderar a una escolta del Cuerpo de Exploradores Mexicanos, acto que manifiesta la importancia de esa agrupación en la política del Estado como un elemento notable de atracción hacia los sectores de jóvenes, pues el acontecimiento implicó que la organización contó con el beneplácito de las autoridades civiles, además el hecho de que fuese la primera dama quien lo realizara denotó que era el mismo Estado quien alentaba ese tipo de organización juvenil.[24]

 

La jerarquía eclesiástica y los Scouts de México

Los Scouts de México y la asociación Guías de México tuvieron el apoyo de la Iglesia católica. El religioso José Garibi Rivera enviaba aportaciones anuales por la cantidad de 10.00 pesos, m. n., a la asociación: “Ante todo agradezco sinceramente las felicitaciones que la Asociación de Scouts de México me hace por su digno conducto y reconociendo las grandes utilidades que indudablemente está prestando dicha asociación principalmente entre la juventud, con gusto le adjunto mi subsidio anual por la cantidad de $10.00 (diez pesos)”.[25]

 

La persistencia de los scouts en buscar el apoyo de la ACM los proveyó de beneficios, pues desde la década de 1940 la asociación apareció oficialmente como agrupación confederada a la Acción Católica en el Distrito Federal; prueba de ello son los diferentes documentos enviados por la Junta Central en los que convocan a las organizaciones a diferentes actividades propias de la ACM. Como muestra de la estrecha relación de la jerarquía eclesiástica con los Scouts de México está el caso de Jorge Núñez —jefe scout nacional—, quien envió un comunicado al arzobispo José Garibi Rivera el 1 de octubre de 1941 para comunicarle su separación de la Asociación de Scouts de México “por divergencia con los nuevos directores [...] lo que me permito poner de su conocimiento a la vez que le doy las más sinceras gracias”.[26] En la misma carta Jorge Núñez, agregó:

 

Le doy las más sinceras y expresivas gracias por la colaboración financiera que se ha servido usted presentar a dicha asociación durante el tiempo que ha sido patrono de la misma. El patrimonio de la Asociación, que tan bondadosamente ha ayudado Ud. a formar, está constituido como sigue: Efectivo y valores $4 590.85, Departamento de equipo $3615.59, Oficina central $864.00, Campamento de Insignia de Madera $325.00, Deudores diversos $862.39, Suma: $10 257.83.[27]

 

La importancia de que José Garibi informara sobre la separación del cargo y que reportara detalladamente la suma de dinero con que contaba la Asociación de Scouts, estriba, además de poner de manifiesto el vínculo evidente con los jerarcas católicos, en que evidenció el grado de importancia que para el arzobispo representó aquella agrupación escultista.

 

El 30 de octubre de 1941, los Scouts de México enviaron a José Garibi Rivera el resultado de la junta extraordinaria de consejo en la cual se llevó a cabo el cambio de mesa directiva;[28] además se agregó que: “El R. P. Javier Escontría. Jefe de los Grupos Controlados y Capellán por designación del Excmo. Sr. Arzobispo de México continúa en sus altas funciones, así como los Comisarios Consejeros que fungieron en el periodo social anterior [...]”.[29]

 

Confederada o no a la ACM, la Asociación de Scouts de México figuró como una agrupación de la juventud medular para la Iglesia. La constante comunicación con el arzobispo Garibi Rivera expone el alcance que tenía en la comunidad católica. En 1942 Juan Lainé[30] —jefe scout nacional— informó detalladamente los cambios de dirigentes y las dificultades con que se habían enfrentado al ordinario de la Diócesis de Guadalajara: “En aquellos días pedí a el Señor Ing. Alberto Orendain[31] que reconsiderara su renuncia que había presentado como comisario de provincia para Jalisco de la Asociación Scouts de México, pero desgraciadamente no fue así y ahora lo reconoce el mencionado ingeniero y el Consejo Nacional tuvo que aceptar la renuncia [...] ya informaremos a V. E. como camina este asunto”.[32]

 

Era en la figura del arzobispo en quien convergía la información de las actividades de las agrupaciones de laicos, y la ASM no fue una excepción. Jerarquía, orden, disciplina y obediencia identificaron a las organizaciones confederadas a la ACM.

 

En 1945, la Asociación Scouts de México, junto al envío de un documento —parte minucioso de sus actividades— a la Junta Central de Acción Católica también solicitó al Director Pontifico de la ACM la designación de sacerdotes que prestaran servicio como capellanes de la organización.[33] Así, el escultismo cumplió un papel revelador dentro de los ámbitos infantiles y juveniles, tanto por parte del Estado como de la Iglesia; sin embargo, los intereses personales se disfrazaron de cooperación, tal fue el caso de la ASM, cuya táctica para ser reconocida por Oficina Scout Mundial consistió en allegarse a la organización laical de la ACM, agrupación católica que la jerarquía había estado promoviendo varios años atrás, como eje aglutinante de los seglares; no obstante, la agrupación de scouts no sólo gozó de gran aceptación entre los sectores juveniles de la población civil, sino que también se promovió como actividad extraescolar en algunos colegios.

 

La ACM se valió de estrategias y relaciones semejantes a las de la Asociación de Scouts de México para alcanzar dos objetivos esenciales: atraer miembros a la asociación y obtener el reconocimiento mundial; para ello aprovechó el impulso y prestigio que le producía la cercanía a la Iglesia. Así, la ACM se sirvió de la ASM para sumar más socios a sus filas y abarcar sectores poblacionales —sobre todo juveniles e infantiles— de procedencia urbana, en especial de clases medias, que no asistían a los colegios católicos. Su alianza fue específicamente por el beneficio que representó para cada una de las agrupaciones en su momento, pero de ninguna manera constituyó un frente común contra las políticas estatales.[34] Sin embargo, una vez alcanzado el reconocimiento de la OSM —a mediados de los años cincuenta— la ASM se separó de la ACM —en el Distrito Federal— debido a que la organización escultista no estaba precisamente orientada bajo los principios de la ACM, pues aquélla estaba dedicada exclusivamente a la formación de adolescentes y niños, y además señalaron que los grupos de scouts admitían miembros de otras religiones; el razonamiento expuesto no se refería a la intolerancia religiosa, sino a que no todos los scouts que formaban parte de la ASM profesaban la fe católica, pues los estatutos mundiales tan sólo solicitaban que el muchacho que perteneciera a una agrupación reconocida por la OSM profesara un credo, sin importar cuál fuese. Ese hecho lo conocía de antemano la ASM; sin embargo, lo omitió deliberadamente con la intención de lograr el acercamiento con la ACM y proyectarse a nivel internacional para poder ser aceptados por el organismo internacional.[35]

 

Para la ASM,[36] el riesgo había pasado, pues ya eran miembros por la OSM y, por lo tanto, ya no era necesaria la unión con la ACM. Por otra parte, los Scouts[37] habían logrado consolidarse en suelo mexicano. De igual forma, para la ACM aquella separación de las filas de la ASM no fue considerada relevante, ya no eran los años posteriores a los arreglos de 1929 en donde la tensión entre el Estado y la Iglesia católica estaba en puntos álgidos y la fricción era común en esos momentos. En la década de los cincuenta, cuando ocurrió esta escisión de las agrupaciones, ya la idea del Estado persecutor se encontraba cada vez menos presente en el imaginario de los socios o elementos católicos que participaron activamente en cada una de las organizaciones laicas.

 

Debemos recordar que, entre los años treinta y cuarenta fue necesario reforzar el bloque organizado de la fuerza laical; el proceso de selección para admitir a una agrupación a la ACM significó días e incluso semanas de discusión en las juntas diocesanas (JJ. DD.) en torno a la aceptación o el rechazo de alguna organización. Pero conforme avanzaban los años y la relación con el Estado caminó por terrenos más firmes, el desempeño del bloque laico se condujo hacia otras áreas menos comprometedoras política y socialmente; los laicos fueron necesarios para penetrar a los ambientes sociales y políticos donde el clero no podía acceder o le resultaba inconveniente hacerlo por cuestiones estratégicas. Por por otra parte, los laicos —como miembros de las distintas organizaciones religiosas— se permitieron ser considerados la mano derecha de la jerarquía, en especial los pertenecientes a la ACM, pues esa organización fue establecida como un real intento para homogenizar y conducir específicamente al laicado como fuerza monolítica.

 

Conclusión

El contexto social en el que se desarrollaron estas agrupaciones escultistas estuvo enmarcado por el nacionalismo. Si bien el ambiente internacional propio de la Segunda Guerra Mundial influyó en el devenir de la actuación del Estado y de la Iglesia católica, de ninguna manera significó que este tipo de organizaciones juveniles respondieran a políticas internacionales, pues en México sólo fueron parte de una estrategia general donde se debía cubrir la mayor parte de los ámbitos sociales y, por ende, impedir que la institución contraria permeara su ideología en la población.

 

Aunque este tipo de agrupaciones desempeñaron un papel clave y esencial en esa lucha de poder, no fueron considerados fundamentales en las políticas de las instituciones en pugna, sino que, en el caso de los scouts, fungieron solamente como un elemento más de atracción para los adolescentes y niños que no figuraban como alumnos de los colegios o escuelas oficiales, y, por parte del Estado, constituyó un componente que coadyuvó a reforzar la política estatal entre los jóvenes. Las organizaciones escultistas participaron en una forma de batalla indirecta tanto por parte del Estado como de la Iglesia.

 

Dos maneras de interpretar el nacionalismo se vieron reflejadas en esos años: para los Scouts de México, que contaban con capellanes en los distintos grupos, el aspecto religioso fue combinado con el patriotismo, identificándose propiamente con la religiosidad popular propia del pueblo mexicano, puesto que en las peregrinaciones anuales al Tepeyac o al cerro del Cubilete se localizaron registros de la participación de los grupos de scouts en esos eventos. En contraparte, para los Exploradores Mexicanos el nacionalismo era identificado con los ideales de la Revolución; las ceremonias de premiación, los desfiles y exhibiciones de sus habilidades en los espacios militares son ejemplo de que el Estado los consideró como una pieza más de la maquinaria para el despliegue de la ideología revolucionaria, especialmente entre los jóvenes.

 

La Asociación de Scouts de México, por su parte, estuvo desde sus orígenes ligada a la derecha en el país. Algunos de sus dirigentes en Guadalajara pertenecieron a familias dueñas de grandes empresas como los Orendain y los Leaño,[38] además de la relación directa con el que fuera arzobispo de Guadalajara, José Garibi Rivera. Por otra parte, cabe señalar que los primeros grupos de scouts en la ciudad iniciaron en los colegios maristas.

 

El contexto de lucha por el reposicionamiento social implicó adentrarse en los espacios clave —que la institución religiosa consideró arrebatados por el Estado—, como el ámbito educativo; así que, además de tratar de recuperar el control de ese espacio, se consideró que no debían quedar grietas por donde pudiera permear la educación que impartía el Estado. Voltear la mirada al escultismo para captar la atención de los niños y adolescentes por medio del juego fue, en ese contexto, una buena maniobra de atracción.

 

La estrategia que los scouts de México siguieron en su organización fue mantenerse en contacto con la Iglesia por medio de la ACM; además de su programa de adelantos, que incluía la religión, solicitaron capellanes a la propia ACM y participaban en misas y eventos religiosos similares. La parte medular de su programa de formación era —al igual que los exploradores mexicanos— preparar buenos ciudadanos, sin dejar de lado el aspecto religioso, en particular lo católico.

 

Si bien este tipo de organizaciones no fueron consideradas vitales en la disputa por la reconquista de los espacios sociales ni tampoco ejercieron cotas significativas de seducción entre los sectores juveniles, sí fungieron como un elemento más por parte de las instituciones.

 

* Universidad Nacional Autónoma de México.
[1] “El término escultismo deriva del vocablo inglés scouting y refiere a la actividad que desarrollan los Scouts. El vocablo inglés scout se aplica militarmente a los efectivos encargados de adelantarse a la primera línea para investigar al enemigo; se trata de un explorador. De ese origen deriva el nombre Scouts usado para este movimiento juvenil desde 1907. El movimiento comenzó siendo sólo masculino (boy scouts), pero ya hacia 1909 empezó a ganar importancia la participación femenina. Tiempo después surgieron las guías (girl guides) [...] Cada país tiene una o varias organizaciones que, respetando las reglas generales del escultismo vigentes internacionalmente, desarrollan sus propias bases y directrices. Así, por ejemplo, existen en numerosos países organizaciones de escultismo: ya sean: católicas, protestantes, ortodoxas, anglicanas, musulmanes, judías, budistas, etcétera. Así mismo, existen países cuyas organizaciones scouts sin definirse católicas, ortodoxas, budistas, etcétera”. “Escultismo”, Santfrancesc, http://www.santfrancesc.net/pdf/escultisme.pdf, consultada el 25 de abril de 2017. Véase Roy Burmahan, La vida de Baden Powell, traducción de Jorge Núñez Prida, México, Asociación Scouts de México, 2002; Baden Powell, Escultismo para muchachos, traducción de Jorge Núñez Prida, México, Asociación Scouts de México, 2012.
[2] El 30 de diciembre de 1946 se llevó a cabo una segunda reforma educativa, en la que el concepto socialista fue desechado, puesto prácticamente la totalidad del artículo tercero fue modificado, conservándose el término laico.
[3] Fernando Soto-Hay y S. I. García, Cronología del escultismo, México, Asociación de Scouts de México, 2000.
[4] En el plan de adelantos —programa formativo de los Scouts de México—, la religión, sin importar denominación, era considerada parte esencial del desarrollo de los individuos. Para ser scout era estrictamente necesario profesar un culto —no exclusivamente el católico del rito romano—, para que el adolescente que formara parte de la organización conociera no sólo los principios básicos de su fe, sino también para prestar servicio en su propia Iglesia o denominación religiosa.
[5] El programa de los Exploradores Mexicanos, empatado con los principios revolucionarios, se enfocó en un fuerte nacionalismo; su plan de adelanto no contenía lo referente al tema de la religión. En la investigación no se localizaron documentos que sustentaran el porqué de esa consciente omisión; sin embargo, en la entrevista realizada al Cuerpo de Exploradores Mexicanos de Jalisco, y por medio de una “lectura” global de las actividades formativas de esa organización juvenil, se observó que el apartado referente al área religiosa no cobraba importancia para el desarrollo de los (as) jóvenes que formaban parte de esa agrupación. Por lo demás, ambos programas formativos —scouts y exploradores— eran muy similares, sólo variaba el grado que se ostentaba y las pruebas necesarias para avanzar en los mismos.
[6] Arturo Reyes Fragoso, La consolidación del escultismo en México, Ixtapan de la Sal, Centro de Estudios del Escultismo, 2001.
[7] La Acción Católica Mexicana fue fundada en 1929. Tres años antes se había tratado de crearla, pero los hechos beligerantes de la Guerra cristera impidieron su establecimiento en el país; sin embargo, el objetivo de la jerarquía eclesiástica, en el contexto de 1929 fue que dicha agrupación aglutinara a todos aquellos laicos, especialmente a quienes habían quedado inconformes con la firma de los arreglos, el propósito era recobrar el control del laicado y conducirlo bajo los mismos lineamientos y objetivos. La ACM se encontraba organizada por sexo y edades. Cuatro fueron las agrupaciones base que la conformaron: La Unión Femenina Católica Mexicana (UFCM), que aglutinaba a las mujeres mayores de 35 años; la Juventud Católica Femenina Mexicana, a las mujeres de 15 a 35 años; la Unión de Católicos Mexicanos, a los hombres mayores de 35 años, y la Asociación Católica de la Juventud Mexicana (ACJM), a los hombres de 15 a 35 años. Cada una de esas organizaciones base contaba con un asistente eclesiástico, que era un sacerdote o religioso. En lo referente a los Scouts de México, dado que fueron considerados como parte de la ACJM —como organización confederada—, la figura del asistente eclesiástico también fue un requisito indispensable; el nombre que recibieron esos asistentes en la estructura organizativa de esa agrupación escultista fue el de capellanes.
[8] Véase Diana Beatriz Chavolla Navarro, “El laico en el proceso de construcción del modus vivendi en Guadalajara, 1929-1940”, tesis de maestría, El Colegio de Jalisco, Zapopan.
[9] Idem. La propuesta fue una entre muchas otras acciones que la asamblea nacional formuló. Los documentos consultados no mencionaron qué parroquias adoptaron aquella sugerencia, por ello se infiere que sí hubo grupos que desarrollaron sus actividades en terrenos cercanos a los templos, porque eran lugares donde acudían las familias y podían observar el funcionamiento de éstos; por otra parte, es importante señalar que se formaron grupos scouts dentro de los colegios católicos, como el caso del Grupo 9, en el colegio cervantes en Guadalajara, plantel perteneciente a los hermanos maristas.
[10] Las divisiones eran: niños, de 8-11 años (manada de lobatos), y adolescentes, de 11-15 años (scouts); sin embargo, también había elementos de mayor edad que estaban incorporados a las tropas. El programa scout incluye una rama de jóvenes mayores de edad (18-22 años), aunque en esos años no había un límite exacto de edad para pertenecer a cada una de las secciones. Véase César Macazaga Ordoño, Para ser scout, México, Asociación Scouts de México, 1978.
[11] Cabullería (nudos), fogatas, orientación, construcciones, etcétera.
[12] Véase Diana Beatriz Chavolla Navarro, “El laico en el proceso...”, op. cit.
[13] Promesa del explorador: “Pampa nomahizo nitlacaitas nitlanetila tlakanexchiocotli in huhue Mexico chautla catilonime”. Promesa scout: “Yo prometo por mi honor hacer cuanto de mí dependa por cumplir mis deberes para con Dios y la Patria, ayudar al prójimo en toda circunstancia y cumplir fielmente la ley scout”.
[14] Gabriela Contreras, en su libro sobre los grupos católicos en la UNAM, menciona que “El Club Esfuerzo” era también una agrupación escultista de ultraderecha que encaminaba a sus miembros hacia la agrupación de los Conejos. Gabriela Contreras, Los grupos católicos en la Universidad Nacional Autónoma de México (1933-1944), México, UAM, 2002.
La sede del club de Exploradores Mexicanos Chimalhuacán está en la calle Vulcano 769, sector Reforma, C. P. 44400, Guadalajara, Jalisco. “‘Código del esforzador’ 1. Esforzador significa: hombre de acción, decidido y valiente, por lo tanto: 2. Seré generoso. 3. Haré diario una acción buena. 4. Consideraré a todos los esforzadores como hermanos. 5. Seré disciplinado, porque la disciplina significa educación. 6. Escucharé atento el consejo de mis mayores. 7. Procuraré la moralidad de mis actos. 8. La rectitud de mis palabras 9. Pensaré alto 10. Hablaré siempre con la verdad. 11. Seré obediente. 12. Veré por el mejoramiento social”.
[15] “Breves datos históricos del origen y fundación del Club de Exploradores Mexicanos Chimalhuacán”, documento consultado en el Club de Exploradores Mexicanos. Hasta el día de hoy la organización sigue funcionando, pero solamente como club de excursionismo. No cuentan con secciones de formación de niños y/o jóvenes, lo conforman solamente adultos.
[16] José Escobar, Las Tribus de Exploradores Mexicanos, México, SEP (Silabario), 1929.
[17] Otra organización escultista que había funcionado en algunos estados de la república y que era filial a las líneas estatales.
[18] En inglés, “Be prepared”; aunque la tradición literal —del lema— corresponde a: “Estar preparados”, al español se tradujo como “Siempre listos”, pues el fundador de movimiento escultista, Baden Powell, postuló en sus textos respectivos que el scout debía estar capacitado y dispuesto para cualquier situación que se presentase y poder servir en el momento que fuese necesario.
[19] “No fuimos dirigidos por militares o personas que desempeñaran un cargo en el gobierno [...] éramos nosotros mismos [...] hubo un tiempo, según cuentan, [en que] que un dirigente quiso que antes de ir a alguna excursión o actividad fuesen primero a misa, lo intentó dos veces y después los mismos muchachos empezaron a desertar y hubo la necesidad de cambiarlo, nadie quería ir a misa”. Entrevista a Fernando Carrillo, miembro del Club de Exploradores Mexicanos Chimalhuacán, por Diana Beatriz Chavolla Navarro, 2 de octubre de 2011. La entrevista se realizó en la sede de la agrupación, en Guadalajara, Jalisco.
[20] La expedición de credenciales se llevó a cabo por distintas dependencias oficiales durante toda la década de 1930.
[21] Entrevista realizada a Gilberto Carrillo por Diana Beatriz Chavolla Navarro, en el local del Club de Exploradores Mexicanos, 11 de junio de 2011.
[22] Idem. Señalar que portaban paliacate en lugar de pañoleta es otro símbolo de nacionalismo.
[23] “Los Boy Scouts más destacados recibirán medallas y diplomas”, El Universal, México, 17 de noviembre de 1941. Primera sección, p. 9.
[24] “La señora Amalia Solórzano de Cárdenas, esposa del señor presidente de la república, hace entrega de la bandera nacional, al grupo de Exploradores Amanecer”, El Universal, México, primera plana, segunda sección, 10 de junio de 1940.
[25] Carta de Garibi Rivera a E. Traslosheros, fechada el 21 de diciembre de 1939. Además de jefe scout nacional, Jorge Edelmiro Traslosheros, participó en la Liga de la Decencia. Véanse los diferentes documentos localizados en las cajas citadas en este trabajo, resguardado en el Archivo Histórico del Arzobispado de Guadalajara (en adelante, AHAG), secretaría-correspondencia obispos, José Garibi Rivera, 1929-1959, caja 24.
[26] Carta de Jorge Núñez a José Garibi Rivera. 1929-1959. AHAG, secretaría-correspondencia obispos, Garibi Rivera, 1929-1959, caja 24.
[27] Informe del Consejo Scout. AHAG, secretaría-correspondencia obispos, José Garibi Rivera, 1929-1959, caja 24.
[28] Asociación Scouts de México. “Jefe scout: Juan Lainé; tesorero: Luis Lobo y Lobo; secretario: Santiago Zubiria”, AHAG, secretaría-correspondencia obispos, Garibi Rivera 1929-1959, caja 24.
[29] Quienes renunciaron a sus puestos (en 1940) fueron: “Martín, Edelmiro, Julio Traslosheros y Luis Gallardo [...] y el Dr. Exjefe Scout Sr. don Alfredo Limantour continuó laborando sin cargo dentro de Consejo. AHAG, secretaría-correspondencia obispos, Garibi Rivera 1929-1959, caja 24.
[30] “En el campo social [Juan Lainé] se distinguió desde su juventud, habiendo contribuido con su esfuerzo personal en obras de acción social, cívica muy especialmente en los Caballeros de Colón, orden en la que ocupó sus principales cargos. Ingresó al Movimiento Scout al principio de su reorganización en el año de 1931. El año de 1942 fue elegido jefe Scout Nacional, presidente del Consejo Nacional, puesto que desempeño hasta 1949 (con una breve licencia de seis meses para organizar la Conferencia Interamericana en México en 1948), en 1949 en que fueron separados los cargos de presidente del Consejo y jefe Scout. Después desempeñó el cargo de presidente, al mismo tiempo que desempeñaba el cargo de Secretario Internacional. Llevo a cabo varios viajes por todo el Continente Americano promocionando la integración de un Consejo Interamericano, participando en 1945 en una reunión preparatoria en el Schiff Scout Reservation en Estados Unidos, en la Primera Conferencia Scout en Bogotá, donde se constituyó definitivamente el Consejo Scout Interamericano de Escultismo y Juan Lainé fue electo como su primer presidente y en mayo de 1948 fue reelecto en la segunda Conferencia realizada en la Ciudad de México. En 1949 fue reelecto miembro del Comité Internacional (hoy Comité Mundial) por un periodo de tres años, en la Conferencia Scout Mundial en Salsburgo, Austria. La mayoría de las Asociaciones Scout de América le otorgaron sus máximas condecoraciones y del papa Pío XII recibió las condecoraciones Orden Ecuestre del Santo Sepulcro y la cruz de san Gregorio Magno”. “Anécdotas sobre el movimiento scout”, Anecdotarioscout, http://anecdotarioscout.blogspot.mx/2008/01/juan-laine.html (consultada el 10 de enero de 2015).
[31] Varios miembros de la familia Orendain participaron activamente en diferentes agrupaciones católicas. Manuel Orendain fungió como presidente de la Junta Diocesana de Acción Católica en Guadalajara en varios periodos durante los años treinta. Véase Diana Beatriz Chavolla Navarro, “El laico en el proceso...”, op. cit.
[32] Asociación Scouts de México carta a José Garibi Rivera. AHAG, sección gobierno, caja 24.
[33] “El interés de las escuelas católicas en México las lleva a adoptar el movimiento Scout como una actividad extraescolar para sus alumnos, por lo que, en 1931, con la venia del entonces arzobispo de México, Pascual Díaz, se conforman los primeros seis Grupos Scouts de la Ciudad de México en las escuelas lasallistas y maristas, conformando así a los Exploradores Católicos de México. En 1932 se fusionan la Asociación de Exploradores de la República Mexicana y los Exploradores Católicos de México para así formar a los Scouts de México, con el Sr. Andrés Gómez Orejan al frente de ésta como presidente y jefe Scout Nacional. A partir de este momento, los Scouts en México comienzan a diseminarse por todo el país y, en marzo de 1934, se celebra el Primer Campamento Nacional Scout, en el valle del Teponaxtle, Estado de México, al que asisten cuatro Grupos”. “Scouts”, Scouts-es recuperado de: http://mx.scouts-es.net/biblioteca_scout/Movimiento_Scout.pdf (consultada el 1 de julio de 2013).
[34] En la década de 1930 la ACM atrajo a diversas organizaciones laicas católicas para conformar una confederación; cabe señalar que las juntas diocesanas de la ACM del país se dirigieron de forma autónoma, en el sentido del proceder y en la aceptación o no de las organizaciones laicales. Por ejemplo, en ese periodo los Scouts de México no fueron aceptados en Guadalajara como agrupación confederada, pues se argumentó que eran una agrupación dedicada a la formación juvenil y no al apostolado social; sin embargo, en el entonces Distrito Federal sí fue aceptada. La información se obtuvo de los libros de actas de la junta diocesana de la Acción Católica en Guadalajara, correspondientes a los años treinta.
[35] Biblioteca Francisco Xavier Clavijero, Universidad Iberoamericana, Archivo Histórico, Scouts, caja 10.33.
[36] En 1943 los Scouts de México cambiaron de nombre a Asociación de Scouts de México, A. C. (ASMAC).
[37] II Conferencia Interamericana de Escultismo. Carta a Luis María Martínez de La Segretaria Di Stato Di Sua Santita. No. 176338. 17 de abril de 1948. “El Santo Padre [...] confía que ella —la asamblea— ha de contribuir poderosamente a afirmar cada vez en todas las organizaciones escultistas de ese continente el postulado fundamental del Escultismo y una de sus más hermosas características: el conocimiento profundo y la práctica abierta y consciente de la propia fe [...] no quiere tampoco el Sumo Pontífice que falte su encendida palabra de aliento a los jóvenes de las naciones americanas para que cada día aparezcan más nutridas las filas [...] del movimiento y se obligan a observar lealmente sus normas, adiestrándose así a servir a cada vez mejor a Dios, a la Patria y a sus hermanos”. AHAG, serie secretaría general, 1948-1949, caja 35.
[38] En varios documentos localizados en el AHAG aparecen citados miembros de estas familias, quienes también contaron con elementos en la propia Acción Católica Mexicana y en el Club Rotario.