Historia transnacional

ENVIADO POR EL EDITOR EL Jueves, 19/12/2024 - 13:03:00 PM

David Vázquez, Mirando atrás: los trabajadores de origen mexicano de Los Ángeles y el Partido Liberal Mexicano, 1905-1911, Ciudad de México, Instituto de Investigaciones Doctor José María Luis Mora, 2016.


Gerardo Necoechea Gracia*

 

Mirando atrás persigue un doble propósito, que a su vez constituye la doble apuesta que David Vásquez pone en juego con su investigación. El primer propósito consiste en estudiar a la población mexicana que reside en Estados Unidos. Hoy día son muchos los estudiosos mexicanos que se avocan a conocer y analizar a esa comunidad desde variados ángulos de las ciencias sociales, dando —por supuesto— continuidad a lo que Gamio iniciara en la década de 1920. Sin embargo, sigue siendo un llamado —y ésa es la primera apuesta— a despabilarse a los historiadores mexicanos, quienes a pesar de que Moisés González Navarro los convocara para la tarea, apenas lentamente reconocen la importancia de indagar en la historia de esa población que se desarrolló desde la segunda mitad del siglo XIX en la franja fronteriza entre México y Estados Unidos, y a través del siglo XX en otras regiones de Estados Unidos. El segundo propósito reside en vincular la historia de esa población al norte de México con la historia que se desenvolvió al sur de la frontera. Uno podría decir —y la segunda apuesta es que lo digamos— que el pasado siglo y medio de historia mexicana no se entiende del todo si no estudiamos la emigración y el devenir de la población de origen mexicano al norte de la frontera.

 

La investigación de David Vázquez es muy oportuna en ese sentido, porque nos recuerda que los años revolucionarios en México fueron fuertemente afectados por la agitación y organización política llevada a cabo por el Partido Liberal Mexicano (PLM) en el suroeste de Estados Unidos, y muy en particular en la ciudad de Los Ángeles, que es el tema de este estudio. La primera parte del libro ofrece un contexto amplio para entender la ciudad de Los Ángeles entre las últimas dos décadas del XIX y la primera del XX. Los dos capítulos de esta parte detallan, uno, los lugares de residencia y los vaivenes demográficos, y el otro, la aparición de agrupaciones comunitarias y laborales. Durante tres décadas, el sur de California experimentó gran desarrollo económico. Probablemente la agricultura, la construcción de ferrocarriles y la especulación con bienes raíces fueron las actividades económicas principales responsables de ese auge. El desarrollo atrajo población, sobre todo provenientes del medio oeste estadounidense. El rápido crecimiento de la población anglosajona relativizó la importancia de la población mexicana, aun cuando ésta creció en números absolutos, también debido a la inmigración. Los inmigrantes mexicanos provenían del centro de México, y llegaron a ocupar los abundantes puestos de trabajo que no requerían de calificación y estaban mal pagados, los cuales se crearon por la boyante economía. Estos mexicanos en general experimentaron condiciones socioeconómicas difíciles y con frecuencia fueron discriminados; sin embargo, del núcleo central del barrio mexicano, Sonoratown, en Los Ángeles, se extendió una red geográfica y social que sostuvo una cultura propia.

 

En ese contexto, el autor inserta la rica vida social y cultural de los inmigrantes mexicanos. Las redes de relaciones entretejidas en los núcleos de asentamiento propiciaron la percepción de cultura e intereses compartidos, percepción que a su vez dio pie a la formación de agrupaciones que conjuntaron a los mexicanos. Las primeras asociaciones fueron iniciativa de la población nacida en California, de origen mexicano y perteneciente a los vestigios de la elite de californios. Esas asociaciones se vincularon con el consulado, que reabrió en 1897 para impulsar los negocios entre Estados Unidos y México. El crecimiento de la población de inmigrantes insertos en difíciles situaciones laborales, en cambio, llevó a la posterior creación de asociaciones distantes e independientes de la representación diplomática. Huelgas ocurridas en 1903, en Oxnard y en la Pacific Electric, orientaron a esas agrupaciones hacia las organizaciones sindicales. La American Federation of Labor (AFL) exhibió esporádico y tibio interés por estos trabajadores sin gremio ni oficio, mientras que la Industrial Workers of the World (IWW) demostró ser incluyente y activista en pro de sus derechos y necesidades. Además, y debido al origen multinacional de la fuerza de trabajo, los mexicanos encontraron la posibilidad, no siempre realizada, de solidaridad con otros.

 

Todo lo anterior construye el escenario en que se desenvolverá la historia que reconstruye Mirando atrás. El peso del libro, su contribución más original a nuestro conocimiento, como bien advierte el autor, está en los capítulos que constituyen su segunda parte. Quiero detenerme en estos capítulos. Los capítulos en cuestión contienen los ingredientes necesarios para un relato épico, que inicia en 1905 con la respuesta efectiva en la ciudad de Los Ángeles al llamado publicado en Regeneración, que incitaba a organizar clubes liberales para así reorganizar el Partido Liberal Mexicano y, posteriormente, remontar dificultades y llevar a cabo, en 1911, la monumental hazaña de invadir Baja California; a su vez, ésa es una historia trágica. También cuenta con los ingredientes necesarios para una historia de suspenso e intriga, protagonizada por revolucionarios y policías: unos y otros medían su astucia, los primeros para agitar estando ocultos, y los segundos para engañar y colarse a sus casas de seguridad. Sin duda las fuentes consultadas por el autor proveen los necesario para estas historias, tales como las transcripciones del juicio, los reportajes periodísticos y el testimonio autobiográfico.

 

Pero el autor no se dejó seducir para componer una historia cuya principal trama conocemos —la persecución y arresto de Flores Magón y otros líderes por agentes del gobierno de Porfirio Díaz con la colaboración del gobierno de Estados Unidos y el uso de detectives privados—; en cambio, el autor mantiene el foco en las acciones de la población de origen mexicano en Los Ángeles, que es eje de su trabajo. Nos enteramos entonces de una historia menos averiguada: apenas fue conocido el arresto de los líderes pelemistas, cientos —y a veces miles— de trabajadores de origen mexicano en la ciudad manifestaron su apoyo, donaron dinero, aplanaron las calles en sus marchas, se arremolinaron en los tribunales cuando los acusados fueron presentados ante el juez, y desde la calle acompañaron las audiencias con vítores a Flores Magón y la Revolución. Magón, Rivera y Villareal eran líderes populares. También nos enteramos de la pertenencia de mexicanos al Partido Socialista, que entonces dirigía Eugene Debbs, quienes se movilizaron dentro del partido para lograr apoyo a los encarcelados. Fue el Partido Socialista el que proveyó los abogados y se encargó de la defensa. Vázquez escribe que el juicio y después la prisión se alargaron de semanas a meses y años, y con el correr del tiempo las protestas en la calle fueron enflacando; ganó en importancia el trabajo llevado a cabo por los simpatizantes estadunidenses en la defensa legal y en la publicidad durante los tres años de encarcelamiento. El Partido Socialista, la IWW, la AFL local, e incluso el mismo Samuel Gompers ofrecieron solidaridad y ayudaron a que la del PLM fuera una causa célebre entre estadunidenses de izquierda y progresistas.

 

Posiblemente el más sugerente de los capítulos es el quinto, donde el autor traza el perfil del activista del PLM. Hay libros de historia que hacen poco con mucho y hay libros de historia que hacen mucho con poco; ese capítulo es ejemplo de lo segundo. Vázquez tiene información de 25 miembros militantes que fueron cuadros medios, algunos con notoria y larga actividad, mientras que otros fueron activistas modestos y ocasionales. En conjunto, eran hombres jóvenes con residencia y trabajo principalmente urbano, que sabían leer y escribir, llevaban ya más de cinco años en Estados Unidos y emigraron ya cumplidos los 25 años. Además, tenían situaciones de vida relativamente más estables que las del emigrante promedio: estaban casados, tenían hijos y algunos eran propietarios de su casa. Estas características, por una parte, los acercaban al resto de la población inmigrante mexicana en Los Ángeles, principalmente compuesta por hombres jóvenes que eran laborantes sin oficio ni calificación; por otra parte, su estabilidad y su educación les confería la posibilidad de ser organizadores eficaces y colaboradores del periódico Regeneración, de Revolución o de Trabajo y Libertad. Como en muchos otros casos, su calidad destacada provenía de poder habitar tanto en el mundo de los letrados como en el de los iletrados.

 

¿Por qué digo que el intento de sublevación armada en Baja California fue historia trágica? Por supuesto, por la derrota después de unos meses. Pero también fue importante la paradoja que el autor nos presenta: el apoyo que los revolucionarios del PLM recibieron de los estadunidenses que se unieron a los destacamentos armados despertó sospechas en algunos mexicanos acerca de la intención de la acción armada, quienes llegaron a considerar que existiera el propósito de separar a Baja California del territorio mexicano; fue paradójico porque precisamente un pilar del anarquismo —que ya para entonces Flores Magón enunciaba públicamente— era el internacionalismo, la idea de que el estallido social en México sería el primero en una revolución mundial. Ese carácter popular y antiimperialista que adquiría la Revolución mexicana en curso podía impulsar, pero también obstaculizar la relación y colaboración entre revolucionarios al norte y sur de la frontera.

 

Y ello me lleva al último punto que quiero señalar: el libro lleva por título Mirando Atrás, y uno como lector se pregunta que tenía el autor en mente cuando pensó en esa frase. Vázquez lo explica en sus últimos párrafos. Uno de sus argumentos centrales es que los emigrantes no dejaron de preocuparse por lo que sucedía en México por el mero hecho de cruzar la frontera; no sólo eso, sino que es común considerarlos pasivos porque pertenecían al pueblo llano, presumiblemente sin iniciativa ni interés en la cosa pública de la nación. Pero los mexicanos residentes en Los Ángeles mantenían la mirada vuelta hacia atrás: “Desde finales del siglo XIX, en Los Ángeles y otros espacios se formaron núcleos de mexicanos en la Unión Americana cuyos miembros, aun viviendo fuera de los límites territoriales de la ‘nación’, se identificaban con ella y buscaban ser partícipes de sus asuntos políticos y sociales” (p. 253). En consecuencia, resolvieron actuar en apoyo de Regeneración y del PLM, porque consideraban que ellos promovían el cambio social que México necesitaba. Esta idea de David Vázquez es pieza central en su argumento respecto de que el marco nacional tradicional para escribir esa historia es insuficiente. “Desde una posición peculiar —escribe— los miembros de la población mexicana y mexicoamericana de Los Ángeles eran parte de procesos históricos de México y Estados Unidos” (p. 253). La historia de la Revolución, por lo tanto, habría que repensarla a partir de una marco transnacional; de hecho, en la medida en que la frontera nacional se volvió un límite para pensar la Revolución, la influencia del PLM y el magonismo despareció de los estudios acerca de la historia del siglo XX mexicano.

 

Incluso, y yendo un paso más allá, habría que problematizar la noción misma de ser mexicano. Consideremos por un instante a Fernando Palomárez, indio Mayo, miembro del PLM y de la IWW, quien participó en la huelga de Cananea y después fue quien editó el periódico Trabajo y Libertad en Los Ángeles, cuando Flores Magón estaba preso y dejó de aparecer Regeneración, y que firmaba “Proletario Mayo”. Los marcos de referencia para Palomarez no eran los de simple nacionalidad sino una compleja mezcla de clase y etnia que podían desplegarse sin anclaje en fronteras nacionales. En cierto modo ese fue el carácter profundamente radical que adquirió el PLM, que para entenderse requiere de estudios como el de David Vázquez, quien sigue las redes y las luchas y no las demarcaciones geopolíticas.

 

* Dirección de Estudios Históricos, INAH.