Biografía de un país distinto

ENVIADO POR EL EDITOR EL Jueves, 09/01/2025 - 14:15:00 PM

Saúl Escobar Toledo*

 

Resumen

Este texto describe la narrativa de Cuauhtémoc Cárdenas como un intento por mantener distancia y objetividad hacia la vida y obra de su padre con el inevitable testimonio personal. En su opinión se rescata el sentido de la obra del general Lázaro Cárdenas por ofrecer justicia social y soberanía plena a la nación. El libro se divide en tres partes: en la primera da cuenta de su ingreso a la Revolución mexicana y el ascenso a la Presidencia; en la segunda analiza la obra del presidente Cárdenas, sus logros y pendientes; por último, en la tercera narra sus años fuera del poder.

Palabras clave: Lázaro Cárdenas, Cuauhtémoc Cárdenas, Revolución mexicana, Movimiento de Liberación Nacional 1961.

 

Abstract

This text describes the narrative of Cuauhtémoc Cárdenas as an effort to maintain a certain distance to afford objectivity on his father’s life and work inevitable in a personal testimony. In his opinion the book recovers the significance of the work of General Lázaro Cárdenas in providing social justice and full sovereignty to the nation. The book is divided into three sections: the first on his participation in the Revolution and his rise to the Presidency; the second on President Cárdenas’s work, achievements and unresolved issues; and the third on his years after he left office.

Keywords: Lázaro Cárdenas, Cuauhtémoc Cárdenas, Mexican Revolution, 1961 National Liberation Movement.

 

Madame Bovary n'a rien de vrai. C'est une histoire totalement inventée;
je n'y ai rien mis ni de mes sentiments ni de mon existence.
L'illusion (s'il y en a une) vient au contraire de l'impersonnalité de l'oeuvre.
C'est un de mes principes, qu'il ne faut pas s'écrire. L'artiste doit être dans son oeuvre
comme Dieu dans la création,
invisible et tout-puissant; qu'on le sente partout, mais qu'on ne le voie pas
.
À Marie-Sophie Leroyer de Chantepie, 18 mars 1857

 

En una carta dirigida a su amiga Sofía, Gustave Flaubert, el escritor y novelista francés conocido por todos ustedes, escribió el 18 de marzo de 1857: “Madame Bovary no tiene nada de verdad. Es una historia totalmente inventada; yo no puse en ella nada de mis sentimientos ni de mi existencia. La ilusión, si existe, tiene su origen por el contrario en la impersonalidad de la obra. Este es uno de mis principios, que no debe escribirse”. Y siguió: “El artista debe ser en su obra como Dios en la creación del universo, invisible y todopoderoso: que se le sienta en todos lados, pero que no se le vea en ninguno”.[1] ¿Qué tiene que ver Flaubert y Madame Bovary con el libro que hoy estamos comentando? Nada. Pero se me ocurre que podríamos aprovechar esta frase de Flaubert para decir algo sobre los historiadores, sobre su trabajo, que consiste en volver a contar los acontecimientos, los hechos, lo que ya forma parte del pasado.

 

Retomando la frase del escritor francés podríamos decir entonces algo así como los historiadores, cuando dan su versión del pasado, quieren ser como Dios en la creación del universo, invisibles y todopoderosos, quieren que su versión de la historia se sienta en todos lados; es decir, que el lector se convenza de que está leyendo una nueva versión de los hechos, que crea que está descubriendo un acontecimiento, una estadística, un relato que le da un sentido diferente a la historia; pero que al mismo tiempo, no se le vea en ninguna parte, es decir que el lector no se dé cuenta de que esa nueva versión es una interpretación personal de quien escribió el libro o el ensayo que tiene en sus manos, y que parezca que los hechos fueron realmente así como los cuenta el historiador, que no se note que en realidad está leyendo simplemente una nueva forma personal de narrarlos.

 

Escribir un libro de historia consiste entonces en tratar de provocar un descubrimiento en el lector para hacerle creer que lo que sucedió, sucedió realmente como el autor lo narra, y no como otros se lo han contado.

 

Creo que todos los que emprendemos una labor como la de escribir o reescribir la historia queremos hacer esto: no importa si somos historiadores profesionales o no. Nuestra intención es ofrecer una nueva luz sobre los hechos pasados, pero de una manera tal que los lectores crean, nos crean, que tenemos razón, que la verdad del pasado la pueden encontrar en ese relato que le estamos ofreciendo.

 

Digo esto porque el libro que hoy nos ocupa, Cárdenas por Cárdenas,[2] es un texto excepcional por diversos motivos: el primero porque se trata de la biografía política de Lázaro Cárdenas (1895-1970) escrita por Cuauhtémoc Cárdenas. Cuando vi el libro, me pregunté inmediatamente —ésa fue mi primera reacción— si se trataría de una historia basada en los recuerdos personales del hijo sobre la vida de su padre, o si, por el contrario, Cuauhtémoc adoptaría una posición distante como si hablara de un personaje con el que nunca hubiera tenido una relación personal. Si trataría de seguir el consejo de Flaubert, de que no se viera su presencia en ninguna de sus páginas.

 

Como trataré de explicar más adelante, la solución del ingeniero Cárdenas fue mixta: está y no está personalmente en el libro.

 

Pero, por lo pronto, paso a una segunda característica singular del texto: el objetivo, como señala su autor, fue escribir una “biografía completa”, que abarcara todos los años de la vida del general Lázaro Cárdenas del Río. Para ello Cuauhtémoc utilizó no sólo sus recuerdos personales y los Apuntes del expresidente. También recurrió a textos y estudios de muy diversos autores y, algo notable, a fuentes originales, documentos pertenecientes a archivos como el de la Secretaría de la Defensa Nacional o del Archivo Plutarco Elías Calles y Fernando Torreblanca. El resultado es un texto de 735 páginas que, en efecto, busca ofrecer el recuento más amplio, de los conocidos hasta ahora, de la vida de este personaje histórico mexicano. En palabras del autor, se trata de contarnos “qué había hecho, en qué había pensado, con quiénes se había reunido, en qué acontecimientos se había visto inmerso, qué le había dejado impresiones en un sentido o en otro, en el devenir de todos los días” (p. 12). En resumen, relatarnos “en qué anduvo metido” (p. 16) Lázaro Cárdenas.

 

No se trata entonces de un libro de recuerdos personales, aun cuando en algunas ocasiones aparezcan testimonios de la vida familiar u opiniones del general, recogidos en la intimidad de la vida hogareña. Se trata de un libro que, además de seguir la obra y el pensamiento del general Cárdenas, busca contextualizarlos, analizando la situación nacional o mundial, en ocasiones de manera extensa, que ofrece datos y análisis de diversos momentos de la historia de México en el siglo XX. Es en estas páginas, la mayoría por cierto, donde Cuauhtémoc desaparece y se convierte en un historiador que pretende darnos una interpretación propia de los acontecimientos sin que se note su presencia.

 

Escribir este libro, supongo, le exigió un equilibrio delicado entre su afecto natural por el personaje y la visión objetiva de los acontecimientos. Un esfuerzo por tratar de explicar el acontecer de este país durante buena parte del siglo pasado y la actuación de uno de sus protagonistas centrales.

 

Este equilibrio me parece muy notable y la elección del ingeniero, de aparecer personalmente muy poco y no dejarse notar mucho a lo largo de esta extensa obra tuvo, de manera natural y necesaria, ventajas y desventajas para el lector.

 

El libro, como dije, muy voluminoso, consta de 25 capítulos, pero para esta exposición podríamos dividirlo en tres partes: la primera, los años de formación de Lázaro Cárdenas, desde que decidió incorporarse a la Revolución mexicana por su propia voluntad y sin conocimiento de su madre, ya viuda, hasta su arribo a la Presidencia de la República; la segunda, por supuesto, narra y analiza la obra del presidente Cárdenas con sus dificultades y logros. Y la tercera nos cuenta sus años fuera del poder.

 

En la primera parte, además de describirnos los años de su niñez y su entorno familiar en Jiquilpan, vemos un personaje que poco a poco va aprendiendo a hacer política al mismo tiempo que se convierte en un buen militar. Pero, sobre todo, observamos a un hombre que va adoptando, sin mayores estudios académicos, una identidad ideológica y un proyecto de país. Este proceso se realiza sobre todo durante su estancia en la Huasteca veracruzana siendo testigo de los conflictos laborales entre las compañías petroleras y sus trabajadores, y luego como gobernador de Michoacán. En la forja de esta identidad política, un acontecimiento muy importante según Cuauhtémoc, fue la creación de la Confederación Revolucionaria Michoacana del Trabajo. Es su estado natal, entonces, sobre todo entre 1929 y 1932, el laboratorio de su futuro proyecto nacional, aunque en estos mismos años tuvo otros encargos como presidente del PNR y secretario de Gobernación.

 

Después vendría la pugna o, como dice CCS, la “gestación” de la candidatura, la campaña por la presidencia de la República y la elaboración del Plan Sexenal. Son momentos claves para que Lázaro Cárdenas vaya definiendo un perfil y un proyecto político propio, ajeno y distinto al de Calles, el hombre que a final de cuentas lo había apoyado para llegar a la Presidencia. El general Cárdenas define ese proyecto, durante la campaña, en 1934, con esta frase: “[...] la principal acción de la nueva fase de la Revolución es la marcha de México hacia el socialismo” (p. 254). Afirmación que, como veremos a lo largo del libro, no fue meramente retórica.

 

La segunda parte trata de la obra del presidente Cárdenas y es la más extensa de las tres. Para el lector que por primera vez se asoma a esta parte de la historia, el recuento de los principales acontecimientos de este periodo resultará muy atractivo: la ruptura con Calles y el reacomodo político que esto provocó; la reforma agraria; la obra indigenista; la creación del PRM; la política educativa y cultural donde habría que resaltar la creación de instituciones como el IPN, Bellas Artes y por supuesto el INAH; la política exterior y el apoyo a los refugiados de la Guerra civil española; y desde luego la expropiación petrolera. Para otros lectores que ya han leído algo sobre estos acontecimientos, el capítulo más atractivo probablemente sea el que se refiere a la sucesión presidencial en 1940, y cómo y por qué el candidato del partido oficial fue Ávila Camacho y no Francisco J. Mújica. En este capítulo también se trata un asunto muy delicado: el resultado de las elecciones constitucionales entre Ávila Camacho y su principal opositor, Almazán, así como los conflictos que se desataron. Sobre el primer asunto, al que Cuauhtémoc le da más importancia, la razón principal en el ánimo del presidente Cárdenas, pudo haber sido “cuidar la expropiación” de la industria petrolera y evitar una intervención “de mayor amplitud” de Estados Unidos. Otro factor importante, dice el autor del libro, fueron los alineamientos políticos, particularmente de Lombardo Toledano en favor de Ávila Camacho. En esta parte de la obra la invisibilidad de Cuauhtémoc deja al lector muy intrigado. A algunos nos hubiera gustado un testimonio más personal, más chismoso, más detallado de las razones personales que movieron al general en estos acontecimientos. Se trata, en todo caso, de episodios que sin duda seguirán provocando polémica.

 

En un plática que tuvimos ayer, con motivo de una entrevista sobre este libro, Cuauhtémoc comentó dos hechos muy importantes que narra en el texto y que vale la pena destacar en estos momentos: el primero, allá por 1925-1927, en un periodo muy delicado de las relaciones entre Estados Unidos y México, debido a la aprobación de Ley Reglamentaria del artículo 27 constitucional en el ramo del petróleo, ley rechazada tajantemente por las compañías extranjeras instaladas en nuestro territorio, respaldada por el gobierno estadounidense, años en que el gobierno mexicano tuvo conocimiento, de manera un tanto complicada, de un plan secreto para invadir el país; por ello, el general Calles —dice Cuauhtémoc— giró instrucciones a Lázaro Cárdenas, comandante militar en la Huasteca, en el sentido de que si se realizaba la invasión de las fuerzas extranjeras procediera a prender fuego a los pozos petroleros. Cabe recordar que en esta región estaba casi todo el petróleo que se explotaba en esos momentos en México. Como sabemos, ninguna de las dos cosas sucedió, pero queda ahí como un testimonio de cómo, en un momento de crisis entre ambas naciones, una postura firme es la que se requiere para que del otro lado nos tomen en serio.

 

El segundo acontecimiento tuvo que ver con la decisión del presidente Cárdenas, después de la expropiación petrolera, de vender a Alemania, Italia y Japón, el petróleo mexicano, ante la imposibilidad de hacerlo en los mercados usuales, es decir Estados Unidos e Inglaterra, entre otros. Fue sin duda una decisión audaz, pero con una gran visión estratégica de la política mundial que al final también dio buenos resultados, pues México llegó a un arreglo con Estados Unidos entre 1940 y 1941 sobre la expropiación y suspendió las ventas de petróleo a los países del Eje.

 

O sea que el presidente le dijo al gobierno estadounidense: “si no quieres comprarme, se lo vendo a otros que están esperando ansiosamente que les vendamos nuestro petróleo”. No sé a ustedes, pero a mí me gustaría escuchar frases similares por parte del gobierno mexicano en estos momentos.

 

La parte final del libro arranca desde el momento en que Lázaro Cárdenas abandona la presidencia. Fueron, a decir de Cuauhtémoc, treinta años intensos de lucha permanente. En este periodo, otro tema muy debatido se refiere a la sucesión presidencial en 1952 y la actitud que tomó Cárdenas del Río en relación con la candidatura de Miguel Henríquez Guzmán. Cuauhtémoc en este punto es tajante y aparece personalmente. Dice: “[...] no ha dejado de haber señalamientos de diversos autores y articulistas acerca de que [...] Cárdenas (se comprometió en privado) a apoyar y alentó y empujó la candidatura de Henríquez”. Ello, afirma el autor, “no corresponde a la verdad”. Es decir, el testimonio personal del ingeniero es en este caso el argumento central para aclarar la historia.

 

En los años cincuenta y sesenta Lázaro Cárdenas seguirá luchando y defendiendo sus convicciones políticas: la defensa moral e intelectual de la lucha antiimperialista y de las causas sociales de la Revolución mexicana. En 1954 se forma el Círculo de Estudios Mexicanos, que “se dio por objeto al estudio y discusión de los problemas del país, (y) el planteamiento de sus soluciones” (p. 569). Esta labor continúa con la creación del Movimiento de Liberación Nacional en 1961. Luego, afirma Cuauhtémoc, esas reflexiones fueron recogidas y actualizadas muchos años después en la Propuesta de la Corriente Democrática, en el programa fundacional del Partido de la Revolución Democrática y en el movimiento Por México Hoy, creado apenas hace un par de años.

 

En las páginas finales del libro Cuauhtémoc nos narra cómo Cárdenas tiene que enfrentar acontecimientos tan lamentables como el asesinato de Rubén Jaramillo, la represión al movimiento ferrocarrilero y magisterial de 1958-59, así como el movimiento estudiantil de 1968. Según Cuauhtémoc:

 

No haber logrado la excarcelación de los presos políticos [...] de las huelgas ferrocarrileras [...] y [...] del movimiento estudiantil de 1968 [...] así como la cerrazón de los presidentes López Mateos y Díaz Ordaz, quienes se sumaron servilmente a las políticas impuestas por el gobierno norteamericano, fue uno de los grandes pesares que acompañaron a LC hasta el último momento de su existencia (p. 655).

 

Aquí aparece otra vez Cuauhtémoc personalmente: nos revela los verdaderos sentimientos del general y su desilusión con los gobiernos de la Revolución.

 

Es lógico que en esta parte final Cuauhtémoc nos muestre más claramente su visión personal, pues el ingeniero ya era un actor directo de los acontecimientos. En otro libro, éste autobiográfico, Sobre mis pasos, publicado en 2010,[3] Cuauhtémoc nos habla en primera persona de esta parte de la historia que inicia precisamente en 1952 y la campaña electoral entre Miguel Henríquez y el candidato oficial, Ruiz Cortines.

 

En la entrevista ya mencionada también le pregunté al ingeniero si su militancia política durante esos años, al lado del general, había sido materia de acuerdos o desacuerdos entre ellos. “No", me contestó, “ni lo uno ni lo otro”. “Mi padre siempre fue muy respetuoso de mis decisiones y ni me alentó ni fue materia de conflicto entre nosotros”.

 

Al revisar los dos libros, el que hoy comentamos y el de la autobiografía de Cuauhtémoc, se advierte que fueron dos vidas que durante mucho tiempo tuvieron un contacto permanente, pero que al mismo tiempo fueron distintas: la del expresidente que tuvo que normar su actividad política como dijo una vez, “aunque no lo queremos de acuerdo a las reglas del sistema político”, pero sin renunciar a sus convicciones; y otra, la del entonces joven activista que desde entonces va forjando una carrera política propia, asume sus decisiones y opta por los principios ideológicos que normarán su actuación pública en el futuro.

 

Como hemos tratado de exponer, Cuauhtémoc está y no está personalmente en este libro de historia, y cuando aparece lo hace con discreción y mesura. A mi modo de ver, sin embargo, hay un vínculo, un nexo que une a los dos personajes y le da sentido a la obra. Una idea que, como diría Flaubert, se siente en todo el libro aunque no aparezca ni se haga presente de manera muy visible.

 

Pocos días antes de su fallecimiento, el 20 de septiembre de 1970, en una entrevista con una reportera de un periódico en México, Lázaro Cárdenas sintetizaba así sus ideales de toda la vida: “creo que los principios del socialismo son compatibles con las ideas de la Revolución mexicana en su ulterior e inevitable desarrollo” (p. 733).

 

La biografía escrita por Cuauhtémoc tiene como eje un hilo invisible que le va dando sentido a toda la historia, una convicción política e ideológica fundamental: el libro nos narra, como diría Flaubert, de una manera en que lo podamos sentir sin que ello sea evidente, cómo se fue gestando esa conciencia de un proyecto de país distinto, y luego cómo el general trató de aplicarla desde la Presidencia de la República, y después, ya fuera del poder, la manera en que se dedicó a defenderla en la medida de sus posibilidades. Una convicción que, me parece, el autor de este libro también ha compartido siempre.

 

* Dirección de Estudios Históricos, INAH.
[1] Gustave Flaubert, Querida maestra... Escritoras en la correspondencia de Gustave Flaubert, Córdoba, El Olivo Azul, 2009.
[2] Cuauhtémoc Cárdenas, Cárdenas por Cárdenas, México, Penguin Random House, 2016.
[3] Cuauhtémoc Cárdenas, Sobre mis pasos, México, Aguilar, 2010.