El giro del sionismo
ENVIADO POR EL EDITOR EL Jueves, 16/01/2025 - 13:39:00 PMEnzo Traverso, El final de la modernidad judía. Historia de un giro conservador, México, FCE, 2015.
Pedro Salmerón Sanginés*
“Si no lo has leído, hazlo ahora”; mi amigo Paco Ignacio Taibo II me encajó un libro entre la cuarta y la quinta costilla. Estábamos en una espléndida librería de viejo en Chihuahua, a la que nos llevó Jesús Vargas Valdés. Era Mila 18 de León Uris. Cuando al fin lo leí, entendí a Paco, y leí con igual fiebre Éxodo. Reencontré, en el nivel de la literatura mayor (heroica y romántica), el carácter heroico y romántico, revolucionario, del sionismo del periodo anterior a 1948. La fuerza del texto no cede un ápice al lado de los grandes romances sobre las revoluciones estadounidense, francesa o rusa.
Pero al cabo de un cuarto de siglo la versión oficial y dominante de esa ideología liberadora y revolucionaria se había convertido en la justificación de un nuevo colonialismo imperialista, que justifica una ocupación inhumana y brutal.[1] ¿Cómo fue posible, qué significa ese “giro conservador”?
1. Esta transformación forma parte de un giro ideológico mucho más amplio, señalado por Enzo Traverso en El final de la modernidad judía. Historia de un giro conservador. Giro que puede personificarse en dos hombres y dos momentos: León Trotsky en Brest-Litovsk, en 1917, llamando a los soldados alemanes a la revolución mundial, y Henry Kissinger en París, en 1973, firmando la paz con Vietnam tras haber dirigido la fracasada escalada militar estadounidense en Indochina.
Para Traverso la modernidad judía es un periodo de una extraordinaria riqueza intelectual con un perfil bien definido, que cubre dos siglos: de 1750 a 1950, es decir, de la emancipación judía (la salida del gueto y el inicio del proceso que convertiría a los judíos en ciudadanos de Occidente), al holocausto y la fundación del Estado de Israel (que disolvieron “la cuestión judía”[2] y paradójicamente dieron paso a “la cuestión palestina”). La riqueza, la ambigüedad y los matices del pensamiento judío de esos dos siglos dieron paso al internacionalismo (representado por los judíos —o los judíos/no judíos definidos por Isaac Deutscher— Marx y Trotsky); permitieron a Freud, Kafka y Einstein [...] y procrearon al sionismo.
Dejando de lado por ahora otros frutos de la modernidad judía, detengámonos en el sionismo: un movimiento fundado para convertir a los judíos en sujetos políticos capaces de reivindicar sus derechos y combatir el antisemitismo, que devino en un proyecto territorialista y estatista que buscaba un Estado-nación para los judíos. Estado-nación que se hizo realidad justo cuando las corrientes progresistas de todo el mundo combatían el concepto de Estado-nación. El proyecto de los fundadores del Estado de Israel era “eurocéntrico y colonial”. Estableció sus criterios de “pertenencia” sobre la base de principios “estrictamente religiosos y étnicos”, negando así la historia y la cultura (progresista e internacionalista) de la modernidad judía. De manera similar fue usada en el Estado de Israel la memoria del holocausto, “como fuente de legitimación por un Estado reservado solo a los judíos, a medio camino entre el Estado confesional y el estado étnico”. Así, “la memoria del holocausto se ha injertado en el tronco del sionismo para convertirse en matriz de una religión política: el nacionalismo israelí”.
De esta forma de construir el Estado de Israel, basado en la exclusión de los árabes (y después la limpieza étnica, que en ocasiones ha bordeado el genocidio, que no pueden justificarse aludiendo al entorno y la coyuntura hostiles en que nació y ha vivido aquel Estado), deviene una paradoja: la creciente cercanía entre ese sionismo y la ultraderecha: “por primera vez en la historia, los judíos y la extrema derecha han dejado de ser universos incompatibles”, pues ya no los separa el antisemitismo (al que la ultraderecha ha puesto paréntesis) y, en cambio, los une la islamofobia y el nuevo racismo expresado en el repudio a los inmigrantes.
Así, mientras Kissinger y Trotsky representan dos momentos de la política, Leo Strauss y sus discípulos representarían la antítesis (la negación) de la ideología progresista judía, al preconizar y defender la alianza entre “Estados Unidos e Israel, la patria de la libertad y la patria de los judíos”, sumándose a otros intelectuales judíos anticomunistas “para confluir finalmente con la derecha cristiana fundamentalista (y filosionista) en una alianza nueva y paradójica. En pocas palabras, la intelligentsia judía neoconservadora había transformado el universalismo en occidentalismo”, convirtiéndose en ideólogos de la guerra fría y luego, de la guerra contra el Islam. De ahí a la defensa incondicional de Israel y a la identificación de toda crítica a sus políticas con “antisemitismo” no había más que un paso, el cual hace décadas se dio.
Al concluir el giro conservador, “el intelectual judío ya no es el paria que describía Hannah Arendt, se le encuentra más bien en los think tanks ligados al poder, en tanto que intelectual orgánico de las clases dominantes” (aunque sigue existiendo el judaísmo crítico y hay judíos antisionistas, de la misma manera que en 1940 había judíos que simpatizaban con los nazis).
2. Sin embargo, hay que poner este giro conservador en su contexto mundial: “esta mutación de la judeidad no hace sino seguir un desplazamiento más general del eje del mundo occidental”, en que la política y la ideología son vaciadas de sentido por el liberalismo, en que la deconstrucción y el relativismo se apoderan de la historia y la filosofía. Traverso señala: “es precisamente poniéndose en consonancia con el estado del mundo como cambiaron los judíos. Se han convertido en un espejo de las tendencias generales, mientras que durante la onda larga de la modernidad judía actuaron sobre todo como una contratendencia”. El conservadurismo judío, “se funde en la armonía del discurso dominante”.
Por tanto, y regresando al “sionismo heroico” pintado por León Uris, la conversión de esa ideología de nacional-liberadora en imperialista y opresora no resulta muy distinta de lo que ocurrió con otras revoluciones que inspiraron esas otras narraciones románticas y heroicas; las ideas de justicia y libertad de los padres fundadores de los Estados Unidos o de los jacobinos franceses devinieron en la justificación del imperialismo francés y estadounidense, de sus campañas en defensa de la “civilización” o la “libertad” (algunas de ellas genocidas) en las grandes llanuras de Norteamérica, las vastas arenas del Sahara o las selvas de Indochina. Y devienen hoy en esa ultraderecha aliada del sionismo que quiere eliminar a los inmigrantes, que busca hacer de los mexicanos los judíos del siglo XXI.
Reviso la historia de siglo XX y no veo ninguna diferencia radical, de fondo, entre las agresiones y ocupaciones o los discursos del colonialismo francés o estadounidense con el israelí. Como este último, el discurso estadounidense remite a descarados mitos histórico- religiosos para justificar la ocupación, que en el caso de los Estados Unidos se tradujo en la guerra de exterminio contra los ocupantes anteriores.[3]
Y por lo tanto, el antismetismo o judeofobia del siglo XXI, aunque se disfrace de antisionismo tiene, en el fondo, las mismas motivaciones que el antisemitismo clásico del siglo XIX: considerar que el sionismo es particularmente distinto (o peor) que el imperialismo, o creerse los viejos cuentos antisemitas de los protocolos de los sabios de Sión o los discursos de Goebbels, es una de las formas más viejas de racismo. También de las viejas y las nuevas formas del antisemitismo se ocupa el libro de Traverso. Pero de ese racismo disfrazado de antisionismo hemos hablado antes.[4]
* Instituto Tecnológico Autónomo de México.
[1] Pedro Salmerón Sanginés, “La ocupación de los territorios palestinos”, http://www.jornada.unam.mx/2015/01/27/politica/016a1pol (consultado el 30 de enero de 2017); Pedro Salmerón Sanginés, “La cuestión palestina”, http://www.jornada.unam.mx/2015/02/10/opinion/016a2pol (consultado el 30 de enero de 2017).
[2] Todas las citas entrecomilladas son de Enzo Traverso.
[3] Pedro Salmerón Sanginés, “La mentira en la historia de Estados Unidos”, http://www.jornada.unam.mx/2014/02/25/opinion/021a2pol (consultado el 30 de enero de 2017.
[4] Pedro Salmerón Sanginés, “Sobre el antisionismo”, http://www.jornada.unam.mx/2014/06/03/opinion/024a2pol (consultado el 30 de enero de 2017).