De la Social a Morena
ENVIADO POR EL EDITOR EL Jueves, 23/01/2025 - 14:01:00 PMCarlos Illades*
Resumen
Éste texto revisa el surgimiento de las izquierdas en México en la segunda mitad del siglo XIX, a la par de que se definía un proyecto nacional, la modernización del Estado, la separación entre éste, la Iglesia, el sufragio universal, la educación pública, la disminución de las competencias de las corporaciones, la libertad económica, la moral cívica y la puesta en operación de un imaginario republicano. El surgimiento de la sociedad civil ya en el siglo XX. Contextos en los que al mismo tiempo, convivieron las ideologías liberal, conservadora y socialista.
Palabras clave: izquierda, México, Estado, sociedad civil
Abstract
This text studies the rise of the left in Mexico in the second half of the 19th century, that runs parallel to the definition a national project, the modernization of the State, the separation between it and the Church, universal suffrage, public education, the decrease of traditional corporations, economic freedom, civic morals and the construction of a Republican imaginary. And in the 20th century, the emergence of civil society. Contexts that operate at the same time as Socialist, liberal and conservative ideologies.
Keywords: left, México, State, civil society
Habitualmente se ha clasificado a las izquierdas mexicanas con base en su estrategia política y métodos de acción (reformismo, comunismo, ultraizquierdismo, etcétera), poniendo menos atención en el cuerpo doctrinal que las configuran y las corrientes históricas de las que forman parte. La perspectiva temporal prácticamente no rebasa el siglo XX, como si aquéllas fueran producto de la Revolución mexicana o si su punto de referencia fuera inequívocamente el comunismo oficial.
Las izquierdas, consideramos, surgieron en la segunda mitad del siglo XIX en la que podríamos llamar época romántica, esto es, alrededor de la reforma liberal, cuando se define un proyecto nacional que incluye la modernización del Estado, la separación entre éste y la Iglesia, la formación de una sociedad de pequeños propietarios, el sufragio universal, la educación pública, la disminución de las competencias de las corporaciones, la libertad económica, la moral cívica y la puesta en operación de un imaginario republicano. Todavía no se construyen las identidades clasistas, pero comienza a surgir la sociedad civil a través de asociaciones diversas; resurgen las rebeliones campesinas en buena parte del país y arriban las iglesias disidentes. Todo esto en un ambiente intelectual dominado por el catolicismo, pero en el cual empiezan a abrirse paso las posturas espiritualistas y heterodoxas dentro de la filosofía, surgen el pensamiento social y la literatura nacional, y apenas las ideas positivistas comienzan a despuntar. Al mismo tiempo, conviven las ideologías liberal, conservadora y socialista apenas concluido su proceso de diferenciación.
Si la prioridad de la izquierda es la cuestión social, desde tres puntos del espectro ideológico trataron de resolverla. El primero de ellos corresponde, obviamente, al socialismo, discurso político que gira en torno de ese eje y que por entonces inició la difusión en el país. Aspiraba a emancipar a los trabajadores, las mujeres y los indígenas, a la vez de cancelar los privilegios de la Iglesia romana, promoviendo una nueva espiritualidad. De otro lado estaban los críticos de esta iglesia que, a fuerza de intentar reformarla, frecuentemente acabaron rebasando sus estrechos márgenes, acercándose tanto al liberalismo en el terreno político como al socialismo, asumiendo con él la urgencia de atender la problemática social. A esta corriente podríamos llamarla socialcristiana. Por último, dentro del campo liberal, hubo unos cuantos que ligaron la construcción nacional a la solución de la cuestión social. Ellos, pensamos, conforman el liberalismo social que acompañó al nacionalismo en el siglo XIX, para después de la lucha armada de 1910 disolverse dentro del nacionalismo revolucionario.
No obstante que surgieron más o menos al mismo tiempo, muchas veces convergieron en la acción política e incluso llegaron a mezclarse tomando elementos de otras (la teología de la liberación del marxismo, por ejemplo), estas tres corrientes de la izquierda tienen una naturaleza distinta y, aunque transformadas, llegan hasta nosotros. Si bien la nacionalista ha sido la dominante, en determinadas coyunturas las otras adquirieron mayor protagonismo. El primer socialismo, el anarquismo y el comunismo, a la que podría agregarse una socialdemocracia simplemente testimonial en el país, suman el bagaje de la tradición socialista mexicana. El liberalismo social, el nacionalismo romántico y la ideología de la Revolución mexicana alimentan el nacionalismo revolucionario. El neocatolicismo de Lamennais, la Rerum Novarum (1891) en el pontificado de León XIII, el sindicalismo católico y la teología de la liberación pautan el socialcristianismo.
Para dar un ejemplo relativamente próximo. En la década de 1980 decae la opción socialista cuando el PCM (Partido Comunista Mexicano) cede sus siglas en 1981 al PSUM (Partido Socialista Unificado de México); éste, a su vez, en 1987 las cede al PMS (Partido Mexicano Socialista), para llegar en 1989 al PRD (Partido de la Revolución Democrática), portadores estos últimos del nacionalismo revolucionario. En 1994, con la aparición pública del neozapatismo, parte del espacio de la izquierda lo ocupa el socialcristianismo, comprometido de antiguo con la cuestión indígena. Hasta la fecha, ambos dominan el territorio político de la izquierda y el socialismo pasó a un plano secundario, si bien no sucumbió. Aquél, por lo general, mostró escaso interés por la política partidaria moviéndose en el pantanoso suelo de la sociedad civil, mientras que el socialismo y el nacionalismo revolucionario actuaron más en la línea de una izquierda social o institucionalizada, de acuerdo con la circunstancia.
En lo que respecta a los métodos de acción, las izquierdas respetaron las vías legales, aunque en determinadas coyunturas (falta de canales de participación democrática, represión o violencia por parte del Estado o de los grupos dominantes) y lugares (en particular el sur, pero también en otros espacios geográficos) recurrieron eventualmente a la lucha armada: la nacionalista revolucionaria en el henriquismo; la socialista, sobre todo durante su etapa anarquista; la socialcristiana, particularmente en la guerrilla de los años sesenta y setenta. También todas han sido en ocasiones gradualistas (el PCM, el MLN, el neocardenismo, las juntas de buen gobierno del EZLN) y en otras eligieron el camino de la revolución (anarquistas, trotskistas y maoístas, las guerrillas de Genaro Vázquez y Lucio Cabañas, el EPR). No obstante, la mayoría de las veces el segmento numéricamente más importante de la izquierda actuó con apego a la ley y participó en la competencia política cuando existieron las condiciones para ello.