Instituto Luis Vives de México. Un colegio singular
ENVIADO POR EL EDITOR EL Jueves, 23/01/2025 - 19:13:00 PMJulia Tuñón, Educación y exilio español en México. El Instituto Luis Vives, 1939-2010, México, INAH, 2014.
José Ignacio Cruz*
Fue el Instituto Luis Vives Vives uno de los sillares principales
sobre los que se asentó la educación de mi generación [...]
La austeridad [...] no podía ser mayor, pero estaba
en proporción inversa a su solidez pedagógica e intelectual.
Enrique de Rivas
Entre las muchas iniciativas que llevó a cabo el exilio republicano español en México sobresalen especialmente las educativas. Los refugiados de 1939 fundaron un buen número de centros docentes. La nómina incluye al Instituto Luis Vives, la Academia Hispano-Mexicana, el Ruiz de Alarcón y el Colegio Madrid en el Distrito Federal, y los colegios Cervantes ubicados en media docena de localidades de provincia: Veracruz, Córdoba, Torreón, Tampico, Tapachula, a los cuales habría que sumar algunos otros de iniciativa más particular, como las escuelas freinetistas fundadas por Patricio Redondo, José de Tapia y Ramón Costa. Tan interesante y amplio capítulo del exilio pedagógico ya cuenta con un número significativo de estudios e investigaciones, a los que se viene a añadir el libro que comentamos.
El Instituto Luis Vives fue el primer colegio del exilio creado por los republicanos españoles. Fundado en una fecha tan temprana al final de la Guerra Civil como agosto de 1939 ―apenas cinco meses después― aún continúa en activo hoy en día, habiendo celebrado ya su 75 aniversario. En sus aulas se formaron ―lo que resulta más sorprendente―, curso a curso, sucesivas generaciones en función de un estilo educativo y un ideario pedagógico vinculados de manera directa al modelo educativo del republicanismo español. Sin embargo, a diferencia de lo que ocurrió en sus inicios, desde hace tiempo la mayoría de sus estudiantes apenas mantienen vínculos con el universo del exilio.
Sobre esta peculiar institución, la investigadora Julia Tuñón ha publicado un amplio trabajo, especialmente detallado en lo referente a la primera época del centro ―en la década de 1940―, aunque llega casi hasta el momento presente. Sobre los primeros años realiza un estudio pormenorizado, tras haber efectuado una búsqueda exhaustiva y meritoria de los registros diseminados aquí y allá. En ese apartado merece resaltarse todo lo relacionado con las cuestiones económicas. La autora nos detalla un panorama lleno de ayudas de diversa procedencia ―organizaciones y entidades republicanas españolas, comités de apoyo y personas concretas, lo cual exigía un esfuerzo de tratamiento muy delicado sobre los directivos del Vives—. Por lo general las investigaciones sobre instituciones educativas dedican poco espacio a las cuestiones económicas que, en el mejor de los casos, apenas reciben unos pocos párrafos. No es este el caso. La profesora Tuñón explica con detalle los recursos que apoyaron la creación y consolidación del Vives, lo cual contribuye mucho a conocer las dificultades que debieron sortearse para afianzarlo, los esfuerzos realizados por profesorado y directores, y las duras y complicadas circunstancias que debió superar la inmensa mayoría de exiliados españoles durante los primeros tiempos de su asentamiento en tierras mexicanas.
Estructurado en once capítulos y un epílogo, al que habría que sumar la cumplida introducción, el texto lleva a cabo un amplio recorrido por los avatares del Vives, y realiza una muy adecuada contextualización ―tanto de su realidad cotidiana en la sociedad mexicana, como de la sempiterna referencia española, lejana, añorada e incluso en más de una ocasión soñada―, lo cual facilita conocer y contrastar la ubicación del instituto en sus poliédricas realidades pedagógica, social y política.
Otro aspecto a destacar es que la investigación de Julia Tuñón profundiza con datos, referencias y reflexiones desde múltiples perspectivas. Habla de los vínculos institucionales del Vives con el exilio republicano, de su rol en el imaginario colectivo, y de las sucesivas funciones que fue desempeñando dentro de las particulares y peculiares redes de socialización que los republicanos españoles lograron trenzar en la ciudad de México. También aporta abundantes referencias de quienes fueron sus promotores y de las razones que les impulsaron a fundar y sostener el centro por décadas.
Al respecto, efectúa un análisis especialmente detallado de los sucesivos directores, de sus múltiples afanes y desvelos de todo tipo por mantener y mejorar el colegio. Incluso la autora incluye elementos que permiten hilvanar el estilo peculiar de cada uno de ellos. Pero no sólo se centra en los máximos responsables, también realiza una visión amplia del claustro de profesores y de su tarea pedagógica. Además analiza con detalle los principales rasgos biográficos y la metodología didáctica de algunos maestros y maestras, profesores y profesoras, que a fuerza de haberse entregado por décadas a la actividad docente marcaron la pauta del Vives durante largo tiempo.
Pero también, y conviene remarcarlo, Julia Tuñón incorpora en su estudio otra perspectiva bastante novedosa: se trata de la visión del alumnado, o al menos la interesantísima reflexión que algunos de ellos han ido dejando en memorias y ensayos diversos. Aquí llaman la atención los pasajes en que reproduce poemas de Antonio Deltoro, destacado intelectual y poeta muy vinculado al Vives, ya que a la faceta de antiguo alumno une la de hijo de dos de sus más significativos profesores. La mayoría de estos ex alumnos conformaron la denominada generación Nepantla, término náhuatl que significa, como la autora nos indica, en medio de dos mundos. Una denominación prestada de una lengua precortesiana para describir la realidad de unos jóvenes en las décadas centrales del siglo XX, que por sí misma permite atisbar la complejidad de realidades e identidades en que tuvieron que desenvolverse los exiliados republicanos en México.
De la publicación cabe destacar, además de lo ya señalado, tres aspectos de similar importancia. En primer término, resulta necesario insistir en que la investigadora Julia Tuñón emplea una base documental muy amplia y sólida, lo cual redunda en la fundamentación de sus aportaciones. Ha trabajado con muy diversas fuentes: de archivo, bibliográficas, hemerográficas y orales. A modo de ejemplo, ha consultado más de una veintena archivos públicos y privados ubicados en México, España y Estados Unidos.
En segundo lugar, debe subrayarse que aporta datos, referencias y reflexiones desde múltiples perspectivas y enfoques, lo que es muy de agradecer. Desde la propia entidad hasta su incardinación en la realidad del exilio republicano español. Desde el contexto mexicano, en ocasiones tan difícil de aprehender, a las intenciones de los fundadores y promotores del Vives y de los sucesivos directores.
Por último, se debe reconocer a Julia Tuñón ―antigua alumna del Vives, y hasta cierto punto miembro también de esa generación Nepantla―, su voluntad de rigor y la renuncia a cualquier atisbo de registro hagiográfico. Dedica el espacio que le corresponde a explicitar con claridad los principales conflictos y problemáticas a que debió enfrentarse el Vives a lo largo de los años. Y de manera muy especial, la autora no rehúye señalar las diferencias ―o “tensiones”, como ella les llama― que en algunas ocasiones se produjeron entre el discurso oficial del centro y la realidad de las aulas. Diferencias habituales en todo centro docente, subrayadas en este caso por la singularidad del Vives y sus muchos años de trayectoria.
En suma, se trata de un estudio muy completo, amplio y contrastado, plenamente insertado en las perspectivas más actuales de la historia social de la educación. Así, por ejemplo, permite conocer mejor la figura tan interesante de Juan Bonet, un catedrático del instituto de ideología azañista que sobrevivió al horror de Mauthausen y fue director del colegio durante décadas. O de profesores destacados como Marcelo Santaló, Marcial Rodríguez, Ana Martínez o Josefina Oliva, todos con un perfil personal y profesional por demás interesante. Pero también descubrir la figura de Juan Mata Navarrete, el humilde subalterno del centro, agricultor del sur a quien el exilio obligó a abandonarlo todo y cuya trayectoria en México se redujo a vivir y trabajar en el Vives. A su muerte no se encontró ningún objeto personal en el humilde cuarto en donde habitaba. Solo nos llega el testimonio de su memoria, gracias a la investigación de Julia Tuñón.
Este libro ha sido en gran medida una obra esperada, hacía bastantes años que Julia Tuñón estaba en ello. El resultado no defrauda en absoluto y a partir de ahora será de obligada referencia.