Actores y procesos del México posrevolucionario
ENVIADO POR EL EDITOR EL Jueves, 23/01/2025 - 19:15:00 PMAlicia Olivera Sedano, Testimonios del México posrevolucionario, México, INAH, 2015.
Tania Hernández Vicencio*
El 19 de noviembre de 2015 tuve el gusto de participar en la presentación de un libro póstumo de Alicia Olivera Sedano, que lleva por título Testimonios del México posrevolucionario. Alicia era conocida por su trabajo sobre la movilización religiosa en México en la segunda mitad de la década de 1920, respecto al cual tiene dos trabajos pioneros: Aspectos del conflicto religioso de 1926 a 1929. Sus antecedentes y consecuencias, México, INAH, 1966; y Miguel Palomar y Vizcarra y su interpretación del conflicto religioso de 1926, México, INAH, 1970. También es valorada por sus investigaciones sobre el movimiento zapatista y por aportaciones a la metodología de la historia oral, gracias a lo cual participó ―junto con Eugenia Meyer― en la integración del Archivo de la Palabra que hoy se encuentra depositado en la Biblioteca Manuel Orozco y Berra de la Dirección de Estudios Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia.
Fue a raíz del primer centenario de la Revolución Mexicana, que el INAH lanzó una convocatoria para desarrollar investigaciones, publicar trabajos concluidos o reeditar textos a propósito de ese tema. En ese contexto, Alicia Olivera planteó un proyecto con la idea de rescatar varias entrevistas del Archivo de la Palabra e integrar en un solo volumen los testimonios que integran este libro, que fuera el principal proyecto editorial de sus últimos años de vida. El texto recupera dos tipos de entrevistas: aquéllas realizadas a los de personajes que jugaron un papel relevante en el desarrollo de la Revolución Mexicana y en el proceso de construcción del México posrevolucionario, y de observadores clave que contribuyeron a la reflexión y el análisis sobre algunos de los acontecimientos más relevantes de su tiempo. Las ideas, opiniones y emociones transmitidas por los entrevistados hacen que el lector saboree el momento histórico que protagonizaron y se forme una idea sobre la manera como cada uno, desde distintas trincheras, incidió en el futuro de la nación o en el debate historiográfico sobre México.
En palabras de Alicia: “la personalidad de cada uno de los entrevistados así como su edad, el manejo del recuerdo o la necesidad de justificación, influyeron poderosamente en el relato que estaban tratando de construir. Del mismo modo, el nivel cultural o su origen geográfico fueron determinantes en, por ejemplo, conceptos sobre patria, pueblo, comunidad, justicia o política” (p. 12). Es importante decir que, algunas de las entrevistas que integran el libro se habían publicado como folletos, los cuales se fueron agotando, tales son los casos de las de Jesús Sotelo Inclán y Ernest Gruening, realizadas junto con Eugenia Meyer; pero testimonios como los de Luis L. León y Manuel J. Celis eran inéditos. A lo largo de su vida académica, Alicia Olivera empleó varios de esos materiales en la elaboración de sus artículos acerca del México posrevolucionario. Las entrevistas que componen el libro Testimonios sobre el México revolucionario, de Alicia Olivera Sedano, fueron realizadas entre 1970 y 1976. En la mayoría de los casos, las conversaciones fueron realizadas de forma espontánea. Es decir, si bien existía un guion general, el ritmo y extensión de las entrevistas tuvo más que ver con la apertura de los personajes y su necesidad de comunicar.
En mayo de 2012, la autora terminó de redactar la introducción del libro que estaba prácticamente integrado. Sin embargo, no pudo concluir tres pequeñas introducciones más que funcionarían como entrada a tres capítulos de este libro, y tampoco logró realizar una revisión detallada del estilo que guardaría el texto. Dos meses después, el 9 de julio del mismo año, Alicia falleció, dejando inconclusa la versión definitiva del libro, por lo que es importante aclarar que las entrevistas que en él aparecen están presentadas de la forma más homogénea posible, con base en la idea original que tenía la autora.
De las seis excelentes entrevistas, debo decir que ―para los temas que son de mi interés― la realizada al ex presidente Emilio Portes Gil me resultó muy sugerente; es el testimonio más extenso y versátil por la diversidad de temas de la agenda pública nacional. Además de abordar un asunto común a todos los testimonios, que es el relativo a la infancia, la familia y los primeros estudios y recuerdos del entrevistado, la charla con Portes Gil aporta elementos para el debate sobre temas fundamentales como el desarrollo de las haciendas y la industria, los problemas del campo y los líderes campesinos, la Constitución de 1917, las distintas facciones revolucionarias, las tensiones con Estados Unidos, el conflicto entre el Estado y la Iglesia católica, la fundación de varios partidos políticos, la Reforma Agraria, el movimiento vasconcelista, la elección de Lázaro Cárdenas, y otros más.
Maestro normalista y abogado, el tamaulipeco Emilio Cándido Portes Gil nos muestra a lo largo de la entrevista la visión de un hombre con capacidad para impulsar proyectos educativos, editoriales y sociales; para organizar partidos y construir instituciones; así como para negociar y pactar con otros actores y para concretar importantes acciones de gobierno. Lector del periódico Regeneración de los hermanos Flores Magón y del Diario del Hogar, dirigido por Filomeno Mata, admirador de la obra de Oswald Spengler, filósofo e historiador alemán, cuya obra La decadencia de Occidente lo había cautivado, y conocedor del pensamiento del francés Pierre Joseph Prudhom, Portes Gil manifiesta haber leído con mucho interés un libro clásico de ese autor ¿Qué es la propiedad? Emilio Portes Gil fue un hombre que, como afirma en la entrevista: “sirvió a Venustiano Carranza, a los generales Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles, a Pascual Ortiz Rubio y a Lázaro Cárdenas”. Hombre sin duda empeñoso que sabría sortear el poder y la influencia de Calles, y que apenas en 14 meses de gobierno como presidente interino, a la muerte del presidente electo Obregón y en el marco del Maximato, fue testigo y protagonista de acontecimientos fundamentales de la historia nacional.
Al hablar del conflicto religioso, el entrevistado deslinda al general Calles de cualquier responsabilidad sobre la salida del país de altos miembros de la jerarquía eclesiástica y sobre el estallamiento de la guerra cristera. Describe a Calles como un personaje que no era antirreligioso y que mantenía la intención de buscar por todos los medios la paz con los rebeldes. Al respecto, Portes Gil narra la siguiente anécdota:
[...] en mi primer acuerdo ya de presidente fui a decirle (a Calles): “Señor voy a sacar las fuerzas federales de los estados de Jalisco, Michoacán, Colima, Querétaro y Guanajuato [...] y voy a mandar al general Cedillo con 12 000 campesinos armados, ésta es una guerra de guerrillas [...] [y] el ejército es muy pesado para moverse [...] [en cambio] el general Cedillo es un guerrillero [...] [Yo] tenía instrucciones [de preparar] al general con 12 000 hombres con su dotación de armas [...] (p. 185).
Y entonces comenta haber dicho a Cedillo:
[...lanza] unos volantes desde unos aviones sobre los rebeldes diciendo que el gobierno no es antirreligioso, que respeta todas las religiones y que los invita a someterse dando amnistía y las garantías que [necesiten para] que lleven la vida normal que ellos quieran. No me fusile usted a nadie, lleva usted suficiente dinero [...] lleva usted implementos de labranza, vestuarios, zapatos, porque esos señores que andan levantados andan casi desnudos ―el fanatismo― y les reparte a los que quieran y sean campesinos las mejores tierras de Jalisco y los estados en que andan levantados [...] Después veremos cómo legalizamos esa entrega de tierras, por lo pronto reparte usted las mejores tierras que están abandonadas por los hacendados que han huido (pp. 185-186).
A propósito de los pactos de paz con la alta jerarquía de la Iglesia católica, Portes Gil también le comentó a Alicia Olivera:
En el libro Autobiografía de la Revolución Mexicana viene la versión taquigráfica de todo lo que hablé con los obispos, allá en Chapultepec. Me [dijo] el obispo Díaz: “Señor presidente, ¿me permite que le haga una pregunta?” Las que usted guste [dijo Portes Gil]. “¿Usted cree que el pueblo mexicano es católico?” En su inmensa mayoría [respondió el presidente], más que católico es idólatra, porque tenemos un analfabetismo todavía y esos creen en su Dios, creen en su providencia. Ustedes predican el bien allá en la otra vida, recomiendan que hay que sufrir, que hay que aguantar la vida como es, y como nosotros les estamos dando aquí lo que ustedes les ofrecen en la otra vida, porque el gobierno les está dando tierras, escuelas, les da hospitales, ellos prefieren lo que nosotros les damos (pp. 189-190).
Para Emilio Portes Gil “hubo tres grandes sonorenses: Obregón, que fue el genio de la Revolución; Calles, el estadista; y Adolfo de la Huerta, el conciliador” (p. 116), pero también consideraba que los gobiernos revolucionarios habían transcurrido hasta la administración del general Lázaro Cárdenas, después los presidentes se habían desviado el proyecto original de la Revolución. A lo largo de su vida, Portes Gil se dedicó a redactar sus experiencias, mismas que dejó plasmadas en libros como Autobiografía de la Revolución Mexicana, Raigambre de la Revolución en Tamaulipas. Autobiografía en Acción, y La lucha entre el poder civil y el clero. Falleció en la ciudad de México en 1978, a los 88 años de edad; sin embargo, y para fortuna de los estudiosos de la historia nacional de la primera mitad del siglo XX y para quienes apoyan sus investigaciones en la metodología y técnica de la historia oral, Alicia Olivera logró captar la voz de este importante político mexicano en una etapa aún de mucha lucidez.
Estoy segura de que el libro de la maestra Olivera será fundamental ―como otros de sus trabajos― para seguir avanzando en la recuperación de la memoria histórica de nuestro país, y, en este caso, a partir de textos que recogen las palabras, las motivaciones, las expectativas y los proyectos de vida de personajes clave que de una u otra forma fueron parte del desarrollo social y político del México posrevolucionario.