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De investigadores a comunicadores, no es lo mismo ni es igual

ENVIADO POR EL EDITOR EL Lunes, 30/11/-0001 - 00:00:00 AM

Magdalena A. García Sánchez*

 

En el ámbito académico, es muy sabido que publicar en una revista científica es una actividad muy satisfactoria, no sólo por el hecho de que aprobar la publicación de un artículo implica la revisión del texto por pares académicos (con dictámenes a veces rudos pero sinceros que contribuyen a la mejora del trabajo), sino también —y sobre todo— por el alcance de la difusión del conocimiento científico. En el mismo sentido, publicar en una revista aumenta la expectativa de citación y del reconocimiento profesional por parte de colegas que trabajen temas similares, y al mismo tiempo, garantiza que se trata de información relativamente reciente, cuando menos más que un capítulo de libro, en donde el tiempo de publicación es considerablemente más largo. En suma, no es ninguna casualidad que en las ciencias se ponderen a las revistas por sobre otro tipo de publicaciones. Ahora bien, sin haber ahondado mucho en este tema, pero desde la experiencia de haber leído biografías de la gente de ciencia, la intuición me permite declarar que las revistas científicas han sido también el canal de difusión preferido y más común desde hace por lo menos 200 años; en otras palabras, es posible afirmar que hemos heredado el sano hábito de publicar mayormente en revistas y luego en libros.

 

Sin embargo, en el contexto actual conviene tomar en cuenta unos datos importantes: de acuerdo con datos del INEGI, en 2024 casi el 70 % de la población mexicana alfabetizada leyó materiales como libros, revistas, periódicos, historietas o páginas de internet.[1] Ello contrasta con el censo de 2015, que registró un 84.2 % de lectores; es decir, hubo una disminución de 14.6 puntos porcentuales.

 

Entre los materiales que se leen, el 41.8 % leyó libros, el 21.7 % revistas (que aumentó en el último trimestre), luego siguen periódicos, con una disminución importante de lectores; después las historietas, las páginas de internet y los blogs.[2] Otros datos muestran que, en promedio, la población leyó una revista por mes, de estos lectores, el 31.6 % leyeron revistas de entretenimiento; el 9.6 % declaró que lo hizo por trabajo y el 21.2 % leyó revistas especializadas, aunque esto no quiere decir necesariamente que se tratara de revistas científicas (excepto quizás, National Geographic). Al parecer, hay una tendencia cada vez mayor por la lectura digital, y entre la enorme gama de posibilidades disponibles, se hallan aquellas revistas que se buscan intencionalmente en la web, las que se encuentran por casualidad o los blogs, muy populares últimamente. Sobre los datos de las revistas impresas que se compran, hay cifras muy reveladoras de que van a la baja.

 

Estos datos me permiten ofrecer una primera reflexión: en México, ¿quiénes son nuestros lectores?, ¿quiénes buscan intencionalmente artículos especializados? Bueno, no es difícil dilucidarlo: las revistas científicas son para científicos, es decir, para nosotros mismos. Dicho de otra manera, escribimos para nosotros mismos; trabajamos, dictaminamos y publicamos para nosotros mismos. En datos duros de 2020, se puede decir que los 33 165 miembros del SNI (registrados entre candidatos, niveles I, II, III y eméritos),[3] más aquellos que no están en este padrón (por diversas razones), tenemos un público lector cautivo, gente que nos lee y a la que leemos, gente que contribuye a la generación de conocimiento, el mismo que tomamos como base para seguir construyendo el enorme acervo científico en todas las áreas de investigación para apoyar el desarrollo de nuestro país.

 

Con este punto de partida, ahora quisiera pasar a otro y a una reflexión: desde el sexenio anterior y en particular en el primer tramo del actual, cuando el ex Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) fue elevado de rango a Secretaría de Ciencia, Humanidades, Tecnología e Innovación (Secihti), a las instituciones vinculadas con este organismo se nos ha solicitado expresamente construir puentes de comunicación con el público general, el no especializado, aquel que con su trabajo paga nuestros salarios y el que muy pocas veces se entera de los resultados de las investigaciones científicas que desarrollamos. Cabe recordar que hasta hace poco tiempo, el otrora Conacyt tenía un área dedicada a la comunicación del conocimiento, muy activa por la década de los noventa del siglo pasado, con gente muy preparada en todas las áreas de las ciencias, incluso existían algunas revistas de divulgación financiadas por este organismo. No estoy segura, pero me atrevo a sugerir que debió ser por esa misma época que se conformaron las licenciaturas en donde se preparan hasta hoy día a comunicadores con especialidad en la divulgación científica.[4]

 

En fin, lo que quiero resaltar es el hecho de que desde entonces se empezaba a reconocer como una labor importante a la comunicación de los resultados de investigación para la población común, es decir, divulgarlos. Me parece conveniente señalar la distinción entre difusión y divulgación; la primera se refiere a la comunicación entre pares académicos y especialistas, la segunda, a dirigirnos al público en general. Y hay que señalar, además, que divulgar es mucho, pero mucho más difícil que difundir. De ello hablaré en un momento más.

 

Tuvieron que pasar décadas hasta que la divulgación se reconoció como una actividad constitutiva de las labores sustantivas de la investigación; prácticamente, hasta hace muy poco tiempo, y a pesar de ello, todavía hay una notable cantidad de colegas que están convencidos de que la divulgación no es (o no debería ser) una labor que deban desarrollar, sino que se la dejan a especialistas, a comunicadores formados como tales. Aquí cabría comentar aquello de que puede ser más fácil que los investigadores aprendan a divulgar, que los comunicadores aprendan ciencias, pues el lenguaje especializado de cualquier área científica es un proceso que se aprende a lo largo de cuatro o cinco años, que es el promedio de duración de una carrera universitaria.

 

En el campo de la arqueología (que es mi formación profesional), yo he dicho que aprendimos la jerga arqueologuesa, con la que conversamos alegremente con colegas, con la cual incluso están escritas las cédulas en museos y otros materiales de divulgación; por desgracia, como el arqueologués no es de uso común, aquellos resultados de investigación que se deseaban comunicar resultaban incomprensibles para el público general.

 

Lo que quiero resaltar es el hecho de que este proceso de divulgación, tan soslayado durante mucho tiempo, ahora es un requerimiento del organismo que financia las becas de estudiantes de posgrado en nuestro país; en efecto, la Secihti ha solicitado tanto a estudiantes como a investigadores participar en actividades de retribución social del conocimiento, es decir, hallar vías, utilizar canales ya establecidos, o bien, construir puentes para la divulgación de los resultados de investigación. La propia secretaría ha propuesto estrategias para el cumplimiento de este requisito; es el caso, por ejemplo, de la organización de eventos para fomentar el interés en las ciencias, la promoción de vocaciones científicas, actividades para la restauración ecológica o fomento a la sustentabilidad, utilizar estrategias de divulgación en relación directa con el público general, preparar exposiciones, visitas guiadas, entre otras diversas posibilidades. En todos los casos se persiguen estos objetivos:[5]

 

  • Fomentar el compromiso ético y la conciencia de becarios sobre las aportaciones de sus trabajos hacia la sociedad.
  • Contribuir a la mejora de la calidad de vida de la población en general mediante la aplicación del conocimiento.
  • Participar en la atención y solución de problemas sociales prioritarios (Programas Nacionales Estratégicos, Pronaces).

 

En general, se promueve la intención consciente de becarios e investigadores para evidenciar la relevancia de las investigaciones que se realizan, en particular, aquellas con efectos prácticos para la solución de problemas. Ahora, es cierto que esta solicitud de retribución social ha generado dudas entre la comunidad científica, sobre todo, cuando los resultados no se ven claramente relacionados con la solución de problemas (muchos de ellos derivados de proyectos de ciencia básica); sin embargo, haciendo un poco de esfuerzo, siempre hay posibilidad de enfatizar este vínculo entre cualquier tipo de investigación y su posible relación con la sociedad contemporánea en su conjunto.

 

Llegado a este punto, las revistas científicas constituyen un área de oportunidad para esta labor. Si bien es cierto que su función principal es la difusión del conocimiento, la posibilidad de incluir también temas en donde los investigadores compartan sus experiencias sobre cómo han actuado en las oportunidades que han tenido para compartir sus conocimientos, constituye una vía privilegiada para emularlas o, mejor aún, reproducirlas en nuestros propios campos de trabajo.

 

Un esfuerzo que estamos por iniciar en el 2026, con miembros de Antropología. Revista Interdisciplinaria del INAH, es el primer encuentro para constituir un seminario sobre experiencias de divulgación, pues varios colegas han organizado estrategias de acercamiento con las poblaciones de los lugares en donde han trabajado, y conviene entender y aprender sobre estas actividades en el marco de la retribución social. Por otra parte, cabe señalar que es posible divulgar bajo los lineamientos de la interpretación del patrimonio, definida como:

 

[…] una estrategia de comunicación centrada en las personas que procura un aprendizaje ameno, relevante y significativo del patrimonio natural y cultural. Promueve activamente la conservación del patrimonio, fomenta que las personas y las comunidades conozcan más acerca de la historia de ellos mismos y de su entorno y coadyuva a construir una sociedad crítica en un entorno sustentable.[6]

 

Cierro estas notas con la invitación a la comunidad científica social para formarnos también como intérpretes del patrimonio, de manera que no sólo convenzamos a nuestros pares académicos, sino que devolvamos a las poblaciones y lugares que son nuestros objetos de estudio, un poco de lo que ellas financian con su trabajo y esfuerzo.

 

* Investigadora del Centro de Estudios Arqueológicos de El Colegio de Michoacán. Integrante del Comité Editorial de Antropología. Revista Interdisciplinaria del INAH.
[1] INEGI, “Módulo sobre la lectura (Molec) 2024”, comunicado de prensa 235/24, 23 de abril 2024, disponible en:
 https://www.inegi.org.mx/contenidos/saladeprensa/boletines/2024/molec/molec2024.pdf#
:~:text=Entre%20la%20poblaci%C3%B3n%20lectora%2C%20lo%20m%C3%A1s%20le%C3%ADdo,
en%202015%20a%2017.8%20%25%2C%20en%202024
, consultado el 18 de septiembre de 2025. Los datos del Molec se calculan sobre 100 000 habitantes.
[2] “¿Estamos leyendo lo suficiente?”, A Tiempo, Medio Digital, 12 de agosto de 2024, disponible en:
https://atiempo.tv/articulos-de-semanario/lectura-en-mexico-estamos-leyendo-lo-suficiente/, consultado 18 de septiembre 2025.
[3] Carlos Alberto, Núñez Colín, “El Sistema Nacional de investigadores (SNI) en números: análisis por áreas del conocimiento”, Universidad de Guanajuago-Dirección de Apoyo a la InvestigaciónyalPostrado,disponible en:
https://www.ugto.mx/investigacionyposgrado/eugreka//contribuciones/362elsistemanacional
deinvestigadoressniennumerosanalisisporareasdel%20conocimiento#:~:text=De%20acuerdo
%20con%20el%20padr%C3%B3n,III%20y%20em%C3%A9ritos%20(7.79%25
, consultado 19 de septiembre 2025.
[4] Búsqueda: “Educación continua en la UNAM”, disponible en:
https://www.google.com/searchq=licenciatura+en+divulgaci%C3%B3n+de+la+ciencia&oq=
licenciatura+en+divulgaci%C3%B3n+de+la+ciencia&gs_lcrp=EgZjaHJvbWUyBggAEEUYOTIHCAE
QIRigATIHCAIQIRigATIHCAMQIRifBTIHCAQQIRifBTIHCAUQIRifBTIHCAYQIRifBdIBCDQzNDdqMGo3
qAIAsAIA&sourceid=chrome&ie=UTF-8
, consultado 18 de septiembre 2025. Destacan en esta formación la UAM y la UNAM con posgrados y diplomados, así como la UEMex.
[5] Actividades de retribución social que se han desarrollado en las instituciones de educación superior como la UNAM; por ejemplo: https://genero.posgrado.unam.mx/actividades-retribucion/, consultado el 20 de septiembre 2025.
[6] Asociación Mexicana de Intérpretes del Patrimonio, disponible en:
 https://interpat.mx/que-es-la-interpretacion-del-patrimonio/, consultado 20 de septiembre 2025.