La primera Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe: ¿Avance hacia la sinodalidad?

ENVIADO POR EL EDITOR EL Viernes, 08/11/2024 - 12:08:00 PM

Mario Camarena Ocampo*
Lourdes Villafuerte García*

 

El 24 de enero de 2020, el papa Francisco respondió a la petición de organizar la VI Conferencia del Episcopado Latinoamericano con la propuesta de llevar a cabo la Primera Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe, en la que se esperaba que hubiera una amplia participación del Pueblo de Dios. El papa actuó de esta manera en razón de que el programa impulsado en la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano en Aparecida, Brasil (2007). está pendiente de instrumentar, pues su objetivo era relanzar el Concilio Vaticano II y no se notaban avances. Con esa propuesta, el magisterio del papa se radicaliza al mostrar la voluntad de escuchar a los laicos y a todas las personas de buena voluntad, católicas o no.

 

El Movimiento Popular de Pueblos y Colonias del Sur, que se asienta en el pueblo de San Pedro Mártir, en la alcaldía Tlalpan, sigue muy de cerca el magisterio del papa Francisco, en parte por la propia personalidad del pontífice y también porque éste ha mostrado interés por los movimientos populares, acerca de lo cual ha habido varias reuniones internacionales. Las comunidades eclesiales de base también difundieron la noticia. En una homilía Francisco anunció la celebración de la Asamblea, cuya primera parte consistió en escuchar a toda persona que quisiera participar de manera individual o en grupo. Fue una sorpresa enterarnos de este importante evento, ya que era la primera vez que se convocaba en más de dos mil años. Otra sorpresa fue que se haría en nuestro continente y, por si fuera poco, el planteamiento principal era el de fomentar la sinodalidad; es decir, que clero y pueblo caminen juntos en la toma de decisiones.

 

El antecedente de las reuniones episcopales latinoamericanas lo encontramos en la celebración, en Roma, del Concilio Plenario de la América Latina en 1899, donde se planteó un amplio estado de la cuestión y se sugirió que hubiera reuniones periódicas tanto en las diócesis como de manera regional. En América Latina y el Caribe se han llevado a cabo cinco Conferencias del Episcopado Latinoamericano: la primera fue en Río de Janeiro, Brasil, en 1955, donde el principal problema que se tocó fue la falta de sacerdotes, la falta de instrucción religiosa y la reflexión acerca del proceso de industrialización que vivía nuestro continente; además, se tomó conciencia de la especificidad de la Iglesia latinoamericana.

 

La Segunda Celam se celebró en Medellín, Colombia, en 1968, en ella se reflexionó acerca del papel de la Iglesia para la transformación de América Latina a la luz del Concilio Vaticano II. Aparece con nitidez la opción por los pobres, valores sociales como la justicia y la dignidad, con su consiguiente lucha contra la injusticia, contra el pecado estructural y contra los regímenes totalitarios de esa época en nuestro continente; en los años setenta del siglo XX se buscó acompañar diversos movimientos sociales; se trabajó en una praxis fomentando las comunidades eclesiales de base y la teología de la liberación, a partir de la publicación del libro de Gustavo Gutiérrez que lleva ese título.

 

La tercera reunión de los obispos latinoamericanos tuvo lugar en Puebla, México, en 1979, caracterizada por cierto forcejeo entre un sector de obispos conservadores que pretendían echar abajo los postulados de Medellín, pues criticaban el abandono de la ortodoxia doctrinal y cierta inclinación al marxismo.

 

La cuarta Celam, verificada en Santo Domingo en 1992, tuvo como marco el Quinto Centenario de la primera evangelización; en un deslucido evento, cooptado por la curia romana, se impuso una visión idílica de la identidad católica de la cultura latinoamericana, pasando por alto la violencia, el desprecio y el genocidio de la conquista militar y, salvo excepciones, de la conquista espiritual.

 

En Aparecida, Brasil se llevó a cabo la quinta Celam, en 2007; en ella se buscaba relanzar el Concilio Vaticano II, así como posicionar la actitud misionera de la Iglesia latinoamericana; es decir, salir de los templos no para traer a las personas a su interior sino para llevar el Evangelio a las personas como lo hacía Jesús de Nazaret.

 

La Primera Asamblea Eclesial para América Latina y el Caribe se propuso posicionar la sinodalidad. Desde el principio de su pontificado, Francisco tuvo clara la necesidad de una reforma en la estructura de la Iglesia, pues diferentes escándalos (pederastia, Vatileaks, Banco) habían minado su credibilidad. El papa creyó oportuno hacer un primer ejercicio sinodal: convocar no sólo a los obispos sino al Pueblo de Dios de América Latina a que diera sus aportaciones a la Iglesia institucional bajo el lema “Todos somos discípulos misioneros en salida”.

 

Si bien la convocatoria fue muy amplia, pues se llamó a católicos, miembros de otras iglesias cristianas, de otras religiones (judíos, musulmanes, etcétera), librepensadores, agnósticos y ateos, la jerarquía respondió con el silencio. Al menos en las diócesis mexicanas no hubo una participación copiosa. En el continente participaron 70 000 personas, ya sea de forma individual o en grupo, de los cuales los mexicanos significaron sólo el 2 %. La búsqueda de información en las páginas de la Conferencia Episcopal Mexicana y en la arquidiócesis de México fue infructuosa; en la mayoría de las parroquias de la Ciudad de México no estaban enterados de este evento. La arquidiócesis de México promovió, a destiempo, algunas reuniones muy cerradas con personas escogidas y casi en secreto, sin usar los instrumentos provistos por el Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam) ni el logotipo de la Asamblea. Llama la atención que las noticias llegaran por fuera de la diócesis.

 

El Consejo difundió diversos instrumentos, tales como la Guía metodológica del proceso de escucha al Pueblo de Dios que peregrina en América Latina y el Caribe y el Documento para el camino. De igual manera, se difundieron a través de la red de tutoriales para acceder a la plataforma (también provista por el Celam), que recogería las opiniones y documentos de los participantes, y otras guías para organizar las reuniones de grupos participantes. Con esos materiales, que tenían versiones abreviadas y populares, se comenzó el trabajo para el tiempo de escucha, el cual tuvo lugar entre abril y agosto de 2021.

 

Como el proceso de escucha era muy difícil por la diversidad cultural y de realidades en el continente, el Celam usó como método las encuestas con el fin de tener una “radiografía” de lo que el vasto Pueblo de Dios latinoamericano tenía que decir; también se podían anexar diversos documentos, como escritos, fotografías, videos, audios, entre otros. Los temas de las encuestas fueron los siguientes:

 

  1. ¿Qué es lo que más nos duele y qué es lo que nos da más esperanzas de esta realidad que estamos viviendo? Estas preguntas se contestaron de manera libre.
  2. ¿Cuáles son los cinco temas más importantes y los cinco temas menos importantes para nuestra pastoral? Las respuestas a estas preguntas se escogieron de un listado de 21 temas (con la opción de mencionar en “otros” los que no estaban listados). El sistema requería una explicación breve respecto de los diez temas.
  3. Acerca de los cinco temas menos importantes —que eran los temas pendientes de trabajar— había que explicar brevemente las consecuencias de no abordar estos temas: a) en nuestra vida personal; b) en nuestra vida comunitaria; c) en la Iglesia de mi país, y d) en la Iglesia de América Latina y el Caribe
  4. ¿Cuáles serían los cinco aspectos prioritarios que nos desafían o tendríamos que incorporar en nuestro camino de discípulos misioneros y cómo se podrían implementar? Estos aspectos se escogían de un nuevo listado de doce desafíos (con un rubro de “otros”).
  5. De los desafíos escogidos o elaborados había que contestar la encuesta con la pregunta: ¿cómo los podríamos incorporar a) en la vida personal; b) en la vida comunitaria; c) en la Iglesia de su país, y d) en la Iglesia de América Latina y el Caribe?

 

Desde que comenzó en 2020 la pandemia de covid-19, en el Movimiento Popular de Pueblos y Colonias del Sur nos organizamos para reflexionar acerca de todos esos temas; con el tiempo y el trabajo terminamos por adoptar el nombre de Comunidad Fratelli Tutti. Estamos organizados en diez grupos de entre dos y cinco personas, quienes nos reunimos una vez a la semana de manera virtual a través de la red social WhatsApp.

 

Nuestra comunidad discutió ampliamente las razones por las que se mencionaban los temas escogidos, con lo cual se contestaron las encuestas. Había que generar textos muy breves pero razonados; también subimos a la plataforma, como anexos, documentos más extensos. La síntesis final abarca 25 compactas cuartillas.

 

Unas semanas después de que se cerró el tiempo de escucha salió a la luz la Síntesis narrativa, un documento que refleja la gran diversidad de temas y formas de ver los problemas y perspectivas respecto del futuro de la Iglesia en América Latina y el Caribe. Del total de 70 000 personas, la gran mayoría participó en grupo, y eran sobre todo mujeres de entre 40 y 60 años. Llama la atención la baja participación de los jóvenes y de los varones, así como la poca atención que le dieron los medios mexicanos.

 

Del 21 al 28 de noviembre se llevó a cabo la Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe en las instalaciones de Cuautitlán, Estado de México, aunque los actos litúrgicos fueron en la Basílica de Guadalupe. Participaron de manera presencial aproximadamente 50 personas y otras mil por vía electrónica mediante la plataforma Zoom.

 

A pesar de que el Movimiento Popular de Pueblos y Colonias del Sur solicitó de manera temprana participar de manera presencial, no hubo respuesta alguna; no supimos cómo se eligió a los participantes. Esa semana estuvimos escuchando las sesiones abiertas al público, donde varios miembros del clero latinoamericano y de las órdenes religiosas compartieron diversas reflexiones. Al mediodía había una conferencia de prensa y en las tardes sesiones abiertas con testimonios de diversas personas y grupos.

 

No logramos enterarnos de mucho, pues después de las reflexiones de las mañanas, casi todas realizadas por clérigos o miembros de las órdenes religiosas, se interrumpía la señal abierta, por lo que no supimos nada de las discusiones ni de las votaciones. Por otro lado, las conferencias de prensa no aludían a las discusiones, sino que se presentaban ciertos temas, tales como la problemática de los indígenas, de los afrodescendientes, de los jóvenes, de las mujeres. El sábado se presentaron las conclusiones, de lo cual salieron 41 enunciados que constituyen los retos que la Iglesia institucional y los laicos tenemos hacia el futuro.

 

Uno de los temas más importantes que se plantearon desde la Guía metodológica y el Documento para el Camino fue el clericalismo como un obstáculo serio para lograr una Iglesia sinodal. Tanto el papa Francisco como muchos fieles lo señalaron como el principal problema que enfrenta la Iglesia actualmente. El clericalismo es una actitud de poder y de control del Pueblo de Dios, que se aspira a que cambie hacia la sinodalidad; es decir, hacia una cooperación entre institución y pueblo para fomentar el Reino de Dios (una vida digna, justa y sana para todos); sin embargo, las imágenes que vimos a través de las redes sociales (YouTube, Facebook y otras) enfocaban a miembros de la estructura eclesial con una notable ausencia del laicado; no pudimos ver la participación de los laicos en las discusiones, y las conclusiones fueron enunciados que ya eran prácticamente sabidos.

 

El papa ha repetido en su magisterio la necesidad de la sinodalidad con una frase un tanto lapidaria pero real: “La Iglesia del tercer milenio o es sinodal o no será”. Si bien Francisco está empujando en ese sentido, ahora con un Sínodo de Obispos, a celebrarse en Roma en el otoño de 2023, precisamente con el tema de la sinodalidad, después de un trabajo de dos años para hacer una amplia escucha del Pueblo de Dios en todas las diócesis del mundo, lo cierto es que hay una gran resistencia en la estructura eclesial (obispos, sacerdotes, religiosos y laicos). Por otro lado, los laicos llevan adelante el discernimiento a través de ciertos grupos de reflexión, comunidades eclesiales de base y la rica religiosidad popular. Para llegar a la sinodalidad será necesario mover el pesado edificio institucional que es la Iglesia para que sus miembros salgan de la centralidad de Roma, y de los puestos de poder, hacia la periferia, al encuentro con los más pobres y marginados.

 

Colonia Doctores, Ciudad de México,
14 de enero de 2022 (Cuarta ola de covid-19)

 

* Dirección de Estudios Históricos, INAH.