Sujetos peligrosos de la Ciudad de México
ENVIADO POR EL EDITOR EL Miércoles, 13/11/2024 - 13:04:00 PMSusana Sosenski y Gabriela Pulido (coords.), Hampones, pelados y pecatrices. Sujetos peligrosos de la Ciudad de México (1940-1960), México, FCE, 2019.
Alejandra del Ángel Romero*
Vea usted que nosotros tenemos
un sentido de la historia muy particular.
Estamos siempre del lado equivocado de la historia.[1]
Es inusual dentro de los estudios históricos encontrar una obra que reúna a una gran variedad de malhechores o indeseables, tales como las vampiresas, las exóticas, los homosexuales, los robachicos, los pistoleros, los policías, los drogadictos y traficantes, los ebrios, los tuberculosos, los extranjeros, los comunistas, los estudiantes y los pobres. Personajes, que por lo general, se ha pensado que están del lado equivocado de la historia. Susana Sosenski y Gabriela Pulido convocan en este libro, a una variedad de historiadores que, desde diferentes líneas de trabajo, analizan la construcción de algunos sujetos sociales que fueron considerados “peligrosos” en la Ciudad de México a mediados del siglo pasado.
A lo largo de 12 capítulos se caracterizan personajes del mundo del hampa, relacionados la mayoría de las veces con el bajo mundo y la escoria social. A través de una mirada crítica, los autores cuestionan desde dónde y cómo se ha construido la peligrosidad de los sujetos. Los hilan con una serie de preguntas y argumentos en tres ejes centrales: el discurso político de la época, la industria cultural y los medios masivos de comunicación. Los autores ponen en evidencia cómo estos tres ejes influyeron la percepción, creación y difusión de una serie de imaginarios y representaciones sociales que generaron en los mexicanos una sensación de miedo y angustia social. Emociones relacionadas con la transición de lo rural a lo urbano, así como las transformaciones políticas y económicas del llamado “milagro mexicano”.
La estructura del libro vincula a cada uno de los sujetos con la traza urbana de la Ciudad de México, su lectura es como hacer un recorrido por sus diferentes calles y espacios. La narrativa de la obra va hilando a los sujetos, lo que propone entenderlos no de forma aislada, sino en relación con los diversos actores que se interrelacionaron y negociaron, lo que posibilita el entendimiento de las implicaciones políticas de la época. Es necesario señalar el extraordinario uso de fuentes de cada autor, que van desde la consulta de acervos institucionales, como por ejemplo el uso de expedientes judiciales, hasta el recurso de películas, revistas, periódicos, canciones, dichos populares, novelas, historietas, timbres postales y memorias.
La obra es exquisita porque nos muestra, a través del análisis del conflicto de los valores y esquemas tradicionales, una radiografía de la mentalidad de la clase media urbana de aquella época; expresados a través de los medios masivos de comunicación, caracterizados por tener una narrativa sensacionalista que actuó como un medio educativo, moralizante y disciplinario para los mexicanos.
Los autores, analizan la tensión entre la libertad y la prohibición, debido a que no era muy claro el límite entre la tolerancia y la censura. Señalan cómo la clase social fue determinante y marcó una gran diferencia en cómo fue percibida la degradación social, la perdición y el libertinaje.
Este libro nos permite explorar la ilegalidad y las reglas del bajo mundo; lo ilícito y la norma de las prácticas empleadas por la política mexicana, que reforzaron el uso de la violencia y la impunidad; también promueve una gran reflexión metodológica sobre la complejidad del estudio de algunas fuentes para develar los problemas de fondo que rodearon a estos sujetos tan amenazantes, a saber: la pobreza infantil, la trata de blancas, la modernización de la mujer, la transgresión sexual y el consumo de drogas.
Los autores subrayan el doble discurso del gobierno, caracterizado por ser intolerante y represivo. Al clasificar y señalar a algunos sujetos como un problema social y económico, pero al mismo tiempo desviar la mirada, denotando un nulo interés por adoptar medidas para resolver la situación. Se trató más de vigilar, perseguir y erradicar estas figuras que personificaban “los males sociales”, para mantener el orden y el desarrollo de la sociedad. La peligrosidad de esos personajes dependía de su aspecto, comportamiento, origen o filiación política. De tal manera, el gobierno justificó el uso de la represión, el abuso, la crueldad, la corrupción y la tortura empleados en contra de cualquier persona que cuestionara el orden social establecido y que desafiara las figuras de autoridad.
Para finalizar, los autores dejan abierto el diálogo y nos invitan a generar más preguntas para tratar de entender por qué algunas de esas construcciones sociales sobre la peligrosidad de los sujetos de mediados de siglo XX siguen todavía insertas en el presente, en nuestras mentes, con un gran estigma social.