Pensar la violencia. A propósito de Campo de guerra de Sergio González Rodríguez
ENVIADO POR EL EDITOR EL Miércoles, 29/01/2025 - 19:13:00 PMCésar Valdez*
Resumen
El presente texto es resultado de las reflexiones provocadas por la lectura del libro "Campo de Guerra" de Sergio González y fueron presentadas en un "conversatorio" realizado el 12 de febrero de 2015 en la Dirección de Estudios Históricos del INAH. Temas como seguridad, narcotráfico, el papel del Estado, la influencia de Estados Unidos y las víctimas de la violencia fueron centrales. Lo que sigue es mi pequeña aportación al debate de la realidad del México actual y mis observaciones y comentarios al libro.
Palabras clave: campo de guerra, narcotráfico, seguridad, papel del Estado
Abstract
This text is the result of reflections caused by reading the book "Campo de Guerra" of Sergio Gonzalez and presented in a "Conversatorio" (discussion group) held on February 12, 2015 in the Dirección de Estudios Históricos-INAH. Issues like security, drug trafficking, the role of the state, the influence of the United States and the victims of violence were central. What follows is my small contribution to the debate on the reality of today's Mexico and my observations and comments on the book.
Key words: field of war, drug trafficking, security, role of the State
La tradición de los oprimidos nos enseña que el “estado
de excepción” en que ahora vivimos es en verdad la regla.
Tesis VIII. Walter Benjamin.
El libro de Sergio González Rodríguez tiene la temible virtud de haber atinado y escarbado en un diagnóstico funesto de la realidad social y política mexicana. Publicado a principios de 2014, Campo de guerra[1] describe, analiza y narra acontecimientos y situaciones que han sido naturalizados por la sociedad mexicana. La violencia ha devenido en el "buenos días" de todas las mañanas. No importa si es en voz de periodistas críticos o en la de los promotores del régimen. Las imágenes televisivas gozan de anonimato. Son masas amorfas, son miradas fijas que no parpadean, son rostros que no existen, y en los segundos que se muestran los productores se esfuerzan por difuminar y ocultar para evitar el choque con la mirada del espectador. Pero sabemos que ahí están. Lo que nadie nos explica es cómo llegaron ahí, quiénes fueron los responsables y, sobre todo, quiénes son, dónde vivían y qué significa su ausencia.
Lamentablemente, no hay respuestas de parte del gobierno. Los anónimos, luego de su salto al estrellato en un noticiero o en la primera plana de un diario, se convierten en un número. Hace algunos años, un par de diarios consideraron importante mantener en uno de sus extremos la suma de estos anónimos. Pero un día los dejaron de contar, quizá porque perdió sentido el ejercicio o porque pudieron considerarlo vergonzoso e insultante. Ante esto, ¿cómo podemos poner orden para darle sentido a lo que está pasando? ¿Cómo encontrarle lógica al miedo? ¿Cómo pensar la guerra en la que estamos inmersos?
Sergio González propone llevarnos a través de tres niveles de la realidad: el global, el nacional y el individual, en los que describe los distintos campos de guerra que ha creado la nueva perspectiva estadounidense de defensa global. En el nivel global describe el lugar que ocupa México, tanto geográfica como económicamente, en el flujo internacional de recursos, ya sean para la guerra o para el mercado de estupefacientes. Se pone el acento en afirmar que más que un valor económico para Estados Unidos, la estrategia adquiere una dimensión de dominación y vigilancia. Según el autor, la CIA estaría promoviendo la desestabilización del actual gobierno para integrar a México en una cadena de mando única desde el Pentágono hasta Los Pinos, pero ¿de verdad conviene a Estados Unidos la falta de estabilidad política y económica en México? De ser así, ¿cómo reaccionaría el crimen organizado al saberse “utilizado y promovido” por los intereses del vecino país del norte? Dicha afirmación de una “desestabilización controlada” ¿no exime de ciertas responsabilidades al gobierno mexicano?
El libro incluye mapas que resultan sugerentes, al paso de las páginas van adquiriendo vida y nos permiten descender hacia el nivel nacional y encontrar la dinámica de los campos de guerra internos. Podemos ser testigos de cómo el espacio se reduce y los terrenos de conflicto se sobreponen. En esta dimensión es donde el autor advierte la ausencia del Estado. Una fuerte presencia institucional, que crea comisiones, contrata deuda para armarse “mejor que la delincuencia”, que recaba pruebas, que investiga y hace operativos, y que al mismo tiempo no es capaz de hacer cumplir la ley. En el fondo, González se refiere a una simulación en la que los mecanismos parainstitucionales como los pactos, se mantienen como el as bajo la manga de las negociaciones políticas y económicas.
Personalmente, la "anamorfosis de la víctima”, la dimensión personal e individual del asunto, me pareció la parte más esclarecedora de la estrategia de control y manejo de daños del gobierno mexicano. En ella el autor devuelve a la vida y pone nombre a esas masas anónimas, a las que, además de negárseles la identidad, se les señala como sospechosas. Para nuestra sociedad, que actúa "racionalmente", nadie puede morir "así nada más", entonces seguramente esos anónimos "algo hicieron". La microbiografía de los “cuerpos/persona” se adelanta unos meses al reclamo de la memoria de las víctimas que ha alcanzado eco internacional en el caso Ayotzinapa. Devolver la identidad a los que no están pasa de ser una acción reivindicativa a convertirse en una actividad subversiva que aspirar a resquebrajar la táctica de control de daños del gobierno mexicano.
Sergio termina abordando las contradicciones de la protesta social y su dilema ético-moral para cambiar de rumbo la situación política. Sin decirlo de esa manera, aparece la dicotomía violencia-democracia que presenciamos en los últimos meses. La izquierda en proceso de radicalización aplaudió las llamas en las puertas de Palacio Nacional, pero la izquierda democrática condena y llama intolerantes a quienes optan por la acción directa. En las protestas, los democráticos condenan a quienes usan capuchas para intentar escapar a las cámaras y drones que suelen aparecer como invitados del sistema de control y espionaje gubernamental. Es claro que la sociedad no termina de comprender cómo opera esta nueva forma de Estado que se autodebilita para aumentar la represión o que se ausenta para mantener la vigilancia. El autor traza todos los elementos que a finales de septiembre de 2014 estuvieron presentes en Ayotzinapa.
Quizás una de las carencias del ensayo de González Rodríguez sea no apuntar la historicidad de los actores sociales involucrados. Políticos, ejército y empresarios han vacilado históricamente entre la legalidad y la ilegalidad, no es nada nuevo; sin embargo, como se relata en el texto, hay elementos nuevos. Hasta mediados de los años ochenta el control del crimen organizado, su distribución y sus posibilidades de consolidación pasaban por la autorización de un Estado que rayaba en la omnipresencia. Actualmente, son los políticos quienes deben aceptar las condiciones del crimen organizado, si es que desean ocupar un puesto de “elección popular”. En los territorios en conflicto es la coerción y el temor los que decide quiénes y cómo van a gobernar, y no un tribunal electoral o los ciudadanos.
Campo de guerra es un ensayo que trata de evitar que la realidad mexicana se analice de forma fragmentada, y busca que el lector sea capaz de mirar las interacciones de los nuevos espacios de conflicto, tanto reales como virtuales. Quizá sus hipótesis puedan ser profundamente cuestionables, pero el diagnóstico no. En fin, Sergio González termina por confirmar que en estos tiempos la única certidumbre es la incertidumbre y que los conceptos de la modernidad no son suficientes para comprender la situación que vivimos todos los días.
* DEH-INAH.
[1] Campo de guerra es considerado la tercera parte de una trilogía iniciada en 2002 con Huesos en el desierto, donde el autor se ocupa del tristemente célebre caso de las muertas de Juárez, y seguida por El hombre sin cabeza, ensayo que aborda el tema del miedo y la internacionalización del acto de mutilación.