El futuro desde la historia
ENVIADO POR EL EDITOR EL Jueves, 30/01/2025 - 18:42:00 PMGerardo Necoechea y Patricia Pensado (coords.), El siglo XX que deseábamos. Ensayos de historia oral en torno a experiencia y expectativa, México, INAH, 2014.
Mario Camarena Ocampo*
El libro no es un objeto cualquiera; es un objeto con múltiples y diferentes facetas. Sólo por mencionar lo más evidente, el libro es una personalidad y un objeto, al mismo tiempo. Como objeto, el libro tiene forma, olor, color, textura; y los lectores necesitamos, por alguna razón, que todos estos elementos sean agradables. Sostengo que el libro además de ser útil e interesante, debe ser agradable; tal es el caso de El siglo XX que deseábamos. Ensayos de historia oral en torno a experiencia y expectativas, que coordinan Gerardo Necoechea y Patricia Pensado.
En lo que se refiere a la personalidad del libro, hay que recordar que una vez que el libro sale del control del autor y del editor, parece cobrar vida propia porque puede llegar a personas y partes del mundo que uno no se atreve a imaginar y, por otra parte, cada lector se apropia de diferente manera del libro como objeto y como texto; es decir, el libro sigue su camino sin que el creador, o los creadores, tengan participación en las posibles interpretaciones que se hagan de él.
El siglo XX que deseábamos estudia las expectativas desde las experiencias de las personas que vivieron en la segunda mitad del siglo XX. Este libro está formado por ocho ensayos que nos permiten adentrarnos a una problemática novedosa en los estudios sobre las expectativas. Estos trabajos nos permiten ver cómo la gente común y corriente narra las expectativas de su vida que son parte de las grandes utopías del México contemporáneo. Así, nos deja entrever que en un momento histórico hay numerosas expectativas: unas se convierten en dominantes y nos permiten caracterizar lo que fue la segunda mitad del siglo XX, y los conflictos que hay en ellas desde las esperanzas.
Hasta hace poco tiempo este tema no formaba parte de la historiografía mexicana, y hasta se habría calificado de “inadecuado” porque nadie trabajaba las expectativas desde la historia; es decir, no se trabaja el futuro desde la historia; sin embargo, los autores abordan el asunto como un fenómeno de expectativas, susceptible de ser estudiado en su devenir a través del tiempo, pero, ¿cómo estudiar los cambios en las expectativas de la vida de las personas?
Los autores sostienen que la construcción cultural de las expectativas tiene su propio proceso de acuerdo con el contexto y con los sujetos que la sostienen. La expectativa no es un concepto estático, sino que su concepción se va formando al calor de los conflictos sociales que viven los sujetos de estudio. Así, la expectativa es un proceso que se va recreando en cada etapa de la vida y en cada periodo histórico de acuerdo con la conflictividad que se viva.
Este libro también pone sobre la mesa la discusión de que la historia oral estudia el pasado desde el presente, pero también el futuro en el pasado. Nos debería llevar a reformular esa concepción de la historia oral según la cual sólo estudia el pasado, sino también los futuros de ese pasado. Esto nos incorpora un problema y es el de ver cómo incorporar la expectativa en el trascurso de la elaboración de la entrevista.
El siglo XX que deseábamos es producto de las discusiones que se dieron en el Seminario de Historia Oral en la que utilizan los conceptos de experiencia y expectativa de Reinhart Koselleck, en su libro Futuro pasado: para una semántica de los tiempos históricos (Barcelona, Paidós), como categorías de análisis en la interpretación de los recuerdos de las personas elaborados con entrevistas de historia oral. Si bien los conceptos nos guían en nuestras investigaciones no se deben de convertir en unos instrumentos que limiten las explicaciones de los acontecimientos construidos desde la memoria. La explicación de las expectativas está en el contexto y los conflictos que se generan de él y no sólo en el concepto. Este libro contribuye a una discusión de los conceptos en general y su aplicación a los sujetos sociales en particular.
La fuente principal de estos textos es la memoria construida a partir de la entrevista, que son simultáneamente descriptivos e interpretativos; nos hablan de un pasado, de un presente y de un futuro; de un cambio y de una permanencia; del individuo y del grupo, lo que el investigador se vio en la necesidad de discernir sobre cómo trabajaría los testimonios desde los conceptos que guiaban su investigación. Sus propias preguntas y concepciones teóricas y metodologías para estudiar a las expectativas de los diferentes sujetos que adoptan diferentes formas: esta fuente denota una gran riqueza para el análisis de la memoria acerca de las expectativas desde la experiencia de las personas. Así, el testimonio adquiere singularidad porque construye sus propios valores sobre las expectativas de sociedad para construir un mundo nuevo u otras en caso de conservar lo que se tiene.
Este texto nos ayuda a entender cómo la gente común y corriente construye su propia concepción de futuro y desde ahí explica lo que fue el siglo XX. Por ello, aun consideradas esas expectativas en forma aislada, están ligadas a situaciones de grupos sociales que delinean el proceso histórico del que forman parte pero que no han sido tomados en cuenta por la historiografía tradicional, aunque sí por la historia oral que sostiene este grupo.
El incorporar a los individuos en los procesos nos ayuda a romper con los modelos evolutivos que tradicionalmente maneja la historia y nos permite plantear las opciones que tiene la gente para optar por su esperanza. Así, hablamos de los procesos como decisiones conscientes o inconscientes de los individuos en el transcurso de su vida que van a tener un gran impacto en los grandes procesos sociales. La entrevista nos abre las puertas para aceptar el papel del individuo como parte esencial de los procesos sociales y parte central en la interpretación de la sociedad. Así, nos plantea un problema de cómo individuos contribuyen a las grandes expectativas de la sociedad.
Los ocho ensayos que se encuentran en el libro tienen como objeto entender a los hombres y mujeres en sus procesos de construcción de las expectativas. Los investigadores optaron por el estudio de un grupo social a través de los relatos de una persona, que se pueden aglutinar con base en sus expectativas: Martha Cahuich, Mariana Miranda, Patricia Pensado y Gloria Rascón se adentran a la vida de los de izquierda, marxista y religiosa, que buscaban transformar la sociedad desde los sectores populares y desde una opción preferencial por los pobres; Araceli Leal se adentra a la esperanza particular de un exiliado latinoamericano en México. Concepción Martínez nos habla desde la vida de un ex obrero que añora reconstruir la relación con la naturaleza perdida por los procesos de urbanización. Amelia Rivaud construye una expectativa de vida y de sociedad desde la memoria transmitida en forma escrita, que es asimilada como propia. Rodrigo Laguarda, narra cómo cada generación tiene diferentes expectativas de vida y que pueden ser conflictivas entre ellas. Estos textos nos hablan de cómo la expectativa individual se convierte en expectativa social al permitirnos hablar de la vivencia de un grupo.
Otro asunto interesante es el de la construcción generacional de las expectativas, formadas por los elementos culturales y sociales de poder de un momento histórico determinado.
Dentro del contexto político y social que se vivía en la época estudiada, una característica central es la construcción de los grandes utopías —religiosas, marxistas, liberales, etc. — construidas desde diferentes grupos sociales. En el periodo de estudio el Estado mexicano buscó que los jóvenes se preocuparan más por la diversión que por tener presencia en los espacios políticos. Desde la década de los sesenta hasta nuestros días, el interés de la sociedad y de los medios de comunicación es hacer hincapié en el individualismo, en la competencia, en buena medida inhibiendo la radicalización comunitaria que quisiera trasformar el mundo en el que vivían. Así, la construcción de unas esperanzas que trasformen la sociedad coincide y el fortalecimiento del discurso gubernamental de una vida para el trabajo.
Sin duda, los autores de este libro plantean la formación de una cultura política que va tener un gran impacto en los movimientos sociales. La esperanza política se convierte en icono de los movimientos; así, los obreros, los campesinos, las guerrillas, los movimientos urbanos populares, los movimientos migratorios, etcétera, tienen características específicas con cierto ingrediente de contrapoder que se convierte en un elemento alternativo para cambiar el orden social. Su discurso y su presencia representan la posibilidad del cambio.
Cada relato plantea sus propios procesos de construcción de la esperanzas. Martha Cahuich nos habla de la influencia del Concilio Vaticano Segundo en la vida de Ángel Sánchez en la construcción de una esperanza para transformar la sociedad y la vida de la iglesia católica desde la teología de la liberación. Patricia Pensado nos habla de la expectativa de “cambiar de vida” de Edmar, marcado por el contexto de los movimientos políticos y por la tradición familiar: masones, protestantes y cristianos que lo llevó a construir un sentido de indignación que abría las esperanza de una utopía. Mariana Miranda ofrece una esperanza desde el presente del Guaymas. Nos habla de un pasado en el que luchó por construir un mundo mejor desde la lucha armada que fue violentamente reprimida y tiene la esperanza de que se juzgue al régimen. Araceli Leal habla de las expectativas que tuvieron los exiliados a través de Guillermo Greco, quien construye una expectativa de vida desde la represión, donde la opción de ir a la embajada se convierte en una esperanza de vida. Gloria Rascón habla de Miguel, un joven que está preocupado por el mundo estudiantil. Desde la conflictividad que generaron las nuevas normas institucionales se genera un enfrentamiento político, en el que la solidaridad y el conocimiento del pasado lo lleva a la construcción de una nueva forma de hacer política. Amelia Rivaud Morayta plantea cómo la experiencia vivida, leída y platicada a Socorro genera expectativas de cambio en las personas. Concepción Martínez, interesada en investigar, utiliza la entrevista de Francisco Roja para hablar de la construcción de una conciencia ecológica en un barrio obrero. Atrapado en un mundo fabril-rural, lleva a plantear que el barrio debería de regresar a un pasado donde se conserve la relación con la naturaleza. María Serrano habla de las expectativas de diferentes generaciones de mujeres y los conflictos entre madres e hijos por lo que quieren ser. Rodrigo Laguarda incorpora en unos textos diferentes experiencias que plantea un problema interesante: la comparación de los diferentes procesos de construcción de las expectativas en un momento histórico determinado.
La forma en que los individuos representan la esperanza se relaciona de manera insistente con la experiencia y el contexto en que se vive, donde los individuos expresan sus expectativas que son aceptadas en el mundo del que forman parte. Si bien son individuales nos desprenden un problema: el de ver en qué momento las expectativas individuales influyen en los grandes proyectos nacionales, lo cual es un tema que sería interesante estudiar en futuras investigaciones. Por otra parte, esta manera de construir el mundo cambia en forma importante en el momento en que la tecnología y la internet empiezan una valoración diferente del papel social y político de los sujetos, lo cual tiene un punto de quiebre en los nuevos movimientos de jóvenes de la actualidad.
El libro aborda un tema novedoso que constituye un aporte a la historiografía mexicana, tanto por la forma de abordarlo como por la abundante información que maneja, lo que nos lleva a reflexionar acerca de la historia de las utopías.