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La historia ambiental. Miradas distintas a la otredad

ENVIADO POR EL EDITOR EL Jueves, 11/04/2024 - 13:43:00 PM

Margarita Loera Chávez y Peniche y Mauricio Ramsés Hernández Lucas (coords.), Diálogos con la historia ambiental, México, INAH / ENAH (Brújula, Patrimonio), 2020.


Laura E. Corona de la Peña*

 

Durante algún tiempo, las investigaciones de las “ciencias sociales” y de las “ciencias naturales” distinguieron su materia de trabajo a partir de la oposición naturaleza-cultura. Además, a través de tal distinción la antropología abordó un tema central para esta disciplina: la otredad, en particular para distinguir lo que es humano de lo que no lo es. Aquí es importante recordar que los conceptos que utilizamos para estudiar, entender y explicar algo no tienen solamente implicaciones teórico-metodológicas, sino también éticas y políticas. Autores como Philippe Descola[1] han mostrado que la oposición naturaleza-cultura es un esquema dualista promovido por las culturas “occidentales” que refleja su cosmología, dejando de lado las formas en que otras culturas construyen socialmente su relación con el medio ambiente. El volumen que coordinan Margarita Loera y Mauricio Ramsés Hernández, Diálogos con la historia ambiental, nos aporta una visión clara y profunda de algunos de los dilemas derivados de la visión hegemónica y antropocentrista de la vida que deriva de dicha oposición. Este libro permite al lector un acercamiento muy completo a la historia ambiental en tres sentidos: su historia como disciplina, aspectos teórico-metodológicos y casos específicos de su aplicación.

 

La historia de esta disciplina se analiza y problematiza en dos textos escritos por los coordinadores: la introducción y el capítulo II. En la introducción comentan que el devenir de la relación del ser humano y la naturaleza constituye la materia esencial de la historia ambiental, una especialidad que tiene sus raíces en la Europa de principios del siglo XX, y cuya labor y difusión se ha hecho indispensable ante la destrucción desmedida del medio ambiente en todo el planeta. Aclaran pertinentemente que no existe una única forma de hacer historia ambiental. Mientras que en el capítulo II, “Los caminos de la historia ambiental”, presentan una revisión historiográfica muy completa sobre esa especialidad, particularmente del ámbito latinoamericano, y aclaran que su enfoque se centra en su preocupación por estudiar las relaciones históricas de mutua determinación entre la sociedad y el medio ambiente. Ofrecen al lector un panorama muy completo tanto en términos históricos como metodológicos.

 

Por último, en este grupo incluyo el texto de Enrique Leff, “La esperanza de un futuro sustentable: utopía de la educación ambiental”, en el que podemos vislumbrar el posible papel de la historia ambiental en el camino hacia la sustentabilidad basada en la diversidad cultural. Este trabajo explica cómo el capitalismo planteó el desarrollo de sus fuerzas productivas como condición de la trascendencia dialéctica de la historia y en profunda contradicción con la naturaleza, y cómo, en contraposición, el pensamiento ambiental latinoamericano ha construido un concepto de ambiente que busca no sólo resistir sino contrarrestar la colonización de los saberes. En este sentido, la educación que ha sido un aparato ideológico del Estado podría, a través de la pedagogía de la sustentabilidad, convertir la escuela en laboratorio del nuevo pensamiento para forjar una ética de la otredad y ensayar el diálogo de saberes.

 

En cuanto a los aspectos teórico-metodológicos, si bien las y los autores hacen explícita su metodología, el volumen incluye textos como los de Arturo Montero, Samuel Hernández, Beatriz Albores y Carlos Hernández, que ofrecen a los lectores un importante referente metodológico. Montero, en su texto “Los adoratorios de la alta montaña mexicana observados a través de un modelo digital 3d”, explica cómo la arqueología en alta montaña ha demostrado en las últimas décadas que las montañas, por su dominio del paisaje, permitieron elaborar los pronósticos meteorológicos necesarios para los procesos agrícolas; y además, describe los beneficios de usar en la arqueología de alta montaña la fotogrametría digital, un proceso geoinformático de datos que permite la elaboración de planos topográficos y mapas digitales de gran calidad a través del uso de una aeronave coloquialmente conocida como dron. Por su parte Samuel Hernández, en “El proceso de trabajo del maíz como ofrenda y alimento ancestral para los guardianes del Ajusco y Totolapan, Ciudad de México”, aborda el conocimiento campesino de la naturaleza que ha permitido establecer un calendario basado en temporada de secas y de lluvias, para programar los distintos procesos agrícolas. Con este fin el autor utiliza descripciones arqueológicas y fuentes etnohistóricas para abordar dos casos: 1) la Mujer del Maíz, de Totolapan, y 2) la Troje o Cuartillo, cubo de basalto que se localizaba en el cerro de Tomazulco, en lo que hoy es Santo Tomás Ajusco.

 

El texto de Beatriz Albores se titula “Un paisaje lacustre con volcanes nevados en el alto Lerma mexiquense. El conocimiento mesoamericano como adaptación al entorno. El caso de San Mateo Atenco”. La autora propone dos respuestas adaptativas al entorno geoambiental, una de tipo teórico-metodológico, el modo de vida lacustre (MVL), y otra de tipo histórico-concreto, el cultivo del maíz de temporal. Utilizando una perspectiva etnográfica, hace un análisis detallado del MVL desde tiempos preagrícolas hasta su declive ocasionado por el despegue industrial del centro de México en el siglo XX. Explica que este modo de vida se sustentó en el conocimiento detallado del entorno natural y la experiencia transmitida de generación en generación. El último texto de este apartado, “Agua, aparición y agencia: santos y cosmopolítica en el norponiente de la Cuenca de México”, de Carlos Hernández, propone la posibilidad de que la historia ambiental pueda pensarse como un modelo cosmopolítico que parte de la diferencia cualitativa en los modos de existencia y en las prácticas de conocimiento vinculadas a ellos. A partir de su material etnográfico encuentra que San Francisco y un grupo de Cristos componen el sistema de gestión climática en el norponiente del valle de México, que presentan un carácter dual benévolo/agresivo. El autor analiza en particular una teoría otomí sobre el territorio y sus existentes: “el relevo” y plantea la necesidad, a partir de los datos empíricos, de revisar nuestras herramientas conceptuales.

 

Casos específicos de la aplicación de la Historia ambiental los encontramos en los textos de Aída Montes de Oca, Gabriela Becerra, Marcela Dávalos y Juan José Atilano. Aída Montes de Oca, en “Estrategias de conservación de espacios patrimoniales. El caso de las zonas con monumentos arqueológicos en áreas naturales protegidas”, relata la existencia y particularidades de distintas figuras legales que han buscado proteger la integridad de áreas naturales y subraya la necesidad de estrategias e instrumentos legales que permitan la protección simultánea del patrimonio cultural y natural que por lo general ocupan los mismos espacios físicos. Gabriela Becerra escribe “Historia biocultural de la sierra Nevada”, un texto que resalta el papel de esa serranía como el remanente más importante de bosques de coníferas y praderas de alta montaña en el centro del país, donde se encuentran ecosistemas vitales para el suministro de servicios ambientales —agua, aire, alimentos, combustible, paisaje— que sustentan la vida humana en la región más poblada del país. La autora analiza la diferencia entre la cosmovisión indígena que concebía al hombre como parte del mundo natural y la visión judeocristiana impuesta que lo ubica por encima de la naturaleza.

 

Marcela Dávalos es autora de “Del aire libre a la fosa séptica. Un discurso sobre la contaminación de los suelos (1890-1940)”, en el que analiza cómo la modernidad impuso una dictadura higienista basada en otra forma de ver el mundo, según la cual el manejo de los desechos y las excretas debía seguir un canon que implicaba alejarlos de los poblados y ciudades, calificando como rústicas e insalubres las prácticas de enterrar, emplear como abono o generar energía calorífica a partir de las excretas humanas. Finalmente, en su trabajo titulado “Diplomacia cósmica en el pueblo de la lluvia”, Juan José Atilano explora, a partir de su registro etnográfico entre los mixtecos de Cahuatache, el papel que desempeña el tati-va’a, especialista ritual ñu savi, quien ejerce una suerte de diplomacia para proteger al pueblo a través de rezos que controlen el infortunio de los hombres (condición de vulnerabilidad potencial). Como otros autores, encuentra que el sacrificio con un carácter alimenticio es el núcleo de las relaciones cósmicas entre humanos y espíritus del monte.

 

Sin duda este libro aporta mucho a quienes quieran acercarse a la Historia ambiental, y además nos invita a revisar nuestros conceptos y a abrir diálogos con otras disciplinas, encaminados al análisis y solución de los graves problemas que las actividades humanas están generando en el medio ambiente.

 

* Dirección de Etnología y Antropología Social, INAH.
[1] Philippe Descola, Más allá de naturaleza y cultura, Madrid, Amorrortu, 2012.